El rol de quien escucha
Sarah: La última vez que estuviste en la iglesia, ¿escuchaste con tu corazón? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si tu corazón está endurecido o preocupado por las cosas del mundo, aun la predicación más poderosa y ungida no tendrá un impacto en ti si la condición de tu corazón no es la correcta. Pero si tu corazón está receptivo, preparado y sensible, vas a encontrar vida, gracia y la ministración de Dios cada vez que se predique Su palabra.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «¡Vamos a la iglesia!», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 18 de abril de 2024.
Sarah: Como cristianos, tenemos el llamado de apreciar y valorar a nuestros pastores, aquellos hombres que Dios ha llamado para pastorear a Su pueblo. Y una de las cosas que debemos apreciar de nuestros pastores es …
Sarah: La última vez que estuviste en la iglesia, ¿escuchaste con tu corazón? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si tu corazón está endurecido o preocupado por las cosas del mundo, aun la predicación más poderosa y ungida no tendrá un impacto en ti si la condición de tu corazón no es la correcta. Pero si tu corazón está receptivo, preparado y sensible, vas a encontrar vida, gracia y la ministración de Dios cada vez que se predique Su palabra.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «¡Vamos a la iglesia!», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 18 de abril de 2024.
Sarah: Como cristianos, tenemos el llamado de apreciar y valorar a nuestros pastores, aquellos hombres que Dios ha llamado para pastorear a Su pueblo. Y una de las cosas que debemos apreciar de nuestros pastores es que ellos nos alimentan con la Palabra de Dios. Pero hay una verdad radical: tu pastor no es el único responsable del sermón en la iglesia. Tú también juegas un papel importante. Nancy está a punto de cambiar la forma en que abordas los mensajes de tu pastor en esta serie titulada: «Cómo escuchar un sermón».
Nancy: Voy a pedirte que seas honesta, aunque realmente deberías ser honesta todo el tiempo. Quiero hacerte un pequeño cuestionario; no tienes que reconocer esto públicamente, pero ¿alguna vez, honestamente, te has despertado un domingo por la mañana y quisieras no tener que ir a la iglesia? ¿Alguna vez te ha costado mantenerte despierta en la iglesia? ¿Alguna vez te has encontrado soñando despierta durante el mensaje, o haciendo una lista mental de cosas por hacer mientras el pastor está predicando? Voy a levantar mi mano en este caso porque soy culpable de eso.
¿Alguna vez te has puesto a analizar el mensaje o al predicador en tu mente, o sintiendo que no sacas nada del sermón? ¿Alguna vez has deseado que tu pastor sea más _____? Llena el espacio en blanco ¿O alguna vez has olvidado de qué se trataba el mensaje antes de llegar a casa después de la iglesia?
¿Puedes identificarte con algo en esa lista? Sé que algunas de ustedes deben estar asintiendo. Por supuesto, todas hemos enfrentado este tipo de pensamientos y luchas cuando se trata de la iglesia, y de escuchar la predicación en la iglesia.
Cuando nos encontramos aburridas o distraídas con la predicación de la Palabra, o sentimos que los mensajes no están impactando nuestras vidas, nuestra tendencia natural es culpar, ¿a quién?, al predicador; el que está predicando.
Pero me he dado cuenta de que a veces el problema no está tanto en el predicador, sino en el oyente. Si no nos beneficiamos del ministerio de la Palabra que se predica públicamente en nuestras iglesias locales, es posible que la culpa no sea del que predique la Palabra, puede que esté en nuestra disposición a escuchar, recibir y responder a la Palabra.
El hecho es que dos personas pueden escuchar el mismo mensaje, y una puede estar aburrida e indiferente, y la otra puede sentir convicción y como resultado su vida se transforma. ¿Cuál es la diferencia?
Bueno, creo que la diferencia radica en la condición de nuestros corazones cuando escuchamos la predicación de la Palabra. Si tu corazón está endurecido o está preocupada por las cosas del mundo, la predicación más poderosa, ungida, no tendrá impacto en ti, si la condición de tu corazón no es la correcta. Pero, si tu corazón está receptivo, preparado y responde, vas a encontrar vida, gracia y la ministración de Dios, cada vez que se predique Su Palabra.
