Seamos honestas, la vida puede ser una locura con las responsabilidades diarias. ¿Cómo se supone que vas a encontrar tiempo para invertir en una persona más y, al mismo tiempo, equilibrarlo con tu familia, el trabajo y todo lo demás que tienes entre manos?
Una buena idea antes de comenzar una relación de Tito 2 es establecer tu lista de prioridades: Dios en primer lugar, tu familia en segundo, y todo lo demás después de eso. Cuando programes una hora para reunirte con una persona a la que estás mentoreando, hazlo a una hora que honre tus prioridades principales y que no entre en conflicto con ellas.
Sin embargo, también hay que estar dispuesta a ser flexible si se necesita. No es fácil, pero trata de dejar intencionalmente algunos espacios en blanco en tu agenda. El ministerio rara vez ocurre en horarios fijos, ¿verdad? Tienes que mantener un margen para que puedas intervenir, servir, animar y orar cuando la vida lo demande.
Una forma de compartir la vida es invitar a tu amiga a que te acompañe en tus actividades cotidianas. Por ejemplo, puedes reunirte con ella en tu casa mientras preparas la cena, llevarla contigo a hacer las compras o incluso reunirte con ella mientras tus hijos asisten a una actividad de la iglesia, a un entrenamiento deportivo o a clases de música.
Si no puedes encontrar un buen momento para reunirte, ofrece tu «ajetreada» vida a Dios y permítele crear el espacio. Ora con la confianza de que Él te permitirá cumplir con este hermoso llamado en tu vida.
Al final, no depende de ti hacer algo extraordinario, sino simplemente ser una amiga en medio de la vida diaria.
Aquí tienes algunas sugerencias para conectar:
- Reúnete temprano los sábados por la mañana, antes de que se levante tu familia.
- Utiliza los mensajes de texto, las llamadas telefónicas o las redes sociales como medio de conexión y comunicación.
- Si tu iglesia tiene más de un culto, reúnanse durante el culto distinto al que asisten. O reúnanse antes o después de los servicios de tu iglesia mientras tu esposo puede cuidar a los niños.
No todo es color de rosa
Una relación de mentoría está diseñada para ser cercana. Tú y tu amiga comparten sus luchas, sus miedos, sus éxitos... comparten sus corazones. Y puesto que tú estás ahí para ofrecer la perspectiva de tu propia vida, es normal que ella busque tu experiencia. Pero no eres el primer lugar al que ella debe acudir cuando toma decisiones; su dependencia debe ser principalmente a Dios. Así que asegúrate de animarla a que acuda primero a Él en lugar de pedirte consejo a ti.
Otro peligro común puede ser que tu amiga se vuelva demasiado apegada y posesiva contigo. Es importante animarla a formar parte de la comunidad de su iglesia y a establecer relaciones con otras mujeres que puedan servirle como red de apoyo. También ayuda a establecer algunos límites sobre tu disponibilidad desde el principio.
Por otro lado, a veces las mujeres entran en este tipo de relación entusiasmadas, pero pronto pierden el entusiasmo. Si alguien te deja plantada con frecuencia, no da seguimiento a los compromisos, o constantemente pone excusas para no hacer lo que acordaron, puede que sea el momento de tener una conversación honesta. Puedes sugerir pausar el mentoreo hasta que sea un mejor momento, o decidir encontrarse solo cuando surjan necesidades. No sigas «persiguiendo» a alguien con quien es difícil conectar; en su lugar, busca relacionarte con las mujeres que Dios pone en tu camino.
A veces puedes sentir que tu amiga se aleja de ti; ora por la situación y busca la guía de Dios. Es posible que tengas que dejarla ir, darle el espacio que necesita y confiar su vida al Señor.
Otros retos que hay que tener en cuenta
Asegúrate de no ver a tu amiga como un proyecto, sino como alguien a quien amar e invertir en su vida. Si la mujer con la que te estás reuniendo siente que no está ocurriendo lo que esperaba, asegúrate de que no tenga expectativas poco realistas. Es fácil que ambas se enfoquen en sus vidas y pierdan contacto, si ese es el caso, intenta reconectar a través de un mensaje de texto o una llamada.
Ser mentora a veces implica relaciones complicadas, ¡pero vale la pena correr el riesgo! Dios está trabajando en medio de nosotras y redimiendo nuestras vidas para Su gloria. A medida que las prioridades de Dios se convierten en nuestras prioridades, podemos cumplir con nuestro llamado de Tito 2. No perdamos de vista esta realidad: recibir, servir y extender la gracia de Dios a todas las personas (especialmente a las que estamos discipulando) es reflejar el corazón de Jesús a un mundo hambriento de belleza. ¿Qué podría ser más hermoso que eso?
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