Palabras de bondad
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth quiere que te imagines esta situación.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Qué pasaría si te dijera que durante la última semana hemos tenido una pequeña grabadora en tu casa y que ha grabado todo lo que se ha dicho en ella durante ese tiempo? Todo lo que han dicho tus hijos, todo lo que ha dicho tu esposo y todo lo que has dicho tú.
Es algo serio para mí darme cuenta, y necesito pensar en eso más a menudo, de que todo lo que digo está siendo grabado, que Dios lo está grabando. ¿No es triste que seamos mucho más cuidadosas con las palabras que pronunciamos fuera de nuestros hogares que dentro de ellos?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El poder de las palabras», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 25 …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth quiere que te imagines esta situación.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Qué pasaría si te dijera que durante la última semana hemos tenido una pequeña grabadora en tu casa y que ha grabado todo lo que se ha dicho en ella durante ese tiempo? Todo lo que han dicho tus hijos, todo lo que ha dicho tu esposo y todo lo que has dicho tú.
Es algo serio para mí darme cuenta, y necesito pensar en eso más a menudo, de que todo lo que digo está siendo grabado, que Dios lo está grabando. ¿No es triste que seamos mucho más cuidadosas con las palabras que pronunciamos fuera de nuestros hogares que dentro de ellos?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El poder de las palabras», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 25 de septiembre de 2025.
Nancy nos ha estado guiando en un estudio práctico, alentador, ¡y que trae convicción!, de Proverbios 31. Si te has perdido algún episodio, puedes escuchar todas las enseñanzas hasta ahora visitando AvivaNuestrosCorazones.com o en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones. Aquí está Nancy.
Nancy: Hoy llegamos al versículo 26, donde se nos dice que esta mujer virtuosa abre la boca. Este es el primer versículo que dice algo sobre esta mujer hablando. La descripción de ella comenzó en el versículo 10, y no es hasta el versículo 26 que vemos alguna referencia a que esta mujer abre la boca.
Eso debería decirnos algo. No se trata de una mujer que habla demasiado. No es conocida por su hablar. Hay otras cualidades por las que se le conoce: su corazón servicial, su compasión, su ternura, su diligencia. Pero cuando la gente piensa en esta mujer, lo primero que le viene a la mente no es lo que ella habla, no es lo que ella dice.
«Abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua».
Me encanta este versículo. Bueno, quizá no debería decir «me encanta este versículo». Lo que realmente quiero decir es que necesito este versículo.
Es un versículo del libro de Proverbios 31, probablemente más que ningún otro, al que vuelvo una y otra vez, Proverbios 31:26. Si vas a memorizar un versículo de Proverbios 31, quizá deberías ser este. «Abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua».
Sabiduría y bondad. Ahora déjame ponerte un poco de contexto aquí. En primer lugar, estamos hablando de una mujer que se describe principalmente en el contexto de su hogar. Ese no es el único lugar donde ella se encuentra, pero es una mujer cuya vida gira en torno a su hogar.
Así que, no estamos hablando solo de la forma en que habla en la iglesia, ni de la forma en que habla luego de escuchar un episodio de Aviva Nuestros Corazones, sino de la forma en que ella habla cuando está en casa con su esposo, con sus hijos o, quizá, con algunas de ustedes, con sus compañeras de cuarto, de habitación, o viviendo con familiares o en otras situaciones.
Es la forma en que ella habla en su círculo más íntimo, más cercano, de amigos y familiares. Muchas de nosotras hablamos fuera de casa de una forma diferente a como lo hacemos dentro.
Cuando me encuentro con algunas personas, he saludado rápidamente, preguntando «¿Cómo están? ¿Qué tal la familia?», he intentado ser cordial. Espero no haber sonado demasiado distante, por lo menos lo he intentado.
Y, por otro lado, cuando nos vemos en la iglesia, pensamos: «¿Cómo podríamos animar a esa persona?».Ahora, la pregunta es: ¿pensamos lo mismo cuando estamos en casa? ¿Cómo puedo animar? ¿Cómo puedo decir palabras que levanten el ánimo?
