Día 265 | Habacuc
El libro de Habacuc podría resumirlo, a mi entender, como: «La lucha de un verdadero creyente por mantener firme su fe frente a las muchas dudas que se levantan en su alma cuando se ve rodeado de desesperanza».
El nombre Habacuc, en hebreo, es «Habaqquq» o «Habaq» significa abrazo, abrazar, ceñir o luchar. A este fiel profeta lo vemos luchar con sus dudas, las cuales presenta con toda honestidad ante Dios, para entonces, luego de recibir Su respuesta, abrazar o ceñirse por fe al carácter, al obrar y al disponer de ese Dios soberano. Quien, aunque muchas veces parece distante e indiferente, está más cercano de lo que creemos, manteniendo el control de todo cuanto sucede en este mundo y en nuestras vidas.
Su discurso va dirigido a Judá acerca de Babilonia, pero es pertinente para todo el pueblo …
El libro de Habacuc podría resumirlo, a mi entender, como: «La lucha de un verdadero creyente por mantener firme su fe frente a las muchas dudas que se levantan en su alma cuando se ve rodeado de desesperanza».
El nombre Habacuc, en hebreo, es «Habaqquq» o «Habaq» significa abrazo, abrazar, ceñir o luchar. A este fiel profeta lo vemos luchar con sus dudas, las cuales presenta con toda honestidad ante Dios, para entonces, luego de recibir Su respuesta, abrazar o ceñirse por fe al carácter, al obrar y al disponer de ese Dios soberano. Quien, aunque muchas veces parece distante e indiferente, está más cercano de lo que creemos, manteniendo el control de todo cuanto sucede en este mundo y en nuestras vidas.
Su discurso va dirigido a Judá acerca de Babilonia, pero es pertinente para todo el pueblo de Dios en toda época. Todo ser humano siempre se ha preguntado el porqué, el cómo y el cuándo de nuestra existencia. Queremos respuestas a nuestras interrogantes y, sobre todo, queremos saber: ¿por qué Dios permite el mal en el mundo? ¿Por qué los injustos prevalecen y los justos sufren?
Como creyentes sabemos que la respuesta se encuentra en Génesis 3, cuando, a causa de la caída de Adán, entró el pecado con todas sus nefastas consecuencias.
En el primer capítulo, en los versículos 1-4, vemos a Habacuc abrumado y cargado por lo que sucede a su alrededor: violencia, iniquidad, destrucción, pleito y contienda, lo cual llevó a la nación que ya estaba en completa anarquía, a lo que nos describe el v. 4: «Por eso no se cumple la ley y nunca prevalece la justicia. Porque el impío asedia al justo; por eso sale pervertida la justicia».
¿Qué hace cuando ve todo esto? Volverse a Dios y preguntar: «¿Hasta cuándo, oh Señor, pediré ayuda, y no escucharás…?».
En los versículos 5 al 9, Dios le da Su respuesta: Él levantaría a los caldeos, nación cruel, presurosa, formidable y terrible, porque de ella procede su justicia y dignidad; con un ejército numeroso y diestro, el cual pasaría como un huracán, llevándose cautiva a Judá.
Además de esto, Egipto, que durante siglos fue una potencia, sería destruida, y Asiria desolada, de forma tal que nadie recordaría dónde estaba ubicada. Aunque Habacuc no lo supiera, Dios estaba actuando, y de una manera asombrosa.
Al oír esto, el profeta queda sorprendido. ¿Cómo un Dios «limpio de ojos para ver el mal» permitiría que una nación impía y cruel fuera instrumento de castigo para su pueblo? ¡Uf! Ahora las cosas parecieran ser más complejas e incomprensibles. Habacuc se pone en guardia y en vela para ver qué le contestaría Dios ante tan desoladoras noticias.
De nuevo, Dios, con toda Su paciencia, le responde en visión con una respuesta esperanzadora: «Porque es aún visión para el tiempo señalado; Se apresura hacia el fin y no defraudará. Aunque tarde, espérala; porque ciertamente vendrá, no tardará. Así es el orgulloso: En él, su alma no es recta, más el justo por su fe vivirá».
Es como si Dios le dijese: «Habacuc, ten paciencia y confía, lo que Yo digo siempre se cumplirá, solo que a mi tiempo y a mi modo. Yo sé cómo son los caldeos, no son rectos y son muy orgullosos; pero tú, que eres justo, cree lo que te digo. La vida hay que vivirla por la fe».
