La libertad de “tener tus cuentas saldadas”

"¡Cuentas saldadas!" Esa es una frase que escucho varias veces al día como capellán en una cárcel de mujeres. En diferentes momentos a lo largo del día y de la noche, todo el movimiento se detiene mientras los guardias cuentan las presas para asegurarse que todas se contabilizan, hasta que el número se verifica o "se salda".

"Cuentas saldadas" ha tenido diferente significado para mí a través de los años. La primera vez que lo escuché fue como prisionera, yo estaba tan asustada. A pesar de que significaba que era libre de moverme, estaba congelada en mi cama preguntándome cómo iba a adaptarme a la vida en prisión por los próximos once años. Resentía el hecho de que yo tenía que ser contada físicamente diez veces -o más en un día, que de treinta minutos a una hora, estaría aún más confinada de lo normal. Pero tanto como yo había llegado a odiar el proceso de ser contada, al final me enamoré de las palabras, "¡Cuentas saldadas!"

Una nueva perspectiva

Como he experimentado el amor, la misericordia, la gracia y el perdón de Dios, "cuenta saldada" comenzó a significar para mí algo diferente. Yo había acumulado bastantes cuentas de pecado en mi vida. Así como Dios comenzó a grabar en mi corazón Su gracia y me reveló mis pecados,  cuando comencé a escuchar el Evangelio, contar el tiempo una vez más se había vuelto doloroso para mí —gravoso debido al peso de mi pecado y la revelación de mi perverso corazón. ¡Oh, qué alivio, qué alegría al enterarme de que Jesús se había convertido en pecado por mí! Que había pagado mi deuda con Su propia vida. Que se convirtió en el sacrificio por mis pecados y luego se sentó a la diestra de Dios y limpio el recuerdo de ellos de Su mente. Me arrepentí, confesé, creí, y me perdonó. ¡Él saldó la cuenta!

Ahora el significado de estas palabras ha cambiado para mí una vez más. Hace más de un año, la guerra estalló en mi vida. El enemigo vino como una avalancha. Robó, mató y destruyó. Durante la noche lo perdí todo —mi casa, mi trabajo, mi iglesia, mi familia de la iglesia, mis líderes, y mi mejor amigo. Yo, junto con otros había sido traicionada —Mis líderes espirituales, mi pastor, y mis amigos habían hecho lo impensable, el adulterio, la manipulación, mentiras, mentiras y más mentiras habían sido expuestas.

Seguí contando cada flecha que me atravesó el corazón. Como he venido ante el Señor, agitada, le pregunté, frenéticamente: "Señor, ¿Vas a hacer algo?" Después me calmé, una palabra todavía más dulce y desafiante hizo eco en mi corazón. Perdonar. ¿Pero cómo?

Como Él

De la misma manera que Él me perdonó, tuve que optar por perdonar. Era como si Él estuviera diciéndome, "Jennifer, es el momento de que aclares la cuenta". Ha habido muchos días y semanas del año pasado cuando he tenido que decir, "Cuenta saldada" varias veces al día, porque el enemigo sigue disparando sus dardos de fuego. El enemigo nos quiere llevar la cuenta del daño  que otros nos han hecho, pero Dios dice que perdonemos. "Perdona porque te he perdonado." Cuenta saldada.

Hace apenas unos días, vi una foto de mi amiga, y un montón de emociones emergieron a la superficie —celos, dolor y decepción, por nombrar algunas. Me decepcionó que ella se viera bien en esa foto, y no vieja, ni  agobiada por su pecado. Incluso bromeé con una línea de productos para el cuidado de la cara que ahora vende: "Funcionan muy bien, incluso cubren su pecado". Inmediatamente supe que había entristecido al Espíritu Santo. Era como si Él dijera suavemente estas palabras a mi corazón: "Jennifer, el cubo solo puede tirar lo que está en el fondo, es hora de saldar las cuentas de nuevo".

Estoy tan agradecida de que cuando confieso mis pecados, Él es fiel y justo para perdonarme  y limpiarme de ellos. Cuenta saldada. ¡Yo quiero vivir así!

¿Mantienes cuentas en tu vida, o las estás saldando?

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