Tú dejaste tu trono
Débora de Rivera: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth con un ejemplo de gracia en la historia de Navidad.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando Cristo vino a esta tierra, no se halló un lugar para Él, sin embargo, Él ascendió al cielo para preparar un lugar para nosotras.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de diciembre de 2025.
¿Cuánto espacio tiene Cristo en tu corazón y en tu vida? Nancy te pedirá que reflexiones sobre esta pregunta al concluir la serie «Ven y adoremos: El evangelio en villancicos». Recuerda que puedes escuchar cualquier episodio que te hayas perdido en la aplicación Aviva Nuestros Corazones o en AvivaNuestrosCorazones.com.
Esperamos que esta serie previa a la Navidad te haya animado a reflexionar sobre la maravilla del evangelio y la esperanza que tenemos en Cristo. En la …
Débora de Rivera: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth con un ejemplo de gracia en la historia de Navidad.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando Cristo vino a esta tierra, no se halló un lugar para Él, sin embargo, Él ascendió al cielo para preparar un lugar para nosotras.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de diciembre de 2025.
¿Cuánto espacio tiene Cristo en tu corazón y en tu vida? Nancy te pedirá que reflexiones sobre esta pregunta al concluir la serie «Ven y adoremos: El evangelio en villancicos». Recuerda que puedes escuchar cualquier episodio que te hayas perdido en la aplicación Aviva Nuestros Corazones o en AvivaNuestrosCorazones.com.
Esperamos que esta serie previa a la Navidad te haya animado a reflexionar sobre la maravilla del evangelio y la esperanza que tenemos en Cristo. En la transcripción del programa de hoy encontrarás información sobre el álbum que Nancy grabó en piano «Come Adore». Si estás interesada en adquirir una copia, puedes visitar la tienda digital de Revive Our Hearts.
Aquí está Nancy para dar inicio al episodio de hoy.
Nancy: Bueno, en este último día de la serie, quiero hablarte de uno de mis villancicos favoritos de cuando era niña, y se titula «Tú dejaste tu trono». Si lees el título en inglés, podrás ver que está escrito en un inglés antiguo, pero tiene un mensaje profundo.
Déjame contarte un poco sobre el trasfondo de este villancico: fue escrito por una mujer llamada Emily Elizabeth Steele Elliott, Emily Elliott. Ella era hija de un pastor, de un predicador, en la Inglaterra victoriana. Ella amaba al Señor y participaba activamente en el ministerio de rescate y en la escuela dominical, y el propósito de la escuela dominical en aquellos días era llegar a los niños que no conocían a Cristo o que no provenían de hogares cristianos, para llevarles el evangelio.
Su tía era una mujer llamada Charlotte Elliott, y era inválida. Tenía una enfermedad crónica. También era compositora de himnos y vivía cerca de Emily. Charlotte escribió el famoso himno «Tal como soy».
Emily escribió una colección de himnos llamada Under the Pillow (en español sería Bajo la almohada) para los que estaban enfermos en el hospital o en casa. Y me pregunto si fue porque tenía esta tía que padecía una enfermedad crónica y quería tener una forma de animar a los enfermos.
Bueno, en 1864, cuando Emily tenía veintitantos años, estaba estudiando el Evangelio de Lucas, el capítulo 2, versículo 7, que dice:
«Y dio a luz [se refiere a María de Nazaret] a su Hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre [un comedero, un establo para animales], porque no había lugar para ellos en el mesón».
Mientras Emily meditaba sobre esa frase, «no había lugar para ellos en el mesón», para María y José, que no había un lugar para que ella tuviera a este niño que era el Hijo de Dios y el hijo de María, se sintió inspirada a escribir un himno para los niños de la iglesia de su padre para ayudarles a comprender el verdadero significado de la historia de la Navidad y de la misión de Cristo al venir a la tierra. Y así escribió: «Tú dejaste tu trono».
