Cinco cosas que no debes hacer en tu matrimonio

Por: Elisha Galotti

El amor romántico no envejece. Es un tema en la literatura clásica, un hilo a través de cada obra de Shakespeare, y la historia de un sinnúmero de películas de Hollywood. Pero todo escritor, poeta y narrador solo está volviendo a contar una historia que ya se contó. El romance se originó con Dios. Es una de las increíbles creaciones de Dios. Que mente tan maravillosa es una que sea capaz de crear algo como el amor romántico.

Incluso antes de que el mundo se corrompiera con el pecado, el corazón del primer hombre anhelaba el amor romántico y dulce de una novia. Y Dios le hizo una.

Sinceramente, las dificultades a veces son buenas para el matrimonio. Casi todo lo que tiene valor duradero en la vida es difícil en un momento u otro.

El otro día le dije a mi esposo, imagínate el tipo de matrimonio que Adán y Eva tuvieron antes de la caída. Así que nos divertimos imaginándolo. Se habrían reído tanto. Habrían disfrutado cada momento juntos. Nunca se pelearían ni se habrían irritado. Nunca habrían sido egoístas. Ni se dirían palabras poco amables. El sexo habría sido literalmente increíble todo el tiempo.

Un romance perfecto, en un matrimonio perfecto, en un mundo perfecto.

Pero luego Eva fue engañada y Adán eligió creer una mentira. En ese instante, no sólo hubo una fractura en su relación con Dios, sino que el pecado también infectó la relación entre marido y mujer. El amor romántico -ese regalo dado por Dios a las primeras personas que creó-fue cambiado de repente y para siempre.

El romance nunca volvería a ser perfecto.

La primera pareja comenzó a pecar uno contra el otro, y cada esposa y esposo han tenido ya la misma batalla. Incluso en matrimonios que son cariñosos, fieles y felices, el pecado sigue desempeñando un papel.

A pesar de que el romance terrenal siempre será imperfecto, Dios nos transforma con abundante gracia y el Evangelio nos llena de esperanza para vivir la vida junto a nuestro cónyuge. En la medida en que navegamos a través de las alegrías y las luchas de la relación matrimonial, aquí hay cinco cosas que no debes hacer:

1. No demores el arrepentimiento y el perdón

Con el pecado viene la necesidad de arrepentimiento y perdón. Es simplemente la forma como funciona el matrimonio. Tenemos la esperanza, y la creencia de que a medida que maduramos en Cristo, vamos a pecar menos y a amar mejor. Pero incluso en los mejores matrimonios donde hay un clima de amor y respeto mutuo, el pecado todavía va a levantar la cabeza. Así que la pregunta no es: ¿Habrá pecado? sino ¿Cómo responderemos cuando hemos pecado o han pecado en nuestra contra? A veces nuestro instinto es estar enojadas, permanecer frías, o permanecer distantes sólo un poco más de tiempo, cuando han pecado en nuestra contra. Incluso cuando se nos acercan con arrepentimiento sincero, sentimos el instinto carnal de aferrarnos a nuestra ira. ¡No hagas esto! Una respuesta de perdón retrasado a menudo puede ser más destructiva que el pecado inicial. Debemos perdonar rápida y completamente.

Junto con esto, cuando has sido la que has pecado contra tu cónyuge, no te demores en pedir perdón. Una vez más, a veces nuestra pecaminosidad quiere reafirmarnos a castigar a nuestro cónyuge permaneciendo distantes, solo por un poco más de tiempo. Pero la frialdad no es una manera de amar a alguien. Cuando sintamos la más ligera inclinación de arrepentirnos, debemos acudir de inmediato a la persona que hemos herido. Esto puede sonar extraño, pero algunos de los momentos más dulces de mi matrimonio han sido cuando he caminado hacia Justin, después de haber pecado contra él, y siendo vulnerable, con lágrimas en los ojos, le pido perdón y le digo que lo amo. Es como saborear la gracia de arrepentirse y ser envuelta en los brazos amorosos del perdón.

