
Una mujer conforme al corazón de Dios, día 1
Débora: Janet Parshall nos hace la siguiente pregunta: ¿Realmente estás orando para que se haga la voluntad de Dios?
Janet Parshall: ¿Puedes aceptar Su voluntad para tuvida hoy y ahora, aun si eso no es lo que deseas? «Pero Dios, yo quiero casarme». ¿Y si Él dice que «No»?, «Dios, yo quiero hijos». Pero, ¿y si Dios dice «No»? «Dios, sana a mi esposo». ¿Y si Dios dice «No»?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 15 de mayo de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Cuál es el anhelo más profundo de tu corazón? Janet Parshall está a punto de presentarnos un personaje bíblico que tenía un anhelo en su corazón. Y sé que te sentirás identificada con esta historia, porque todas sabemos lo que es tener anhelos insatisfechos en nuestros corazones.
Hoy escucharemos a mi …
Débora: Janet Parshall nos hace la siguiente pregunta: ¿Realmente estás orando para que se haga la voluntad de Dios?
Janet Parshall: ¿Puedes aceptar Su voluntad para tuvida hoy y ahora, aun si eso no es lo que deseas? «Pero Dios, yo quiero casarme». ¿Y si Él dice que «No»?, «Dios, yo quiero hijos». Pero, ¿y si Dios dice «No»? «Dios, sana a mi esposo». ¿Y si Dios dice «No»?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 15 de mayo de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Cuál es el anhelo más profundo de tu corazón? Janet Parshall está a punto de presentarnos un personaje bíblico que tenía un anhelo en su corazón. Y sé que te sentirás identificada con esta historia, porque todas sabemos lo que es tener anhelos insatisfechos en nuestros corazones.
Hoy escucharemos a mi amiga Janet Parshall. Ella es esposa, madre, autora y anfitriona en un espacio radial.
Débora: Janet Parshall es también una conferencista muy solicitada, y fue expositora en la primera conferencia True Woman ‘08 y luego en True Woman ‘16, en Indianápolis.
Nancy: Y para darles una idea de lo que deben esperar de Janet, vamos a escuchar un mensaje que ella dio en la primera conferencia de True Woman. Este mensaje te ayudará a obtener la perspectiva de Dios sobre los anhelos insatisfechos y las oraciones sin respuesta mientras vemos la vida de Ana.
Janet: Me siento honrada y emocionada de que Nancy me haya extendido una invitación a ser parte de esta conferencia. Cuando supe que el tema asignado era sobre la maternidad, pensé: Guau, es un tema fácil, pero muy importante.
Y es curioso porque esta mañana y de manera extraña, cuando Mary Kassian les hablaba, algo traspasó mi corazón por muchas razones. Ella estaba haciendo un énfasis en la historia del movimiento feminista. Y amadas hermanas, tengo que confesarles que esa era mi historia.
Recuerdo en una ocasión haber encendido la televisión y escuchar a Betty Friedan (una líder del movimiento feminista) decir: «Una mujer necesita a un hombre tanto como un pescado necesita una bicicleta». Ella decía que el matrimonio es una profesión ilegítima, y luego dijo:
- Solo puedes autorrealizarte fuera de la casa.
- Debes tener todo lo que desees porque, francamente, lo vales.
- Hoy mereces un descanso.
Todo giraba alrededor de mí. Pero yo escuchaba a esa firme y dulce voz que me decía: «Puedes escuchar esas palabras o puedes escucharme a Mí. Yo te bendije con Sarah, Rebeca, Samuel y José. Ahora puedes relegar el cuidado de ellos a otra persona, o te puedes quedar en casa y ocuparte de mis pequeñas ovejas. ¿Qué vas a hacer, hija Mía?».
A pesar de que el mundo me decía que todo lo que hacía estaba mal, yo alabé el santo nombre del Señor y me quedé en casa criando a mis hijos. Y no me daba cuenta de que mientras los atendía, Dios estaba escribiendo en la tabla de mi corazón.
Me encanta la cita de John Piper que dice que Dios está haciendo mil cosas, pero que solo vemos una. Él estaba escribiendo en las tablas de mi corazón, lo que significaba aprender a cuidar bien los asuntos de mi hogar.
No imaginaba que algún día iba a estar en charlas y conferencias defendiendo los valores de la familia. ¿Qué significado hubiese tenido eso de no haber estado en mi hogar aprendiendo de lo que se trataban los valores familiares, sobre todo el transmitirle a mis hijos los valores que se encuentran en la Palabra de Dios?