Así que, durante los próximos días, quiero darte algunas sugerencias sobre cómo escuchar un sermón. Y puedes titular esto: «Cómo aprovechar al máximo la predicación de tu pastor». Algunas de las cosas que diré, son solo sugerencias prácticas que me han resultado útiles. No todas son absolutos, pero algunas de ellas vienen directamente de las Escrituras. Cosas que he aprendido de como escuchar la Palabra de Dios que hacen una diferencia en nuestras vidas.
Y en la sesión de hoy quiero enfocarme en qué hacer antes de llegar a la iglesia. Si deseas aprovechar al máximo la predicación de tu pastor, hay algunas cosas que debes hacer antes de llegar a la iglesia a adorar. Prepararte para el culto es muy importante.
Hay un libro clásico de Edward McKendree Bounds llamado, Powerful and Prayerful Pulpits (Púlpitos Poderosos y llenos de Oración, disponible solo en inglés)que me ha inspirado a lo largo de los años como comunicadora/expositora) de la verdad. Este autor habla no solo de la persona que está predicando desde el púlpito, sino también de la persona que está escuchando.
Edward Bounds, quien fue un gran escritor clásico sobre la oración, dice: «Sin preparación, el predicador no puede hacer provechosa la predicación». Ahora, todas estaríamos de acuerdo con eso. Si el predicador no prepara sus mensajes, entonces sus mensajes no serán de mucho beneficio. Pero Bounds continúa diciendo,
«Sin preparación, el oyente no puede escuchar con provecho. El sermón puede fallar porque el predicador ha fallado en su preparación y en la meditación y en la oración. [Pero] el sermón [también] puede fallar debido a la [falta] de la preparación minuciosa del que está sentado en el banco».
Si tu predicador no prepara su sermón, el sermón puede ser un fracaso. Pero el sermón también puede ser un fracaso si no preparamos nuestros corazones para escucharlo.
John Stott dice:
«Por lo tanto, nunca debemos dejar que nuestros domingos se conviertan en meros compromisos rutinarios; con esa actitud mental, los descartaremos con una formalidad monótona. Cada domingo está destinado a ser un gran día, [el día del Señor] y debemos acercarnos a ese día con expectación, con plena conciencia de ello».
Antes de que llegue el domingo, debemos estar preparándonos y esperando que Dios nos hable y obre en nuestras vidas.
Así que, ¿qué podemos hacer para prepararnos antes de llegar a la iglesia?
Número uno, ora por tu pastor. Ora por él mientras se prepara para el domingo. Él está pensando en su mensaje, probablemente, la mayor parte de la semana. ¿Estás pensando en él y en su preparación durante toda la semana, o simplemente llegas el domingo y dices: «Espero que hayas preparado un gran banquete para mí», pero no oraste por su preparación?
Ora para que su agenda esté libre de distracciones innecesarias. Sabes lo que significa cuando estás tratando de hacer algo y te distraes. Y por cierto, puedes orar por mí mientras me preparo para enseñar en Aviva Nuestros Corazones. Yo me enfrento a todo tipo de distracciones, otras tareas relacionadas con el trabajo, distracciones conmigo misma, y cosas que llegan a mi propia vida. Necesito protección contra las distracciones innecesarias. Tu pastor necesita eso; ora por él.
Ora para que Dios le dé entendimiento sobre el significado de la Palabra. ¿Crees que tu Pastor conoce a la perfección todas esas cosas de las que va a hablar? Él aprende de la misma manera que tú aprendes: mediante el estudio diligente de la Palabra de Dios.
Ora para que Dios le hable personalmente a través de la Palabra, y que él responda con humildad y obediencia.
Ora para que Dios le ayude a comunicar la verdad con claridad, libertad, pasión y poder.
Gardiner Spring es un nombre que quizás no sea muy conocido para ti, pero fue pastor de una iglesia en Nueva York, durante sesenta y tres años en el siglo 19, durante el Segundo Gran Avivamiento, y escribió cosas maravillosas sobre la oración, la predicación y la preparación de sermones.
Él dijo y lo cito: «Si una congregación está buscando ricos sermones de su pastor. . .», este es un hombre que predicó a su congregación durante sesenta y tres años.
«Si la gente está esperando sermones ricos de su pastor, sus oraciones deben proporcionarle el material necesario. ¡Si esperan sermones poderosos y exitosos, sus oraciones deben convertirlo en una bendición para las almas de los hombres!
