Cómo cultivar en tu familia un corazón para Dios
Dannah Gresh: El Salmo 127 nos dice que los hijos son como flechas en manos de un guerrero. Nancy DeMoss Wolgemuth dice que eso significa que los padres deben apuntar con cuidado.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Nuestra eficacia como guerreros, en muchos sentidos, determina la efectividad de esas flechas. Si están torcidas, si no tienen la forma correcta, si se lanzan en la dirección equivocada, entonces no cumplirán su propósito.
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Mentiras que las mujeres creen y la verdad que las hace libres», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de octubre de 2025.
Querida oyente, si eres madre, abuela, maestra, o si tienes alguna influencia sobre los niños, te animo a que estés atenta a la enseñanza de la serie a la que damos inicio el día de hoy. Nancy te …
Dannah Gresh: El Salmo 127 nos dice que los hijos son como flechas en manos de un guerrero. Nancy DeMoss Wolgemuth dice que eso significa que los padres deben apuntar con cuidado.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Nuestra eficacia como guerreros, en muchos sentidos, determina la efectividad de esas flechas. Si están torcidas, si no tienen la forma correcta, si se lanzan en la dirección equivocada, entonces no cumplirán su propósito.
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Mentiras que las mujeres creen y la verdad que las hace libres», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de octubre de 2025.
Querida oyente, si eres madre, abuela, maestra, o si tienes alguna influencia sobre los niños, te animo a que estés atenta a la enseñanza de la serie a la que damos inicio el día de hoy. Nancy te mostrará por qué eres un vigilante, un obrero y un guerrero.
Aquí está ella para introducir la serie «Si tus prioridades hablaran, ¿qué revelaría tu corazón?».
Nancy: Salmo 127:
«Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican;
Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia.
Es en vano que se levanten de madrugada, que se acuesten tarde,
que coman el pan de afanosa labor,
Pues Él da a Su amado aun mientras duerme.
Un don del Señor son los hijos, y recompensa es el fruto del vientre.
Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la
juventud. Bienaventurado el hombre que de ellos tiene llena su aljaba;
no será avergonzado cuando hable con sus enemigos en la puerta».
Y luego el Salmo 128 dice:
«Bienaventurado todo aquel que teme al Señor, que anda en Sus caminos.
Cuando comas del trabajo de tus manos, dichoso serás y te irá bien.
Tu mujer será como fecunda vid en el interior de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
Así será bendecido el hombre que teme al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión, veas la prosperidad
de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz sea sobre Israel!».
Ten en cuenta que estos salmos se cantaban. Quizás nunca hayas pensado en cantar canciones sobre el plan de Dios para la familia. Pero Dios está interesado en que esos aspectos de nuestras vidas sean parte de nuestra adoración y de nuestra relación con Él.
Al comenzar en el Salmo 127, hay tres ilustraciones que el salmista utiliza en este salmo para describir a estos judíos peregrinos. Quiero que las veamos de manera general y luego individualmente. Y también veremos lo que estas imágenes, estas ilustraciones, nos dicen acerca de edificar familias que tengan un corazón para Dios.
La primera ilustración está en el primer versículo del Salmo 127. Vemos aquí la imagen de un obrero, alguien que está construyendo una casa, un constructor. Luego, en la segunda parte del versículo uno, vemos una referencia a un vigilante, alguien que es como un guardia de seguridad que guarda la ciudad o vigila el lugar. Así que un obrero y un vigilante. Luego llegamos al versículo cuatro y vemos la imagen de un guerrero. Entonces vemos aquí a un obrero, un vigilante y un guerrero.
Y déjame decirte que estas no son ilustraciones que me llaman mucho la atención. Nunca he anhelado ser un obrero que construye una casa o un vigilante, un guardia de seguridad o un guerrero. Sin embargo, en cierto sentido, cada una de estas palabras se aplica a hombres y mujeres en nuestros roles al edificar nuestros hogares.
Recuerdas ese maravilloso versículo en Proverbios 14, versículo 1, que nos dice: «La mujer sabia edifica su casa». Toda mujer sabia, esté casada o no, tenga hijos biológicos o no, toda mujer sabia está de alguna manera construyendo un hogar, construyendo una casa, construyendo un legado para transmitir a la próxima generación.
