Día 256 | Oseas 5 – 9
Continuamos en nuestra lectura del libro de Oseas, recordando que el mensaje para el pueblo es un llamado a volverse al Señor; sin embargo, esta es una sección triste donde se enumeran los pecados de Israel y el juicio que vendrá sobre ellos. Se condena a los sacerdotes y líderes de Israel que condujeron al pueblo a la idolatría mediante su mismo ejemplo. El pueblo de Dios caía de pecado en pecado y no se arrepentía; la infidelidad de Israel a su Dios era igual que la de una mujer adúltera, venida a prostitución, que se aleja de su esposo.
Los pecados de Israel son denunciados y enumerados: apostasía, fornicación, soberbia e idolatría fueron algunos de ellos, pero ¿por qué pecaron así contra Dios? Fue su ignorancia, su falta de conocimiento de Dios y su arrogancia, lo que los llevó a alejarse de su Dios.
El que Israel …
Continuamos en nuestra lectura del libro de Oseas, recordando que el mensaje para el pueblo es un llamado a volverse al Señor; sin embargo, esta es una sección triste donde se enumeran los pecados de Israel y el juicio que vendrá sobre ellos. Se condena a los sacerdotes y líderes de Israel que condujeron al pueblo a la idolatría mediante su mismo ejemplo. El pueblo de Dios caía de pecado en pecado y no se arrepentía; la infidelidad de Israel a su Dios era igual que la de una mujer adúltera, venida a prostitución, que se aleja de su esposo.
Los pecados de Israel son denunciados y enumerados: apostasía, fornicación, soberbia e idolatría fueron algunos de ellos, pero ¿por qué pecaron así contra Dios? Fue su ignorancia, su falta de conocimiento de Dios y su arrogancia, lo que los llevó a alejarse de su Dios.
El que Israel se alejara enojó a Dios, y ellos pagarían las consecuencias. Israel enfrentaría el juicio de Dios por haber cedido a la idolatría. El Señor es un Dios celoso y lo podemos constatar a través de diversos pasajes como Éxodo 20:5, 34:14, Deuteronomio 4:24; 32:16, Josué 24:19, entre otros. En todas estas ocasiones fue dicho al pueblo: «Dios es un Dios celoso», pero ellos no lo entendieron, así que se entregaron a sus ídolos y al deseo de tener algo que adorar… es como si nunca lo conocieron.
Podemos detenernos por un momento y pensar:
- ¿Es mi conocimiento de Dios suficiente para aferrarme a Él?
- Señor, ¿te conozco de manera que pueda amarte y arrancar los ídolos de mi corazón?
- Señor, ¿mi corazón realmente te anhela?
- ¿De verdad está mi alma sedienta por ti?
La Biblia dice: «Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes». –Salmo 139:23
Este pueblo hacía sacrificios y ofrendas, pero no amaba a Dios. Así como dice Isaías 29:13: «…este pueblo se acerca a Mí con sus palabras, y me honra con sus labios, pero aleja de Mí su corazón, y su veneración hacia Mí es solo una tradición aprendida de memoria».
Sus ofrendas al Señor tenían únicamente el propósito de pedir Su favor, no mostraban arrepentimiento genuino, eran superficiales. Querían sanidad y solo salir de sus circunstancias: «Nos sanará, nos vendará las heridas» (Os. 6:1), pero no deseaban ser purificados de pecado, que es lo que sanidad significa (ver Isaías 53:5). Buscaban ser felices, bendecidos, ¡pero no santificados! Veían en Dios solamente un paliativo, un salvavidas, no lo honraban como el Dios santo que es, por lo que no se presentaban con un corazón quebrantado.
Querían que todo fuera rápido; decían: «Nos dará vida en dos días» como aquellos falsos profetas que ofrecen remedios rápidos, que quieren tratar un cáncer con pomada para rozaduras, sin saber que la verdadera solución es un proceso que requiere de tiempo. Este pueblo solo quería un «cajero automático», donde yo te pido, tú me das; yo te ofrezco sacrificio y, a cambio, tú perdonas. Israel se olvidó de que el Señor les deseaba a ellos, les amaba; olvidaron que lo que Dios deseaba era una relación con Su pueblo, como la de un esposo con su amada.
El Señor se alejaría y esperaría a que ellos le buscaran de todo corazón, pero no lo hicieron. Aunque pareciera que Israel hacía una sincera declaración de volverse a Dios, no lo era, su aflicción continuaba sin tener en el fondo un sincero arrepentimiento.
El pueblo de Israel, al verse perseguido, pidió ayuda al Señor, suplicaron diciendo: «Tú eres nuestro Dios»; pero era demasiado tarde, ellos habían rechazado lo bueno, habían nombrado reyes sin consentimiento de Dios, y por su propia idolatría sufrirán la destrucción. Sus ídolos nada podían hacer por ellos. Por seguir, esos ídolos, habían olvidado al Creador y puesto su confianza en grandes palacios y ciudades fortificadas, las cuales Dios destruiría.
Así como este pueblo, nosotras podemos caer en idolatría, arrogancia e ignorancia. Quizá no idolatramos una figura de madera, pero cuando prestamos demasiado oído o vista a algo que nos parece atractivo, comenzamos cediendo nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro corazón a ello, sin imaginar ni considerar que nos apartará de Dios.
Israel sufriría las consecuencias, serían llevados cautivos, y no pasaría, hasta que reconocieran su culpa y buscaran a Dios de todo corazón.
Al leer acerca del comportamiento de Israel, quiero revisar mi propia condición del corazón, preguntándome:
- ¿Cuáles son esas cosas en las que hoy estás confiando, a las que le estás dando tu atención, tu tiempo y tu corazón?
- ¿Cuáles son aquellas cosas en las que, en lugar de confiar y buscar a Dios, confías en ti misma y corres a otros lugares?
- ¿Cómo es tu devoción a Dios? ¿Es genuina, profunda, seria, confiable?
- ¿Lo ves como tu mejor porción o lo tratas como un cajero automático?
- ¿Es el Señor suficiente para tí?
Al igual que con Israel, Dios quiere ser tu Dios. Desea que le conozcas a través de Cristo, que mantengas una relación íntima con Él, en la que llegues a conocerlo de tal manera que alegremente te rindas en todo a Él. ¡Reconoce a Dios como tu Salvador y Señor en todo!
Dios no busca una adoración ciega o egoísta, Él desea y merece nuestra adoración por quién es Él, porque lo conocemos en verdad.
Mi oración hoy es:
Señor, déjame conocerte de tal modo que mi reverencia y amor a Ti sean escudo ante cualquier ídolo que quiera levantarse en mi corazón. Que en mi insatisfacción, recuerde que solo Tú puedes satisfacer mi alma. Mi Dios es suficiente.
¿Qué descripciones de Dios y el hombre llamaron tu atención?
¿Ves alguna imagen o enseñanza que te recuerde a Cristo?
¿Cómo aplicarás las enseñanzas a tu corazón?
¿Qué pasaje de la lectura de hoy usó el Señor, que fue de ánimo para ti? ¡Déjalo en los comentarios, para que sea de ánimo a otra mujer!
«Vengan, volvamos al Señor. Pues Él nos ha desgarrado, pero nos sanará; nos ha herido, pero nos vendará». -Oseas 6:1
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