En ese momento nunca hubiera imaginado que Dios me pondría en el escenario con esas mismas feministas para debatir con ellas sobre los mismos temas que yo estaba debatiendo en mi propio corazón.
Nunca olvidaré esa ocasión en Nueva York cuando me enfrenté a esas cinco feministas. Los medios de comunicación no son muy imparciales, ¿verdad? Pero lo que me impactó en medio de este debate, mientras debatíamos las diferentes visiones que teníamos del mundo, fue lo inmensamente diferentes que eran.
Dios traspasó mi corazón, porque miré y me di cuenta de que allí estaba Patricia Ireland, que en aquel momento era la actual presidenta de la Organización Nacional de «algunas» Mujeres. Me di cuenta de que ella era una mujer que tenía una pareja lesbiana y un marido, y que había abortado dos veces. ¿Cómo se deletrea la palabra desastre?
También estaba Gloria Steinem,quien tenía no uno, sino dos anillos con una cabeza deserpiente. Uno en su dedo medio, y otro en el meñique. Y yo solo pensé: Qué triste es que ella esté buscando poder derivado de la cultura, en lugar del poder que viene por medio de una relación con Jesucristo.
En medio de ese escenario, me di cuenta de esto: cuando Cristoestuvo en la cruz, Él no estuvo colgado allí más tiempo por ellas de lo que lo estuvo por mí. También me di cuenta de que mi corazón tenía que romperse ante ese tipo de mujeres.
Es cierto que sus ideas son dañinas, pero esas mujeres no son el enemigo. Ellas han sido capturadas por el enemigo y también necesitan que oren por ellas para que Dios las libere.
Dios es un Dios soberano y maravilloso. Yo estuve ahí debatiendo con todas esas feministas y su cosmovisión, pero al mismo tiempo le di las gracias al Señor de que el aula para mi aprendizaje fue la cocina de mi casa.
Así que, todo este tema de la maternidad es muy importante en el corazón de Dios. Cuando hablamos de madres, te das cuenta de que no hay una sola persona en este lugar que, de una manera u otra, no haya sido influenciada por el tema, ya que si estás respirando, has tenido una madre.
Entonces, ya sea que tengas o no hijos biológicos, eso es irrelevante para la lección que veremos hoy en las Escrituras y que estoy a punto de compartir contigo, porque la maternidad es universal.
Permítanme decirles algo sobre una madre que ora. Craig y yo por años vivimos en un lugar llamado Fredericksburg, en Virginia. Ese fue el lugar donde George Washington vivió desde los siete hasta los veintiún años. Y lo significativo de ese pueblito es que hay un pequeño embarcadero en una roca, no muy lejos de donde su madre fue enterrada.
Era una roca de oración. Allí era que su madre iba a orar por su hijo. Y hay muchas historias de George Washington acerca de cómo su vida fue preservada en medio del fragor de la batalla, y eso se relacionaba directamente al poder de las oraciones de una madre que oraba sin cesar por su hijo. Es asombroso el poder de una madre que ora.
También me parece interesante que Abraham Lincoln tuvo mucho que decir sobre su madre. Él dijo «Recuerdo las oraciones de mi madre, ellas siempre me han acompañado. Han estado presentes durante toda mi vida». Aquí tenemos a dos presidentes para recordar el poder de una madre que ora. ¿Pudieran las oraciones de una madre afectar y cambiar el curso de una nación?
Por favor, acompáñame a 1.ª de Samuel. Voy a darte el contexto de esta historia para que veas lo que está sucediendo aquí. El pueblo de Israel está en caos. El sacerdocio había sido profanado. No había líder. El país es un completo desorden. Habían tenido una serie de jueces corruptos y al final del libro de Jueces, paradójicamente, leemos:
«En aquellos días no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos». Lo dice en Jueces 17:6 y lo repite en el capítulo 21, versículo 25. Exactamente la misma expresión. La intención de Dios es que entendamos que las cosas estaban en desorden.
Y es en medio de todo esto que leemos una maravillosa historia de un hombre y sus esposas. Así empieza 1.ª Samuel 1, versículos 1 al 2:
«Había un hombre de Ramataim de Zofim, de la región montañosa de Efraín, que se llamaba Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, el efrateo. Elcana tenía dos mujeres: el nombre de una era Ana y el de la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía» (vv. 1-2).
Solo leímos dos versículos de este capítulo y ya «tenemos un problema». En primer lugar, comencemos por el hecho de que este hombre tenía dos esposas. Y encuentro esto muy interesante, porque si repasas las Escrituras, verás que Abraham tenía dos esposas, y problemas. Jacob tuvo dos esposas y problemas. David tuvo varias esposas y problemas. Salomón tuvo múltiples esposas y problemas.