Cuando visito a mi familia, me doy cuenta de que muchas veces no tengo con ellos la misma cortesía que con las personas que no son de mi familia, que no soy tan rápida para preguntarles: «¿Cómo estás?», y luego escuchar su respuesta, para poder entonces decirle palabras de sabiduría y bondad, de amabilidad
Y luego hay cosas que digo en el contexto de mi hogar que nunca se me ocurrirían decir fuera de él, por la forma en que reacciono. Por ejemplo, si un invitado entra en mi casa y derrama jabón líquido en la alfombra o algo así, y se siente mal por eso, yo le digo: «Está bien, no te preocupes, no importa. Tenía pensado cambiar esa alfombra mañana, no te preocupes, no pasa nada».
Pero si alguien en mi casa, o en mi lugar de trabajo, o alguien cercano a mí «invade mi espacio» o me molesta, o hace algo que me molesta, seré más rápida en señalarlo, en criticarlo, y quizás en decir palabras que no son ni tan sabias ni tan amables.
Así que este es un versículo que probablemente aplicamos más rápidamente fuera de nuestros hogares que en el lugar donde realmente importa. Y ahí es donde vivimos todos los días.
Ahora, permíteme decir, por cierto, que sé que hoy me escuchan algunas mujeres solteras y otras que están en la universidad. Estas son cosas que no hay que esperar a casarse para aprender. Son cosas que hay que aprender con tu compañera de cuarto, con las personas de tu entorno laboral: aprender a hablar palabras de sabiduría y de bondad.
Y quiero decir que no importa cuántas habilidades domésticas tengas, no importa lo bien que cocines, limpies o, otras cosas, no importa lo creativa que seas, no importa lo eficiente y organizada que seas en casa; no importa lo limpia que esté tu casa, no importa lo bien decorada que esté, puedes destruirlo todo con un pequeño instrumento llamado «la lengua».
Es aterrador pensar en el daño que nosotras, las mujeres, hacemos con nuestras lenguas. Y por eso tengo que volver una y otra vez a este versículo y decirle: «Señor, hazme una mujer que abra la boca con sabiduría y que en mi lengua haya enseñanza de bondad».
Ahora, esto requiere, para ser este tipo de mujer, el tener dominio propio. Nuestro problema es que, muy a menudo, no tenemos dominio propio, sino que decimos lo primero que nos pasa por la cabeza. Y, sobre todo, cuando estamos con personas que conocemos muy bien, nos relajamos y no somos tan conscientes de lo que decimos. Vivimos en una época en la que se fomenta ser abierta, auténtica y expresar los sentimientos.
Y escucha, el hecho de que pienses algo o lo sientas no significa necesariamente que debas decirlo. Y con esto no estoy promoviendo la deshonestidad ni la hipocresía.
Lo que estoy diciendo es que hay cosas que siento, que no necesito decir. Y el hecho es que puede que me sienta mal. Hay momentos del mes en los que nos cuesta más controlar nuestras reacciones debido a cómo nos sentimos. Físicamente, puede que haya temporadas en la vida, ya sea por cuestiones hormonales, en las que las cosas se descontrolan y queremos desahogarnos.
A lo que me refiero es que necesitamos en esos momentos y esas temporadas en la vida. Quizás sea porque es tarde y estás agotada, quizás ha sido un día largo y duro, pero, en esos momentos es cuando necesitamos el Espíritu Santo, que está en nosotras, para frenarnos, para controlarnos. No debemos decir todo lo que pensamos.
Y quizás dices: «Pero mis hijos lo hacen». Bueno, ¿dónde aprenden tus hijos a hacerlo? Ahora, tus hijos necesitan ser educados. Y no estoy diciendo que el hecho de que ellos no tengan dominio propio necesariamente signifique que tú tampoco lo tengas.
Sin embargo, si quieres que tus hijos desarrollen el dominio propio de la lengua, una de las cosas que más les ayudará es que tengan una madre que permita que el Espíritu controle su lengua.
Esta es una mujer que abre la boca. Y pudiera parecer que lo hace deliberadamente. Abre su boca cuando tiene algo que decir y que necesita decir. Ella no habla sin pensar, no es efusiva. Es una mujer que mide sus palabras. Las piensa antes de pronunciarlas. No tiene la boca abierta todo el tiempo.