Ahora, al escuchar estas palabras, puede que pienses: ¡Vaya! ¿Podrían los niños entender esto? Bueno, fue escrito para niños. Y nos recuerda que algunos de los villancicos, himnos y canciones que cantamos en nuestras iglesias, si tienen un gran evangelio, palabras y textos centrados en la Biblia, son una gran herramienta para enseñarnos a nosotras mismas, a los demás y a nuestros hijos las grandes verdades del evangelio, porque la melodía se te queda en la cabeza y no puedes dejar de cantarla.
Incluso durante esta serie, puede que algunas de ustedes están tarareando villancicos navideños, como «Venid y adoremos». Estas canciones son una forma de grabar la verdad en nuestra mente y en nuestro corazón
Así que esta canción, «Tú dejaste tu trono», es una oración dirigida al Señor Jesucristo y muestra cómo el nacimiento de Cristo encaja en el contexto de toda Su vida. Es un villancico que se canta con mayor frecuencia durante el Adviento o la temporada navideña, pero en realidad se podría cantar en cualquier momento del año.
Tiene cinco estrofas y un estribillo que se repite después de cada estrofa. Las dos primeras estrofas hablan del nacimiento de Cristo. La tercera habla de su vida aquí en la tierra. La cuarta habla de su muerte. Y la quinta y última estrofa mira hacia el futuro y anticipa el día en que el Cristo resucitado y ascendido volverá a la tierra y nos llevará a Su hogar eterno.
Ahora, primero quiero que veamos las cuatro primeras estrofas y, antes de terminar, veremos la última.
Las cuatro primeras estrofas contrastan la exaltación, el esplendor, la gloria y la adoración que Cristo tenía en el cielo, con la pobreza, la humillación y el rechazo que experimentó aquí en la tierra, y el contraste es enorme. Es muy importante porque necesitamos recordar lo que Cristo sacrificó y a lo que renunció, de dónde vino y a dónde fue, y la enorme diferencia que supuso para Él hacer esto como Hijo de Dios.
En cada una de estas estrofas, las dos primeras líneas establecen un contraste, y la palabra que las une es «pero». Veamos cómo funciona:
La primera estrofa dice:
Tú dejaste tu trono y corona por mí;
al venir a Belén a nacer;
Está hablando de lo que Cristo tenía en el cielo. Él tenía un trono. Tenía una corona real. Y luego vino a la tierra. La primera estrofa sigue diciendo:
Más a ti no fue dado el entrar al mesón;
Y en pesebre te hicieron nacer.
Entonces, «Tú dejaste tu trono y tu corona por mí al venir a Belén (ahí está el contraste). Más a Ti no fue dado el entrar al mesón y en pesebre te hicieron nacer».
Pasemos ahora a la segunda estrofa:
Alabanzas celestes los ángeles dan
en que rinden al Verbo loor;
Más humilde viniste a la tierra, Señor,
A dar vida al más vil pecador.
Se ve desde la exaltación hasta la humillación. Hay un gran contraste. En el cielo, Él era un Rey con un trono, una corona y mansiones. Y leemos eso en Juan, capítulo 14.
Y en Isaías, capítulo 57, Dios mismo dice: «Yo habito en lo alto y santo…». Ese es su hogar. Él es inmenso, es magnífico. En el cielo, la orla de su manto, sus faldas, llenan el templo celestial, y los ángeles no cesan de decir: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso».
Eso es lo que Cristo tenía en el cielo. No podemos ni imaginarlo, pero lo dejó todo y vino a la tierra, donde no había lugar, ni aplausos, y donde casi nadie se dio cuenta de que había nacido esa noche. En el cielo, Cristo era el centro de atención en todo momento. Pero vino a la tierra y no había lugar, ni se le prestó atención, ni se le alabó. Nació en un establo, en un pesebre.
Los ángeles anunciaron Su nacimiento. Lo declararon Mesías, Cristo, Señor, Salvador, perteneciente a la realeza celestial. «Más humilde viniste a la tierra», como dice la canción de Emily Elliott. Cristo vino a la tierra como un humilde niño.
Filipenses, capítulo 2, lo expresa así:
«El cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres» (vv. 6-7).
