Antes de venir a Cristo, mi vida amorosa fue un desastre, el no conocer al Dios verdadero, hizo que mis relaciones de noviazgo estuvieran alejadas de lo que Dios dice en Su Palabra. Ahora me preguntarás ¿Existe una parte en las Escrituras, que nos enseñe específicamente acerca de cómo debe ser un noviazgo? La respuesta es no, pero como lo menciona el Pastor Héctor Salcedo “Lo cierto es que, a pesar de la ausencia de pasajes específicos, la Palabra no nos deja sin orientación en cuanto al noviazgo. Ciertamente tal y como el salmista expresó “Lámpara es a mis pies tu Palabra, y luz para mi camino” (Sal. 119:105).
Por lo tanto, basta con abrir nuestras Biblias y meditar en aquellos pasajes que nos hablan sobre cómo debe ser nuestra relación con nuestro prójimo, y si atendemos bien, notaremos que todo comienza con el amor …Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt. 22:39). Así que, al ser nuestro novio, nuestro prójimo más cercano en esta etapa, aplican a nuestra relación todas las enseñanzas de la Biblia sobre las relaciones en general y conociendo lo engañoso de nuestro corazón, nuestra obediencia debe ser radical, ya que en el noviazgo existe un condimento que aumenta el sabor de las cosas; la atracción y el deseo de estar cerca de la persona que más te agrada en este mundo.
Gracias a la maravillosa bondad de Dios, siendo yo una muerta, Él extendió Su misericordia y gracia sobre mí y por Su asombroso amor me salvó, y hoy puedo decir que estoy viva para gloria de Su Santo Nombre; pero no le bastó darme tan grandioso regalo, sino que me ha dado mucho más de lo que merezco y alguien muy especial llamado Andrés (mi prometido). Dios nos ha llevado a experimentar algo fascinante que ninguno de los dos conocía, esto es un noviazgo bíblico.
Al inicio de nuestro noviazgo decidimos sacar un par de horas del día lunes de cada semana para leer juntos. El primer libro que estudiamos fue “La Santidad: El corazón purificado por Dios” de Nancy DeMoss Wolgemuth, herramienta que sin lugar a dudas cada semana nos retó a poner en práctica lo que habíamos aprendido. Al finalizar cada reunión, en una agenda anotábamos las aplicaciones prácticas y confiados en el poder de Dios, orábamos pidiendo gracia para poder honrarlo.
Un día leímos esta frase: “Un compromiso con la santidad significa tener una vida que está siempre ‘dispuesta a recibir visitas’ y abierta a cualquier examen, una vida que pueda soportar el escrutinio, tanto en cosas evidentes como en lo oculto, donde nadie miraría”.
Mi pregunta fue: ¿Pasaría el examen si alguien revisara todo lo que ha pasado en nuestra relación de noviazgo? ¿Soportaría nuestra relación un escrutinio?
¡Siendo sincera tuve que admitir que no! Debido a las ocasiones en que surgió enojo, disgusto o incomodidad. O cuando no fui tan cuidadosa al inicio con mi trato, dejando ver mi egoísmo a través de la inmodestia (en ocasiones) en la manera de vestir. Aunque por Su gracia nos guardó y por Su Espíritu nos guió a resolver estos desacuerdos, creo que cada día podemos ser más intencionales en nuestro progreso de santificación. Aunque nunca haremos lo suficiente, ningún esfuerzo estará de más.
Pero fiel es Dios, que no nos deja ser tentados más de lo que podamos resistir, sino que nos da también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. ¡Gloria a Dios!
Quiero compartir esta gran noticia con ustedes: hay suficiente de Su gracia para mantener un noviazgo que le dé la gloria a Él; no depende de nosotras, depende de Su poder.
No importa qué horrible haya sido nuestro pasado, no importa cuán manchadas de pecado estuvieron nuestras pasadas relaciones amorosas, recordemos que hoy por la sangre preciosa de Cristo derramada en la cruz somos libres; y esa libertad nos da la fuerza para tener relaciones santas que den gloria a Su nombre.
Recordemos siempre lo que dice Su Palabra (1 P 1:14-16) y practiquemos lo siguiente: Como hijas obedientes, no nos conformemos a los deseos que antes teníamos estando en nuestra ignorancia; sino como aquel que nos llamó es santo, seamos también nosotras santas en toda nuestra manera de vivir.
¡Seamos santas, como Él es santo, Dios mismo nos da la fuerza!
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