¿Quieren las personas que su pastor se acerque a ellos el domingo en la mañana, cuando suba al púlpito, con un corazón que arda por la Palabra de Dios, con ojos que resplandezcan, con una lengua poderosa y sermones bañados en lágrimas y llenos de oración? ¿Es ese el tipo de predicación que deseas en el púlpito? Si es así, tus oraciones deben animarlo a orar, y tus lágrimas deben inspirar su corazón».
¿Quieres un pastor que predique sermones inspirados y ungidos? Entonces ora y clama ante el Señor, pídele a Dios que le dé esa clase de corazón y esa clase de capacidad.
James McGready es otro nombre con el que quizás no estés familiarizada. Él fue un pastor Presbiteriano escocés-irlandés a fines del siglo 17 y principios del siglo 18. El motivo principal de su fama era que era tan poco atractivo físicamente, que la gente se detenía en la calle y se preguntaba: «¿A qué se dedica?», y otras personas respondían: «Él es un predicador». Entonces la gente reaccionaba y decía: «¡Un hombre con una cara así debe tener algo que decir!». Lo digo en serio, ¡por eso era tan famoso!
James McGready se estableció en el condado de Logan en Kentucky, para pastorear tres iglesias pequeñas. Escribió en su diario que el invierno de 1799 estuvo tan lleno de llanto y luto con el pueblo de Dios, que era como Sodoma y Gomorra. Prevalecía un estado de anarquía. Así estaba la frontera del oeste de Kentucky en ese momento, y la gente no buscaba a Dios. Era un tiempo de anarquía en el que la gente huía de Dios.
Este hombre estaba agobiado; se suponía que él pastoreaba tres iglesias pequeñas. Finalmente, comenzó algo; consiguió que su gente aceptara orar por él al atardecer del sábado y al amanecer del domingo por la mañana. La gente comenzó a orar por su pastor, a orar por él mientras predicaba la Palabra de Dios.
En el verano de 1800, Dios envió un gran avivamiento que se extendió por Kentucky, Tennessee, Carolina del Norte, Carolina del Sur, y por toda la frontera. Muchos historiadores, mirando hacia atrás, dicen que comenzó con esas personas orando por la unción de Dios sobre su pastor. Y mientras oraban por su pastor, Dios también estaba sensibilizando sus corazones, preparándolos para escuchar la predicación de la Palabra.
Y probablemente hayas escuchado hablar sobre los grandes avivamientos de las reuniones en campamentos. Fue en esa época, después de siglos, que leemos acerca de ese avivamiento, de ese servicio de comunión donde asistieron 11,000 personas. Y eso no fue algo que sucedió en los días de las mega iglesias; eso fue en los días difíciles en la frontera. Sin embargo, la gente vino atraída por el poder de Dios, cuando el pueblo de Dios comenzó a orar por su pastor.
Y, por cierto, permíteme decir que es importante en nuestras iglesias que demos a nuestros pastores la libertad de dedicar tiempo para ellos mismos, y tiempo al ministerio de la oración y la Palabra. Muchos pastores hoy en día no tienen el tiempo que necesitan para predicar y orar porque están muy ocupados con detalles administrativos, y otras responsabilidades.
No estoy diciendo que no hagan nada de eso, pero es importante que nuestras iglesias reconozcan que estos hombres, si van a preparar banquetes espirituales para nosotras, necesitan tiempo para prepararlos. Necesitan tiempo para estudiar; necesitan tiempo para prepararse.
Los apóstoles en la iglesia primitiva dijeron en Hechos 6: «Y nosotros nos entregaremos [como nuestra prioridad principal, al ministerio] a la oración y al ministerio de la palabra» (v. 4).
No esperes que tu pastor predique grandes mensajes si tiene que ser el director ejecutivo de tu mega iglesia o de tu pequeña iglesia. Cualquiera que sea el tamaño, tu pastor necesita tiempo para prepararse, y debemos esperar que pase ese tiempo en oración y estudio. Necesitamos asegurarnos de que estamos orando por ellos mientras se preparan para los servicios del fin de semana.
Luego, mientras te preparas para el Día del Señor y los servicios de fin de semana en tu iglesia, si tu pastor está predicando una serie de un libro de la Biblia en particular, toma un tiempo durante la semana para leer y meditar sobre el texto que estará predicando.