Y algunas de ustedes ya tienen el nido vacío, sus hijos ya son mayores y, aun así, todavía están en el proceso de construir un hogar. Una casa tiene que ver, obviamente, con nuestras relaciones inmediatas: padres, madres, hermanos, hermanas y relaciones familiares extendidas. Pero cualquier lugar, en donde nuestras vidas tocan a otras personas, es, en cierto sentido, parte del hogar que estamos construyendo.
Como mujeres, si somos sabias, estamos construyendo nuestro hogar, es decir, obviamente nuestra familia física y biológica. Pero también tenemos un hogar en la iglesia. Tenemos relaciones en el cuerpo de Cristo, la familia de Dios. Y si somos mujeres sabias, edificaremos esas relaciones.
Y muchas de nosotras tenemos relaciones y un espíritu de influencia en nuestro lugar de trabajo. Si somos mujeres sabias, estaremos construyendo un legado, relaciones, y un ambiente hogareño, en ese lugar de trabajo y en nuestras comunidades, con aquellas personas cuyas vidas tocamos.
Estas analogías del obrero, el vigilante y el guerrero, hablan de nuestro llamado como creyentes, adultas maduras, a influir en la próxima generación en su caminar con Dios. Y creo que esas analogías, esas ilustraciones en palabras, nos dan algunas ideas prácticas sobre lo que se requiere y lo que implica transmitir una herencia piadosa a la próxima generación.
Ahora, permíteme decir que esto es algo que cada una de nosotras tiene la responsabilidad de hacer. Algunas de ustedes tienen hijos y nietos, y lo están haciendo de manera obvia.
Pero incluso aquellas que no están casadas y no tienen hijos, siguen teniendo la responsabilidad como creyentes adultas maduras en Cristo de transmitir el mensaje, la herencia y el legado de la manera de pensar y de vivir de Dios. No estamos llamadas a guardarlo y disfrutarlo nosotras mismas, sino a transmitir los caminos de Dios, el corazón de Dios y nuestra fe intacta a la siguiente generación.
La primera ilustración que vemos en este pasaje es la de un obrero o un constructor. Es interesante que las palabras hebreas para «hijo», «hija» y «casa» provienen todas de la misma raíz. Es la palabra banah y significa «construir». Así que, ya sea que estés edificando y formado a tus hijos e hijas, o construyendo una casa o un hogar, hay un sentido de construcción: de construir una herencia, construir una línea familiar piadosa que llevará el corazón, los caminos y la fe de Dios a la próxima generación.
Pienso que todas sabemos que construir este tipo de hogar es mucho más exigente, mucho más riguroso y, a veces, mucho más exasperante que construir una casa física. Y una de las razones es que hay mucho más en juego. Construir una casa. Bueno, ya sabes, no quiero que se desmorone, pero si sucede, seguro puedo construir otra.
Pero cuando se habla del hogar, cuando se habla de nuestras relaciones familiares, de nuestras relaciones en el cuerpo de Cristo, la iglesia y lo que está en juego al transmitir el de los caminos de Dios a la próxima generación, esto es algo muy importante. Es algo que no podemos darnos el lujo de no hacer. Es algo para lo que necesitamos la gracia de Dios, tanto como la necesitamos para cualquier otra cosa en nuestras vidas.
Y aquí estamos hablando de construir vidas. Y estos salmos que vamos a estudiar esta semana, los Salmos 127 y 128, de los cuales hablaremos particularmente, hablan de construir las vidas de la próxima generación: de nuestros hijos, nuestras hijas.
La meta es construir nuevas vidas, nuevos hogares, iglesias y una cultura de adoradores de Dios, que reflejará Su gloria en nuestro mundo aun después de que nos hayamos ido; dejar atrás huellas por las que puedan caminar y un modelo de piedad que elegirán abrazar en la próxima generación.
Bueno, ya vimos la ilustración de un obrero. Hay otra imagen que se usa en este pasaje, otra ilustración, y es la de un vigilante. Las Escrituras dicen: «Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia» (Salmo 127:1).
Tenemos aquí la imagen de un centinela, de un guardia, alguien que ha sido asignado y ha aceptado la responsabilidad de hacer guardia en una ciudad. Él no puede irse a dormir en su turno; tiene que mantenerse alerta y despierto, y es responsable de estar atento al peligro. Necesita discernimiento para reconocer cuando es un enemigo que viene o cuando quizás es un amigo. Esta persona tiene el papel de un protector.
Vamos a ver, a medida que se desarrolla este salmo, que no solo estamos construyendo una casa, sino que se nos ha dado la responsabilidad, la tarea, de ser vigilantes, protectoras, cuidando la ciudad que Dios nos ha confiado.
Y hay una tercera ilustración en el pasaje, y es la imagen de un guerrero. Encontrarás la referencia a esto en el versículo 4 del Salmo 127: «Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud».
La imagen aquí es la de una batalla, un campo de batalla. Vemos a nuestros niños, nuestros jóvenes, nuestros hijos y nuestras hijas, ellos son las municiones. Son flechas en esa batalla. Ellos no están destinados a permanecer en la aljaba. Más bien, deben ser lanzados, deben ser enviados a la cultura y a nuestro mundo para atravesar y penetrar el mundo que nos rodea.
Hay que preparar esas flechas, hay que darles forma cuidadosamente y tienen que ser disparadas en la dirección correcta, y hacia el blanco correcto. Nuestra eficacia como guerreros, en muchos sentidos, determina la eficacia de esas flechas. Si están torcidas, si no están formadas correctamente, o si son enviadas en la dirección equivocada, entonces no van a cumplir su propósito.
Entonces aquí tenemos a un obrero, a un vigilante y a un guerrero. El salmista nos dice aquí que hay una casa que construir, una ciudad que proteger y una batalla que librar. En ese proceso de construcción, de vigilancia y de batalla, necesitamos obreros. Necesitamos vigilantes y necesitamos guerreros porque uno de esos roles tiene una responsabilidad significativa en el proceso.
Si el obrero descuida los detalles, si el vigilante se queda dormido o si se distrae mientras está en su turno, o si el guerrero no se presenta a la batalla, vamos a tener problemas. Si alguna de estas personas no cumple con su responsabilidad, muchas vidas pueden correr peligro. Se trata de funciones estratégicas y vitales.
El salmista aplica cada una de estas imágenes, cada uno de estos diversos roles, a la edificación de un hogar, a la edificación de una herencia y, en última instancia, al avance del reino de Cristo.
Verás, cuando piensas en tu familia, no se trata solo de: «¿Lo lograrán mis hijos?», o, «¿Tendremos una buena familia? ¿Tendremos un hogar intacto?». Aquí hay un panorama mucho más amplio. Hay mucho más en juego de lo que la mayoría de nosotras recordamos día a día. Estamos hablando del reino de Cristo; Él está construyendo Su reino. Y Su reino prevalecerá y nosotras somos obreras con Él. Somos vigilantes con Él y somos guerreras con Él.
El propósito de Dios para nuestras familias, nuestros hogares y nuestras relaciones, es que a través de nuestra pequeña parte en el proceso de construcción estemos contribuyendo a una edificación mucho más grande del reino de Dios. Y es a través de ese medio que dejamos un legado de piedad para la próxima generación.
Si pierdes el enfoque de esa visión, te cansarás de hacer el bien. Te encontrarás en esa crisis maternal y dirás: «¿Cuál es el propósito de todo esto? Esto es agotador. Esto es desgastante. No creo que quiera seguir haciendo esto».
Ahora, eso no quiere decir que no habrá esos momentos o que no tendrás esos sentimientos. Pero si puedes levantar los ojos hacia arriba y decir: «¿Cuál es el panorama general aquí? ¿Cuál es la idea de Dios?».
Dios quiso que nuestros hijos, no solo nuestros propios hijos, sino la próxima generación que se nos ha confiado como generación de creyentes adultos maduros, que nuestros hijos y la próxima generación sean una bendición.