Podemos ver que en ese tiempo Dios pasó por alto la poligamia debido al pecado, pero lo seguro es que en todas y cada una de las veces que ocurría poligamiahabía problemas, porque no es el diseño de Dios. Y aquí está el siguiente hecho: Una de las esposas tenía hijos, pero la otra no.
Me encanta la antropología de las Escrituras. Me fascina cómo podemos mirar atrás y descubrir cuán importantes y diferentes eran las cosas en ese entonces, y a las cuales hoy en día no les damos el mismo significado. Lo que sí sabemos es que había una gran tensión entre estas dos mujeres.
Muchos eruditos bíblicos piensan que quizás él se casó con Ana primero y como ella no le podía dar un heredero, entonces se casó con Penina, de quien las Escrituras más adelante nos dicen que tuvo varios hijos. Continuemos para ver qué sucede.
«Todos los años aquel hombre subía de su ciudad para adorar y ofrecer sacrificio al Señor de los ejércitos en Silo. Allí los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, eran sacerdotes del Señor.
Cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas; pero a Ana le daba una doble porción, pues él amaba a Ana, aunque el Señor no le había dado hijos» (vv. 3-5).
Ahora profundicemos en cada uno de estos pasajes. En primer lugar, es obvio que Elcana amaba a Ana. El pasaje dice que él le daba una doble porción. Esa era su carta de amor para ella. Eso afirma el valor que ella tenía en su vida, a pesar de no haber tenido hijos.
Y permítanme decirles que las costumbres de esos días era que él se podía deshacer de Ana porque ella no estaba engendrando el linaje. En esa época, el valor de la persona y lo que merecía, su lugar en la historia, estaba basado en la descendencia. Ana no había producido ninguna, pero Penina sí. Sin embargo, vemos en medio de todo esto que Elcana amaba a Ana. Él le daba doble porción.
¿Crees que eso hacía sentir bien a Penina? No lo creo, y pienso que las Escrituras nos hablan mucho sobre eso. Pero antes de continuar al próximo versículo, quiero regresar a lo que acabamos de leer. Dice: «Aunque el Señor no le había dado hijos». Bueno, tenemos un tema de soberanía aquí.
¿Quiere decir eso que Dios realmente podría hacer a alguien infértil? Por supuesto. ¿Y aun así eso podría ser parte de Su plan bueno y perfecto?
Ahora bien, esto va de la mano con algo que Nancy ha dicho anteriormente: «Él es Dios, nosotras no». ¿Y qué si en el plan perfecto de Dios nunca tendrás hijos? ¿Eso hace que sea Dios débil o insuficiente por el hecho de que no puedas tener hijos? ¿O Él sigue siendo el Señor soberano de todo, y parte de Su plan, donde tal vez no puedas ver el propósito o el resultado o la razón, es que Él ha cerrado tu vientre?
Vemos aquí que Él cerró la matriz de Ana, pero entonces (y me encanta cuando las Escrituras nos repiten algo, por si acaso no lo entendemos bien, así que mejor es que pongas atención la segunda vez), dice aquí: «aunqueÉl Señor no le había dado hijos» y luego «porque Él Señor no le había dado hijos» (vv. 5 y 6).
Antes de continuar, ¿entiendes lo que dicen las Escrituras? Pon atención a ese detalle: Dios, en Su soberanía, cerró su matriz.
¡Oh Dios, Tú eres Dios, y yo no!
¿Puedes aceptar Su voluntad para tu vida hoy y ahora, aun si eso no es lo que deseas? «Pero Dios, yo quiero casarme». ¿Y si Él dice que «No»?, «Dios, yo quiero hijos». Pero, ¿y si Dios dice «No»? «Dios, sana a mi esposo». ¿Y si Dios dice «No»?
¿Puedes aceptar Su voluntad para tu vida en estos momentos, aunque no sea lo que anheles?
¿Disminuiría Su amor por ti? ¿Te verías tentada a decir: «No puedo confiar en Ti»? ¿Por qué? ¿Por qué Dios no es el cajero automático de nuestras peticiones de oración? ¿Por qué no nos da lo que queremos? ¿Por qué en nuestra naturaleza jactanciosa podemos presumir de saber lo que es mejor para nosotras?
Si todo en nuestras vidas es filtrado a través del lente de Su amor, y es así siempre, ¿podemos confiar en Él? Creo que a menudo decimos con tanta facilidad «Dios, te amo», pero nos resistimos a decir: «Dios, también confío en Ti».
Continuemos leyendo este interesante melodrama, con la excepción de que no es un cuento falso, sino una historia muy real.
