Esta esperanza no puede ser destruida

Escrito por Liza Proch

Es la mitad del día, pero el sol no se ve por ninguna parte. La atmósfera se siente extraña, antinatural, pero ese doloroso vacío es aún más preocupante. Una pérdida tan profunda que cada aliento se siente cargado de desesperación.

Tenías tanta esperanza.

Y ahora estás parada en una colina fuera de tu ciudad, con todas tus esperanzas frente a ti… muriendo. Clavadas a madero, torturadas, y sangrando.

Habías esperado durante treinta y tres años, y ahora aquí estás, de pie junto a otras dos mujeres en completo shock y horror. Todas tus esperanzas para el futuro, tus expectativas de lo que vendría, estaban muriendo con tu hijo mayor, Jesús.

¿Estaba Dios mintiendo?

La Navidad pasó hace meses, y tu escena de natividad probablemente está guardada en su caja. Las canciones sobre María, José y el niño Jesús acostado en un pesebre han dejado de escucharse en la radio, y el nuevo año ya casi va por la mitad. Pero, ¿alguna vez has mirado más allá de la historia del nacimiento de Jesús? o ¿has considerado cómo la esperanza de la llegada del Salvador podría haberse sentido robada cuando Él estaba muriendo en la cruz?

Recientemente, cuando estaba sentada en una pequeña cafetería cerca de mi ciudad natal, me di cuenta de algo: María no solo tuvo que confiar en Dios en el nacimiento de Cristo; ella tuvo que confiar mucho más allá de esos nueve meses.

Veamos un breve resumen de lo que Dios le dijo a María antes de que Jesús naciera en Lucas 1:

  • Ella había hallado gracia delante de Dios (v. 30).
  • Ella daría a luz al Hijo de Dios (vv. 31–32).
  • Dios le daría a Él el trono del rey David (v. 32).
  • Su reino nunca terminará (v. 33).

Probablemente, María estaba conmocionada, sorprendida y asustada a la vez. Pero ella creyó. Ella le dijo «sí» a Dios incluso cuando no sabía lo que su obediencia conllevaría. (Lucas 1:38).

Ahora volvamos nuestra mirada a la crucifixión, la muerte de Jesús en la cruz. Han pasado treinta y tres años desde su nacimiento, desde que se le dijo a María que el reino de su hijo no tendría fin. Pero ahora Él está muriendo en la cruz en manos de soldados romanos y líderes religiosos judíos. Ella debió haberse preguntado, «¿escuché mal al ángel?»

¿Estaba mintiendo Dios cuando le hizo esas promesas a María? ¿Se equivocó? Lejos del final feliz que se esperaba, este «desenlace» fue una pesadilla inimaginable.

  • Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos y no se defendió (Mat. 26:47–56).
  • Se suponía que debía gobernar el reino, sin embargo estaba muriendo la horrible muerte de un criminal (Mat. 27:24–26).
  • ¿Cómo podrían los romanos y una multitud enojada matar al Hijo de Dios? ¿No era él más fuerte que todos ellos? (Mat. 27:32–44)

Podría parecer que todo lo que Dios había prometido estaba siendo pisoteado por la maldad humana.

María conocía las Escrituras; quizás ella estaba familiarizada con la profecía del Antiguo Testamento sobre la muerte del Mesías. Seguramente había escuchado las palabras de Jesús sobre su muerte y resurrección tres días después. Pero incluso con esas promesas, el resultado habría sido sombrío cuando María vio el cuerpo sin vida de Jesús sobre la cruz.

¿Fueron falsas las promesas de Dios? ¿Dudaba ella del plan de Dios en esas horas oscuras y los días posteriores?

¡Pero ese no fue el final de la historia de María! Tres días después, Jesús estaba vivo otra vez, resucitado de la tumba, y el mundo había cambiado para siempre. Su muerte y resurrección fueron el puente que nos salvó de abismo que se interponía entre nosotros y Dios.

Podemos tener una esperanza inconmovible

María no podía ver el resultado antes de tiempo. Ella no podía ver el milagro de Jesús resucitando de entre los muertos cuando estaba mirando las tres cruces en el Gólgota. Necesitaba fe para confiar en que Dios sabía lo que estaba haciendo, que Él cumpliría y haría lo que Él dijo que haría.

Podemos relacionarnos con esas pruebas de fe, ¿no es así? Tenemos muchas esperanzas en una situación, y de repente parece que Dios nos ha olvidado, nos dejó colgando, o nos dejó caer por completo. Y nuestra esperanza se desvanece rápidamente...

Esos son los momentos en los que podemos dudar de Dios o podemos elegir creer las promesas de Dios en fe, incluso cuando las cosas se ven sombrías.

Como María, no tenemos todos los detalles. No sabemos cómo se desarrollará nuestra historia. Pero esto es lo que podemos saber: sin importar que se esté desmoronando en tu vida, siempre tenemos esperanza. Porque las promesas de Dios nunca fallan. Nunca. (P. D.: ¡También sabemos el final de la historia de este mundo! Jesús es el Rey de reyes. ¡El final de la historia está bajo Su control!)

Recordarnos a nosotras mismas las promesas –llenas de esperanza– de Dios puede proporcionar una perspectiva y ayudar a enfocar nuestros corazones en lo que es verdad. Te animo a escribir al menos algunas de estas promesas. Colócalas en el espejo, en el protector de pantalla de tu teléfono o escríbelas en una tarjeta y pégalos en tu bolso.

¡No sabemos exactamente cómo se desenvolverán nuestras historias, ¡pero podemos tener una esperanza inconmovible en Jesús! Sumerjamos nuestros corazones en estas verdades:

¡Cuán grande es tu bondad,

que has guardado para los que te temen,

que has obrado para los que en ti se refugian,

delante de los hijos de los hombres! (Sal 31:19).

 

Estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré. (Josué 1:5).

 

No temas, porque yo estoy contigo;

no te desalientes, porque yo soy tu Dios.

Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré,

sí, te sostendré con la diestra de mi justicia (Isa 41:10).

 

Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo,

y si por los ríos, no te anegarán;

cuando pases por el fuego, no te quemarás,

ni la llama te abrasará. (Isa 43:2).

 

Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar… Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera. (Mat 11:28, 30).

 

Sino que el Señor tu Dios te cambió la maldición en bendición, porque el Señor tu Dios te ama. (Deut 23:5).

 

Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo,

y no recordaré tus pecados.- (Isa 43:25).

 

No tembléis ni temáis;

¿no os lo he hecho oír y lo he anunciado desde hace tiempo? . . .

¿Hay otro dios fuera de mí,

o hay otra Roca?

No conozco ninguna. (Isa 44:8).

 

Aun hasta vuestra vejez, yo seré el mismo,

y hasta vuestros años avanzados, yo os sostendré.

Yo lo he hecho, y yo os cargaré;

yo os sostendré, y yo os libraré.- (Isa. 46:4).

 

Lucharán contra ti,

pero no te vencerán,

porque contigo estoy yo para salvarte

y librarte —declara el Señor.- (Jer 15:20).

¿Han sido tus esperanzas frustradas recientemente? ¿Estás dudando del plan de Dios? Aferrémonos a la Verdad, Dios siempre cumple Sus promesas.

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