La Divinidad se vistió de humanidad. El Dios infinito, santo, espléndido, majestuoso (y las palabras no bastan) se vistió de pobreza, humanidad, fragilidad y debilidad.
La estrofa siguiente nos transmite la misma idea:
Siempre pueden las zorras sus cuevas tener,
y las aves sus nidos también;
más el Hijo del Hombre no tuvo un lugar
en el cual reclinará Su sien.
Ahora, esto no es una referencia a lo que Cristo tenía en el cielo, sino al hecho de que incluso el reino animal estaba mejor que Cristo en ciertos aspectos. Cristo dijo en Mateo, capítulo 8, en el versículo 20, que: «Las zorras tienen sus madrigueras, y las aves del cielo sus nidos, [tienen un lugar al que pueden llamar hogar, un lugar donde pueden dormir por la noche], pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza». No se les encontró lugar en el mesón. No tenía un hogar que pudiera llamar Suyo.
¿Cuánto más valioso y precioso es el Hijo del Hombre que las zorras y las aves? Incluso los animales tienen un lugar al cual llamar hogar. Pero el Hijo de Dios no tenía ninguno.
Escucha la siguiente estrofa:
Tú viniste, Señor, con Tu gran bendición
para dar libertad y salud;
mas con odio y desprecio Te hicieron morir,
aunque vieron tu amor y virtud.
¿Puedes ver el contraste aquí? Él viene. Él trae la Palabra de vida; Él mismo es la Palabra viva de Dios. Pero las personas a las que vino a salvar se burlaron de Él con sus palabras. No lo respetaron, sino que lo despreciaron.
Él tenía una corona de gloria en el cielo. Pero vino y tomó una corona de espinas aquí en la tierra. Él fue al Calvario.
Él vino a bendecir, a dar, a liberar, a dar vida a las personas. Pero su amor fue rechazado. Fue torturado y entregado para ser asesinado.
¿Y por qué hizo todo esto? Esto es lo que hemos estado viendo en esta serie: El evangelio en villancicos. Vimos quién es Él y por qué nació. ¿Y por qué hizo todo esto? Esto lo vemos en todos estos villancicos. La primera estrofa de este dice: «Tú dejaste tu trono y corona por mí, al venir a Belén a nacer». Por mí. Él vino por ti. Él vino por mí.
El estribillo de este villancico lo personaliza aún más, nos sumerge en la historia después de cantar el estribillo tras cada estrofa y nos invita a hacerlo nuestro, a apropiarnos de él. Nos invita a abrir nuestros corazones para hacerle un lugar a Cristo, para darle la bienvenida, a diferencia del mesonero de Belén.
El estribillo dice así:
Ven a mi corazón, oh Cristo,
Pues en él hay lugar para Ti.
Entonces Él vino a la tierra. No había habitación para Él. No había lugar para Él, ningún lugar donde reclinar la cabeza. No fue aceptado. Solo recibió rechazo y desprecio. Pero luego el compositor dice: «Ven a mi corazón, oh Cristo, pues en él hay lugar para Ti».
Ahora algunos dicen «ven a mi corazón, oh Cristo, ven», lo cantan en Navidad y de diferentes maneras a lo largo del año, pero la realidad es que sus corazones están llenos de otras cosas. Y la verdad es que en muchos de nuestros corazones no hay lugar para Cristo.
Tenemos otras prioridades: el trabajo, los pasatiempos, las actividades recreativas, el ajetreo, las relaciones, y las redes sociales: Facebook, Instagram, Pinterest.
Y no estoy diciendo que haya nada malo en ninguna de estas cosas, pero en muchas de nuestras vidas, estas cosas han ocupado el lugar de Cristo. No tenemos espacio para Él. Lo decimos. Lo cantamos. «Ven a mi corazón, oh Cristo, pues en él hay lugar para Ti», pero, ¿realmente lo hay?
He estado meditando sobre esto: ¿Cómo hacemos espacio para Cristo en nuestros corazones? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo lo hacemos en esta temporada, en este Adviento? ¿Cómo lo hacemos durante todo el año? Bueno, tenemos que apartar tiempo para Él.
El salmista David dijo en el Salmo 132:
«No daré sueño a mis ojos, ni a mis párpados adormecimiento, hasta que halle un lugar para el Señor, una morada para el Poderoso de Jacob» (vv. 4-5).
¿Cómo piensas que serían diferentes nuestros días si dijéramos: «No me voy a acostar esta noche; no voy a cerrar los ojos hasta que haya apartado un tiempo solo para Cristo»?
Ahora, todo le pertenece a Él. Él es el Señor de todo. Y cuando hablamos del tiempo, de un lugar para el Señor, tiempo para estar en Su Palabra, tiempo para orar, tiempo para buscarlo y tiempo para escucharlo, debemos hacer espacio para Cristo en nuestros corazones al apartar tiempo para Él.
Hacer lugar para Jesús en nuestros corazones significa que otras cosas deben irse. Incluso algunas cosas que son buenas, porque no hay tiempo para ellas y para Cristo. No hay tiempo para tener lealtades divididas, otros amores, otros dioses (con «d» minúscula).
Esos pecados a los que nos aferramos porque nos hacen sentir seguras o en control, tenemos que estar dispuestas a deshacernos de ellos para hacerle lugar a Cristo.
Hacerle lugar a Cristo en nuestros corazones significa que tenemos que estar dispuestas a sufrir en ocasiones inconvenientes por Su causa. Y vale tanto la pena, porque cuando le hacemos lugar, Él nos llena como nada ni nadie más puede hacerlo.
Ahora, eso no significa que no haya lugar para tener un cónyuge o hijos o una casa o un trabajo. Significa que esas cosas están en su lugar adecuado y no nos roban nuestro afecto por Cristo. No nos roban nuestro amor por Él. No lo desplazan fuera de nuestras vidas.
El otro día, mientras pensaba en esto y en lo que significa tener espacio para Cristo en nuestros corazones, me vino a la mente una imagen, y espero que no te moleste si me pongo un poco personal por un momento. Y esto es personal. Cuando me casé, tuve que hacer lugar para mi esposo en mi vida, y espacio en lo que antes era solo mi hogar, y que ahora es nuestro hogar.
Tengo que decirte que Robert Wolgemuth es increíblemente considerado, amable, gentil, atento y sensible, pero hubo algunas cosas en nuestra casa que él quería cambiar. Y no me refiero a cosas importantes. Había algunas cosas que, si podían ser un poco diferentes, sí podían modificarse aquí y allá, harían que él se sintiera más cómodo.
En primer lugar, mi casa fue construida para una mujer soltera y de baja estatura. Y eso lo dice todo. Así que tenía lavabos y encimeras en miniatura (al menos para personas altas, así parecían). Fue diseñada para mi uso, y yo fui una mujer soltera que vivió en esa casa durante más de veinte años.
Ahora soy una mujer casada que vive en esa casa, y mi esposo tiene ideas para instalar organizadores en los armarios y ordenar el garaje. Y recuerdo haber pensado: ¿Cuántas esposas estarían encantadas de que sus esposos hicieran esto en su garaje? Yo estaba acostumbrada a cómo habían sido las cosas durante veinticinco años.
No es que pensara que su forma de hacer las cosas era incorrecta. Simplemente, era diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Tiendo a ser un poco reacia a los cambios. (Y sé que no hay nadie aquí que me escuche que sea así). Y quisiera ver exactamente cómo va a quedar cuando esté terminado.
Lo que tengo que aprender es a confiar en mi esposo. Confiar en su corazón. Confiar en sus habilidades y en su capacidad, que son considerables. Tengo que estar dispuesta a renunciar a lo que estoy acostumbrada, a lo que me resulta cómodo y, en algunos casos, a ceder mi forma de hacer las cosas. No es algo que está bien o mal. Cuando Cristo viene, nos despojamos de todo lo malo.
En este caso, en el matrimonio, estamos hablando simplemente de adaptarse, de hacer espacio. El amor dice: «Haré espacio, pero no solo para que tengas tu pequeño espacio como hombre y esposo. Esta es nuestra casa y quiero que te sientas como en tu hogar. Quiero que estés cómodo aquí».
