Desde hace trece años, mi corazón ha anhelado la maternidad. Mi esposo y yo hemos buscado ser padres desde el inicio de nuestro matrimonio, pero el Señor en su soberanía no nos lo ha concedido. Como mujeres, el deseo de ser madres es algo natural que Dios pone en nosotras. Tenemos este instinto maternal que desea brotar desde muy dentro.
Durante este tiempo en mi caminar en la infertilidad, muchas personas me han abordado con frases como: «Estás muy joven, aún tienes tiempo», «Ya verás que pronto vas a concebir, solo relájate», «¿Has pensado en adoptar?» «Sé paciente, Dios tiene Sus tiempos», y muchas más frases como esas. Y aunque sé que estas personas tienen un corazón bien intencionado, esto no alivia el peso del dolor, ni de la espera, ni el vacío que puede dejar este anhelo no cumplido.
Hoy quiero hablar desde lo más profundo de mi corazón, no solo a aquellas mujeres que, como yo, entienden y comparten este dolor, sino también a aquellas que tienen cerca a una amiga y hermana en Cristo que sufre por no poder ser madre.
Dios ve tu dolor y conoce tu deseo
Muchas veces he derramado mi corazón y mis lágrimas a Dios con preguntas que quizá tú también te has hecho: «¿Porque yo no?», «¿No soy digna?», «¿Hasta cuando Señor?». Ana, en 1 de Samuel 1 también lloró amargamente por su anhelo no cumplido, pero su dolor no pasó desapercibido ante Dios. Él vió su corazón, así como ve el tuyo y el mío. Él no es indiferente a nuestro anhelo, incluso cuando Su respuesta no es la que nosotras esperamos.
Ahora, sé que es difícil aceptar nuestra condición de «no ser madres», pero no se trata de aceptar lo que somos o lo que no somos, se trata de aceptar lo que Dios nos ha dado y Su voluntad en nuestra vida.
Aunque a menudo la identidad de una mujer se asocia con la maternidad, es fácil sentir que no somos suficientes, o que no estamos cumpliendo con el propósito por el cual fuimos creadas, pero Dios nos creó con un propósito más allá que solo concebir.
Tú y yo somos valiosas no porque podemos o no podemos tener hijos, sino porque somos hijas de Dios. Dios nos ha dado dones, nos ha dado la capacidad de amar, cuidar y nutrir a otros. Podemos utilizar estos dones con otras personas y servir a nuestra iglesia y a nuestra comunidad.
La maternidad definitivamente es una bendición, pero no es la única forma para dar vida.
Dios nos permite amar a otros como madres. Dios puede usar tu vida para tocar la de otros, niños y jóvenes. A lo largo de los años, el Señor me ha permitido enseñar, guiar y amar a otros pequeños y a jóvenes. Podemos ser madres espirituales o mentoras para aquellos que lo necesitan.
Ahora, no es fácil aceptar el plan de Dios, especialmente cuando no lo entendemos, pero en medio de la incertidumbre, podemos aferrarnos a la verdad de que Dios es bueno y fiel. Isaías 41:10 dice: «No temas, porque Yo estoy contigo; no te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia».
Si hoy tu corazón está cansado de esperar, quiero recordarte que Dios no se ha olvidado de ti, no se ha olvidado de nosotras. Su amor hacia nosotras no depende de nuestras circunstancias. Aun cuando este anhelo sigue vivo en nosotras y a veces siga doliendo, podemos encontrar paz en Su plan, confiando en que Él nos sostiene.
Consejos para acompañar con empatía
Si tienes cerca a una mujer que anhela ser madre y Dios no se lo ha concedido, quiero invitarte a que la animes con empatía y amor genuino. Debes estar consciente de su dolor, y que probablemente hablar sobre el tema de la maternidad sea doloroso o difícil para ella. Aquí te comparto algunas maneras en las que puedes acompañarla:
- Escucha sin necesidad de dar respuestas rápidas. En ocasiones, se aprecia más un corazón dispuesto a escuchar sin intentar solucionar rápidamente su dolor.
- Evita minimizar su sentir. En lugar de decir frases como «Aún estás jovén» o «Dios tiene Sus tiempos», puedes intentar algo como «Sé que esto es difícil para ti y quiero acompañarte en lo que necesites».
- Ora por ella y con ella. Una oración sincera tiene poder. Cuando veas su dolor intercede por ella en ese momento y abrázala en oración.
- Anímala en su identidad más allá de la maternidad. Recuérdale sus talentos, sus dones, su propósito y cómo Dios la usa para impactar tu vida y la de otros.
- Involúcrala en tu maternidad. Involucrarla en el día a día de la crianza de tus hijos puede marcar una gran diferencia. No se trata solo de contarle tu día a día o «desahogarte» sino realmente involucrarla, pedirle ayuda para que ella también pueda ejercer su maternidad, siempre y cuando ella así lo desee. Esto puede aliviar un poco el dolor de su corazón.
«Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran. Tengan el mismo sentir unos con otros. No sean altivos en su pensar, sino condescendiendo con los humildes. No sean sabios en su propia opinión». -Romanos 12:15-16
Podemos ser intencionales en ser amables, dar una palabra de aliento o de ánimo, un mensaje, un abrazo, un detalle o una oración. Créeme, como mujer que no puede tener hijos, estoy agradecida por estas personas que me han mostrado su empatía y me han acompañado en mi dolor.
Una oración para ti
Padre amado, pongo en tus manos a cada mujer que lee estas palabras con el anhelo de ser madre. Llena nuestras vidas de Tu paz y enséñanos a confiar en Ti. Ayudándonos a encontrar gozo en Ti y reconocer que nuestro valor ni nuestra identidad depende de la maternidad, sino de ser Tus hijas amadas, y Señor, ayúdanos a dolernos con aquellas que se duelen y a mostrar empatía así como tu hijo Jesús la mostró con aquellos que lo necesitaban. Amén.
Si estás pasando por este camino, no estás sola. Dios te ve, te ama y tiene un plan para tu vida.
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación