El proceso de restauración
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Sabes qué? Si no eres un hijo de Dios, y nunca has experimentado el perdón de Dios por tu pecado, entonces realmente no tienes medios para extender perdón y gracia a los demás.
Pero si eres un hijo de Dios, si has sido un beneficiario de la gracia y del perdón de Dios, entonces esa misma gracia que Dios ha derramado sobre ti es la gracia que fluirá de ti hacia los demás.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es Job, capítulos 1 al 4.
Nos encontramos en la semana número nueve de la serie titulada «En busca de Dios». Ya casi llegamos a la recta final. Muchas mujeres que han sido bendecidas por medio de este estudio nos han escrito. Una de ellas dijo:
«Que hermoso mensaje …
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Sabes qué? Si no eres un hijo de Dios, y nunca has experimentado el perdón de Dios por tu pecado, entonces realmente no tienes medios para extender perdón y gracia a los demás.
Pero si eres un hijo de Dios, si has sido un beneficiario de la gracia y del perdón de Dios, entonces esa misma gracia que Dios ha derramado sobre ti es la gracia que fluirá de ti hacia los demás.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es Job, capítulos 1 al 4.
Nos encontramos en la semana número nueve de la serie titulada «En busca de Dios». Ya casi llegamos a la recta final. Muchas mujeres que han sido bendecidas por medio de este estudio nos han escrito. Una de ellas dijo:
«Que hermoso mensaje Dios ha hablado a mi vida. Hay bastantes cosas que debo cambiar y estoy arrepentida de muchas cosas que he dejado de hacer. Oro a Dios y pido que ustedes me incluyan en sus oraciones, pues quiero perseverar en los cambios que he empezado a hacer por amor a Dios, y porque solo Él por medio de Su Espíritu Santo es quien me ha quitado una venda de los ojos y me ha mostrado cosas que debo cambiar en mi vida. Quiero tener frutos dignos de arrepentimiento... A Dios sea la honra y la gloria porque este ministerio ha sido de gran bendición para mí, no se imaginan cuánto… Un saludo desde Bogotá-Colombia, bendiciones».
Es nuestra oración, ¡que Dios nos ayude por el poder de su Espíritu a perseverar en la carrera de la fe!
Bueno, en el programa anterior escuchamos a Nancy y a Lisa Barry conversar acerca del libro «Escoja perdonar», escrito por Nancy. Hoy ellas están de regreso con nosotras para hablar sobre algunas maneras prácticas en que podemos perdonar.
Lisa Barry: Nancy, imaginémonos esto: Estoy caminando dentro de una librería. Llevo encima de mí, un camión de cinco toneladas de enojo y resentimiento, y necesito alivio ahora. Veo tu libro en el anaquel y lo tomo y lo comienzo a hojear como loca, tratando de llegar a esas palabras mágicas que me van a decir lo que necesito escuchar, lo que necesito decir, una frase que me va ayudar a soltar este camión tan pesado que tengo encima.
¿Encontraré eso en tu libro?
Nancy: Bueno, no sé si haya alguna frase que alguien pudiera decir que ayude a rápida y fácilmente soltar ese camión de cinco toneladas.
Ese camión gigantesco ha sido el resultado de una acumulación de heridas y de años. Pero, ¡cómo nos gustaría deshacernos rápidamente de lo que ha tomado años para convertirse en lo que es hoy! De manera que, en un sentido, pienso que necesitamos reconocer que no puede haber soluciones rápidas.
Pero sí creo que a través del perdón existe una forma de entrar en ese proceso de ser liberadas y de hacer frente a estos asuntos. El tipo de sabiduría «terapéutica» prevaleciente hoy en nuestra cultura no nos ayuda, porque nos dice que realmente no podemos perdonar hasta que hayamos pasado por este «proceso de sanación».
Realmente creo que es al revés. En mi opinión la restauración comienza desde el momento en que decidimos perdonar; el momento en el que decidimos presionar la tecla de «eliminar», por así decir; el momento en el que decidimos «dejar ir».
Es importante entenderlo porque la restauración empieza con el perdón. Si yo espero hasta haber pasado por un proceso de sanidad antes de decidir perdonar, probablemente nunca llegue a perdonar.
Pero si comienzo por el perdón, eso me llevará irremediablemente a un proceso de sanidad. Al decir esto, reconozco que el hecho de escoger perdonar no implica que ya todo terminó, que no hay nada más que enfrentar, y que no hay más asuntos involucrados.
Lo que sí ha sucedido es que se lo he entregado al Señor. He dicho, «no soy el juez, no soy el jurado, no voy a vengarme, voy a dejárselo al Señor». Y luego me pongo en una posición donde el Espíritu Santo de Dios, por medio de la Palabra de Dios y por la gracia de Dios, me permita enfrentar la relación que necesita ser reconciliada o restaurada.
Pero el punto para comenzar es el perdón, y luego hay una esperanza tan grande y tan maravillosa como Dios mismo, que sin importar cuán profundamente hayamos sido heridas o dañadas, esta esperanza puede liberarnos de la ira, de la amargura y del resentimiento. Aunque esto no quiere decir que no vas a ser lastimada de nuevo.
Tú puedes sobrepasarlo. ¡Hay esperanza!
Lisa: Es interesante; lo que estás diciendo es que muchas veces creemos que solo tenemos que leer un libro rápidamente para aprender un sinnúmero de pasos, y que luego terminamos perdonando. Como si ese fuera el merengue encima del pastel, el beneficio final.
Pero tú dices que tenemos que comenzar por perdonar y que luego tendremos todos esos beneficios añadidos –esas bendiciones– que llegarán una tras otra luego de que hayamos hecho lo correcto.
Nancy: Mientras me aferre a la amargura y a no perdonar, no estaré en la posición donde pueda experimentar la gracia sanadora de Dios en mi vida. Así que, el lugar para comenzar es el perdón; y en el libro menciono unas cosas más específicas, pasos prácticos que podemos tomar para entrar en el camino del perdón.
Pero sabes, esos pasos los verán a medida que se adentran en el libro, quizás luego de las dos terceras partes, porque creo que la primera necesidad para nosotros es reconocer que estamos amargados, darnos cuenta de lo que nuestra amargura nos ha hecho.
En la cultura terapéutica en la que vivimos hoy, es fácil para nosotros reconocer que hemos sido heridos. Lo decimos fácilmente, pero mucha gente no será lo suficientemente honesta para decir, «estoy amargada».
El decir, «estoy amargada», implica que soy responsable. He hecho algo mal. Al decir, «he sido herida», bueno, eso pone la responsabilidad en otra persona. «No es mi culpa. Alguien me hirió», así proyectamos la responsabilidad en ellos.
De manera que es algo grande poder llegar al lugar donde podemos reconocer que «hay una raíz de no querer perdonar en mi corazón», y la razón por la que sé que eso es cierto es porque le he preguntado a mucha, mucha gente durante conferencias —probablemente a decenas de miles de mujeres a través de los años— acerca del tema del perdón.
Les he preguntado: «¿Cuántas podrían ser lo suficientemente honestas para decir que hay una raíz de no querer perdonar en su corazón? ¿Hay alguna o algunas personas en tu pasado o en tu presente que no has llegado a perdonar totalmente? ¿Podrías ser lo suficientemente honesta y levantar tu mano si es así?
No les pido que inclinen su rostro, no les pido que cierren sus ojos. Este es el lugar donde aprendemos a ser honestas con Dios y entre unas y otras, para obtener Su gracia en nuestras vidas.
Debo decirte, Lisa, que cada vez que hago esto, no importa quién esté en ese grupo —pueden ser laicos, pueden ser cristianas vocacionales, esposas de pastores, o cualquier grupo por el estilo— entre un 80 a 95 por ciento de las personas levantan su mano.
Y siempre hay quien dice: «Hay alguien o algunas personas en mi vida que no he perdonado totalmente». Cuando veo esa audiencia de personas, yo sé que dentro de ese grupo hay algunas mujeres que están en prisión.
No se dan cuenta, pero lo están. Lo que me motiva a seguir presionando con este mensaje, lo que me motivó a escribir este libro, lo que me motiva a compartir esos pasos prácticos para el perdón y la libertad, es que yo sé que cuando la gente dice, «sí», al perdón, es como si Dios mismo entrara a esas celdas, a ese grupo de celdas, y abriera Él mismo aquellas puertas con la llave de Su gracia, libertando aquellas mujeres.
Lo he visto vez tras vez tras vez, y por eso me apasiona este llamado de exhortar a las mujeres a decir, «sí», al perdón.
Lisa: Ahora, digamos que lo hago. Estoy de acuerdo contigo, «sí, necesito perdonar. Tengo una cuota de responsabilidad. Perdoné ayer. Y hoy, ¿que siento? Estos horribles sentimientos me inundan por dentro y me digo a mi misma: «Pero si perdonaste ayer… ¿por qué estás así?»
Nancy: Está bien, déjame retroceder un minuto aquí para revisar lo que significa perdonar, porque la pregunta que estás haciendo es importante. La gente dice, «yo he perdonado, pero luego tengo estas emociones, ¿qué hago con ellas?»
Primero que nada, asegurémonos de que realmente hayamos perdonado. Yo animo a las mujeres a que primero hagan una lista de aquellas personas que las han dañado; una lista de cosas que todavía están en sus corazones, cosas que nunca han soltado.
- Haz una lista de los que han pecado contra ti
- Al lado de su nombre, escribe cómo han pecado contra ti. Toma un papel y haz tres columnas. En la columna izquierda, escribe los nombres de las personas que pecaron contra ti. En la columna del medio, escribe cómo pecaron contra ti.
- Entonces la tercera columna es para que escribas cómo has respondido a esa persona, a esa situación o a esa ofensa.
Tú dirás: «¿Qué quieres decir cuando me pregunto cómo respondí?
- ¿Has amado a esa(s) persona(s)?
- ¿Has orado por ellos?
- ¿Les has hecho bien a ellos, como Jesús nos manda a hacer en el Sermón del Monte? (Mateo 5)
O,
- ¿Has retenido amor?
- ¿Has hablado mal de ese excompañero a tus hijos?
- ¿Has tratado de hacer que esa persona quede mal?
- ¿Has cortado el contacto con esa persona?
- ¿Cómo has respondido?
Antes de que puedas perdonar verdaderamente, y ciertamente antes de poder ser un instrumento para ayudar a restaurar a esos ofensores, tienes que estar segura de que tu conciencia está limpia. Necesito estar segura de que mi conciencia está limpia.
De manera que si he pecado en respuesta a su pecado, entonces necesito hacer lo correcto: confesárselo al Señor, buscar Su perdón, y confesárselo a la otra persona. Déjame agregar algo aquí: habrá algunas ofensas donde no es recomendable o apropiado restablecer el contacto con esa persona.
Pero si no es inapropiado en tu caso, regresa a esa persona y dile: «Yo pequé en contra tuya». Ahora bien, no proyectes tu culpabilidad. Solo ve y toma responsabilidad de tu parte. Lo que tendemos a pensar es —y todos somos culpables de esto— «aunque yo solo fui responsable de un cinco por ciento del conflicto».
Está bien. Digamos que tú solo fuiste responsable de un cinco por ciento. Ve y toma cien por ciento de responsabilidad por tu cinco por ciento. Cuando tu conciencia esté limpia, entonces estarás lista para descargar y borrar a cada uno de esos individuos.
Lisa: ¿Podemos regresar por un segundo a algunas de estas emociones que tengo y con las cuales no sé cómo lidiar? Estoy sorprendida de que todavía estén ahí porque realmente creo que perdoné a esas personas, pero me da una sensación en la boca del estómago cada vez que pienso en ellos, y trato de convencerme de que realmente perdoné. Dime por qué todavía tengo esos sentimientos y por qué no se han ido.
Nancy: Pienso un par de cosas, Lisa. Antes que nada, tenemos que darnos cuenta de que el perdón es una cuestión de fe. Podrá involucrar mis emociones o quizás no; o quizás mis emociones se tomen un tiempo para ponerse al día con mi decisión.
Así que el hecho de no «sentir» que perdoné no significa necesariamente que no haya perdonado. Con el tiempo las emociones cambiarán.
Pero también pienso que habrá aquellos que realmente, genuinamente, han perdonado, pero la Escritura nos manda a dar un paso más allá, y leemos de ello en Romanos capítulo 12, versículos 17 y 19, donde el apóstol Pablo dice: «Nunca paguéis a nadie mal por mal».
Y sigue diciendo, «no se venguen. Ese es el trabajo de Dios. Déjaselo a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor». (Parafraseado).
Entonces, estamos de acuerdo, «está bien, no me voy a vengar». Pero luego él continúa diciendo en el versículo 20: «Por lo contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale algo de beber». ¿Qué está diciendo?
Cuando tu enemigo ha pecado contra ti, está demostrando que tiene una necesidad. ¿Cuál es esa necesidad? Si verdaderamente quieres ser libre en tu corazón, he encontrado que no es suficiente solo dar el paso inicial de presionar el botón para borrar; el paso de abrir la puerta de la celda, liberar al cautivo, o soltar al ofensor.
Necesito ir más allá e identificar qué necesidad tiene esa persona. ¿Sabes? Muchas veces la gente que ha sido herida hiere a otros.
Has oído decir que el animal más peligroso en el bosque es el que está herido. A veces, pensar en esto nos puede ayudar a entender. «¿Sabes?, mis padres no supieron cómo comunicarme amor o no comunicaron amor o comunicaron desaprobación o tuvieron un espíritu crítico todo el tiempo conmigo».
Y mientras repasas su vida pasada, te vas dando cuenta de que ellos nunca recibieron afirmación ni bendición de sus padres. No estoy diciendo que eso los excusa o que nos excusa a nosotros. Todos somos responsables por nuestras propias vidas, pero ese padre, ese compañero, ese hijo o hija, ese vecino, puede estar pidiendo a gritos que alguien le ayude a curar sus heridas.
La manera como lo están demostrando es que están actuando como un animal herido –son peligrosos. Así que, en lugar de reaccionar o de tomar represalia, los soltamos; los perdonamos, y decimos: «Señor, ¿cómo puedo ministrar a la necesidad de esta persona?»
Y seré puesto en libertad para ahora regresar bien por mal. Estamos hablando acerca de construir puentes de amor, realmente. Si no se puede hacer más, ora por la persona que te hizo mal. No puedo odiar a alguien por quien estoy orando.
De manera que ora hasta que Dios liberte tu corazón. Haz el bien. Invierte en ellos. Construye puentes. Busca, si es posible, reconciliar y restaurar la relación.
Lisa: Nancy, yo sé que a veces la mejor forma de aprender es ver lo que queremos aprender vivido en la vida de otros. ¿Puedes pensar en un ejemplo donde alguien realmente hizo lo que tú estás diciendo aquí, y explicar cómo eso trabajó para el bien de todos los involucrados?
Nancy: Tú sabes que muchos de nuestros oyentes están familiarizados con Elisabeth Elliot. Ella, por muchos años, tuvo el programa de radio «Gateway to Joy» (Entrada al Gozo). Ella ha tenido un maravilloso ministerio y ha sido de mucha influencia en las vidas de tantas de nuestras oyentes a través de sus escritos y conferencias.
Muchos conocen la historia de cómo, hace más de 50 años, su esposo, junto con otros cuatro misioneros, fueron martirizados por los indios Auca, y cómo Elizabeth y las otras viudas escogieron perdonar y extender gracia.
Incluso, Elizabeth y la hermana de uno de los misioneros martirizados regresaron a la tribu que había matado a estos misioneros y les sirvieron y les llevaron el evangelio.
Es una historia increíble de gracia y perdón. Pero supe un poco más acerca de esta historia en el quincuagésimo (50) aniversario del martirio de estos misioneros, cuando entrevisté a Steve Saint, el hijo de uno de los misioneros martirizados.
Steve era tan solo un niño de cinco años en ese tiempo, así que no tenía muchos recuerdos, pero le pregunté si en la medida en que iba creciendo y dándose cuenta de la situación, si alguna vez llegó a amargarse o a enojarse con los que le hicieron esto a su papá.
Él me dijo, «sabes, en realidad nunca luché con esos sentimientos porque siempre vi el ejemplo de cómo respondieron mi madre y las otras cuatro viudas, incluyendo a Elizabeth Elliot».
El hecho de que nunca desarrollaron una raíz de amargura, que nunca cuestionaron o desafiaron la soberanía o la sabiduría de Dios en todo esto, el hecho de que eran mujeres de gracia y de perdón hizo tanto impacto en este niño… Y luego al convertirse en un joven, su vida fue protegida de la amargura y de la ira debido a lo que él vio que Dios hizo, al darle gracia a su madre y a las otras viudas, permitiéndoles perdonar.
Lo que Steve aprendió del ejemplo de esas mujeres no solo le ayudó a hacer frente a la muerte de su padre, sino que también en la misma medida que él ha podido compartir los eventos y las circunstancias dolorosas que han ocurrido en su vida como hombre adulto, él ha sido protegido de tomar el camino de la amargura, y todo esto por el ejemplo que vio en su mamá y en esas mujeres.
Al escuchar esa historia, fui tan conmovida, y pensé, «sabes, se puede tomar en dos sentidos». La gente que escoge el camino de la amargura –realmente no lo escoges, simplemente caes fácilmente en ese camino– la gente que va por ese camino probablemente no se da cuenta de las semillas que está sembrando en las vidas de sus hijos y de sus nietos.
Ellos observan cómo uno responde cuando uno es herido, y cuando respondemos con amargura, estamos plantando esas semillas en las vidas de la siguiente generación, que están alrededor de nosotros.
Si quieres proteger a tus hijos de crecer amargados, enojados, hostiles; de ser hombres y mujeres disfuncionales, debes considerar cómo estás respondiendo a las heridas que has recibido en tu vida.
Estoy pensando en una amiga que tenía dos hijos preadolescentes y en su esposo, quien había sido un padre y esposo cristiano entregado y dedicado, pero que tomó algunas decisiones comprometedoras y terminó en una relación adúltera.
Fue una situación horrible. No duró poco tiempo. Continuó por un período de tiempo considerable. Yo vi a esta madre —aun pasando un dolor atormentador— la vi ir a Cristo y decir, «Señor, me has perdonado tanto. ¿Cómo no perdonar a mi esposo, aun antes de que se arrepienta? Te lo entrego a Ti»
Ahora bien, ella fue honesta con él. Esto no significa que te haces de la vista gorda y dices: «Sigue en tu aventura. Trae a tu novia a la casa». Hubo cosas que ella tuvo que decir que fueron muy honestas, que fueron directas; necesitaron entrar en un proceso de disciplina eclesiástica.
Dios ha provisto medios para confrontar estas situaciones, pero ella se rehusó a permitir que la raíz de amargura creciera en su corazón, y yo vi a Dios proteger a sus hijos y he visto a sus hijos ser llamados al servicio cristiano a tiempo completo en medio de todo este horrible proceso.
Yo he visto a sus hijos crecer en gracia, y esos muchachos te dirán, «todo es por la forma en que vimos a mamá enfrentar esta situación». Hay tanto poder en esto del perdón.
Lisa: Nancy, me siento identificada con los discípulos cuando ellos le dijeron a Jesús: «Esta enseñanza es muy dura». ¿Podré hacerlo? ¿Será posible que yo haga lo que tú estás diciendo? ¿Será posible para mí?
Nancy: ¿Sabes qué? Si no eres un hijo de Dios, y nunca has experimentado el perdón de Dios por tu pecado, entonces realmente no tienes medios para extender perdón y gracia a los demás.
Pero si eres un hijo de Dios, si has sido un beneficiario de la gracia y del perdón de Dios, entonces esa misma gracia que Dios ha derramado sobre ti es la gracia que fluirá de ti hacia los demás.
No, no lo tenemos en nosotros. Pero, Dios sí lo tiene en Él, y Él está en nosotros. Cristo está en nosotros. Su gracia, Su misericordia está en nosotros. Él no pide que hagamos esto por nuestra propia cuenta. Nosotros no tenemos los recursos para perdonar, pero Dios sí.
Así que tenemos que decir, «Señor Jesús, yo no puedo hacer esto, pero Tú sí. Tú vives en mí. ¿Podrías perdonar a través de mí? ¿Podrías derramar Tu gracia en mi vida? Así como me has perdonado a mí, ¿me darías la gracia para perdonar a esta otra persona?»
No es natural. Es sobrenatural, pero tenemos a un Cristo sobrenatural que vive en nosotros.
Annamarie: Puedes perdonar por el poder del Espíritu Santo en ti.
Nancy DeMoss Wolgemuth regresará en un momento para orar. Ella ha estado hablando con su amiga, Lisa Barry, acerca del libro titulado, «Escoja perdonar». Puedes adquirirlo a través de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com. Allí encontrarás los programas anteriores en esta serie, así que si te perdiste alguno, léelo o escúchalo allí en AvivaNuestrosCorazones.com
De los pecados que cometemos, pocos parecen tan hirientes o imperdonables como la impureza sexual, pero Dios ofrece libertad y perdón a aquellos atrapados allí. Sea que luches por mantener tu pureza o por recuperarla, Dios puede ayudarte en medio de la tentación. Esto es de lo que estaremos hablando la semana que viene en la continuación de nuestro estudio «En busca de Dios».
Ahora concluyamos el programa de hoy orando al Señor para que nos dé corazones perdonadores.
Nancy: Oh Señor, clamamos a Ti ahora mismo en nombre de todos aquellos que están escuchando este programa, que tienen grandes problemas, grandes heridas, grandes decepciones, gran dolor, y algunos que han vivido atados a esto, a la amargura y a la falta de perdón por muchos años.
Señor, pienso que no es accidente que Tú los hiciste escuchar este programa hoy y que Tú tienes esperanza para ellos. Tú tienes la salida. Hay una camino directo a la libertad que Tú quieres que ellos experimenten.
Señor, ¿podrías extender la mano de Jesús, de ayuda y sanidad, a estas vidas? Recuérdanos de cuánto hemos sido perdonados. Recuérdanos cuán inmerecedores somos de Tu gracia y de Tu perdón.
Señor, ¿podrías llenar de valor nuestros corazones titubeantes y temerosos, para soltarlo todo y poder decir, «Señor, yo perdono. Yo perdono»? Perdóname por mi amargura. Perdóname por mi falta de perdón, y luego ¿podrías sobrenaturalmente darme de Tu gracia y misericordia para extenderla a aquellos que han pecado contra mí?
Padre, cómo te agradezco por la increíble gracia que me has demostrado. Gracias por el calvario. Gracias por Tu perdón, y que nosotros podamos, como Tus hijos, ser canales de perdón y gracia en la vida de los demás.
Que otros puedan ver que el evangelio es real y que lo puedan ver por la forma en que perdonamos a los demás. Lo pido en el nombre de Jesús y por Su amor, amén.
Annamarie: Buscando a Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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En busca de Dios | Semana 8
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