Hace unos días leí esta frase:
La soledad es peligrosa. Es adictiva. Una vez que te das cuenta cuanta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente”.
Parece interesante, parece lógico, tiene una parte de verdad y una parte de mentira. ¿Puedes identificarlo tú misma? Léela otra vez. Este es el tipo de mensajes que recibimos a diario, con el que nuestro pecado se siente cómodo. Sí, es cierto que la soledad es peligrosa, sencillamente porque hemos sido creadas para vivir en comunidad y es adictiva porque el pecado te encadena y te invita a vivir en la sombra… de la soledad. Pero la mentira radica en que ninguna paz se encuentra allí, todo lo contrario, la paz no tiene nada que ver con la soledad. Si el autor de la frase fuera un poco mas sincero dijera:
“Relacionarme con los demás es un trabajo difícil porque me quita a mí mismo del centro de mi vida, prefiero no ser interrumpido al tratar con personas que buscan mi atención y demandan de mí. Prefiero ir a mi cueva a esconderme, porque en la oscuridad no soy visto y puedo seguir siendo el centro mí universo. Amarme solo a mi mismo peligroso y es adictivo.”
¿Te das cuenta qué tan vulnerable somos a este tipo de mentiras?
Cuando estábamos lejos de Dios por nuestro pecado Cristo murió por nosotros y nos acercó a Dios para que podamos relacionarnos con Él. También nos ha colocado en una comunidad de creyentes (la iglesia) para que podamos crecer a la estatura de Cristo. Y la razón por la que nos ha colocado allí es para que podamos someternos en interdepencia unos a otros y en total dependencia de Cristo. ¿Ves que todo se trata acerca de relacionarnos con Él y los demás?
Así que eso que te hace querer irte de la casa porque crees que eres tu propia autoridad y no te vas a someter a nadie, o eso que te hace deprimirte porque nadie se fija en ti es una respuesta a las mentiras que has crecido.
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Mateo 22:38-39
Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amaras a tu prójimo como a ti mismo.
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