¿Fracasé como mamá cristiana? Cinco recordatorios para animarte

«¡Apuesto a que nuestros hijos piensan que somos grandes!», le dije a mi amiga Julie.

Ella estuvo de acuerdo. «Sabía que mamá era anciana cuando tenía nuestra edad».

Esa noche, mientras metía a mi hijo de ocho años en la cama, le pregunté: «¿Crees que soy mayor?».

«Sí», dijo casualmente.

Espera a que se lo diga a Julie. «¿Por qué crees que soy mayor?»

«Porque gritas».

Mi respiración se detuvo en la garganta. «Oh . . . de acuerdo . . . bueno, duerme un poco. Te quiero».

Besé su frente y me apresuré a salir de su habitación antes de que las lágrimas pudieran caer. ¡Oh, cómo cayeron! Me acurruqué en la cama y sollocé. Entonces allí me declaré La peor madre del año.

Mi hijo estaba claramente equivocado sobre mi edad, pero no sobre los gritos. Yo rivalizaba con mis tres hijos pequeños en rabietas. Si gritaban, yo gritaba más fuerte. Si se exasperaban, yo me exasperaba más fuerte. Hacía una mueca cada vez que mi rudeza resonaba en las voces de mis hijos, pero no fue hasta que mi hijo me consideró mayor «porque grito» que me di cuenta de cómo mis pecados estaban afectando a los que más amaba.

No hay pecados generacionales

El miedo se apoderó de mí. ¿Y si mis hijos siguieran mis pasos pecaminosos? Recordé las palabras de Moisés en Deuteronomio cuando dice que Dios castiga la iniquidad de los padres sobre sus hijos.

«No los adorarás ni los servirás; porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen, pero que muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan Mis mandamientos» (Deut. 5:9–10).

¿Se aplica lo mismo a los pecados de una madre? Gritar no era mi peor transgresión. ¿Visitaría Dios los pecados de mis años universitarios en mis hijos? ¿Pagarían por las ofensas de las que nunca hablo? ¿Qué significa Deuteronomio 5:9–10?

Lo que no significa «castigar la iniquidad de los padres»

Veremos lo que significa este pasaje, pero primero, veamos lo que no significa.

  • No significa que tus hijos vayan al infierno por tus pecados. Todos somos responsables de nuestras propias decisiones pecaminosas (Apocalipsis 20:12-13). Podemos adquirir los hábitos impíos de nuestros padres, pero son nuestros propios pecados los que nos hacen aptos para el infierno. Pero alabado sea Dios, la fe en Cristo libera instantáneamente a los pecadores de la pena del pecado y los cubre con la justicia de Cristo (Isa. 61:10; Rom. 6:17-18; 8:2).
  • No significa que nuestros pecados o los pecados de nuestros antepasados sean responsables de los pecados de nuestros hijos. La rebelión de Adán y Eva en el Jardín del Edén hizo que el pecado se convirtiera en parte de su ADN espiritual que heredamos (Gén. 3; Rom. 5:12; Isa. 53:6). Tu pecado no convirtió a tus «angelitos» en pecadores. Nacieron así.
  • No significa que la libertad del poder del pecado requiera a Cristo además de la confesión de los pecados de nuestros antepasados y la renuncia a ellos. No podemos culpar a nuestros antepasados ni a Satanás por nuestras decisiones o malos deseos (Santiago 1:14). El diablo tiene poder, pero está limitado por Cristo, no al revés. La muerte y resurrección de Jesús rompieron el poder de las tinieblas sobre los creyentes. La libertad del pecado viene cuando nos humillamos ante el Señor, confesamos y abandonamos nuestros pecados y caminamos en obediencia por la fe en Cristo (Rom. 3:23; 1 Juan 1:8–9).

