Día 346 | Hechos 20:4-38; 21-23
Pablo continúa su viaje misionero dirigido por el Espíritu Santo, acompañado de varios hombres que se iban sumando, incluyendo a Lucas, el autor de este libro. En todo lugar donde iba no solo evangelizaba, sino que animaba y exhortaba a los hermanos y a las iglesias establecidas. Hoy leemos acerca de su empeño en llegar hasta Jerusalén a pesar de las dificultades que vendrían, ya que quería entregar el dinero recolectado en las iglesias gentiles de Macedonia.
Algunos conceptos que hoy quiero resaltar son los siguientes:
Hambre de Dios
Me maravilla ver cómo estos hermanos se pasaban largas horas escuchando a Pablo enseñar y hablar hasta altas horas de la noche, al punto que uno se quedó dormido y se cayó por un tercer piso y se mató. Dios muestra Su poder y lo revive, ¡y ni siquiera un evento como este pudo «romper la taza» para …
Pablo continúa su viaje misionero dirigido por el Espíritu Santo, acompañado de varios hombres que se iban sumando, incluyendo a Lucas, el autor de este libro. En todo lugar donde iba no solo evangelizaba, sino que animaba y exhortaba a los hermanos y a las iglesias establecidas. Hoy leemos acerca de su empeño en llegar hasta Jerusalén a pesar de las dificultades que vendrían, ya que quería entregar el dinero recolectado en las iglesias gentiles de Macedonia.
Algunos conceptos que hoy quiero resaltar son los siguientes:
Hambre de Dios
Me maravilla ver cómo estos hermanos se pasaban largas horas escuchando a Pablo enseñar y hablar hasta altas horas de la noche, al punto que uno se quedó dormido y se cayó por un tercer piso y se mató. Dios muestra Su poder y lo revive, ¡y ni siquiera un evento como este pudo «romper la taza» para terminar la reunión, sino que el grupo siguió reunido conversando hasta el amanecer!
Al leer esto, pienso en nuestra cultura evangélica de hoy, sobre todo en los EE. UU. Estamos acostumbrados a «sermonettes» de 30 - 40 min y, si el pastor se prolonga, ¡nos enojamos porque se nos trastornan los planes! Oh, que Dios nos dé un hambre insaciable de hablar de Él y de Su Palabra y de regocijarnos con los testimonios de Su obrar, al punto de que no queramos terminar.
El amor entre los hermanos
Me cautiva ver el cuidado de Pablo por las iglesias y los hermanos, y el amor de ellos hacia él.
Cuando se despide de los ancianos de Éfeso en Mileto, podemos casi palpar el amor entre ellos. Igualmente ocurre cuando se despiden de los hermanos en Tiro. Fueron hasta la playa y ahí se arrodillaban, oraban y se abrazaban. La Escritura dice que todos lo acompañaron para despedirse: hombres, mujeres y niños. ¡Dios había derramado tanto amor entre ellos a través de Su Espíritu y eran personas que ellos recién conocían! Ya no eran griegos o judíos, ahora eran una sola familia y Dios había puesto un amor entrañable entre ellos; oraban unos por otros, se cuidaban y se animaban.
Leemos acerca de la hospitalidad de Felipe y su familia en Cesarea, y los judíos en Jerusalén, quienes con regocijo y amor les reciben y les aconsejan purificarse por amor a los hermanos creyentes judíos que se habían convertido, pero aún guardaban la ley. Esto mostraba amor hacia Pablo y hacia los hermanos judíos también.
El mundo, sus afanes y la cultura moderna ha apagado un poco ese amor genuino y ese cuidado entre los hermanos. El individualismo y las diversas «tribus» evangélicas han contribuido al distanciamiento y al enfriamiento del amor práctico.
Algunas cosas que podemos aprender del discurso de Pablo en Miletos
Este discurso de Pablo recoge muchas de las ideas que leemos en sus epístolas acerca de su ministerio y las responsabilidades pastorales.
- Servir al Señor y consagrar nuestras vidas a Él no evita que tengamos pruebas y lágrimas. Pablo sirvió al Señor con humildad y devoción, y aun así fue blanco de las intrigas de los judíos.
- Debemos enseñar y discipular a otros con todo el consejo de Dios en todo tiempo. Pablo enseñaba tanto públicamente como de casa en casa, tanto a judíos como a griegos, sobre el arrepentimiento y la gracia que tenemos en Cristo. Por esto pudo tener la conciencia tranquila y saber que era inocente de la sangre de todos.
- Debemos obedecer la guianza del Espíritu Santo sin importar las consecuencias. Pablo fue alertado por el Espíritu directamente y a través de otros (Agabo entre ellos) sobre las cadenas que le vendrían, pero, al igual que Cristo, «quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza» (Heb. 12:2), él estaba determinado a hacer la voluntad de Dios; afirmó su rostro para continuar el camino que se había propuesto (ver Lucas 9:51).
