¿Luchas con tus sentimientos? Parte 2

¿Luchas con tus emociones? ¿Sueles guardar todos tus sentimientos en un cajón para que no revelen tu debilidad? En la Parte 1 de esta publicación compartimos tres razones equivocadas por las que muchos cristianos piensan que los sentimientos y la fe son dos caminos que no se deben cruzar. 

Hoy compartiremos tres perspectivas que te animarán, te consolarán y, sí, te darán libertad para que te sientas de una manera bíblica y «cristiana».

1. La fe que se siente abraza la debilidad

Este es un mundo caído y nosotras somos finitas. Por eso, no podemos ver totalmente lo que Dios hace en su poder soberano, ni podemos reconciliar completamente el dolor y el sufrimiento con sus propósitos buenos. De hecho, no estamos destinadas para ello. Solo Cristo es Señor, así que confesemos que estas limitaciones son difíciles para nosotras y reconozcamos su perfecta sabiduría y su poder infinito.

Si bien nuestra carne resiste naturalmente la debilidad y la emoción que esta muestra, la Escritura nos anima a abrazar la debilidad y a dejar que Cristo nos guíe. En los múltiples sufrimientos de Pablo (golpes, apedreamientos, naufragios, peligros incesantes, insomnios, hambre, sed, frío y desnudez) él pudo haber pensado que era «cristiano» guardar sus emociones, pero en lugar de eso, dijo:

«Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias. ¿Quien es débil sin que yo sea débil? ¿A quien se le hace pecar sin que yo no me preocupe intensamente? Si tengo que gloriarme, me gloriaré en cuanto a mi debilidad» (2 Cor. 11:28-30).

Pablo abraza libremente lo que siente: presión, ansiedad y debilidad.

Irónicamente, la verdadera fe en Cristo se gloria en la debilidad, no con un fin en sí mismo, sino con el fin de conocer más el poder de Cristo. La fe que se siente reconoce, acepta e incluso abraza todo lo que nos lleva a depender de todo corazón en la plenitud de Jesús, nuestro infinito, ilimitado, poderoso Salvador y Señor. Esto es lo opuesto a lo que nuestra carne nos tienta a creer: que los cristianos deben «ser fuertes» y que «tener fe» significa disecar nuestras emociones. La Escritura nos libera para sentir. Por lo tanto, es urgente que aceptemos nuestra debilidad (y nos gloriemos en ella) con el propósito de abrazar a Jesús en toda su maravillosa gloria y eternidad.

2. La fe que se siente se somete a la verdad

Dios nos creó personas completas con cuerpo, mente y alma. Estas tres están tan estrechamente entretejidas que difícilmente podemos separarlas y, de hecho, no deberíamos. Donde la cultura era dando demasiado peso a la emoción es a menudo en perjuicio de nuestras almas. Cualquier cosa que el corazón humano sienta, según el mundo occidental, debe ser correcto y verdadero; por lo tanto, lo presentan como definitivo, incluso para nuestra destrucción eterna. 

Aunque la Escritura nos advierte que el corazón es «engañoso (...) y sin remedio» (Jer 17:9), nuestras emociones pueden guiarnos a lugares confusos, inusuales e incluso peligrosos si no somos cuidadosas. Este fue el caso de Asaf, que confesó que su envidia por los hombres perversos lo tentaba a decir palabras falsas y acusadoras acerca de Dios: «Ciertamente en vano he guardado puro mi corazón y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día y castigado cada mañana. Si yo hubiera dicho: Así hablaré, he aquí hubiera traicionado a la generación de tus hijos» (Sal. 73:13-15). No obstante, él confiesa cómo sus emociones afectaron su alma: «Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti» (v.21-22).

Sus sentimientos lo llevaron a un territorio peligroso y pecaminoso, pero gracias a Dios no se entregó a ellos por completo. En lugar de eso, por fe, él guió sus sentimientos hacia la verdad:

«Cuando pensaba, tratando de entender esto, fue difícil para mi hasta que entré en el santuario de Dios, entonces comprendí el fin de ellos» (v. 16-17).

Una fe que se siente siente, pero no solo eso, sino que también somete esos sentimientos a la realidad y deja que la realidad moldee y dirija las emociones. Así que confesemos esta verdad junto con Asaf:

«Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre» (v. 26).

Los sentimientos no reinan, Dios reina. Por lo tanto, sometamos todo sentimiento a Él y dejemos que su verdad dirija y gobierne nuestros corazones.

3. La fe que se siente nos acerca a Dios

¿Cuán a menudo nuestras dudas sobre permitirnos o no sentir algo se arraigan a una teología equivocada? ¿Qué tan seguido creemos que Dios se distancia, desinteresa, decepciona, se avergüenza o incluso se enoja con nosotros por sentir ciertas emociones? 

Seremos ayudadas si dejamos que la Escritura moldee nuestra teología, nuestro entendimiento de quién es Dios y, así mismo, nuestras emociones. Un conocimiento correcto de Dios realmente nos dará libertad para sentir, ¿pero cómo?

Mientras más conozcamos acerca de Dios como nuestro Padre celestial que nos invita a acercarnos a Él con confianza, más libre y honestamente nos acercaremos a Él. Entre más conozcamos a Jesús como la razón por la que podemos acercarnos a Dios Padre con tanta confianza, como su mismo Hijo que fue cortado para que nosotros pudiéramos entrar, más nos acercaremos en adoración, aun dentro de nuestro propio lamento y sufrimiento. Y mientras más conozcamos al Espíritu como nuestro Consolador y Ayudador, que gime con nosotros cuando oramos y también alinea nuestras oraciones con verdad, más nos acercaremos con mayor seguridad para derramar nuestros corazones ante Aquel que nos escucha.

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Maestra Verdadera?

Donar $3

Únete a la conversación