Desde hace un tiempo, mi pastor ha estado predicando sobre el libro de Romanos, y puede que lo haga hasta que Cristo regrese. Él se está tomando su tiempo porque va versículo por versículo a través del libro de Romanos. Así que nuestra congregación sabe cada domingo dónde estará la próxima semana; conocemos el párrafo, o el versículo, o el pasaje sobre el que estará predicando.
También voy a una clase de escuela dominical donde se enseña el libro de 2.ª Timoteo. El libro de Isaías se estuvo enseñando durante los últimos dos años, y descubrí que si tomaba un tiempo durante la semana, y no estoy sugiriendo que siempre hagas esto, yo no lo hago siempre, pero es muy útil cuando tomo un tiempo antes del servicio para leer el pasaje que se va a enseñar. Es bueno meditarlo, y pedirle a Dios que me hable antes de escuchar el mensaje.
Ahora hablemos sobre qué puedes hacer mientras preparas tu corazón para la predicación, antes de llegar a la iglesia. Permíteme hablar por un momento sobre los sábados por la noche. Aquellas de ustedes, que sería la mayoría de nosotras, que adoramos el domingo (y si tu tiempo de adoración es en otro momento, simplemente haz un repaso de esto), creo que es muy importante que nos preparemos para el culto la noche anterior.
Eso significa que, si el sábado por la noche es la noche anterior (para ti), déjame sugerirte que apagues la televisión. Ahora, no estoy diciendo que esto sea obligatorio, pero creo que también es valioso limitar las actividades sociales; limitar las actividades que hacemos los sábados por la noche. Pero tampoco estoy sugiriendo que seas legalista sobre esto o que no te diviertas un sábado por la noche. Lo que estoy diciendo aquí es que si quieres que tu corazón esté preparado para el Día del Señor, debes hacer cosas que cultiven tu apetito espiritual.
Les dices a tus hijos en la tarde: «No puedes comer dulces», ¿Por qué? Porque si comen dulces, eso les quitará el apetito para la cena». Si quieres tener buen apetito en el Día del Señor, el domingo por la mañana, entonces no arruines tu apetito la noche anterior con cosas que te quitarán el hambre de la Palabra de Dios.
A mí me resulta muy útil dedicar tiempo el sábado por la noche a leer las Escrituras, meditando en las Escrituras, pidiéndole a Dios que prepare mi corazón para la predicación de Su Palabra.
El pastor John Piper ha escrito sobre este tema, y también ha sugerido que apagar la televisión puede ser una de las mejores maneras de preparar tu corazón para la adoración y la exposición de la Palabra. Y quiero que entiendas con esto que hay programas de televisión que no deberías estar viendo los sábados tarde en la noche, o reírte de las cosas que el mundo piensa que son graciosas y luego esperar que el domingo por la mañana, tú o tus hijos, tengan el corazón receptivo por llegar al capítulo 9 de Romanos (que, por cierto, es un pasaje pesado y difícil acerca de la verdad) si no has estado preparando tu corazón. John Piper dice,
«Me asombra cuántos cristianos ven los mismos programas de televisión banales, vacíos, tontos, triviales, excitantes, sugestivos e inmodestos que ven la mayoría de los no creyentes, y luego se preguntan por qué sus vidas espirituales son débiles y su experiencia de adoración es superficial y sin ninguna pasión.
Si realmente quieres escuchar la Palabra de Dios de la manera que Él quiere ser escuchado en verdad, gozo y poder, apaga la televisión el sábado por la noche y lee algo verdadero, justo, hermoso, puro, honorable, excelente y digno de alabanza. [Él está citando allí Filipenses capítulo 4:8.] Y Luego observa cómo tu corazón se suaviza y comienza a tener hambre de la Palabra de Dios».
Hay mucho de verdad en esa declaración; pero de nuevo, quiero ser cuidadosa. Algunas de ustedes escucharán esto, irán a casa y le dirán a su esposo o a sus hijos: «No más televisión los sábados por la noche». Tal vez tu esposo o tus hijos no están listos para que tú tomes esa decisión.
Es posible que no puedas tener el control sobre esto con las demás personas que te rodean. No seas aburrida, farisea y legalista al respecto. No te cruces de brazos y digas: «Ustedes son tan poco espirituales al ver televisión esta noche». Al actuar de esa manera, nunca cultivarás un apetito por la santidad en los miembros de tu familia. Pero en la medida de lo posible, si puedes hacerlo sin causar ofensas, permíteme animarte en la medida en que te sea posible a apartar la noche anterior a la exposición de la Palabra para buscar al Señor.