Así que ordenar ha sido mi lema incluso durante los meses que estuvimos comprometidos. Las cosas que he tenido por ahí desde siempre, algunas de ellas ni siquiera sé qué son. Estoy descubriendo cosas que ni siquiera sabía que tenía y que no me sirven para nada. Así que el lema es: ¡Deshazte de ellas! Si no lo necesitas, deshazte de eso y ten la disposición a dejar que tu esposo mueva algunas de esas cosas
Estábamos hablando de esto hoy. Hay algunas cosas de las que ya es hora de desprenderse. No son necesarias. No son importantes. Quizás eran importantes para mí hace quince años, pero ahora no importan.
También significa hacer espacio en mi agenda. Cuando empezamos a salir, le dije a Robert, que era una mujer ocupada. Él ya lo sabía. Tengo una vida muy activa, así que le dije: «No voy a añadir nuestro matrimonio como un apéndice a una vida que ya está más que llena de compromisos».
Entonces, para cumplir esa promesa, y eso es el matrimonio, hay que hacer espacio. ¿No es cierto? Por eso tuve que hacer algunos ajustes y algunos cambios por amor, por el bien de nuestra unión. De ser uno.
Tuve que ceder, y estoy aprendiendo a ceder día tras día mi necesidad de controlar todo en mi hogar y en mi vida. Y eso significa rendición en algunos aspectos.
Ahora, no quiero que esto suene horrible o difícil. Es una alegría, porque Robert lo convierte en una alegría. La dificultad surge cuando me aferro, cuando estoy tan abarrotada en mi tiempo, en mi vida o en mi espacio que no hay lugar para mi esposo. Y ese es un lugar triste en el que estar.
Lo triste de nuestra relación con el Señor es cuando dejamos que otras cosas lo desplacen, cuando no tenemos espacio ni tiempo para Él.
Así que mi pregunta para ti hoy es: ¿qué está ocupando el espacio de Cristo en tu corazón y qué ajustes necesitas hacer para darle la bienvenida a tu vida, no solo como tu compañero, sino como tu Señor, para que tu corazón sea Su hogar?
Permíteme animarte durante este tiempo de Adviento a que pienses en eso y hagas espacio en tu corazón, no solo un poco, sino entregándoselo todo, y diciéndole: «Señor, ¿cómo quieres que se vea esto? ¿Cómo quieres que decoremos este lugar para Ti? ¿Cómo quieres decorar esta habitación de mi vida, mi tiempo, mis relaciones, mis lecturas, mis hábitos, mi ejercicio, mi dieta, mi todo? ¿Cómo quieres que sea? Esta es tu casa. Eres bienvenido aquí».
Eso es lo que queremos pensar durante esta temporada.
Y bueno, la última estrofa de este gran villancico mira hacia el futuro y anticipa el día en que Cristo regresará y nos llevará a Su hogar eterno. Dice así:
Alabanzas sublimes, los cielos darán,
cuando vengas glorioso de allí…
Permíteme hacer una pausa aquí para recordarte esas cosas:
- Cristo vino, la primera vez con humildad, a un pesebre. Y volverá triunfante, victorioso.
- La primera vez, vino humildemente. Y la próxima vez, vendrá como Rey exaltado.
- La primera vez, vino a sufrir y a someterse. La próxima vez, volverá a reinar y a gobernar.
La última estrofa sigue diciendo:
Y Tu voz entre nubes dirá: «Ven a Mí,
que hay lugar junto a Mí para ti».
Cuando Cristo vino a esta tierra, no había lugar para Él. Pero Él ascendió al cielo para preparar un lugar para nosotras, y allí está haciendo lugar para todos los que creen y lo reciben.
Él estuvo dispuesto a dejar Su hogar y venir a la tierra, donde no tenía lugar propio, para que nosotras pudiéramos tener un hogar eterno con Él. He visto algunas casas espectaculares aquí en la tierra, pero no se comparan con el hogar que Él está preparando para nosotros. Él está haciendo espacio para nosotras.
