Poniendo a mis hijos debajo del arbusto

La maternidad trae consigo quizá los momentos más sublimes de nuestra vida, pero también nos hace experimentar emociones como el temor, la angustia, la impotencia más a menudo de lo que quisiéramos.  Me encuentro enfrentando la adolescencia de mis hijos y toda esta gama de sentimientos ha pasado por mi corazón de madre. Es durante esta temporada que me he dado cuenta lo incapaz que soy de tener control sobre todo a lo que mis hijos se ven expuestos.  Es ahora cuando ellos empiezan a tomar sus propias decisiones y mi mano no alcanza para acompañarles los pasos que dan lejos de mí, que comprendo con qué facilidad durante su infancia descansé en mis propias fuerzas para influir en su vida, tratando de formar niños buenos y lo difícil que es para mí llegar hasta la cruz y rendirle mi maternidad y la vida de mis hijos al Señor.  Pataleo y trato de mantener alguna cuota de control, creyéndome indispensable.

Pero Dios nos muestra esas áreas en nuestra vida en las que aún no le entregamos el señorío para que nuestros ídolos se derrumben y Él ocupe el lugar que le corresponde. Hoy quiero compartir contigo lo que el Señor ha ido hablando a mi corazón en esta área en particular.  Acompáñame a leer Génesis 21: 8-20.  Esta porción habla sobre Agar, la sierva de Sarai y su hijo Ismael.


Agar e Ismael son echados de la casa de Abraham. 

 "Y creció el niño, y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el día que fue destetado Isaac. Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac.  Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.  Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo. Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia. Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente.  Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó el muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba."


Al leer sobre Agar e Ismael inmediatamente siento compasión por esta madre, puedo ver tanto de ella en mí... era la segunda vez que ella estaba en el desierto, la primera vez (en el capítulo 16) ella decidió partir hacia él, huyendo de Sarai, esta vez en cambio había sido echada por Abraham y no estaba sola, su hijo Ismael, salió junto a ella.  En ambas ocasiones podemos ver cómo sus actitudes no eran las correctas, pero puedo imaginar lo que significó verse sola sin la protección de Abraham, lo indefensa que se sentiría, ¿quién los defendería ante el peligro? ¿Quién proveería lo que necesitarían?


Solo tenían el pedazo de pan y el odre que pusieron sobre sus hombros...la provisión se acabaría pronto.  Su hijo estaría enfrentando el desierto, la muerte y ella no podría evitarlo.

"Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto, y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: no veré cuando el muchacho muera."

Tengo que confesar que, aunque la ciudad en la que vivo no es una zona desértica, para mí el mundo caído en el que vivimos sí es como ese desierto. Hay tanto peligro allá afuera, tanta contaminación, tantos placeres temporales que hacen todo lo posible por atraernos, tanto pecado...que al sentir la amenaza he decidido poner a mis hijos debajo de ese arbusto.   En mi afán de protegerlos de las inclemencias y tentaciones a las que se enfrentan conforme crecen, he intentado con todas mis fuerzas esconderlos en ese arbusto y mantenerlos ocultos del mal.   Como si éste solo se encontrara afuera y no dentro de nuestro propio corazón.

He clamado por su salvación constantemente, pero en la práctica he creído, tontamente, que soy capaz en mis fuerzas de controlar su ambiente y "contribuir" con el Señor para que no se contaminen y así fuese más fácil salvarlos, imagínate mi altivez y necedad. No me refiero a guardar el corazón de mis hijos y proveerles un hogar piadoso donde desarrollarse, que es algo a lo que creo estamos llamadas como madres, sino a la manera pecaminosa en que descansé en mi poder y desempeño para proveerles salvación y no puse mi confianza enteramente en el Único que tiene el poder y la misericordia suficiente para salvarlos.  

Llámale a ese arbusto como quieras, en mi caso podría ser una lista de cosas permitidas y cosas prohibidas, por poner un ejemplo...  SÍ puedes hacer esto, NO puedes hacer esto otro...confiando en que, si nos apegábamos a la lista de cosas por cumplir, las cosas estarían bien.   Cuán lejos estaba mi corazón del descanso que se encuentra en la rendición, y cómo una cosa tan buena como querer la salvación para tus hijos puede convertirse en un ídolo que te controla y engaña.  

Sigamos leyendo...

"Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró."

El texto dice que cuando Agar se sentó enfrente del arbusto, sin dar instrucciones, sin listas por cumplir, sin proveer un plan para solucionar el asunto, Ismael alzó su voz y lloró.  Tal vez en ese momento él comprendió lo inminente de su muerte, tal vez allí entendió que su mamá no podría hacer nada para salvarlo, entonces hizo lo que solo alguien desesperado puede hacer: ¡clamó!

