¿Por qué la iglesia necesita sufrir?

¿Alguna vez te has preguntado por qué pareciera que muchos cristianos soportan increíble sufrimiento? Casi a diario escucho de otros creyentes o familia cristiana enfrentando una situación extrema, desgarradora o trágica. Es difícil hacer a un lado la inmediata pregunta “¿por qué?” ¿Por qué tiene que haber tanto dolor? ¿Por qué la vida es tan dura para tantos que siguen a Cristo?  ¿Por qué Dios no protege a Su pueblo?

He luchado con estas preguntas muchas veces durante las pruebas de mi propia familia. En ocasiones pareciera, que mientras más profundas las raíces de nuestra fe, más pruebas nos llegan.

Sin embargo, conforme he crecido con los años y he visto la profunda obra que Cristo ha hecho en nuestra familia a través de las pruebas que alguna vez (¡y algunas todavía lo hacen!) me llevaron a preguntarme “¿por qué?”, he crecido en mi comprensión de porqué Dios permite tanto sufrimiento en la vida de aquellos que Él ama y por qué la Iglesia necesita aprender a sufrir con la esperanza de Cristo,

El sufrimiento con esperanza refleja a nuestro Salvador sufriente

Si nosotros, como la Iglesia, seguimos a un Salvador sufriente, debemos prepararnos a sufrir junto con Él. Si hasta Cristo aprendió obediencia a través de lo que Él sufrió (He. 5:8), entonces ¿cuánto más, nosotras, como Sus hijas, necesitamos aprender obediencia a través del sufrimiento?

La Palabra de Dios dice claramente que, así como Cristo sufrió en la carne (hasta la muerte) para liberarnos del pecado, nosotros también, conforme Le seguimos, debemos esperar sufrimiento –sufrimiento por el nombre de Cristo y sufrimiento para aprender obediencia y ser santificadas del pecado (1ª Pedro 4:1-2).

Sin embargo, en ese sufrimiento, tenemos una esperanza que el mundo no conoce.

Así como los sufrimientos de Cristo tuvieron un propósito eterno, cada momento de nuestro sufrimiento como creyentes tiene un propósito y está siendo usado para prepararnos para nuestra prometida eternidad con Cristo (Ro. 8:28).  La esperanza y el gozo que tenemos aún en las circunstancias más desesperadas declaran al mundo, más poderosamente, lo infinitamente valioso de seguir a Cristo, en la medida en que participamos de Sus sufrimientos.

Pero no solamente participamos de Sus sufrimientos, sino también, abundantemente Su consolación (2ª Co. 1:5).

En las palabras de Charles Spurgeon:

Es una bendición que cuando más abatidos estamos, entonces más levantados somos por las consolaciones del Espíritu.  Una de las razones es que, las pruebas abren más espacio para la consolación.  Los grandes corazones solamente se forjan con grandes pruebas. El pico de la prueba cava más profundo a través de la mina de la comodidad haciendo espacio para la consolación.  Dios viene a nuestro corazón y lo encuentra lleno; y entonces, Él comienza a romper nuestra comodidad para vaciarlo; y así hace más espacio para la gracia.  Mientras más humilde el hombre, más consuelo tendrá, porque más adecuado se encontrará para recibirlo.  Otra razón por la que estamos más felices en nuestros problemas es porque llegamos a tener una intimidad más cercana con Dios. 1

Sufrir con esperanza prueba que nuestra fe es genuina

Cuando el sufrimiento nos golpea, nos aleja o nos acerca a Cristo. Como creyentes, el sufrimiento es utilizado como la “presión” que revela lo que realmente hay dentro de nosotras y nos enseña perseverancia. Al ser fortalecidas por el Espíritu Santo, perseveramos. Al perseverar, el Espíritu hace crecer en nosotras el carácter de Cristo. Y al crecer en el carácter de Cristo, experimentamos esperanza –una esperanza que se encuentra al probar lo genuino de nuestra fe (Ro. 5:3-5)

La verdad es que es fácil seguir a Cristo cuando todo va de acuerdo con nuestros planes y la vida es cómoda.  Generalmente no es sino hasta que pasamos por el horno de la aflicción que Dios prueba lo genuino de nuestra fe y en la medida en que vemos la evidencia de que Cristo está trabajando en nosotras, crecemos en esperanza.

Como Iglesia, no debemos buscar el sufrimiento, pero tampoco debemos temerle. Cuando vemos a un hermano en Cristo sufriendo una tragedia que no nos hace sentido o llevando una carga que no imaginamos cómo podríamos cargarla, podemos vernos tentadas a preguntar “¿por qué?” Pero podemos orar y confiar que Cristo estará cerca de ellos en su dolor, será suficiente en su debilidad y lo usará para cumplir Sus buenos propósitos.