Y no quiero que tengas la impresión de que yo paso todos los sábados por la noche leyendo la Biblia, orando y preparándome para el domingo. Pero sí estoy consciente de que me dirijo hacia el Día del Señor. Si salgo o tengo actividades sociales, trato de no hacerlo mucho los sábados por la noche, pero cuando lo hago, soy consciente de que no quiero estar fuera hasta tarde o más tarde de lo necesario. Quiero enfocar mi corazón y mi mente; quiero prepararme.
Si llego fría espiritualmente al servicio del domingo por la mañana, así es como va a estar mi corazón: frío, insensible. Entonces voy a decir: «No recibo nada de este predicador». Bueno, puede ser porque mi corazón no estaba preparado. Así que, prepárate los sábados por la noche.
Pídele a Dios que prepare tu corazón para la predicación de la Palabra.
¿Recuerdas la historia en Lucas capítulo 8, la parábola que Jesús narró sobre el sembrador que salió a sembrar? La semilla cayó sobre cuatro tipos de suelo. Parte de la tierra era dura y la semilla no pudo penetrar en la superficie, así que no echó raíces. Vinieron las aves, se la comieron, y se la llevaron.
Parte de la semilla cayó en tierra que era pedregosa, así que entró en la tierra y echó raíces; pero las raíces eran poco profundas porque era tierra pedregosa. Al principio parecía que era una planta floreciente, pero luego llegaron las pruebas y salió el sol; llegó el calor, y como no tenía una raíz profunda, no creció.
Luego, parte de la semilla cayó en tierra espinosa, los espinos ahogaron la semilla y no pudo dar fruto.
Solo una tierra era la buena tierra. La semilla cayó en esa tierra buena, echó raíces y dio fruto (ver vv. 4-8).
Cuando Jesús habló de estos cuatro suelos, se estaba refiriendo a la condición de nuestros corazones; nuestra disposición para recibir la Palabra de Dios. La condición de tu corazón se ve en cómo respondes cuando se predica la Palabra.
El corazón del pastor puede estar preparado, pero si tu corazón no está preparado, ya sea tierra pedregosa, tierra espinosa o tierra dura, no importa cuán maravilloso sea el mensaje: no va a echar raíces, y no va a dar fruto.
La semilla de la Palabra de Dios necesita una tierra receptiva, fértil y preparada. ¿Cómo se logra eso? Bueno, algo que yo sugeriría es que en preparación para el Día del Señor, te asegures de haber desechado todo pecado; que te hayas arrepentido de todo lo que Dios te haya mostrado.
Deberíamos estar haciendo eso perpetuamente; no debemos esperar a la noche del sábado para tomar un baño espiritual. Mientras te preparas para la adoración, dile a Dios: «Señor, ¿hay algo que esté interponiéndose entre Tú y yo, que haga que mi corazón no pueda recibir esta Palabra?»
Quizás puedes orar la oración del Salmo 139: «¡Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón! ¡Pruébame y conoce mis inquietudes! Y ve si hay en mí camino malo, y guíame por el camino eterno» (vv. 23-24).
Pienso en ese pasaje de Santiago 1 que dice: «Desechando toda inmundicia y todo resto de malicia». Deshazte de todo eso; trata con todo pecado que te asedie. Y «recibe con humildad», o como dice otra traducción: «[acepten con humildad] la Palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas» (v. 21). Antes de que puedas recibir la Palabra de Dios, tienes que desechar todas estas cosas. Deshazte de las cosas que se interponen en el camino de la Palabra de Dios en tu vida.
Así que mientras preparas tu corazón, desecha todo pecado y luego pídele a Dios que te dé un sentido de expectativa y anticipación. Ve a la iglesia pidiéndole a Dios que se encuentre contigo, y esperando escucharlo; espera salir diferente de lo que eras cuando llegaste.
Y yo creo que esta es una de las cosas clave en mi propia vida, que ha hecho que mi experiencia en la iglesia haya sido una bendición a lo largo de los años. Muchas veces, de camino a la iglesia, oro y digo: «Señor, por favor, háblame hoy». Y no solo oro por el predicador y para que otras personas escuchen, sino que oro por mi propio corazón, en espera y anticipación de lo que Dios hará.