«…el Señor no le había dado hijos. Su rival, Penina, la provocaba amargamente para irritarla, porque el Señor no le había dado hijos. Esto sucedía año tras año» (vv. 5-6).
Amadas hermanas, Penina era más que un dolor de cabeza. Ella era realmente insoportable. Se pueden más o menos imaginar lo que Penina hacía para llevar a Ana al límite. Había una profunda animosidad entre ellas. Y eso pasaba año tras año, y Ana tenía que vivir con esta mujer bajo el mismo techo.
¿Cuál hubiese sido tu perspectiva? Si ese fuera el buen y perfecto plan de Dios para tu vida, y hubiese una persona absolutamente irritante y malvada, que sin importar qué, no puedas sacarla de tu vida, ¿dirías «Es un error»?, o dirías, «¡Señor!», como Nancy nos ha enseñado, «¿Qué sacará esto de mí?». Realmente esas no son mis lecciones preferidas.
«Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, Penina la provocaba, por lo que Ana lloraba y no comía» (v. 7).
Ahora bien, no creo que tengamos que ser psicólogas clínicas para darnos cuenta de que Ana estaba deprimida. ¿Alguna vez has estado tan deprimida que pensar en comer te da náuseas?
«Entonces Elcana su marido le dijo: “Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos?”» (v. 8). Esta pregunta es muy capciosa, porque, por un lado, él le decía: «Oh, sí, te amo», pero ella tenía conflictos en cuanto a sus anhelos.
Ana vivía en un hogar donde la maternidad daba seguridad. Era una afirmación, una razón para vivir en esa cultura en particular, y déjenme decirles, que además de no poder tener hijos, eso también era considerado una vergüenza.
Ana pensaba que su esterilidad era un castigo de Dios. Elizabeth (la madre de Juan el Bautista) conocía las miradas de reproches que ella recibía de las personas a su alrededor, y quizás pudo también haber pensado que hizo algo para provocar la ira de Dios.
En el evangelio de Lucas leemos que cuando Juan nació, ella supo que El Señor «había quitado su afrenta». Esto era más que un asunto de infertilidad. Esto era un asunto de validación, y ella no estaba siendo validada.
¿Entonces qué sucede? Bueno, él le hace esa pregunta y obviamente, no quiso decir exactamente diez hijos, era un eufemismo para hacer referencia a una familia grande; y él ya tenía una con Penina. «¿No significo yo más que una gran familia?», bueno, ustedes notaron la respuesta de Ana. No hubo respuesta; ella no dijo nada.
Versículo 9: «Pero Ana se levantó después de haber comido y bebido estando en Silo». ¡Amo las Escrituras porque son tan claras! Dice que: «Ana se levantó». ¿Por qué las Escrituras se toman el tiempo de mencionar esa postura? «Ana se levantó». ¿Puedo decirte lo que pienso? Esto puede ser extra bíblico, pero te lo comparto de hermana a hermana.
Creo que tuvo que ver con la idea de que cuando ella se puso de pie, en algún momento entre esas palabras y su accionar, ella pensó: «Ya es suficiente. Tengo que llegar a un punto en mi vida donde le entregue todo a Dios. Tengo que soltar. Así que iré al templo y pondré esto a los pies del Señor».
En mi opinión, en las Escrituras el hecho de ponerse de pie es un reflejo externo de la afirmación de: «Voy a estar de pie confiando en Ti». El ponerse ella de pie reflejaba la postura de su corazón, y hay evidencia de esto más adelante cuando veamos lo que sucedió exactamente. Por ahora vemos que Ana se puso de pie.
«…y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en la silla junto al poste de la puerta del templo del Señor, ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente» (vv. 9-10).
Detengámonos aquí un momento. Puede que estemos muchas mujeres hoy aquí, pero hay cierta intimidad entre nosotras, porque las mujeres hacen que las mujeres hablen, y nosotras nos entendemos cuando nos hablamos las unas a las otras. Puede que los hombres no puedan entender esto.
Las mujeres entendemos nuestro lenguaje, así que esto es lo que sé: sé que muchas en medio de la noche han mojado su almohada de lágrimas, o le han dicho adiós a alguien y entre llantos y sollozos han hundido su cara en las manos hasta quedarse sin aliento, o cuando la casa está vacía te arrodillas en la cocina y derramas tu corazón delante de Dios.
Cuando hablamos de amargura en el alma, sabes exactamente a lo que me refiero. «Oh Dios, no puedo, voy a soltar esto. Estoy al límite de mí misma. Si eres Dios, revélate a mí».
