Tres escenarios
- En tu iglesia preguntan por familias voluntarias para recibir en sus hogares a personas que estarán en tu ciudad por una conferencia que tu iglesia organiza. Por un momento piensas que sería buena idea abrir las puertas de tu casa, pero después crees que puede ser un inconveniente porque tienes pequeños en tu casa y no estás segura de qué tan cómodas se sentirían las visitas, así que decides no ofrecerte.
- Sales temprano en la mañana de tu casa para ir al trabajo, regresas después de las 5 p.m., cierras la puerta de tu casa y no vuelves a salir a menos que sea necesario. Tu «limitado» tiempo de descanso hace que no te sientas motivada a formar parte de las actividades que tu iglesia tiene entre semana.
- Añoras el fin de semana para finalmente quedarte en casa con ropa cómoda y una buena (y larga) serie o quizá para organizar cosas en casa que no has podido organizar durante la semana por todas tus ocupaciones sin pensar en abrir tu casa para otros.
¿Has escuchado alguna de estas historias de las mujeres a las que sirves? ¿Añadirías algo?
Es lamentable decirlo, pero muchas de las mujeres en nuestras iglesias tienden más a vivir aisladas que en comunidad. Puedo decirte que yo misma he experimentado la «comodidad» que viene de no tener que preocuparme por preparar la casa o comida para recibir a alguien.
Pero, ¿sabes? El llamado que el Señor ha dejado a los creyentes (a ti y a las mujeres que sirves) es a ser hospitalarios. Es evidente la cantidad de veces que la Biblia nos enseña sobre la importancia de la hospitalidad. Por ejemplo, Abraham y los tres hombres (Gn. 18:1-8), Rebeca y su familia para con el siervo de Abraham (Gn. 24), Eliseo y la Sulamita (2 Reyes 4:8–11), entre muchos otros.
También tenemos el admirable ejemplo de la iglesia primitiva en el libro de Hechos, la Palabra nos dice que: «Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón» (Hechos 2:44–46).
Por otro lado, el llamado que Pablo da a los creyentes es claro:
«El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándose a lo bueno. Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, dándose preferencia unos a otros. No sean perezosos en lo que requiere diligencia. Sean fervientes en espíritu, sirviendo al Señor, gozándose en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración, contribuyendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad». – Romanos 12:9–13
Aunque para la carne es muy cómodo buscar el beneficio personal y nada más, el llamado del creyente de ser hospitalarios es claro en la Palabra. Las mujeres en tu grupo pequeño deben aprender sobre este llamado con los ejemplos en la Palabra y con tu ejemplo. Es importante que sepan que ser cristianas no consiste solamente en tener una relación personal con Dios, como Nancy bien dice: «Ser cristianas es ser parte de una familia. Es ser una hija de Dios. Y es estar en relación con otros hijos de Dios. La hospitalidad cristiana es una evidencia del amor cristiano. Por eso, no es una opción. Debemos abrir nuestros corazones y nuestros hogares si queremos mostrar el amor de Cristo».
Ahora, ¿qué pudieras poner en práctica para incentivar a tu grupo pequeño a ser hospitalario? Te comparto a continuación algunas ideas, espero que puedan ser de ayuda y que seas animada a acoplar algunas de estas ideas al contexto de las mujeres que sirves y su comunidad.
Estudio bíblico «Eres bienvenida»
Un buen punto de inicio es hacer el estudio bíblico de seis semanas de Nancy «Eres bienvenida» con tu grupo. Una de las cosas principales que pueden aprender con este estudio es que la hospitalidad no se trata de crear el entorno perfecto, o la comida y la compañía perfecta (es lo que, sin duda, muchas mujeres tienen como «requisitos» para ser hospitalarias). Aprenderán que la hospitalidad es una manera de vivir en completa rendición a Jesús.
Este estudio es muy completo y creo que puede abrir la conversación inicial con tu grupo sobre el llamado que la Biblia nos hace a ser hospitalarias y la importancia de serlo.
Rotar las casas para reunirse
Quizá hayas notado que las mujeres en tu iglesia solo necesitan un empujoncito para comenzar a practicar la hospitalidad. Si ese es el caso, puedes animarlas a reunirse en diferentes hogares. Si hay grupos pequeños de estudio entre semana, en lugar de reunirse siempre en tu casa o en un café, pueden reunirse en las casas de cada una.
Dependiendo las circunstancias, puedes organizar que una hermana abra su casa y entre las demás lleven los aperitivos o cualquier otro detalle que sea necesario cubrir. Pide sabiduría al Señor para considerar estos detalles.
Abrir las puertas a personas no creyentes
Hablando de la hospitalidad mostrada a los no creyentes, Nancy enseña que «La hospitalidad es una de las maneras más efectivas de despertar hambre por Cristo en el corazón de los no creyentes. Algunas personas que no entrarían a una iglesia sí entrarían a tu hogar. Es ahí donde podemos comenzar a compartir con ellos el amor de Cristo».
¿Habías pensado en eso? Quizá es más probable que tu vecino acepte una invitación a cenar a tu casa antes que aceptar una invitación a ir a la iglesia.
Pide al Señor dirección para animar a las mujeres en tu grupo pequeño a usar la hospitalidad como un medio para compartir el evangelio con los no creyentes que las rodean.
Saludar a nuevas personas en tu iglesia
Parece algo «básico» pero en realidad deberíamos practicar el saludar a los visitantes en la iglesia, más seguido. ¿Te sorprenderías si te digo que mucha gente en necesidad sale de las iglesias que visitan porque no fueron bienvenidos? ¿Cuándo fue la última vez que notaste que mujeres en tu grupo pequeño fueron intencionales en dar la bienvenida a personas nuevas en la iglesia? Si lo notas y practicas, ¡gloria a Dios!
Saludar a los visitantes, aprenderte sus nombres y buscarlos el siguiente domingo para saludarlos nuevamente, importa más de lo que crees. Anima a las mujeres en tu grupo a saludar a otras personas fuera de su círculo de amigas dentro de la iglesia. Puede ser incómodo salir de la zona de confort, especialmente si no estás acostumbrada a hacerlo, pero recuerda que ser hospitalaria no se trata en primera instancia de ti, se trata del Señor y el llamado que Él nos ha hecho a amar a nuestro prójimo.
Amada, recuerda que más allá de meramente abrir las puertas de nuestros hogares, el propósito es la comunión con otros creyentes, como nos recuerda Pablo en Romanos: ser afectuosas las unas con las otras con amor fraternal, prefiriéndonos las unas a las otras. Esta es la invitación que haces a las mujeres a las que sirves. Practicar esto, por consecuencia, las incentivará a que ellas también abran las puertas de su casa a personas que probablemente no estén muy dispuestas a asistir a la iglesia. ¡Que sus hogares sean una presentación del evangelio para los no creyentes!
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