Y voy a la iglesia, y te lo puedo decir sinceramente, casi siempre esperando que Dios me hable. Eso no es poca cosa para mí: que Dios, el Dios del universo, se reúna conmigo y con la congregación. Le pido a Dios que lo haga.
Espero también eso en mi tiempo devocional, mi tiempo personal con el Señor. Pero en la adoración colectiva y corporativa del pueblo de Dios, espero que Dios se reúna conmigo y con la iglesia. Y casi nunca me voy decepcionada.
He escuchado algunas prédicas que calificaría como menos que excelentes a lo largo de los años, y probablemente tú también. Durante muchos años, he enseñado la Palabra de forma poco memorable, así que me puedo identificar con eso. Pero he estado en diferentes iglesias: iglesias grandes, iglesias pequeñas y he estado en iglesias en otras partes del mundo. Estuve en iglesias donde los pastores predicaban y no tenían mucho entrenamiento. He escuchado a algunos pastores que realmente podrían ponerte a dormir.
Pero difícilmente haya un sermón que escuche en el que Dios no ministre mi corazón. Quiero decir, si ese predicador simplemente abre la Biblia y la lee, eso es Dios hablando. Voy con este sentido de expectativa y de anticipación, pidiéndole a Dios que hable. Quiero decirte que prácticamente nunca estoy decepcionada al respecto.
Ahora bien, habiendo dicho eso, no todos los banquetes son un gran festín, como tampoco lo son cada comida que preparas en tu casa. Pero me alimento, me nutro, y Dios me habla. Creo que parte de eso es que intento preparar mi corazón antes de llegar al culto, para ir con un espíritu de anticipación y expectativa. «Señor, háblame; Te escucho». Cuando llego con esa actitud de corazón, Él realmente habla.
Quiero animarte, durante estos próximos días, y de aquí, al próximo culto del Día del Señor, a que ores por tu pastor, por el que te predicará la Palabra, y a preparar tu corazón y pedirle a Dios que te hable.
Sarah: Así que no solo debemos orar por nuestros pastores, sino que debemos orar por nosotras mismas mientras anticipamos escuchar a Dios a través de la predicación de Su Palabra. Esa es una gran sugerencia de Nancy DeMoss Wolgemuth. Ella regresará para guiarnos en oración en un momento.
Nancy escribió acerca de cómo aprovechar al máximo la predicación de tu pastor en un folleto titulado: «¡Vamos a la iglesia!». Piensa en este folleto como una especie de recurso interactivo. Hay pasajes de la Biblia para buscar y lugares para escribir tus respuestas a lo que Dios te está diciendo en esos pasajes. Puedes adquirirlo al visitar AvivaNuestrosCorazones.com, o encontrar el enlace en la transcripción de este episodio.
Mañana, Nancy hablará de manera práctica. Escucharemos algunos pasos concretos sobre cómo sacar más provecho de un sermón. Por favor regresa nuevamente a Aviva Nuestros Corazones. Ahora, oremos con Nancy.
Nancy: Señor, te agradezco por nuestros pastores, por estos hombres que son fieles en el púlpito para proclamar Tu Palabra; hombres que están estudiando Tu Palabra ahora mismo, hoy, para poder predicárnosla el próximo Día del Señor. Ruego Tu bendición sobre ellos; Ruego Tu bendición sobre mi pastor mientras se prepara para predicar Tu Palabra.
Ruego Tu bendición sobre el maestro de escuela dominical, Tu bendición sobre los hombres de Dios en los púlpitos en esta tierra, para que sean estudiantes fieles y hombres de la Palabra; que Tú los unjas, que les hables a ellos antes de que ellos nos hablen a nosotras.
Oro, Señor, para que nos des una vez más, en nuestra tierra, púlpitos que ardan de justicia y nos des personas que oren. Oh Señor, si empezáramos a orar por nuestros pastores el sábado por la noche, al atardecer, y el domingo por la mañana al amanecer. Si millones de personas en todo el mundo y en cada país comenzaran a orar de esa manera, orando por nuestros pastores, por sus pastores, orando por nuestras iglesias, podríamos ser bendecidos al ver el avivamiento que creo que Tú quieres enviar a nuestra tierra.
Señor, te pedimos que vengas y nos visites, que vengas y te reúnas con nosotras. Te pedimos que bendigas la predicación de Tu Palabra, la adoración de Tu pueblo, para la edificación de Tu pueblo y la expansión de Tu reino. Oro en el nombre de Jesús, amén.
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