El matrimonio y la maternidad son llamados hermosos

Génesis 2 nos relata uno de los encuentros más memorables de la historia: la unión del primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva, ambos creados por Dios iguales en la semejanza del Señor pero con roles diferentes. Esta semejanza revela lo especiales que somos para nuestro creador.

Haz una pausa para leerlo. Pide a Dios que te dé una perspectiva clara y saturada de su verdad.

¿Ya lo leíste? Sigamos entonces…

Vemos aquí dos seres iguales pero distintos, un hombre creado para liderar y la mujer formada de una costilla del hombre para ser su ayuda idónea. Luego de la caída del hombre, década tras década, el tema de ayuda idónea ha sido objeto de debate, dando lugar incluso a teorias y filosofias como el feminismo y el machismo. El plan de Dios desde el principio, masculinidad y feminidad bíblica, ha sido dañado por el pecado.

Esta es la razón por la que las jóvenes cristianas de hoy muchas veces no conocen el diseño de Dios, o lo rechazan.

Hace unas semanas atrás, sostuve una conversación con una bella joven creyente, a quien llamaré Ximena. En un encuentro anterior, ella, muy entusiasmada, me comentó el deseo de su corazón de casarse, de amar a su esposo, de cuidar de sus hijos y de servir como ama de casa en su futuro hogar. Tiempo después, nos volvimos a ver y tocamos el mismo tema, pero su respuesta hacia el futuro en esta ocasión fue totalmente diferente.

—¿Ximena, qué te hizo cambiar de opinión al respecto de ser ayuda a tu esposo y tu futuro hogar? —le pregunté.

—Bueno, pensándolo bien, sería un desperdicio que después de tanto tiempo estudiando una carrera, deje todo para “someterme” a un esposo, cambiar pañales y lavar platos, —me respondió.

Quedé sorprendida en ese momento. Pensé: ¿Cómo podría animarla a ver esas labores como esposa y madre como algo hermoso? ¿Qué o quién la motivó a cambiar de idea?

Si eres una Ximena, quiero compartirte cómo Dios me ayudó a encontrar contentamiento y aceptación del llamado que me ha dado como esposa y madre.

Mi testimonio

Al final de mis estudios universitarios, conocí a mi esposo quien cumplía el 90% de mi lista de requisitos. Yo estaba feliz y enamorada (¡aún lo estoy!). Durante nuestro noviazgo, tomamos decisiones para nuestro futuro. Una de ellas fue obedecer el plan de Dios destinado para él como cabeza del hogar y para mí como ayuda idónea.

Nos casamos, y tres años después, llegó nuestra primogénita. Dí un salto de obediencia (por el llamado de mi esposo), dejando mi “próspero trabajo y estatus” para ser esposa y madre a tiempo completo. Luego de esa decisión, las cosas no marchaban de la mejor manera. Los primeros años fueron difíciles para mí, pues resistía el liderazgo de mi esposo, cuestionando sus decisiones. Me imponía, queriendo que las cosas se hicieran a mi manera. Me sentía cansada; nada me motivaba. Debo confesar que en ocasiones no queria ni estar cerca de mi hija.

Dudas y preguntas invadían mi mente: “¿alcanzará el dinero ahora que no estoy trabajando?, ¿acaso dejé mi trabajo para estar limpiando y cocinando? Mi esposo es menos capaz que yo. Tendré que hacerlo por mi cuenta”.

Poco a poco nuestro hogar se convirtió en un campo minado de discusiones, mal humor, falta de respeto, y mentiras. Comencé a poner mi vista en las cosas de afuera, en lo que el mundo aplaude, y cómo da “prestigio” a la mujer.

Dios usó estas circunstancias para revelar el interior de mi corazón. Allí encontré orgullo, soberbia, falta de sumisión, rebeldía e inconformidad. El Espíritu Santo de Dios me contristó y me mostró mi pecado. Arrepentida por mi pecado hacia Dios, me fue necesario reeducar mi mente con una cosmovisión bíblica sobre la feminidad. Dios proveyó de mujeres piadosas quienes me sirvieron con su testimonio y me hablaron la verdad. Al creerla, pude desprenderme de mis ideas y quitarme la etiqueta que el mundo me ponía. Comencé a vivir por lo que fui creada, ser ayudadora.

Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia. 1 Pedro 1:14

El diseño de Dios, ayuda idónea

Como mencionamos al principio, el plan de Dios para nosotras no es lo que la cultura nos grita que es. No tiene que ver con esclavitud. “Ayuda idónea” es la pieza que le faltaba a mi rompecabezas. Es ser un complemento.

Dios te formó con capacidades únicas y especiales, como ayuda. Esto conlleva animar, estimular, servir, corregir en amor, proteger, orar por quienes Dios ha puesto en tu camino, y dar vida.

Leyendo este post, podrías pensar que tu diseño solo aplicará cuando llegues al matrimonio, pero no es así. Joven verdadera, estas cualidades pueden ser puestas en práctica en cualquier etapa de tu vida. Ahora mismo, tú puedes ser de ayuda para tu familia, hermanos en la fe, tu comunidad y tu iglesia. Puedes estimular el liderazgo masculino de los hombres piadosos que te rodean y puedes ser ejemplo de pureza para los no creyentes.

Hemos sido llamadas para ser ayuda. Obedece en amor.

No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. 3 Juan 1:4

Hoy doy gracias a Dios por quitar la venda de mis ojos, por guiarme por su Espíritu Santo a ver la belleza del llamado de Dios para mí.

Oro por ti, si eres una Ximena a la cual se le ha hecho ver el matrimonio y la maternidad como algo hermoso, te animo a no ceder a las mentiras de la cultura y del mundo, y que recibas con gozo el hermoso llamado de Dios para ti.

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Sobre el autor

Yanoret Genao

Yanoret Genao

Hija redimida, sierva por amor. Esposa y madre de tres tesoros hermosos. Con una pasión por enseñar y guiar a las adolescentes y jóvenes a atender el llamado de Dios para el cual fueron creadas.

¡Hey chicas! Nos encanta escuchar de ustedes, pero nos sentimos limitadas por las formas en que podemos ayudarlas.

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