El amor y el perdón de Dios: formas prácticas para enseñar a otros su verdadero significado

Escrito por: Yeimy de Robainas

¿Conoces el amor verdadero? Vivimos en un mundo que tiene una fecha para celebrar el amor. Las calles, mercados y puntos de venta se llenan de mensajes «amorosos», objetos de regalo y otros detalles. Con ellos se festeja este día y se honra a esa persona que amas, ya sea una pareja, familiar o amigo. Sin embargo, estos conceptos de amor, se quedan solo flotando en la superficie del profundo e inmenso mar del verdadero amor.

La Palabra de Dios dice que Él es amor (1 Jn. 4:7-8). Por lo tanto, solo podemos acudir a Él para buscar las respuestas correctas sobre lo que es realmente el amor. En las Escrituras, encontramos que el amor verdadero se trata del amor y del perdón de Dios en Cristo Jesús. 

El amor de Dios es ese atributo que abraza y le da forma al resto de sus atributos. Es como una gran sombrilla debajo de la cual se cobijan Sus otras perfecciones. Todo lo que Él hace está movido y marcado por Su amor. El amor de Dios también se manifiesta en diferentes actuaciones de Su gracia, entre ellas, Su perdón en Cristo.

El perdón es una muestra viva del amor de Dios hacia nosotras, y de nosotras hacia nuestro prójimo, como imitadoras de Su carácter. Es una evidencia palpable y real de que Dios en verdad nos ha amado, y que Su amor no se ha quedado solo en palabras. Es la garantía de Su amor. Una prueba fiel y constante de hasta qué punto el Señor nos ha amado, y de lo que estuvo dispuesto a hacer para demostrarlo. 

Quizás, esta temporada, pueda ser un momento oportuno para ayudar a tus hijos o a quienes enseñas de la Biblia, a comprender el verdadero significado de un amor y perdón tan asombrosos. En este blog te compartiré algunas formas prácticas en las que puedes hacerlo.

1. Enséñales por qué necesitamos el amor y el perdón de Dios.

La Biblia nos muestra que todas nosotras somos pecadoras y destituidas de la gloria de Dios (Ro. 3:23). El primer hombre y mujer creados por Dios pecaron contra Él y sucedió la caída. A partir de Adán comenzó a reinar el pecado y la muerte. El mundo hermoso y perfecto creado por Dios se convirtió en un lugar oscuro y quebrantado que gime por libertad y esperanza (Ro. 8:20-23). Todos nacemos pecadores y apartados de Dios (Sal. 51:5); enemigos de Él; ajenos a Su vida, y sin deseos ni interés de buscarle (Ef. 4:17-18). Como resultado de esta condición, todos fuimos condenados a la muerte eterna en el infierno.

2. Enséñales cómo obtenemos el amor y el perdón de Dios.

Nuestro Dios, en Su gran misericordia, y para la alabanza de la gloria de Su gracia (Ef. 1:6), ofreció una manera de perdonar al hombre del pecado que lo separaba de Él. De esta forma podía reconciliarlo nuevamente consigo. Pero para hacerlo, no podía absolver al hombre de su culpa y maldad sin que hubiera una restitución de las transgresiones cometidas contra Él; un Dios santo y justo que no da por inocente al culpable (Nm.14:18; Nah. 1:3).

En todo Su derecho y en Su justicia perfecta, el Señor exige el pago debido, por todas nuestras ofensas hacia Su santidad. Nosotras no podíamos realizar eficazmente ese pago. Somos pecadoras acusadas, sin esperanza y capacidad para justificarnos. Solo una persona completamente justa y santa podía hacerlo en nuestro lugar. Pero que además, se identificara con nuestra naturaleza y debilidades.

Para esto, Dios envió a su Hijo unigénito: a Cristo, el Cordero de Dios, puro y sin mancha, que perdona nuestras iniquidades (Jn. 1:29). Cristo fue al mismo tiempo Dios y hombre, pero sin pecado. Vivió una vida perfecta en nuestro lugar y entregó Su vida en la cruz por nosotros. Allí derramó Su sangre para purificarnos de nuestra maldad y redimirnos para Él. Resucitó al tercer día, y mostró así, que el Padre había aceptado Su obra consumada. Tenemos la esperanza de que un día, todos aquellos que hayan creído en Él, y se arrepientan de sus pecados, también tendrán una vida eterna en Su presencia por siempre (Sal. 16:10-11).

Sin embargo, nuestra nueva vida comienza en la tierra. Desde el momento en que ponemos nuestra fe en Jesús y nos apropiamos de su perdón y gracia, podemos vivir como nuevas criaturas. Tenemos una nueva naturaleza y una nueva ciudadanía, en unión con nuestro Señor y Salvador (Ro. 6:3-4). No sin la presencia del pecado totalmente, pero sí, libres de su dominio y poder, progresivamente.

