Lo que podemos aprender de la conducta de la realeza

La dinastía británica siempre ha sido objeto de estudio y análisis por parte de la farándula y medios noticiosos por todo el mundo. Con el fallecimiento de la reina Isabel II y los titulares recientes que el príncipe Harry ha generado por sus diversas controversias, la realeza británica acapara la atención del público e inclusive las artes.

Uno de los aspectos más populares que se distingue por su complejidad es el comportamiento de la familia real. El estándar de vida en general de cada miembro de la realeza supera el promedio ético y estético de cualquier ciudadano común. Es conocido que existen reglas para cada tipo de actividad y expectativas de conducta en cada presentación pública: cómo viajar, cómo saludar, cómo demostrar afecto, de qué manera sentarse, cómo caminar, en qué modo vestirse, entre otras. Todas estas cosas constituyen algunas de las políticas que los integrantes de este tipo de familias deben observar. 

Aunque parezca exigente, el estilo de vida que se demanda es proporcional a lo que representa. Una familia real señala a una soberanía, gobierno, historia, herencia, unidad e identidad nacional, por tanto, se espera que su vida refleje esa vocación.

De manera similar ocurre con quienes somos parte del pueblo santo de Dios. El Rey de reyes y Señor de los señores nos ha dado el derecho de ser llamadas hijas de Dios (Jn. 1:12). Ahora, por causa del sacrificio de Cristo, somos parte de la verdadera familia real, no solo en esta tierra, sino por el resto de la eternidad. Por tanto, no importa lo que hagamos o adónde vayamos, representamos el reino de Dios (2 Cor. 5:20).

El apóstol Pedro afirma con claridad nuestra nueva identidad: «Pero ustedes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios» (1 Pd. 2:9a, NTV, énfasis añadido). Estas palabras de Pedro apuntan al exclusivo estatus de las hijas de Dios. Aquellas que por Cristo ahora le pertenecen.

Ahora bien, hay una segunda parte de ese pasaje que conecta con el estado o posición que nosotras poseemos en Jesús. Podemos verlo cuando Pedro explica el propósito por el cual Dios nos ha elegido para salvación y hecho parte de Su familia: «A fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable» (1 Pd. 2:9b). 

Amadas, tenemos el inigualable privilegio de ser hijas de la corona. Sin embargo, también se nos ha dado la responsabilidad de representar apropiadamente ese Reino; por tanto, debemos vivir un estilo de vida coherente con nuestro estatus. 

¿Cómo tener un estilo de vida coherente con nuestro llamado?

A continuación podemos encontrar cuatro recomendaciones que el apóstol Pablo nos da en Efesios 4:1-2 para que podamos vivir una vida digna de ser parte de la realeza divina:

  1. «Que vivan con toda humildad y mansedumbre». La humildad y la mansedumbre son actitudes del alma. Estas cualidades son parte esencial del carácter de nuestro Señor, tanto así que Él dijo que las aprendiéramos (Mt. 11:29). Ambas son forjadas por el Espíritu en nuestros corazones mientras nos exponemos a los medios de gracia que Él ha establecido (la oración, la Palabra, el congregarnos, etc.). Una hija del Rey va a cultivar un corazón sencillo y dulce, puesto que quiere reflejar a Cristo.
  2. Que vivan «con paciencia». La paciencia es uno de nuestros adornos principales; paciencia para esperar en Dios y paciencia en nuestras relaciones interpersonales. Al amar podemos ejercitarla. Dicha capacidad de esperar mientras se sufren adversidades, solo puede ser producida por un trabajo del Espíritu. Quienes formamos parte de la realiza divina dependemos de la obra del Espíritu para soportar con nueva actitud mientras esperamos. 
  3. Que vivan «soportándose unos a otros en amor». En un mundo de pecadores como el que vivimos, es de suma importancia que aprendamos a tolerar o pasar por alto las ofensas como producto del amor al prójimo. 
  4. Que vivan «esforzándose por preservar la unidad del Espíritu». Se nos llama a realizar un esfuerzo intencional por mantenernos en un mismo sentir con nuestros hermanos en la fe. En esta época donde desafortunadamente es común que los cristianos se peleen en redes sociales, podemos modelar las virtudes de la realeza celestial con un esfuerzo intencional de preservar la unidad que Dios ha producido en la Iglesia, la cual se encuentra unida a Cristo.

El protocolo de las reinas sirve como una ilustración para aquellas que han sido adoptadas como parte de la verdadera realeza. Nosotras somos hijas del Rey de reyes, en consecuencia debemos vivir un estilo de vida que vaya de acuerdo con nuestra posición en Cristo. Pongamos nuestros ojos en Él e imitémoslo día a día.

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Sobre el autor

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Masi Meyer

Discípula de Cristo, dominicana, esposa de Leo y mamá de Mia. Con un corazón para servir al Señor comunicando Su Palabra especialmente a mujeres, a través de la mentoría, la consejería y la exposición bíblica. Sirve junto a su esposo … leer más …

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