Lectura bíblica: Lucas 23:33-56
«Nació para morir». En las semanas y los días que meditaba para escribir estas líneas no podía dejar de pensar en esta frase. Leí la historia de una pareja, los Young, que estaban esperando a su bebé con muchas ansias. A las 19 semanas de embarazo, recibieron el diagnóstico de que su bebé tenía anencefalia, una condición en la que no se desarrolla todo el cerebro. Sus padres la llamarían Eva Grace. (Puedes leer el caso en este vínculo.)
Los bebés con esta condición, se consideran «incompatibles con la vida», y usualmente nacen muertos o mueren a pocas horas o días de nacer. Es común que estos bebés sean abortados, pero los firmes valores cristianos de los Young les llevaron a preservar la vida de la bebé hasta que el Señor decidiera llevársela. Además, esta familia tenía la esperanza de que una vez la bebé falleciera, sus órganos podrían ser donados y así salvar la vida de otros bebés.
Una historia así provoca muchos cuestionamientos, y posiblemente te haga pensar en muchas cosas. ¿Qué harías si fueras la mamá de esta bebé? ¿Cómo vivirías sabiendo que tu bebé nacería para morir, con el consuelo y la esperanza de que su muerte daría vida a otros?
Una madre adolescente se encontró con las mismas preguntas hace más de dos mil años, y 33 años después, se encontró frente a la cruz donde colgaba su Hijo. El propósito del nacimiento de Jesús fue su muerte. Su muerte fue el punto central de miles de años de espera para que el camino mediante el cual el hombre podría ser reconciliado con Dios fuera materializado.
Piensa en la imagen en Lucas 23:49, las mujeres mirando de lejos a este hombre, el Hijo de María, su Maestro y el que creían que era el Mesías que habría de venir, torturado y moribundo en la cruz. Piensa en el dolor que estas madres, hermanas y discípulas estaban pasando. Le acompañaban desde lejos, pues, ni siquiera podían sostenerle en las últimas horas de su vida. Por la mente de María pasarían las promesas que oyó del ángel (Lucas 1:26-35) y el propòsito de la vida y la muerte de su Hijo (Lucas 2:34-35).
Tú y yo somos beneficiarias de este generoso y sacrificial regalo. Cristo donó su vida para que nosotras tuviéramos vida (1 Pedro 2:24). La cruz, su muerte en la cruz, fue el medio por el cual el pago de nuestros pecados fue efectuado. Y Su resurrección trajo la esperanza de la vida eterna para todos los que pusieran su esperanza en Él.
Jesús fue un bebé que nació para morir. Su muerte fue el principal propósito de su vida pues traería la esperada salvación eterna, el pago completo, la expiación de toda culpa, la reconciliación garantizada, la adopción incondicional, y la seguridad y la confianza en la aceptación que tenemos en Él. ¡WOW! No tenemos cómo pagarle a Dios lo que ha hecho por nosotros, que cuando éramos enemigos y pecadores, Él se encarnó como un frágil y limitado bebé para cumplir un propósito que habría de trascender la historia y el universo.
La historia de Eva Grace y su familia abrió mi entendimiento aún más a lo tangible y real que fue el nacimiento de Cristo. Me hizo ver más lo que significó para Él, lo que significó para el Padre, y la espera que implicó por miles de años para ver gestada la salvación de la humanidad y su reconciliación con Su Dios Creador.
Jesús nació para morir, para que tú y yo pudiéramos vivir. La muerte es un tema común en la Biblia, y la realidad es que todos nacemos muertos. Efesios 2:1 dice, «Y él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados». Él que es vida, experimentó la muerte para que tú, que estabas muerta, experimentes la vida.
Pero este aspecto de muerte y vida no sólo aplica al momento de salvación. En Lucas 9:23 Jesús dijo, «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame». Jesús nació para morir, para que tú pudieras vivir, muriéndo cada día a ti misma. Tu vida es como ese grano de trigo que diariamente debe caer y morir para poder producir mucho fruto (Juan 12:24). Esta es la manera en la que el sacrificio de Jesús obra día tras día en tu vida.
Como creyentes, sabemos que aunque Él nació para morir, Su propósito final fue vencer la muerte, levantarse en victoria y compartir su vida con todos aquellos que depositen su confianza en Él.
Reflexiona
- ¿En qué área de tu vida (emocional, espiritual, física, laboral, familiar) cambia tu perspectiva al pensar que Cristo nació para morir, para que tú pudieras vivir?
- ¿Puedes decir que mueres a ti misma diariamente? ¿Hay relaciones, hábitos, o planes que no están entregados al Señor?
Ora
- Pídele al Señor que te dé un corazón agradecido por tu salvación y por el sacrificio de Cristo en todo momento y circunstancia de la vida.
- Ora para que, en esta Navidad, aquellos a tu alrededor que esperan una respuesta a alguna necesidad puedan encontrar en Cristo la verdadera respuesta.
- A tu lista diaria de oración, agrega una oración donde te entreges a Dios y mueras a ti misma, pídele que te ayude a tomar tu cruz y seguirle diariamente.
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