Qué significa «castigar la iniquidad de los padres»

La palabra «castigar» me preocupaba. Temí que significara que Dios pondría mis pecados sobre mis hijos en contra de su voluntad. Que incluso si quisieran ser santos, mis pecados los condenaría a seguir mis pasos rebeldes. Afortunadamente estaba equivocada; en lugar de eso, la Palabra de Dios enseña estas dos importantes verdades:

  • La misericordia de Dios supera con creces Su ira. Las palabras de Moisés en Deuteronomio 5:9–10 nos recuerdan que, si bien Dios en verdad juzga a todos los que adoran a alguien o cualquier otra cosa que no sea Él, Él es misericordioso. En Su bondadosa misericordia, envió a Su propio Hijo para satisfacer Su ira por los pecados de los impíos: nosotros. En Su gracia, muestra un amor inquebrantable a los que lo aman y guardan Sus mandamientos, en otras palabras, a los cristianos.
  • Los padres transmiten hábitos y rasgos, lo bueno y lo malo. Observamos las elecciones diarias que hacen nuestros padres y las copiamos. Los padres que, como dijo Moisés, «no aman» a Dios (no cristianos) tienen más probabilidades de criar hijos que también lo rechacen a Él y a Su Palabra.

Del mismo modo, los niños criados por padres que les gritan a menudo terminan gritándoles a sus propios hijos. A menos que Dios intervenga y se humillen ante Él, es probable que se lleven consigo los hábitos impíos de sus padres hasta la edad adulta. En algunos casos, los comportamientos pecaminosos de los padres se arraigan tan profundamente en la mentalidad de los niños que puede llevar generaciones romper el ciclo.

Considera a Abraham e Isaac. Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. Pero todavía era un pecador cuyo ejemplo le enseñó a su hijo Isaac el arte del engaño. Abraham temía que la belleza de su esposa Sara hiciera que el rey de Egipto lo matara y se llevara a Sara, así que mintió. Presentó a Sara como su hermana (Génesis 12:10-13; 20:1-2). Años más tarde, Isaac fingió que Rebeca era su hermana, no su esposa (Gén. 26:7). Isaac imitó a su padre, pero su pecado no fue culpa de Abraham. Isaac no necesitaba confesar el pecado de su padre y renunciar a él. Necesitaba confesar y arrepentirse de su propio pecado.

¿Te sientes aliviada al descubrir que tus pecados pasados no son cadenas arrastrarán a tus hijos al infierno? Nuestros pecados pueden arrastrarlos a terapia, pero no los arrastrarán al infierno.

Cinco formas para animarte como madre cristiana

Ser mamá es un llamado santo y una gran responsabilidad. La Palabra de Dios brinda la ayuda que necesitamos para tener el mejor éxito.

  1. Recuerda quién es Dios

Solo hay un Dios y tú no eres Él. Solamente Dios controla todo, incluidos tus hijos, y los ama aún más que tú. Siempre que reconozcas que te estás alejando de confiar en Dios, que estás tratando de evadirlo o manipularlo, inclínate. Inclínate ante el Señor y recuerda que solo Él es Dios (Isaías 46:9, Juan 17:3, Apocalipsis 1:8, Romanos 1:21).

«Porque así dice el Señor, que creó los cielos [Él es Dios]; (El Dios que formó la tierra y la hizo, la estableció y no la hizo un lugar desolado, sino que la formó para ser habitada): “Yo soy el Señor y no hay ningún otro”» (Isaías 45:18).

  1. Arrepiéntete de tus pecados

Mientras estás de rodillas adorando a Dios como Dios, arrepiéntete de tus pecados. A diario. Si has pecado contra tus hijos, confiésalo y pídeles perdón. Modela cómo se ve el apartarse de tus pecados y confiar en la presencia y el poder de Su Espíritu para ayudarte a caminar en obediencia a Su Palabra. Y luego descansa en Su perdón con gran alegría.