Son un regalo que Dios nos ha confiado. Son una mayordomía sagrada del Señor. Y tú y yo, como creyentes maduras, algún día tendremos que dar cuentas a Dios por la condición espiritual de la próxima generación. Eso es algo sobrio, algo serio.
Y por cierto, eso no disminuye en absoluto su responsabilidad, porque ellos tendrán que dar cuenta a Dios por lo que hicieron con lo que les dimos. Pero un día estaremos ante Dios (casadas, solteras, con hijos o sin hijos) y le daremos cuenta de cómo construimos, de cómo cuidamos la ciudad y de cómo peleamos la batalla en nombre de la próxima generación.
Oh Padre, es una responsabilidad seria el ser obreras, vigilantes y guerreras por todo lo que está en juego. Confesamos que te necesitamos porque realmente no sabemos hacer muy bien esos trabajos. Te damos gracias por todo lo que nos has llamado a hacer y a ser. Tú nos equipas y brindas gracia para satisfacer esa necesidad.
Señor, el deseo de nuestro corazón es poder, un día, presentarnos ante Ti y con alegría dar cuenta de haber transmitido el mensaje, de haber pasado la antorcha, de haber levantado una nueva generación que te ama, te conoce y camina contigo. Ese es el deseo de nuestro corazón. Señor, ¿podrías mostrarnos cómo, y hacer la obra en nosotras y a través de nosotras? En el nombre de Cristo y Tu reino oramos, amén.
Dannah: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado explorando el Salmo 127, llamándonos a asumir el papel de vigilantes, obreras y guerreras en nombre de la próxima generación.
Esta enseñanza es parte de la serie «Si tus prioridades hablaran, ¿qué revelaría tu corazón?». Para mostrarnos cómo aplicar esta enseñanza en la vida cotidiana, hablé con dos madres que se encuentran en distintas etapas de la vida.
Escucharemos un episodio del pódcast en inglés Grounded en el que hace un tiempo participaron dos madres que tienen mucha experiencia lanzando sus propias flechas. Esas invitadas son Jani Ortlund y Robyn McKelvy.
Cuando terminó ese episodio de Grounded, me quedé con Jani y Robyn para hablar sobre esta enseñanza de Nancy. Escuchemos esa conversación.
Jani y Robyn, Nancy acaba de hablar de que los padres son vigilantes, obreros y guerreros. Me gustaría que hablemos de esas tres cosas.
Primero, vigilante: ¿puedes pensar en algún momento como madre en el que realmente tuviste que desempeñar el papel de vigilante protectora?
Jani Ortlund: Todo el tiempo velamos y cuidamos de nuestros hijos, ¿verdad Robyn?
Robyn McKelvy: Y nunca termina. Nunca dejamos de hacerlo.
Jani: Durante la noche estamos vigilando. Todo el día estamos vigilando. Vigilamos lo que ellos ven, lo que escuchan, cómo responden a los demás y cómo es su pequeño mundo. Somos como guardianes.
Dannah: Así es.
Robyn: Quiero añadir que tengo un hijo de catorce años. Te aseguro que todos los adolescentes de catorce años, como mi hijo, tienen un teléfono móvil con acceso ilimitado a Internet. Incluso sus amigos han llamado a mi esposo para decirle: «¡Consíguele un teléfono a Ryland!».
Es increíble cómo el mundo nos ha influenciado para creer que eso es algo necesario. Pero para proteger su corazón, no podemos permitirle tener acceso a un teléfono sabiendo quién es, lo que está en juego. A veces tenemos que luchar.
Dannah: Totalmente de acuerdo contigo Robyn, eso es culturalmente contradictorio.
Robyn: ¡Lo es!
Dannah: No hay ningún padre que diga: «Sé que este teléfono es bueno para él».
Robyn: Sí.
Dannah: Creo que los padres deben decir «no» al teléfono o imponer restricciones. Esos teléfonos tienen que estar en una canasta durante la cena para que haya tiempo de calidad cara a cara.
Robyn: Nuestros hijos recibieron un teléfono cuando comenzaron a conducir. Pero incluso a sus dieciséis, diecisiete, dieciocho años, les decíamos: «Pon tu teléfono en la canasta», porque los teléfonos te dan acceso ilimitado a todo lo que hay en este mundo.
Y me gustaría compartir otra historia en un minuto. Pero antes, quiero aclarar que no estoy diciendo que eso impida que los hijos se alejen del enemigo. Satanás sigue atacándolos y buscando cómo devorarlos. Eso no lo detiene.
Pero mientras esté aquí, en esta casa, nosotros escogemos servir al Señor. Escogemos servir al Señor en esta casa. Así que hay algunas cosas, ¡y alabado sea el Señor!, que no han sido motivo de batalla. Incluso nuestros hijos de dieciséis, diecisiete y dieciocho años sabían que la cesta estaba allí, así que, voluntariamente, colocaban sus teléfonos en ella.
Dannah: Robyn, dijiste: «Voy a contar otra historia en un minuto».
Robyn: Correcto.
Dannah: Has despertado mi interés. ¿Qué hay en tu mente?
Robyn: Bueno, estoy pensando en un vigilante, un guerrero. Quiero hablar sobre ser esa guerrera del Salmo 127. Bueno, uno de mis hijos ha decidido que ya no quiere seguir a Cristo. Lleva tres años viviendo un estilo de vida homosexual. Hace ya un tiempo, nos presentó al joven que lo incitó a tomar esa decisión. Al final, se casó con ese chico.
Pero continuamos siendo guerreras. La verdad es que hay meses en los que pienso: «Ni siquiera me voy a maquillar porque se me quitará llorando mientras hablo con el Señor sobre mi hijo».
Pero una de las cosas hermosas es no renunciar a la relación. Creo que a veces, cuando nuestros hijos creen las cosas incorrectas, renunciamos a la relación con ellos.
Bueno, hace un tiempo pude tener una conversación con mi hijo. Él se casó con ese chico y hay algunas cosas que están yendo mal. Es curioso cómo tus hijos vuelven porque quieren sabiduría, así que mantén abierta la relación.
Cada vez que tiene una pregunta sobre algo, me llama. Y en esa ocasión le dije: «Voy a decirte lo que sé que es verdad, porque esa verdad te hará libre». Él me dijo: «Lo sé, mami». Y sí, mi hijo es un adulto que tiene más de 30 años, y todavía me llama mami. Entonces, puedo orar con él, puedo amarlo, y también tengo una relación con él.
A veces creo que hacemos compromisos o negociamos. Lo hacemos porque el mundo dice que es aceptable, y si no lo aceptas, significa que tienes un problema. Pero no comprometas lo que sabes que dice la Palabra de Dios. Lucha por la verdad. Muchas de nosotras no hacemos eso.
Dannah: ¡Suenas como una mamá guerrera!
Jani Ortlund, has caminado muchos años con muchos hijos y muchos nietos. Me imagino que tienes algunos momentos de guerrera sobre tu tiempo de crianza. ¿Podrías compartirnos qué recuerdas de estos?
Jani: Bueno, me gustaría dirigirme a las abuelas que están escuchando hoy, porque las abuelas pueden tener un lugar muy especial en las vidas de sus nietas.
Hace poco estuve con una de nuestras nietas, una hermosa joven de quince años. Iba a salir con ella para regalarle ropa para su cumpleaños. Ella me comentó que había cierto tipo de vestimenta que su mamá no le permitía comprar.
Pudimos hablar del tema e incluso bromear. Creo que fue una buena oportunidad para reforzar lo enseñado en casa de una manera diferente.
Además, las abuelas somos guerreras. Me encanta que tengamos esta conversación porque necesitamos luchar por las almas de nuestra familia, por los hijos, por los nietos, por nuestros matrimonios, para que nuestros hogares tengan esa probadita del cielo donde las personas puedan ver que vivir para Cristo realmente es algo hermoso.
Somos guardianes de nuestros hogares cuando hacemos eso y cuando decimos: «En esta casa esto es lo que creemos y esto es lo que defendemos. ¡Pasa y disfruta! Mira cómo es. Pruébalo y verás que es bueno». Esa es la invitación de un obrero: trabaja para invitar a otros a entrar. No es fácil, es difícil y es agotador. Pero, ¿qué otra cosa merece más nuestro tiempo que nuestra propia sangre, nuestra propia familia?
Robyn: Y Jani, creo que a veces tenemos que frenar las cosas en la puerta. La gente entrará en nuestra casa, pero nosotros defenderemos a Cristo y diremos: las cosas de las que vamos a hablar en este hogar son las cosas que le traen honor y gloria.
Sin embargo, hay personas que vienen con todo un bagaje cultural y querrán rechazarlo. Pero hay una manera, comenzando con una respuesta amable, de decirles la verdad con amor, porque quieren y anhelan la verdad y nosotras tenemos el privilegio de hacer eso.
Dannah: Robyn, con eso que dijiste ahora, hay algo que se ha estado produciendo en mi corazón, y también es algo que el Espíritu Santo ha estado trayendo a mi mente una y otra vez desde hace un tiempo: y es que nuestras conversaciones deben ser diferentes como cristianos; y son diferentes.
Las palabras que usamos son diferentes. El lenguaje es el lenguaje de Dios, las palabras de Dios. Y sí, está intercalado con la gentileza. Sí, está intercalado con diversión para que sepan que Cristo nos ama y que Él nuestra mayor alegría… cosas así.
Pero nosotras también, como guerreras, como vigilantes, no debemos tener miedo de hablar la verdad de Dios cuando Él pone en nuestra lengua hablar, ya sea algo tan simple como: «Este es el día que hizo el Señor, regocijémonos en él».
Ese es el versículo que pasó por mi cabeza esta mañana mientras miraba mi apretada agenda y pensé: Bueno, ¿sabes qué? Puedo estar estresada o puedo pasar este día a través del filtro de la verdad de Dios. ¿Cuál es la verdad sobre este día loco y ajetreado? Que este es el día que hizo el Señor. Voy a regocijarme en él.
Este es solo un ejemplo de lo que estoy hablando: presentar ese tipo de lenguaje a tus nietos, a tus hijos y utilizarlo en el momento apropiado. Si todo lo que hacemos es arrojarles eso sin amor, sin alegría, nos convertimos en esos címbalos que suenan, esos platos ruidosos. Sin amor, no significa nada. Tenemos que usar el lenguaje de la Palabra.
Robyn: Correcto.
Jani: Realmente les da seguridad a nuestras familias saber que esto es lo que representamos.
Solíamos decirles a nuestros hijos cuando eran pequeños: «Amamos a Cristo, esto es lo que Cristo nos dice, y así es como vamos a seguirlo».
Y Dannah, creo que lo que estás diciendo es muy importante: cuando les hablamos de la Palabra de Dios y la vivimos con gozo y con deleite, se vuelve más atractiva para ellos porque se sienten seguros en eso. Les decimos: «Somos una familia cristiana. No usamos estas palabras. No hacemos esto o aquello, sino que hacemos esto». Existe una maravillosa alternativa para lo que no se debe hacer, y es lo que sí se debe hacer. «Esto es lo que tenemos que hacer».
Dannah: Así es.
Robyn: Y, finalmente, tenemos que orar en tiempos de guerra.
Dannah: ¡Sí!
Robyn: Creo que a veces, como mujeres cristianas, olvidamos la oración en tiempos de guerra. Es diferente a la oración diaria. La oración en tiempos de guerra es diferente. ¿Quién está a tu lado orando contigo y levantando tus brazos cuando te cansas?
Dannah: Sí. Me encanta esto que mencionas y, permíteme agregar algo. Hablamos de ser vigilantes y guerreras, pero no hemos hablado mucho sobre el concepto que Nancy acaba de enseñar sobre ser obreras.
Para mí, el trabajo cotidiano de ser madre y abuela lo vemos en el panorama general. No me gustan los detalles. Es increíble que en el supermercado compro lo mismo todas las semanas. «Compré huevos la semana pasada. Compré leche la semana pasada», y tengo que volver a hacerlo esta semana.