3. Enséñales cómo es el amor y el perdón en Cristo

El perdón de Dios a través de Jesús es:

  • Completo, perfecto y suficiente: no se necesita añadirle nada más. No hay obra nuestra que podamos hacer o dejar de hacer, que nos pueda privar de Su amor (Ro. 8:38-39).
  • Misericordioso: no nos da lo que merecemos (Sal. 103:4, 8, 11; 78:38; 86:5).
  • Lleno de gracia: nos regala lo que no merecemos (Jn. 1:16-17).
  • Iniciado por Dios: es el Señor quien tomó la iniciativa de perdonarnos a través de Su Hijo; no depende de nosotras sino de la persona y la obra de Cristo. No hay nada en nosotras que llamó Su atención para perdonarnos. Solo aportamos nuestro pecado (Ef. 1:3-12; 2:1).
  • No está basado en nuestros sentimientos: no depende de que lo sintamos, sino de la verdad de lo que Dios ha hecho. Es objetivo y verdadero. (Sal. 25:11; 32:1, 5; 65:3; 85:2; 130:4).
  • Liberador: nos libera del pecado y de la muerte. Cubre nuestra culpa y vergüenza. Nos da paz y nos acerca nuevamente a una relación con el Señor. (Lc. 4:18; Ro. 6:18, 22; 8:21; 11:26; 2 Cor. 3:17; Gal. 2:4; 5: 1 y 13; Heb. 10:19; Stg. 2:12).
  • Eterno e infinito: todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros son perdonados para siempre. No tiene límites, ni principio ni final. No hay un pecado demasiado grande que Él no pueda perdonar. Su amor y Su perdón nunca dejarán de ser (Miq. 7:19).
  • Inmutable: Su perdón nunca cambiará, nada puede detener o frenar Su perdón. No tiene obstáculos, nada nos apartará de Su amor y perdón en Cristo Jesús Señor nuestro (Is. 54:10).
  • Soberano: está determinado por Su obra, Su voluntad y elección soberanas (Ro. 9:18).
  • Santo: es puro y satisface por completo Su justicia y santidad. Con Su sangre nos limpia de nuestra corrupción y pecado (Ro. 3:25; 1 Jn. 2:2; 4:10).
  • Permite que seamos ahora llamadas hijas de Dios y que Él sea nuestro Padre celestial (Jn. 1:12; Heb. 8:10).
  • Nos llena de toda la plenitud y la abundancia de Dios (Jn. 10:10).

4. Enséñales lo que implica recibir el amor y el perdón de Dios en Cristo.

«Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia;soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes.Sobre todas estas cosas, vístansede amor, que es el vínculo de la unidad». -Colosenses 3:12-14

Así también, en Efesios 4, se nos manda a quitar de nuestra vida: toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia. Estos son los frutos de un corazón rencilloso y ofendido, contrarios a un corazón que es perdonador y pacificador. En su lugar, estamos llamados a ser benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también nos perdonó a nosotras en Cristo (Ef. 4:32).

En ambos pasajes la idea es la misma. Cómo el Señor Jesucristo nos ha perdonado una deuda tan grande; debemos estar dispuestas a perdonar las deudas mucho menores de nuestros deudores. Jesús enseñó sobre esto en la parábola de los dos deudores (Mt.18: 23:35). Además, guió a Sus discípulos a orar de esta forma: «Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores (...) Porque si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones, también su Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones» (Mt. 6: 12, 14-15).

Un creyente perdonado, perdona. Estos dos aspectos son inseparables. Tal y como expresa el pastor John MacArthur: «El perdón refleja el carácter de Dios. La falta de perdón es por tanto una impiedad alejada de Dios. (...) De modo que el perdón es una parte integral de la nueva naturaleza del cristiano. Un cristiano que no perdona es una contradicción de términos. Cuando usted ve a alguien que profesa ser cristiano y que obstinadamente se niega a dejar un resentimiento, hay buena razón para poner en duda que la fe de esa persona sea genuina». 

Con esto, no quiero decir que el perdón sea fácil de otorgar o que siempre vamos a sentir hacerlo. El perdón no es natural. En muchos casos va a ser muy doloroso, por las ofensas y daños recibidos, los cuales no pueden ser negados o minimizados. Pero se trata de un acto voluntario de obediencia, que va más allá de nuestros sentimientos. Es extender gracia y misericordia a aquellos que no lo merecen, como tampoco nosotras merecíamos el perdón de Dios.

Hay una relación muy cercana entre el amor y el perdón de Dios. Cuando perdonamos a otros nos asemejamos más a Cristo. Nos vestimos así del amor que es el vínculo perfecto, para vivir en paz y gratitud como parte de un mismo cuerpo.

En este Febrero, mientras ayudamos a otras a comprender el verdadero significado del amor y del perdón en Cristo, doblemos nuestras rodillas y oremos como Pablo. Roguemos al Señor que nos ayude a vivir arraigadas y cimentadas en su amor. Que podamos ser plenamente capaces de comprender con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seamos llenas de toda la plenitud de Dios (Ef. 3:14-19). Que podamos recibir Su amor y Su perdón sin límites. Que podamos amar y perdonar apuntando a Cristo.

Pienso en aquella mujer pecadora que enjugó los pies de Jesús con sus lágrimas en casa de Simón, el fariseo. Ella amó tanto a Jesús porque se le perdonó mucho. Esta mujer estaba conciente de quien era ella y de Quién era Jesús. Ella sabía lo mucho que Él le había perdonado y le demostró su amor y adoración sin reparos, sin importar lo que los demás estaban pensando de ella por su condición social. Ella tuvo un corazón lleno de amor para Jesús porque Él la había llenado de su amor y de su perdón primero. ¡Oh! Señor que podamos tener un corazón así. Que a través de nosotras, fluya el torrente imparable de Tu amor y Tu perdón hacia otros, una y otra vez.

  1. MacArthur, J. Libertad y poder del perdón.

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

No Photo Avaible for Escritora Invitada

Escritora Invitada

En Aviva Nuestros Corazones contamos con algunos invitados especiales para compartir sobre temas de la vida cristiana y lo que Dios está haciendo en sus vidas.

Únete a la conversación