Cuando Dios dice “no” o “espera”

Por: Linda Green 

Durante una temporada en que Dios estaba plantando las verdades del evangelio más profundamente en mi corazón y trayendo una intimidad más abundante y más dulce con Cristo, me sentí muy desconcertada al comenzar a experimentar síntomas de ansiedad intensa. Estuve rogando al Señor que me quitara esa sensación de no poder respirar. ¿Cómo podía estar batallando contra la ansiedad cuando nunca había conocido tan grande gozo y paz?  ¿Por qué de pronto, después de años de hablar en público sin problemas, me quedaba sin aliento apenas pronunciaba algunas palabras? En respuesta a mis desesperadas oraciones, escuché silencio.

En medio de mi lucha física, Dios estaba dirigiendo a nuestra familia a un valle aún más profundo –uno que tomaría muchos giros y vueltas sin que pudiéramos alcanzar a ver el final de todo ello. En esta ocasión, porque era mi hija, su esposo y nuestros cuatro nietos los que estaban pasando por aflicción de maneras perplejas y tormentosas para el corazón, me encontré en un lugar de sufrimiento que me era poco familiar. En callada desesperación, nos unimos con otros creyentes para buscar a Dios en oración. Una vez más, a pesar de mucha intercesión a nuestro favor, el cielo parecía silente.

Y sin embargo, en medio de la espera y el lamento ante lo que parecía contrario a Su bondad, Dios me ha estado enseñando que, mientras que puede ser que Él no nos dé inmediatamente las respuestas que anhelamos, Él nunca se encuentra ausente cuando Sus hijos claman en Su Nombre

El fruto de las pruebas

Con frecuencia no es sino hasta que miramos atrás, al lugar donde todo comienza antes de ser afligidos, que nos damos cuenta las muchas maneras en que Dios ha estado usando el fuego de nuestra prueba para hacernos más como Él. Ciertamente Él está contestando las oraciones que habríamos orado si supiéramos lo que Dios estaba buscando obtener en nosotros a través de Sus tardanzas y negativas. Estoy aprendiendo a confiar en que las negativas de Dios son siempre Sus misericordias, aún cuando no vemos evidencia inmediata de Su bondad. Es en la oscuridad de nuestras circunstancias que la cruz se convierte en nuestra esperanza para alumbrar el camino. El Calvario es donde Cristo probó Su amor de una vez por todas.

Cristo no nos salvó simplemente para que continuemos persiguiendo la felicidad terrenal, por muy buenos que sean los gozos terrenales. En lugar de eso, ¡Él quiere darnos mucho más abundantemente de lo que pedimos o imaginamos! Al reflexionar en cómo Dios ha usado (y continúa usando) las pruebas para darme más abundantemente, he aquí algo del fruto que ya puedo ver:

  • Cuando oré por descanso del estrés, ansiedad y temor, Dios me estaba enseñando a encontrar el descanso en Él.

  • Mientras oraba por liberación de la dificultad para respirar, Dios me estaba entrenando a ver mi dependencia de Él para cada respiro.

  • Cuando la pena amenaza con hundirme, Dios me ha enseñado a correr a la seguridad de Sus promesas.

  • Cuando he querido rescatar a mis hijos o nietos de la angustia y el sufrimiento, Dios me recuerda que, a la luz de que Él envió a Su propio Hijo a sufrir y morir por nuestra redención, puedo confiar en sus amorosos propósitos en el sufrimiento que Él ha permitido en la vida de aquellos que amo.

Cuando Dios retiene las respuestas a las cosas que anhelamos, es solo para que Él nos dé gozos mayores que apunten a la gloria del cielo: “Mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4:19)

Resulta que lo que pensamos que nos hará felices, y lo que Dios sabe que necesitamos para recibir las riquezas inconmensurables de Su gracia, son dos cosas muy diferentes. Por gracia de Dios, Él contesta (aunque no siempre en nuestros tiempos). Me regocijé cuando Él reveló que lo que causaba mi ansiedad era un desbalance hormonal. Lentamente, Él permitió que mi salud fuera restaurada.

Pero, mientras que Dios es el Sanador, Su meta última para sanar viene al Él conformarnos a Su imagen, enseñándonos a encontrar nuestro gozo y satisfacción en Cristo solamente, mientras soltamos y dejamos de aferrarnos a este mundo caído. Y no es sino hasta que las cosas que amamos (y a veces alabamos) son amenazadas, que nos damos cuenta cuánta de nuestra felicidad y contentamiento está atada a esas cosas

Mientras esperamos y oramos

Aunque las aflicciones que nuestra familia está atravesando han probado sobremanera mi fe, sé que tú o alguien cercano a ti probablemente esté siendo afligido y probado en tu propio horno de fuego, al mismo tiempo que estás rogando a Dios que conteste el clamor agonizante de tu corazón. Por esa razón, Espero animarte con lo que me ha alentado mientras espero y oro por la liberación de Dios: 

1. Examina tus convicciones respecto a quién es Dios, teniendo como fondo el evangelio.

Las temporadas de aflicción largas revelan pensamientos equivocados que podemos tener respecto a quien es Dios y lo que pensamos que merecemos. La verdad es que nuestra redención es razón suficiente para regocijarnos, no importa lo difícil que se sienta la vida. Renueva tu mente con la verdad, de manera que, al ser probada, puedas discernir la voluntad de Dios. (Rom 12:2)

Recuerda, “esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven” (2 Cor 4:17-18)

2. Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento (Prov 3:5-6)

 No trates de entender lo que Dios aún no ha revelado. Los caminos de Dios no son nuestros caminos. Apóyate en la gracia de Dios y ejercita la fe sobre lo que sí conoces de la Palabra de Dios y el evangelio.

3. Pide a Dios que te revele cualquier pecado en tu vida y use tu sufrimiento para cumplir cada propósito que Él tiene para tu bien, el bien de los demás, y Su gloria.

Debido a que la presión revela lo que hay en nosotras, Dios usa las pruebas para exponer el pecado que de otra manera permanecería escondido a nosotras. Confiesa y arrepiéntete de la incredulidad, idolatría, y cualquier otra cosa que te revele la Palabra de Dios y Su Espíritu.

Pide a Dios que te despierte a aquéllos que están sufriendo alrededor tuyo, consolándolos con el consuelo que Dios te ha dado a través de Su Palabra y la oración. (2Cor 1:3-11) 

4. Proponte conocer y amar a Cristo, más que querer respuestas y descanso

Porque Dios no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, podemos confiar que Su amor nos dará lo que es mejor para nuestro gozo eterno (Rom 8:32). Dios no retendrá algo que necesitemos para cumplir los propósitos determinados para nosotras desde antes de que naciéramos. Fijemos nuestros ojos en el autor y consumador de nuestra fe y corramos esta carrera con resistencia con nuestra esperanza fija en Cristo.

¿Hay algo que has pedido a Dios y que Él está reteniendo? ¿Decidirás confiar en que Su “no” o “espera” solo es para que Él pueda darte Su más perfecto “Sí”

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