Cuánta enseñanza encuentro en esta pequeña porción, si yo continúo en mi afán de evitarles el desierto a mis hijos y encontrar una solución para que no caigan, probablemente ellos confiarían en mí para salir bien librados de cualquier circunstancia.   Ellos alzarían su voz, pero para llamarme a mí... ¡Mamá ayúdame! ¡Mamá soluciónalo! ¡Mamá arréglalo tú! ... O peor aún se convertirán en personas moralmente buenas, autosuficientes, creyéndose capaces de ganarse el favor de Dios por lo bien que cumplen las reglas.   

Yo necesito aquietarme, dejar de pedir seguridad para mis hijos, dejar de perseguir buenas actitudes y en cambio guiarlos a Aquel que es nuestra provisión perfecta en cualquier circunstancia, en medio de la tentación, en medio de la angustia, en medio del dolor.     Nuestro corazón debe anhelar hijos rendidos con espíritus quebrantados y no sólo hijos bien portados.

El salmo 46:10 dice, 

“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios"

El estar quietos es descansar en el poder del Dios al que conocemos, es tomar aire y decir “Tú eres Dios y no yo, Tú eres Soberano y no yo".

"Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación.  Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho."

¡Dice que Dios oyó la voz del muchacho!  Y el ángel de Dios le dijo a Agar: NO TEMAS, Porque Dios ha oído la voz del muchacho dónde está, ¿te fijas? ...Dios sabe dónde están nuestros hijos, allí debajo de los arbustos, enfrentando tentaciones o  tal vez escondidos en algún pecado. EL SABE dónde están y si ellos claman en desesperación y le buscan, Él los oirá.  Y a nosotras por extraño que parezca nos dice:  No temas, Yo soy Dios y sé lo que estoy haciendo. En Su misericordia, Él permite esos desiertos en nuestra vida para que nos encontremos tan indefensos que podamos clamar por Su ayuda con desesperación.

Dios va en rescate de Ismael y guía a Agar hacia la provisión, le dice qué debe hacer, le abre los ojos y le muestra una fuente de agua para que llene el odre y le dé de beber a su hijo.  Cuán compasivo es nuestro Dios y cuánto sabe que necesitamos Su guianza en esta encomienda puesta en nuestras manos. Cuando nos aquietamos y nos dedicamos a conocerle, Él irá revelándose a nuestra vida y entonces reconoceremos que Él es digno de confianza, que nuestra vida y la de nuestros hijos Le pertenecen, que Su voluntad es buena, agradable y perfecta, y entonces podemos tomar aire y decir con convicción: TÚ ERES DIOS Y NO YO, QUE SE HAGA TU VOLUNTAD Y NO LA MÍA.   

Lo importante es conocerle, Él se encargará de guiarnos y darnos la sabiduría que necesitamos. Él nos mostrará qué hacer, Él abrirá nuestros ojos y nos apuntará hacia Cristo, la Fuente de agua viva, para que llenemos nuestro odre y saciemos nuestra sed.  

Por último, dice que Dios estuvo con el muchacho, y creció.   No hay manos más seguras para nuestros hijos que ésas, no hay nada que tú y yo podamos hacer que se compare a esa seguridad. 

¿Estás desarrollando una relación personal con Cristo que te lleve a un punto de quietud y rendición? ¿Has rendido la vida de tus hijos y su salvación al Señor?  ¿Le conoces tanto como para confiar que es lo suficientemente poderoso para salvarlos, pero también lo suficientemente bueno y misericordioso si decide no hacerlo?

Ora junto a mí para que:

  • Nuestra relación con Él sea tan estrecha que nuestra confianza nos permita poco a poco rendir todos nuestros tesoros a Sus pies;
  • El conocer Su poder nos revele cada día nuestra gran debilidad y nuestra necesidad de depender completamente de Él;
  • Como Agar nuestros ojos sean abiertos hacia el Único que puede saciar la sed de nuestros hijos y nuestra vida sea un reflejo para ellos de su redención. 
  • En Cristo y solo en Él, se encuentren todas nuestras fuentes de gozo.  

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Sobre el autor

Mary Bonilla de Lorenzana

Mary Bonilla de Lorenzana

Reside en la ciudad de Guatemala, está casada con Roberto Lorenzana, con quien tiene dos hijos, Roberto y Sofía. Ella está grandemente agradecida con el Señor por permitirle el privilegio de ser esposa y mamá de tiempo completo. Le gusta … leer más …


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