Los errores más comunes en la mentoría

Leí una vez, algo que escribió el Pastor John Piper que me impactó sobremanera y dice “Uno de los retos que yo repetidamente le presento a la gente de mi iglesia – especialmente a las mujeres – es que hagan una de sus metas, envejecer con sabiduría.  Amo la visión de mujeres mayores llenas de frutos espirituales sazonados que vienen únicamente con una larga vida, mucha aflicción y profunda meditación de la Palabra de Dios.  Hay muchas mujeres jóvenes que añoran a mujeres mayores, que sean profundamente sabias, que compartan la sabiduría que Dios le ha enseñado con el paso del tiempo”

De manera personal puedo decir que cumplir con el mandato de Tito 2 de instruir a las más jóvenes ha sido una de las experiencias más gratificantes y de mayor reto que he tenido en mi caminar como mujer cristiana.

“De manera similar, enseña a las mujeres mayores a vivir de una manera que honre a Dios. No deben calumniar a nadie ni emborracharse. En cambio, deberían enseñarles a otros lo que es bueno. Esas mujeres mayores tienen que instruir a las más jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a vivir sabiamente y a ser puras, a trabajar en su hogar, a hacer el bien y a someterse a sus esposos. Entonces no deshonrarán la palabra de Dios”. (Tito 2:3-5 NTV)

Puedo decir que me apasiona ser mentora de las más jóvenes pero a la vez confieso que aún estoy aprendiendo y mejorando a pesar del tiempo que lo vengo haciendo.  Definitivamente la mentoría no es una ciencia exacta y requiere de ambas partes para que sea efectiva.

El ser apasionada y tener buenas intenciones con la persona mentoreada no garantiza el éxito de la misma.  Cuando la relación falla es muy desmotivante para ambas partes pero mucho más para la mentora si en este caso no es ella que ha fallado en su compromiso.

He aprendido que hay pasos a seguir para lograr ser efectiva en la mentoría y quiero compartir los errores que he cometido los cuales me han permitido crecer y madurar en este aspecto.

Escuchar más y hablar menos – Soy una persona extrovertida que disfruta hablar y compartir sus experiencias.  Lo hago con la mejor de las intenciones pero en ocasiones esto ha impedido que yo pueda conocer en un lapso más corto de tiempo a la persona mentoreada.  He fallado al dar consejos y directrices sin conocer a fondo la situación precisamente por no dedicar el tiempo a escuchar más y hablar menos.  Esto pudiera haber causado en la persona la impresión de que no me importa mucho conocerla mejor sino escucharme yo misma lo que pudiera llevar el mensaje de orgullo, contrario al mensaje de humildad que debemos reflejar a las más jóvenes.

Otro error que he cometido, ha sido decir siempre lo que yo haría en cada caso que me presentan, creando así, sin darme cuenta, dependencia de mí, en la otra persona.  No debemos asumir que esa persona quiere hacer lo que nosotras haríamos en una situación en particular. He comprendido con el paso del tiempo que es necesario enseñarles cómo tomar decisiones presentando opciones, ofreciéndole múltiples perspectivas y hablándole de posibles consecuencias o fracasos que uno ve en la situación.  Es un error, y yo lo he entendido así, ser una fuente de respuestas fáciles.  Debemos aprender a no disgustarnos cuando la persona mentoreada decide tomar una decisión contraria a la que nosotras hubiésemos tomado.

A mi entender a nadie le gusta aprender de una sabelotodo y es por eso que he tenido que ser muy intencional en enseñar con un corazón humilde.  Me tengo que recordar constantemente que soy solo un instrumento en las manos de un gran Dios y debo ser enseñable porque por igual puedo aprender de mi mentoreada.

A pesar de que mentorear puede resultar en una gran carga de tiempo para mí y de traer en ocasiones frustraciones, es un mandato que he decidido obedecer mientras vida tenga.  Dios nos diseñó para vivir en comunidad y para aprender los unos de los otros.  Que Dios nos ayude a honrarlo y glorificar su nombre siendo una mujer de Tito 2.

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Sobre el autor

Mayra Beltrán de Ortiz

Mayra Beltrán de Ortiz

Decidida a honrar el diseño de Dios para la mujer. Esposa de Federico Ortiz por 43 años, madre de José Alberto y Erika y feliz abita de Noé, Renata y Jaime Alberto.  Miembro y diaconisa de la Iglesia Bautista Internacional … leer más …


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