2. No asumas lo peor

En un matrimonio cristiano saludable promedio, el marido y la mujer genuinamente desean el bien del otro. Mi marido me ama, se derrite por mí, y haría cualquier cosa por mi bien. Y, sin embargo, hay momentos en los que estamos en desacuerdo o en los que tenemos conflictos y tensión, en los que me olvido de quién es. Nuestro cónyuge está por nosotras, y desea lo mejor para nosotras. En momentos de conflicto, Justin a veces me dice, "oye Elisha, cariño, recuerda que somos del mismo equipo." Es simple pero útil. En un matrimonio saludable, tenemos todas las razones para asumir lo mejor de nuestro cónyuge-de su motivación y de su corazón -y sin embargo nuestra rebeldía predeterminada durante el conflicto, puede hacernos asumir lo peor sobre ellos. Un esposo y una esposa están en el mismo equipo. Debemos esperar lo mejor y darnos el uno al otro el beneficio de la duda.

3. No te enfoques en cambiar a tu cónyuge

Cada una de nosotras tenemos los medios que necesitamos para crecer y cambiar. Todo esposo cristiano y toda esposa cristiana es una obra en progreso. Deberíamos desear el cambio y el crecimiento. Y en el sentido correcto incluso debemos querer que nuestro cónyuge cambie y crezca a semejanza de Cristo. Pero aquí está la cosa: Nuestro enfoque principal de cambio, crecimiento y muerte al pecado debe ser en nosotras mismas, no en nuestro cónyuge.

4. No seas demasiado sensible

Algunas de nosotras tenemos tiernos y sensibles corazones, somos fácilmente heridas. Yo soy una de esas mujeres, y he visto a Dios usar esta cualidad, tanto para bien como para mal en mi matrimonio. Puede haber dulzura y compasión fluyendo de un corazón sensible que pueda ayudarnos a amar así a nuestros esposos. Pero cuando somos demasiado sensibles, fácilmente nos herimos por cosas que nunca deberían habernos herido en primer lugar. Si eres demasiado sensible, aprende a identificar cuando lo estás siendo y cuándo te puedes reír de algo. Como he crecido en esto, he aprendido que realmente es mucho más fácil sonreír que ofender. No tomar todo en serio y aprender en el momento adecuado, a simplemente dejar las cosas pasar, esto puede ser increíblemente útil.

5. No pierdas la esperanza

Hasta los mejores matrimonios pasan por temporadas que no siempre son fáciles, en los que tenemos que hacer un verdadero esfuerzo para amarnos unos a otros, donde el camino parece estar lleno de surcos, tropezones y baches. Esta es una de las verdades importantes que deben conocer de antemano las parejas recién casadas ​​ para que no pierdan la esperanza cuando entren en una temporada difícil. Como hay un ir y venir en la vida, así ocurre en el matrimonio. Habrá temporadas donde van a amarse unos a otros sin esfuerzo, y habrá otras temporadas donde amarse unos a otros es un compromiso que requiere esfuerzo. Este es el punto: Honestamente, es bueno para el matrimonio pasar a veces por momentos de dificultad. Casi todo lo que en la vida tiene valor eterno es difícil en uno u otro momento. Permanece comprometida con Cristo, con tu cónyuge, y observa cómo Dios te acompaña de forma segura a través de esta temporada.

Si tenemos la posibilidad de mirar hacia atrás es cuando vemos cómo en los tiempos difíciles se refina nuestra fe y cómo nuestro amor por nuestro cónyuge es más fuerte, más profundo, y más seguro de lo que nunca imaginamos posible. Si somos cristianas, creemos que es verdad la esperanza de que el Evangelio está transformando nuestro matrimonio, Dios está obrando en nosotras, y lo está haciendo en nuestro cónyuge. En los tiempos dulces, nos regocijamos; en los difíciles, todavía hay muchas razones para tener esperanza.

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Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com

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