Hace un tiempo alguien me dijo algo que anoté cuando llegué a casa, y así es como lo recuerdo: «Algunas mujeres tienen que decir algo, y otras tienen algo que decir». Hay una diferencia, ¿verdad?
Algunas mujeres simplemente tienen que decir algo. Entran en una habitación y tienen que decir algo, y otras simplemente tienen algo que decir. Y cuando es así, lo dicen.
Ahora, si queremos ser mujeres que hablan con sabiduría y bondad, eso significa que debemos tener un corazón sabio y amable, porque nuestras palabras reflejan nuestro corazón. Uno no se despierta una mañana y tiene un corazón sabio y amable. Es algo que hay que cultivar, que cuidar; hay que desarrollarlo, porque Cristo dijo que: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34).
¿Qué sale de tu boca? Si tomáramos esa grabación que te dije que teníamos en tu casa la semana pasada, y dijeras: «Bueno, yo no quise decir todo eso». ¿Sabes lo que es realmente triste? Que todo salió de tu corazón, porque nuestras palabras reflejan lo que hay en nuestro corazón.
Así que, si quiero que mis palabras sean diferentes, tengo que decir: «Señor, necesito un corazón diferente. Necesito que cambies mi corazón».
Eso puede requerir arrepentimiento. Puede significar reconocer primero ante el Señor y luego ante tu esposo y tus hijos, y decirles: «No he dicho palabras sabias y amables. Y eso ha sido un reflejo de un corazón enojado e impaciente. Por favor, perdóname». Luego, permite que el Señor te cambie.
Él puede hacerlo y te dará ese tipo de corazón. No sucederá de la noche a la mañana, pero a medida que le permitamos moldearnos, formarnos y cambiar nuestro corazón, lo que salga de nuestra boca reflejará ese corazón arrepentido, amable y sabio que Dios ha puesto en nosotras.
Débora: «Si quieres usar tus palabras para edificar a los demás, empieza por tu corazón». Este es un gran consejo que nos ha dado Nancy DeMoss Wolgemuth, mientras sigue enseñando en el capítulo 31 del libro de Proverbios. Ella volverá enseguida con la segunda parte de la enseñanza de hoy.
Pero antes de eso, quiero preguntarte, ¿cuántas veces has escuchado algo en Aviva Nuestros Corazones y has pensado: «¡Wow, ojalá más mujeres pudieran escuchar esto!»? Lamentablemente, el énfasis en la Palabra de Dios como nuestra mayor autoridad es algo que no vemos muy frecuentemente. Pero déjame decirte algo: hay una manera en la que puedes ayudar a más mujeres a tener acceso a la enseñanza que estás escuchando: haciendo una donación a Aviva Nuestros Corazones.
Quiero compartirte que este episodio se traduce a muchos idiomas, pero hacer ese trabajo tiene un costo. Si deseas participar y ayudar a mujeres de todo el mundo a escuchar el mensaje de libertad, plenitud y abundancia en Cristo, solo tienes que visitar AvivaNuestrosCorazones.com y hacer tu donación.
Siempre nos gusta darte las gracias por tu donación enviándote un recurso útil. Este mes, nuestro recurso disponible por una donación es un folleto de Nancy titulado Retrato bíblico de la mujer. Ella lo escribió con el deseo de que las mujeres que lo adquieran puedan profundizar en los diversos pasajes de la Biblia que tienen que ver con el hecho de ser mujer. Si ya lo tienes o planeas adquirirlo por una donación este mes de septiembre, esperamos que sea de mucha bendición para ti.
Ahora, volvamos con Nancy, mientras aprendemos a edificar a otros con nuestras palabras.
Nancy: Bueno, estamos hablando de un tema que siempre me hace sentir un poco incómoda, y es necesario que sea así. En cierto sentido, espero que te haga sentir incómoda también a ti, porque nosotras, como mujeres, necesitamos que la Palabra de Dios nos recuerde constantemente las palabras que pronunciamos.