- Cumplir con la misión que Dios nos ha encomendado debe ser más valioso que la vida misma, como bien nos enseñó Jesús: «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de Mí y del evangelio, la salvará» (Mc. 8:35).
- Los pastores deben estar alertas y cuidar de su congregación porque hay lobos feroces, aun en medio de la iglesia.
- Pablo encomendó a los discípulos a Dios y a Su Palabra, confiando en que la Palabra era suficiente para edificarlos y santificarlos. Ya él no los volvería a ver, pero confiaba que Su Palabra sería suficiente. Cuando discipulamos a alguien es importante saber y recordar que nuestros discípulos tienen un mejor maestro, Jesús, aplicando la Palabra a través del Espíritu Santo.
- Pablo no codició las riquezas de este mundo; él simplemente se ganaba la vida trabajando para poder suplir sus necesidades y las de sus colaboradores. Lo hizo así para no ser tropiezo para el mensaje. Y aparte de cubrir sus necesidades, también ayudaba a los más pobres. Este es un llamado para todo creyente:
«Pero en cuanto al amor fraternal, no tienen necesidad de que nadie les escriba, porque ustedes mismos han sido enseñados por Dios a amarse unos a otros. Porque en verdad lo practican con todos los hermanos que están en toda Macedonia. Pero les instamos, hermanos, a que abunden en ello más y más, y a que tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado…» (1 Tes. 4:9-11).
«El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad»(Ef. 4:28).
Y entre otros conceptos que aprendimos hoy vemos que la voluntad de Dios siempre será el lugar correcto… aunque sea doloroso.
Pablo sabía que le esperaban circunstancias difíciles en Jerusalén, pero él estaba convencido de que Dios lo quería allí. Personas que lo amaban y querían lo mejor para él se quisieron interponer en su camino para «salvarlo» (el profeta Agabo, y otros hermanos), al punto de llorar al ver el destino que le esperaba. Pablo no se dejó persuadir.
Es humano no querer que las personas a quienes amamos sufran, y vamos a querer librarlas de los peligros y de las circunstancias difíciles. Pero cuando los hijos de Dios están en comunión íntima con Dios a través de la Palabra y la oración, y están dispuestos a vivir una vida consagrada, de autonegación, ellos sabrán qué es lo que Dios quiere para ellos, y aunque sea doloroso, estarán dispuestos y gozosos a enfrentarlo para la gloria de Dios.
Cuando Cristo compartió con sus discípulos los sufrimientos que le esperaban, Pedro quería evitarlo, ante esto Cristo le respondió: «¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mt. 16:23).
No nos dejemos usar por Satanás al querer librar a una persona amada de los planes que Dios tiene para él o ella. Los caminos y planes de Dios siempre son los mejores, aun si están pavimentados de sufrimiento.
La atadura de las tradiciones
Pablo había observado la recomendación de los ancianos que le aconsejaron purificarse en el templo por amor a los judíos creyentes, para que ellos vieran que Pablo guardaba la ley también. Se esforzaron en apaciguar a los judíos y desmentir sus murmuraciones acerca del ministerio de Pablo, quien en ningún modo mandaba a los judíos a abandonar sus prácticas.
Sin embargo, a veces nuestras buenas intenciones no son suficientes. Los judíos celosos de la ley, quienes ya se habían hecho una idea de Pablo y tenían sus corazones contra él, alborotaron a toda la ciudad acusándolo injustamente de dejar entrar griegos al templo, y todos querían matarlo. Pero Dios estaba aún en control, y todo esto fue el inicio de su camino hacia Roma, cumpliendo los propósitos de Dios con su vida.
Muchas veces las tradiciones y creencias están tan arraigadas en nosotros que no somos capaces de aceptar algo nuevo que las vuelva inútiles o innecesarias. Nos atemoriza la idea de dejar ir lo que antes creíamos, sobre todo si nuestra mente no ha sido iluminada totalmente aún por la nueva verdad que reemplaza la anterior. En nuestra humanidad, esto provoca resistencia, y estos judíos celosos de la ley estaban dispuestos a matar a Pablo por ello.
En el capítulo 22 vemos que Pablo comienza su defensa ante los judíos de Jerusalén, captando su atención cuando les habla en su propio idioma, identificándose con ellos de esta forma.
El lugar donde nacemos, nuestras experiencias pasadas, nuestras circunstancias presentes, nuestra preparación y talentos, todo, sirve los planes y propósitos de Dios con nuestra vida.