No es arrepentimiento si simplemente nos sentimos culpables o tristes por nuestro pecado, pero continuamos en él. Y no es descansar en gran gozo si nos estancamos en el remordimiento. El orgullo nos dice que podemos seguir pecando mientras pidamos perdón. El orgullo también nos dice que debemos ganarnos el perdón confesando y castigándonos a nosotras mismas o haciendo buenas obras. Su sangre pagó por nuestros pecados, no nuestro remordimiento ni nuestras buenas obras. Regocíjate en Su gracia y misericordia, y camina humildemente en piedad (Hechos 3:19; Mateo 3:8; 2 Crónicas 7:14). 

«Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad». -1 Juan 1:9

  1. Ora por tus hijos

Lleva con valentía a tus hijos al trono de la gracia y ora para que encuentren misericordia y salvación (Hebreos 4:16). Si tus hijos son cristianos, ora para que caminen de una manera digna de su llamado todos los días de su vida, para que tengan hambre y sed de justicia, para que amen la Palabra de Dios y busquen la comunión de otros cristianos. Y ora por tus nietos también. Ora para que continúe la herencia piadosa hasta que Cristo regrese.

«Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios». -Filipenses 4:6

  1. Confía y obedece la Palabra de Dios

Comprométete a estudiar la Palabra de Dios todos los días y obedecerla. Dios obra a través de Su Palabra para darnos el deseo y el poder de obedecer (Fil. 2:13; Heb. 13:20-21). No importa el costo, camina en la verdad por fe (Heb. 10:38). Cuando lo arruines, y lo harás, vuelve al punto 2 y arrepiéntete.

 «Si ustedes me aman [Jesús], guardarán Mis mandamientos». -Juan 14:15

  1. Enseña a tus hijos a conocer y obedecer al Señor y Su Palabra

Si tus hijos alguna vez se entregan al Señor por fe, es algo entre ellos y Dios. Sin embargo, Dios nos llama a educar a nuestros hijos para que lo conozcan por medio de Su Palabra y lo obedezcan. Establece una base bíblica sólida para tus hijos comprometiéndote con estos hábitos diarios:

  • Abre la Palabra de Dios y dirígelos a Cristo, el único camino al Padre.
  • Recuérdales que Cristo es su ejemplo perfecto, no tú. Por mucho que lo intentemos, no siempre modelaremos bien a Cristo.
  • Dependiendo de su edad y madurez, habla con tus hijos sobre sus luchas con el pecado. Facilítales que se acerquen a ti con sus desafíos modelando la gracia y el arrepentimiento.
  • Enséñales cómo orar y modelar una fe paciente al esperar Sus respuestas.
  • Explica las Escrituras y los poderosos atributos y formas de Dios.
  • Únete a una iglesia que enseñe fielmente la Biblia con humilde y firme convicción, y asiste fielmente.
  • Pídele disculpas a tus hijos cuando los trates mal, cuando peques contra ellos. Los tiempos de arrepentimiento te permiten modelar tu caminar con el Señor en humilde quebrantamiento y gozoso avivamiento.

«Instruye al niño en el camino que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él». -Proverbios 22:6

La gloriosa conclusión: nosotras podemos fallar, pero Dios nunca lo hace

Si sientes que estás compitiendo por la «peor madre del año», o al menos la «peor madre del día», deja que esta gloriosa verdad levante tu corazón: no importa cuántas veces falles, Dios nunca lo hace.

El Señor no falló cuando te eligió para ser la madre de tus hijos, tan imperfecta como eres. En realidad, Él puede usar tus pecados e imperfecciones para atraer a tus hijos hacia Él. (Por cierto, esto no es una invitación al pecado).

Nuestros peores pecados no son el rival para la gracia y el poder de Cristo. Después de todo, Él devuelve la vida a los muertos. Él es el Señor Todopoderoso. No podemos impedir o reemplazar Su poder, no importa cuán defectuosas (¡o viejas!) lleguemos a ser.

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Sobre el autor

Jean Wilund

Jean Wilund

A Jean Wilund le apasiona guiar a las mujeres hacia una mayor comprensión de la Biblia y una relación más profunda con Dios. Trabaja en Revive Our Hearts como parte del equipo de blogs, en especial para 'Leader Connection'. También … leer más …


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