Estamos viendo Proverbios, capítulo 31, versículo 26, que para mí es uno de los versículos que más convicción me da dentro de todo este pasaje, porque habla de la forma en que esta mujer usa su lengua. «Abre su boca con sabiduría», dice la Escritura. Esta mujer virtuosa, esta mujer de carácter excelente, cuando abre la boca para hablar, lo hace con palabras de sabiduría y «hay enseñanza de bondad en su lengua».
Sé que algunas de ustedes están educando a sus hijos en casa, pero todas las que tienen hijos les están enseñando, se den cuenta o no. Les están enseñando mucho; les están enseñando mucho sobre la vida. Pero a veces les están enseñando más de lo que creen; incluso más que cuando se sientan en un momento formal y estructurado, como para decir: «Es la hora de la clase».
Cuando enseñas a tus hijos, ¿lo haces con bondad? Cuando los corriges, que es algo que necesitan, no significa que nunca les digas cosas duras. Pero cuando les señalas cosas de su vida que deben cambiar, ¿lo haces con bondad?
Si reaccionas a sus actos, te darás cuenta de que no estás enseñando con sabiduría y bondad.Pero si pudieras dar un paso atrás y ver la situación desde la perspectiva de Dios, entonces podrías estar controlada por el Espíritu de Dios. No tienes que descargar tu ira. No tienes que enojarte. No tienes que decir cosas que luego desearías no haber dicho, porque estás bajo el control del Espíritu de Dios.
Y por eso es tan importante que antes de comenzar nuestro día, antes de abrir la boca para hablar con los demás, primero entremos en la presencia de Dios y dejemos que Su Palabra entre en nuestro corazón, en nuestra mente, para que cuando abramos la boca para hablar, lo que digamos esté controlado por lo que nos llena, que es la Palabra y el Espíritu de Dios.
Si quieres tener sabiduría, si quieres ayuda para hablar con tus hijos, con tu esposo y con los demás con sabiduría, si quieres saber cómo dar consejos piadosos, si tus hijos te hacen preguntas, si los demás te piden consejo: «¿Cómo manejas esta situación en la vida?», entonces necesitas sabiduría como mujer. ¿Cómo la consigues? Bueno, la Escritura dice que: «…el Señor da la sabiduría. De Su boca vienen el conocimiento y la inteligencia» (Prov. 2:6).
¿Quieres tener sabiduría para hablar con los demás? Entonces tienes que adentrarte en la Palabra y dejar que ella entre en ti para que sepas cómo decir una palabra piadosa y edificante en el momento oportuno. Sabrás cómo decir palabras que ministren gracia a los que las escuchan, que ministren gracia en el momento oportuno. Si quieres palabras que sean amables, necesitas estar llena del Espíritu Santo. ¿Cuál es el fruto del Espíritu Santo? Amor, gozo, paz, paciencia, bondad.
Puede que me digas: «Mis hijos se comportan de tal manera, o estas personas con las que trabajo se comportan de tal manera, y es muy difícil responder con bondad». Puede que sea imposible, para ti, pero no para Dios. Su Espíritu Santo vive dentro de ti, así que Él es capaz, en esos momentos, de proporcionarte una respuesta de bondad, una respuesta amable.
Ahora, como he dicho antes en otras sesiones, eso no significa que nunca cometerás un error. Cometerás errores. Yo los cometo.
Hace un tiempo almorcé con alguien y terminé en una conversación en la que dije más de lo que debía. Surgió el nombre de otro colaborador cristiano, alguien a quien Dios está usando mucho, pero yo había oído algo negativo sobre esa persona. En mi conversación con mi amiga, terminé compartiendo lo que había escuchado.
En cuanto las palabras salieron de mi boca, sentí convicción en mi corazón. Pensé: «No tenía, ni debí, haber dicho eso». No es que fuera realmente desagradable, pero tampoco fue amable ni bondadoso. No era necesario. No le transmitió gracia a la persona a la que se lo dije y, desde luego, no lo habría dicho si la persona de quien hablaba hubiera estado presente en ese lugar.
Pero, no fue hasta que llegué a casa cuando estuve dispuesta a lidiar con todo esto. Debí haberme detenido en ese momento y haber dicho: «No debí decir eso. Por favor, perdóname». Ahora el problema es que, una vez que lo hemos dicho, ya lo hemos dicho.