Permíteme decirte también que aquellos que no hacen espacio en sus corazones para Cristo, mientras están aquí en la tierra, no tienen ninguna base para suponer que habrá espacio para ellos en el cielo. No puedes decir: «Oh, Cristo está preparando un lugar para mí en el cielo. Tengo un hogar allá arriba, en la gran inmensidad celestial». Si no has hecho ningún lugar aquí para Él, eso no tiene sentido.
Y al llegar al estribillo final, en la letra original en inglés, al final de la última estrofa, vemos que es diferente de los cuatro primeros. Los cuatro primeros dicen:
Ven a mi corazón, oh Cristo,
Pues en él hay lugar para ti.
Pero en la última estrofa, llegamos a este estribillo, a este coro, que es una respuesta de un corazón lleno de fe y alabanza sinceras. Dice:
¡Mi corazón se regocijará, Señor Jesús,
cuando vengas y me llames!
Así que esto nos hace un llamado a mirar hacia delante, no solo a vivir el aquí y ahora, sino a saber que Cristo está preparando un lugar para nosotras, que Él nos dará la bienvenida y nosotras le daremos la bienvenida a Él.
El corazón que tiene espacio para Cristo durante este tiempo de Adviento es el corazón que se regocijará.
¡Mi corazón se regocijará, Señor Jesús,
cuando vengas y me llames!
¡Amén!
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado recordando la maravilla de la Navidad. Es increíble que Cristo dejara su hogar celestial para nacer en un establo sucio e incómodo.
Nancy: Así es. Espero que hayas tomado un tiempo para reflexionar sobre el significado de algunos de los villancicos que hemos estado repasando durante los últimos días.
Espero que hoy, en Nochebuena, la verdad y las noticias más maravillosas de Cristo inunden tu corazón al recordar por qué celebramos esta hermosa festividad.
Débora: Oramos para que nunca pierdas el asombro de las preciosas noticias del evangelio, durante esta temporada de Navidad y a lo largo de todo el año.
Aviva Nuestros Corazones te anima con mensajes que te llevan a la verdad eterna en cada temporada. Si quieres ser parte de difundir esta esperanza a mujeres de todo el mundo, no olvides que puedes hacer una donación o convertirte en colaboradora mensual. Para más información sobre cómo donar, visita AvivaNuestrosCorazones.com
Nancy: Gracias por tu apoyo mientras seguimos llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Todo el equipo de Aviva Nuestros Corazones y yo queremos desearles a ti y a tu familia una feliz Navidad el día de mañana. De hecho, permíteme orar por ti en este momento.
Señor, ¡cuánto agradecemos la maravilla, el regalo que celebramos en Navidad! Te damos gracias, Señor Jesús, por haber dejado Tu hogar, Tu trono en el cielo, para venir a este mundo desordenado, caído, roto y pecador. Viniste a redimirnos, a hacernos hijos e hijas de Dios. Gracias por la esperanza que tenemos a través del evangelio y por la promesa de que volverás, de que nos llevarás contigo a vivir para siempre en ese hogar celestial.
Abre nuestros ojos, nuestros corazones y nuestros oídos para percibir y recibir esta increíble historia del evangelio, y para compartirla con otros mientras celebramos juntos la Navidad mañana. Te bendecimos y te damos gracias, en el nombre de Cristo, amén.
Débora: Amén.
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Quiero volver a leerte una de las preguntas que Nancy mencionó, ella dijo: ¿Qué está ocupando el espacio de Cristo en tu corazón y qué ajustes necesitas hacer para darle la bienvenida a tu vida, no solo como tu compañero, sino como tu Señor, para que tu corazón sea Su hogar?
Te invitamos a que, mientras estás en tus actividades preparándote para compartir tiempo en familia por las fiestas de fin de año, puedas ser intencional en tomar una pausa y recordar el motivo de nuestra celebración en este día. Que puedas pausar y poner a Cristo en el lugar que le corresponde en tu corazón. ¡Feliz Navidad!
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
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