La palabra «vivirá» significa: existir, preservar, florecer, disfrutar de la vida, vivir felizmente, respirar, estar animado, recuperar la salud, vivir ininterrumpidamente.El que es justo por su fidelidad, firmeza, consistencia, creencia y solidez en el Dios que cree... podrá experimentar todo lo implicado en esta palabra, aun en medio de situaciones difíciles y adversas, como lo atestigua el profeta, y como lo atestiguaron muchos santos del pasado y del presente.
Cabe destacar que este es uno de los pasajes que dio lugar a la reforma protestante, la cual proclamaba que la salvación viene por la fe en Jesucristo, no por las «buenas obras» que el ser humano haga.
Ahora bien, y ¿qué es la fe? «Es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (He. 11:1). Certeza, garantía y convicción, ¿en qué? Como vimos anteriormente, es creer en el carácter de Dios, pues Él es quien dice ser. Es creer en Sus promesas, las cuales nunca han fallado.
«…y ustedes saben con todo su corazón y con toda su alma que ninguna de las buenas palabras que el Señor su Dios habló acerca de ustedes ha faltado. Todas les han sido cumplidas, ninguna de ellas ha faltado». –Josué 23:14
«Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén». –2 Corintios 1:20a, RV60
¿Crees estas cosas? Entonces tienes verdadera fe.
Los versículos 5 al 20 nos describen las cualidades de los babilonios que los llevarían a su destrucción final. Seis veces aparece la palabra «¡ay!», la cual es una interjección que en este caso indica temor. Aquel que llenará la tierra del conocimiento de Su gloria, quien está sentado en Su santo templo y ante quien toda la tierra debe callar, ha emitido Su juicio.
¿Cuál fue la respuesta del profeta ante tales realidades? Entonar un cántico de adoración en forma de oración lleno de emoción y con la seguridad de la victoria. Aunque al oír la Palabra del Señor temió, de inmediato pide a Dios: «Aviva, oh Señor, Tu obra en medio de los años, en la ira acuérdate de tener compasión».
Por igual, sus entrañas se conmovieron, sus labios temblaron, pudrición entró en sus huesos y se estremeció; por tanto, hizo lo único que se puede hacer ante una angustia como la que vendría: estar quieto esperando el actuar de Dios.
Los versículos 3 al 15 nos describen juicios de Dios hechos en el pasado, los cuales garantizan esperanza para lo que deparará el futuro.
En los versículos 17 al 19 vemos una fe llena de esperanza en medio de una situación desesperanzadora. Cuando los babilonios llegaran, todo lo necesario para la existencia sería desolado; pero Habacuc toma una decisión: «Me regocijaré en el Dios de mi salvación».
El verbo «gozarse» significa: regocijarse, estar feliz o alegre. Conlleva la idea de danzar o saltar de gozo. ¿En qué pudo gozarse el profeta en medio de tanta calamidad? En su comunión con Dios, confiando en que pasara lo que pasara, sería su fortaleza; haría sus pies como los de las ciervas, las cuales pueden andar por las alturas sin temor a caerse.
La fe de Habacuc pudo escalar bien alto porque le habló a su alma. Miraría las cosas a través de los ojos de su Señor, y, por lo tanto, vislumbraría un glorioso y victorioso final.
¡Oh que el Señor nos permita elevarnos a las alturas, porque verdaderamente para el íntegro, para el justo y para el que espera en el Señor, hay un final dichoso! Como dice Salmos 37:34, 37. ¡Amén!
¿Y tú? ¿Te entristece ver que la justicia sale torcida a causa del pecado?
¿Ves alguna ilustración que te muestre tu necesidad de Cristo?
¿Llevas tus quejas al Señor y en quietud esperas Su respuesta, aunque esta tome tiempo?
¿Cómo hablan a tu vida hoy estas verdades? ¿Vives día a día por la fe? ¿Floreces y te animas por medio de ella?
Puedes gozarte aun cuando las cosas se ven difíciles, porque tu mayor tesoro es tu relación con Dios.
«El Señor Dios es mi fortaleza; Él ha hecho mis pies como los de las ciervas, y por las alturas me hace caminar». -Habacuc 3:19
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