¿Y sabes lo que pienso? Que nuestro Abba ama esas oraciones, porque estamos en una posición en que solo podemos decir: «Papito, Papito, levántame con Tus brazos eternos de amor y envuélveme con un abrazo fuerte. Cálmame con Tu canto, escóndeme bajo la sombra de Tus alas, como dicen las Escrituras. Hazme saber que Tú estás ahí. Déjame sentarme en Tu regazo para ser arrullada y cuidada por Ti».
¡Sí! Él es un Rey magnífico, imponente y santo. Y la gran dicotomía de nuestra fe es que Él sigue siendo nuestro Padre.
Cuando vemos esa amargura del alma de Ana, estando en ese profundo clamor y lamento, las Escrituras dicen en el versículo 11 que: «entonces hizo voto…», y me voy a detener aquí. La Biblia nos habla mucho sobre los votos, así que no quieres tomar el voto a la ligera. Si haces un voto al Señor, lo mejor es que lo tomes en serio. «Que tu sí sea sí».
Cuando hacían votos en el Antiguo Testamento, colocaban sus manos entre los muslos. Así era cuando lo hacían con otro hombre. Cuando lo hacían entre dos personas, era como si sellaran un pacto entre una persona y otra. Y lo que me parece interesante es que Ana hace este voto. ¿Tú lo hubieras hecho?
Versículo 11: «Entonces hizo voto y dijo: “Oh SEÑOR de los ejércitos, si te dignas a mirar la aflicción de Tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de Tu sierva, sino que das un hijo a Tu sierva…”».
Amadas, ella pudo terminar la oración ahí. «Dame un hijo». Obviamente ese era su anhelo, pero no terminó la oración así. Ella sigue diciendo:
«Yo lo dedicaré al SEÑOR por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza» (v. 11).
Detengámonos un momento aquí, y permite que esto pase de tu mente a tu corazón. Lo único por lo que ella le ruega a Dios es por un hijo, más que cualquier otra cosa, más que por la amargura y la provocación que le causaba Penina, más que el vacío en su vientre, sabiendo que ha sido cerrado por Dios. «¡Oh, Dios, dame un hijo, dame un hijo!». Una súplica perfectamente lógica dada sus circunstancias, razonable y entendible, pero acompañada de: «Te lo devolveré a Ti; Te lo voy a dedicar a Ti».
¿Podrías haber orado de esa manera? ¿Podrías decir: «Dios, si Tú me das lo único que más quiero en este planeta, yo te lo devolvería y lo dedicaría a Ti»? ¿Qué fue lo que llevó a Ana a decir eso? El hecho de que ella estaba centrada en Dios.
Nancy: Hemos estado escuchando a Janet Parshall quien nos ha retado a vivir vidas centradas en Dios. Janet dio este mensaje en True Woman’08. Asegúrate de estar con nosotras mañana para escuchar la conclusión de este poderoso mensaje, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
El llamado a ser madre va mucho más allá de tener hijos biológicos. Tú puedes orar con un corazón de madre, un corazón maternal, sin importar en qué etapa de la vida estés.
Janet: Ya seas madre biológica o no, todas de una manera u otra, somos madres espirituales para alguien. Podemos ser mujeres que oran, ya seamos solteras o casadas, con hijos o sin hijos.
Dios nos ha puesto en esta posición para ser mujeres verdaderas por medio de la oración. Y creo que solo cuando estemos finalmente en gloria podremos conocer a las personas por las que oramos tan intensamente.
La historia de Ana nos enseña exactamente lo que significa ser una verdadera mujer de Dios. Su vida estaba centrada en Él. Ella rindió sus planes y le dijo a Dios: «Señor, Tú estás a cargo, y no yo». Ella confió en Dios y dijo: «Dios, yo creo que Tú puedes responder mi oración. Estoy segura de que así será, así que iré a casa y comeré algo. Confío plenamente en Ti y creo en Ti». Y finalmente ella dijo: «Sí, Señor».
Esta historia, aunque es dura, es muy poderosa, porque la maternidad fue el fuego refinador que Dios usó. Cuando tenemos bebés, pensamos en las suaves mantas, los sonajeros y los juguetes de cuna. Pero la realidad es que cuando tienes un hijo, muchas veces ese es el fuego refinador diseñado por Dios para que te rindas a Él, para soltar, para confiar, y para que creas en que Él es Dios.
Débora: Janet Parshall continuará conversando con nosotras sobre la importancia de la oración a través del ejemplo de Ana. Te esperamos el día de mañana para un episodio más de Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a decir: «Sí, Señor. Hágase Tu voluntad», Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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