Pablo hablaba griego y hebreo y tenía la preparación necesaria para saber hablar y argumentar tanto con judíos como con gentiles. Él era un hombre muy preparado, educado y culto; ciudadano romano de nacimiento. Había sido educado bajo Gamaliel, un famoso maestro judío, y conocía bien cómo ellos pensaban; incluso antes había sido perseguidor de los cristianos. Dios usó todo esto para beneficio de Pablo y para avanzar Su causa por medio de la vida de su siervo.
Dios no desperdicia nada en nuestras vidas. Todo, aun nuestro pasado doloroso o turbio, puede ser usado para Su gloria, para el avance de Su reino.
«No hay peor ciego que el que no quiere ver».
Es un dicho popular, pero que es muy real en la lectura de hoy. Pablo inicia su defensa dando testimonio de su conversión para que los judíos vieran que todo lo que estaba aconteciendo era obra de Dios, pero tuvo que interrumpir la historia y detenerse abruptamente cuando llegó a la parte de que Dios le había enviado a los gentiles. Ellos no podían aceptar que esto fuera obra de Dios; para ellos esto era blasfemia.
No podían percibir ni reconocer que Dios estaba haciendo algo nuevo.
Se enfurecen tanto contra Pablo que hasta ayunan de comida y bebida y traman un plan para matarlo. ¡Estaban preparados para caer bajo maldición de Dios si no asesinaban a Pablo!
Pero Dios libra a Su siervo porque Sus planes no pueden ser frustrados.
«Ningún arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se alce contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos del Señor, y su justificación procede de Mí, declara el Señor» (Is. 54:17).
«Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Ro. 8:31).
Dios cumple Sus propósitos en la vida de Sus siervos
Dios tenía un plan con la vida de Pablo, y por esto lo defendió de manera providencial de todas estas conspiraciones en su contra (protegiéndolo a través de su ciudadanía romana, alertando al comandante de los planes malévolos de los judíos, etc.). Él debía llegar a Roma y Dios orquestó todo soberanamente para que esto ocurriera.
Pablo siempre quiso ir a Roma, pero creo que no se imaginaba la forma en cómo Dios lo llevaría. Pablo se vio entre los romanos que lo querían azotar y encarcelar y los judíos que pretendían matarlo. Veremos que Dios eventualmente lo lleva a Roma, pero comienza por llevarlo a Cesárea ante Félix, el gobernador de Judea, ¡acompañado de 200 soldados romanos con setenta jinetes y 200 lanceros!
«Porque mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni sus caminos son Mis caminos, declara el Señor.Porque como los cielos son más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más que sus pensamientos» (Is. 55:8-9).
Muchas veces tenemos planes que queremos ver cumplidos en nuestras vidas, pero tenemos que recordarnos que Dios es quien está en control de cada detalle. Él decide si esos planes van a llevarse a cabo, cómo y cuándo. Nosotros simplemente obedecemos.
El mejor lugar para estar siempre será en la perfecta voluntad de Dios. Allí donde estás hoy, en medio de esas precisas circunstancias, es donde Dios quiere que estés. Esa es Su voluntad para ti. Confía y obedece.
El Señor alienta a Sus siervos en sus encomiendas
¡Pablo tenía el mejor abogado de todos! Hoy leemos que el mismo Señor consoló a Pablo y lo alentaba en medio de estas situaciones difíciles por las que atravesaba. Le recordaba que él debía testificar, que estaba en el centro de Su voluntad y que Él lo llevaría a Roma.
Yo puedo testificar de múltiples veces cuando una persona o un texto bíblico ha traído a mi alma exactamente lo que necesitaba escuchar para seguir adelante o para dirigirme en el camino. Dios es real y siempre está a nuestro lado para fortalecernos, consolarnos y guiarnos.
Para meditar:
- ¿De qué formas prácticas podemos emular las demostraciones de amor que vimos en la lectura de hoy con los hermanos y hermanas de nuestra iglesia?
- ¿Te has visto alguna vez en un lugar similar al de Pablo donde todos piensan mal acerca de ti injustamente? ¿Te has visto en la posición de los judíos, negada a aceptar una nueva enseñanza que amenaza tus creencias y tradiciones de toda la vida? En cualquiera de estos casos, ¿cómo has respondido?
- ¿Qué talentos, dones, preparación te ha dado Dios que puedas usar para servirle?
- ¿Qué experiencias o que circunstancias pasadas o presentes en tu vida pueden ser usadas por Dios para alcanzar a otros con el evangelio?
- ¿Has sido objeto de injusticias como Pablo o como los judíos te has empecinado en una opinión que no te deja entender o aceptar algo que Dios está haciendo en tu vida o en la vida de otros?
- ¿Estás pasando por una situación difícil? ¿Cómo te ha consolado Dios a través de otras personas o a través de Sus providencias o a través de Su Palabra? Alaba a Dios por Su fidelidad.
«Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios». -Hechos 20:24
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