Sin embargo, una vez dicho, vuelve atrás y arréglalo. Vuelve al Señor y dile: «Por favor, perdóname». No fue amable. No fue sabio. No era necesario. Sea cual sea el principio que hayas quebrantado. Y luego, si se lo has dicho a otra persona, vuelve y arréglalo, ya sea tu esposo, tus hijos, alguien de la iglesia, vuelve y arréglalo. Humíllate. Descubrirás que si te humillas cada vez que pecas con la boca, empezarás a pecar con menos frecuencia con la boca.
Si sabes que cada vez que metes la pata tendrás que volver atrás y arreglarlo, descubrirás que empiezas a pensar antes de hablar. Detente antes de hablar. Piensa, modifica o edita tus palabras antes de hablar. Eso puede significar simplemente hablar menos.
Hace un tiempo, una mujer me escribió hace un tiempo y me dijo: «Me sentí culpable por mi “pequeño pecado” cuando leí la transcripción de uno de tus programas en Aviva Nuestros Corazones. En este momento hay cierta tensión entre mi hija adolescente y yo, y tiendo a usar demasiadas palabras».
Todas podemos identificarnos con esto, tengamos hijos adolescentes o no. Ella siguió diciendo:
«Nunca consideré que mi uso excesivo de las palabras fuera un pecado, pero ahora veo que demasiadas palabras sin duda conducen al pecado. A partir de ahora, antes de decirle una sola palabra a mi hija, quiero consultar con Dios cuáles son las pocas palabras adecuadas que debo decir. Creo que esto ayudará a restablecer una relación correcta entre mi hija y yo».
Esto es importante, y esta es una mujer sabia. ¿Y sabes qué más es? Es una mujer arrepentida, y eso es lo que todas debemos ser: personas arrepentidas. No solo decirlo en pasado: «Bueno, me arrepentí cuando Dios me salvó», sino arrepentidas hoy.
Cuando peco con mi lengua, con mis labios; cuando mi espíritu, en la forma en que digo las palabras, no es apropiado, si digo demasiadas palabras, me arrepiento y digo: «Señor, lléname de nuevo con tu Espíritu. Dame palabras de sabiduría para hablar».
Y, por cierto, acabo de hacer referencia a la forma en que decimos lo que decimos. Especialmente en nuestros hogares, nuestro tono de voz es realmente importante. La amabilidad, la bondad, no es solo lo que dices, sino cómo lo dices. El peligro de hablar demasiado rápido es que a menudo hablamos movidas por la ira del momento, la irritación del momento, sin detenernos y dejar que Dios primero calme nuestro corazón. Por eso no es mala idea detenernos y contar hasta diez antes de abrir la boca y decirlo entonces con un tono amable.
Escucha, tus hijos responderán mucho mejor a tus instrucciones si se las transmites con un tono amable. Y sé que es muy fácil, cuando estás con las mismas personas todo el tiempo, empezar a adoptar un tono quejumbroso, desagradable, crítico, exigente o controlador. Pero ahí es donde debemos dejar que el Señor nos dé Su Espíritu para que, cuando pronunciemos esas palabras, reflejemos ese tono de bondad, de sabiduría.
Hace varias sesiones cité un pasaje sobre Sarah Edwards, que era madre de once hijos y fue esposa de Jonathan Edwards, uno de los líderes del Primer Gran Avivamiento. Este autor dice lo siguiente:
«Sarah se impuso como norma hablar bien de todos, en la medida de lo posible, con sinceridad y justicia hacia sí misma y hacia los demás, hablar bien de todos. [Es una buena costumbre]. No era propensa a deleitarse en las imperfecciones y defectos de los demás. Y cuando escuchaba a otras personas hablar mal de alguien, decía lo que pensaba con sinceridad y justicia en su defensa, o desviaba la calumnia mencionando las cualidades de esa persona».
En otras palabras, si escuchaba a alguien decir algo desagradable sobre otra persona, intentaba cambiar de tema o desviar la conversación, o decir algo alentador sobre esa persona. Este autor continúa diciendo:
«Ella era cuidadosa con el carácter de todos, incluso con aquellos que la herían y hablaban mal de ella. Y se guardaba mucho de caer en el vicio tan común de la maledicencia y la calumnia. Era capaz de soportar las injurias y los reproches con gran serenidad, sin ninguna disposición a devolver el mal con el mal. Al contrario, estaba dispuesta a compadecerse y perdonar a quienes parecían ser sus enemigos».
¡Qué gran compromiso, «hablar bien de todos»! Eso es lo que dicen las Escrituras que debemos hacer: no quejarnos unos de otros, no criticarnos unos a otros.
De hecho, Proverbios nos dice que si eres el tipo de mujer que es conflictiva y crítica con su lengua, llevarás a tu familia a un lugar en el que preferirán vivir en el tejado, en un ático o en el desierto, solos, antes que vivir en la misma casa contigo.
He estado leyendo el libro de Proverbios últimamente y me ha llamado mucho la atención lo que dice sobre las mujeres contenciosas: mujeres conflictivas, siempre discutiendo, siempre peleando, incapaces de hablar con sabiduría y bondad.
Si tienes ese espíritu y esa lengua, puedes alejar a tu esposo, a tus hijos y a tus amigos. Así que, antes de hablar, pregúntate:
- ¿Es sabio lo que voy a decir?
- ¿Vale la pena decirlo?
- ¿Es necesario decirlo?
- ¿Es amable?
- ¿Edificará? ¿Fortalecerá?
- ¿Traerá refrigerio a los miembros de mi familia?
- ¿Los animará?
Es importante que digas cosas que animen. No pienses simplemente: «Vaya, tengo que irme a casa y ahora no puedo ni abrir la boca. Ahora que he escuchado esta enseñanza, no puedo decir nada más en mi familia».
Ten claro lo que necesitas decir. Hace un momento, algunas personas se me acercaron durante un receso y me hablaron palabras de ánimo sobre lo que Dios está haciendo a través de Aviva Nuestros Corazones. Se detuvieron y me dijeron palabras de aliento.
Tienes que hacer eso con tu familia. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste una palabra de afirmación o que elogiaste a tu esposo? Tienes que elogiar a tus hijos cuando ves en ellos cualidades que son dignas de elogio.
Palabras sencillas como: «Gracias, te lo agradezco», «Gracias por servirme de esa manera», «Gracias por bendecirme de esa manera», «Realmente aprecio cuando haces esto».
Con ese tipo de lenguaje se da mucha más instrucción, instrucción eficaz, que con palabras críticas y destructivas. Así que, si no cumple esos requisitos, si no es prudente, si no hay bondad, no lo digas. Simplemente no lo digas.
Padre, realmente necesitamos Tu ayuda en esto. No podemos hacerlo por nuestra cuenta, y estamos rodeadas de personas que saben cómo provocarnos. Y a menudo, es con las personas con las que convivimos, con las que nos cuesta más aplicar todo esto. Señor, no nos resulta tan difícil cuando estamos rodeadas de personas que aman al Señor y que comparten un interés común por los asuntos espirituales. No es difícil decir palabras de sabiduría y bondad en ese entorno.
Pero sé que algunas de estas mujeres viven en hogares donde tienen familiares que no hablan con sabiduría ni bondad, donde les dicen cosas críticas, hirientes y crueles. Y esas mujeres necesitan todo el poder del Espíritu Santo para responder con palabras sabias y bondadosas, pero Tú puedes hacerlo en nosotras y a través de nosotras. Te lo pedimos por el amor de Cristo, amén.
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth, orando para que nosotras, como mujeres, evitemos usar nuestra lengua para destruir a los demás. En cambio, queremos que el Señor hable vida a través de nosotras.
Ese mensaje es parte de la enseñanza de Nancy sobre Proverbios 31. La serie en la que estamos actualmente, se titula «La mujer que teme al Señor, esa será alabada». Si te has perdido alguno de los episodios de esta serie, puedes escucharlos o leer la transcripción en AvivaNuestrosCorazones.com o en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones.
En el próximo episodio, hablaremos más sobre lo que significa cuidar bien de nuestro hogar. Espero que nos acompañes. ¡Te esperamos!
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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