Entonces, para mí, el trabajo ha comenzado a tener significado a medida que le incorporo la oración. Por ejemplo: cuando doblo la ropa de mi esposo, lucho por él en oración. Y cuando mis hijos están en casa o mis nietos están en casa (tal vez estoy lavando su ropa porque están en casa), lucho por ellos en oración mientras hago ese trabajo cotidiano.
¿Cuáles son algunas de las formas en que has incorporado a tu guerrera y a tu vigilante interior al trabajo cotidiano (día tras día) de ser madre y abuela? Porque alguien va a dejar de escuchar este pódcast en diez minutos, y Suzy va a derramar leche y cereal por todo el suelo, y su guerrera se va a cansar, ¿no?
Entonces, hablemos del trabajo práctico. ¿Cómo incorporamos esa mentalidad al trabajo práctico de ser madre y abuela?
Jani: Creo que depende de tu teología de trabajo. ¿Qué les estás enseñando a tus hijos sobre el trabajo? El trabajo es algo sagrado; es un regalo del Señor.
Como abuelas, hemos sido llamadas a modelar a Cristo en la vida de nuestros nietos. Y creo que, como mujeres en el hogar, nuestras actitudes son clave.
Recuerdo una vez cuando tuvimos nuestros primeros tres hijos en menos de tres años. Tenían un año, dos años y el tercero algunos meses, y yo estaba exhausta. Ray estaba muy ocupado pastoreando, yendo al instituto bíblico y enseñaba griego dos noches a la semana… y estaba cansado.
Una noche llamó a casa y me dijo que otra vez llegaría tarde para cenar mientras yo estaba tratando de mantener su cena caliente. Yo tenía dos opciones: o golpeaba los platos sobre la mesa, como realmente quería hacer, o podía reunir a los dos niños mayores (el de tres y el de dos años) y decirles: «Papá llegará tarde. ¿Quién puede prepararle un plato y entrarlo en el horno? ¿Quién puede orar por él? Estoy segura de que tiene más hambre que nosotros. Hemos tenido la oportunidad de cenar, pero él ha trabajado todo el día. Amemos a papá de esta manera porque él está sirviendo a Cristo».
Entonces, podemos presentar a Cristo a nuestros hijos, de tal manera que digan: «¡Me gusta seguir a Cristo! Esto se siente bien. Se siente mejor que la ira, la frustración, la irritación o que mamá se enoje o llore de nuevo».
Dannah: Muy bueno Jani. ¿Quisieras añadir algo Robyn?
Robyn: Bueno, mi pasaje favorito es: «Todo lo que hagas, de palabra o de hecho, hazlo para la gloria de Dios». Creo que nos olvidamos de enseñarles eso a nuestros hijos.
Lo que dice Jani es absolutamente cierto: les enseñamos a nuestros hijos con nuestras acciones. Lo que sea que hagamos, lo haremos para que Dios sea glorificado.
Todo lo que vale la pena tener requiere trabajo, mantenimiento y dedicación diaria, honrando a Dios en ello.
Todo lo que vale la pena tener: tu matrimonio, tus hijos, aquellos a quienes amas, tendrás que hacer cosas cotidianas todos los días para mantener esas relaciones y para que esas relaciones traigan honra y gloria a Dios.
Así que dejemos de hacer cosas por nosotros mismos para quedar bien. Sigamos haciendo cosas que traigan honor y gloria a Dios y solo a Dios. Y una vez que salgas del problema, no te parecerá un trabajo.
Dannah: ¡Qué maravilloso es escuchar a estas dos mujeres que aman al Señor! ¡Gracias, Robyn y gracias, Jani, por su útil perspectiva! ¡Y que Dios nos conceda la gracia de ser mejores vigilantes, obreros y guerreras en nuestros hogares!
Y bueno, ¿dirías tú que tu familia es una prioridad? Creo que todas sabemos que debería serlo, ¿no?, pero a veces es útil que nos recuerden lo importantes que son nuestras familias. El día de mañana, Nancy regresará con más del Salmo 127.
¡Te esperamos!
Llamándote a velar, edificar y luchar por la libertad, la plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos se indique lo contrario.
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