Sufrir con esperanza testifica del poder del verdadero Evangelio y descalifica los falsos evangelios

Vivimos en un mundo que persigue sin descanso la comodidad, el éxito y la felicidad. Si como creyentes solo experimentamos lo mismo ¿cómo podrían los demás notar el tesoro que tenemos en Cristo?

Sin embargo, cuando un cristiano sufre, experimentando tristeza y dolor simultáneamente con esperanza, gozo y contentamiento en Cristo, el mundo toma nota –y el tesoro de Cristo brilla a través de nuestro quebrantamiento (2ª Co. 4:7-10). Por esta razón, cuando la iglesia sufre por amor de Cristo, muestra el tesoro del verdadero Evangelio y expone lo vacío de los evangelios falsos.

Son millones los que han sido atraídos por la mentira de que, si tenemos la fe suficiente, Dios nos prosperará en un sentido terrenal. Sin embargo, el verdadero Evangelio dice que, en Su amor y bondad, Dios sacrificó a Su Único Hijo para darnos perdón de pecados y vida eterna con Él –no un cielo en la tierra. En la gracia de Dios, Él permite las pruebas para separarnos del amor por este mundo y de la felicidad basada en sus arenas movedizas haciéndonos así libres para amarlo más a Él y encontrar gozo, esperanza y seguridad eterna en Él solamente.

Con esto en mente, no debemos ver el sufrimiento como un obstáculo en nuestro ministerio a otros, sino más bien, como el mismísimo medio que Dios puede usar para ministrar la esperanza del Evangelio que da vida a aquellos a nuestro alrededor.

Me he dado cuenta que Cristo ha usado mi sufrimiento para alcanzar a aquellos a mi alrededor con el Evangelio, mucho más que mis tiempos de descanso. Por supuesto, eso no significa que solamente podemos compartir nuestra esperanza en Cristo cuando estamos sufriendo. Nuestro ánimo y disposición de servir a otros en su sufrimiento es también un extraordinario testimonio para el Evangelio.  Sin embargo, el tesoro del Evangelio se exhibe más poderosamente a través de las grietas de nuestro quebrantamiento, y el poder de Cristo se ve más grandemente a través de nuestras debilidades.

Sufrir con esperanza fortalece la unidad con los demás  

El sufrimiento tiene su manera de hacer que dejemos de lado las diferencias y acerca a las personas en un propósito común.  Los cristianos somos “un cuerpo” lo que significa que siempre debemos distinguirnos por la unidad y el amor en Cristo. Pero la realidad es que la Iglesia está llena de pecadores redimidos, no santificados por completo todavía.

Se nos manda a amarnos unos a otros, gozarnos en la esperanza, ser pacientes en la tribulación, constantes en la oración, regocijarnos con aquellos que se regocijan, llorar con los que lloran, vivir en armonía unos con otros, no ser altivos y nunca ser sabios en nuestra propia opinión (Ro. 12:10-16). Sin embargo, estas cosas no nos salen naturalmente, ¿o sí?  Entonces ¿cómo hace Cristo que estas cosas crezcan en Sus hijos? Sea que nos guste o no, con frecuencia Él lo hace en el camino del sufrimiento.

La realidad es que el Cuerpo de Cristo necesita el sufrimiento debido a la forma que éste tiene de despojarnos de nuestras “falsas pretensiones” de nuestra bondad aparente y nuestra independencia de Cristo y de los demás.  El propósito no es que la Iglesia sea un lugar lleno con gente tibia, íntegra, perfecta. Más bien, está hecha de pecadores contritos que han sido redimidos y están en el proceso de ser hechos completos a la imagen de Cristo.

Si actualmente no estás sufriendo, agradece a Dios por esta etapa y úsala para crecer en madurez espiritual leyendo y obedeciendo Su Palabra, en conexión con el Cuerpo de Cristo.  El proceso de ser hechos a la imagen de Cristo, en algún momento, inevitablemente incluye sufrimiento, para que aprendamos a seguir a nuestro Salvador sufriente.  Pero podemos confiar en que el Señor usará nuestras pruebas con el propósito de que nos identifiquemos con Él, uniéndonos unos con otros y usándonos para dar testimonio de la esperanza del Evangelio que da vida a un mundo adolorido.

¹ Charles H. Spurgeon, Mañana y Tarde: Una Nueva Edición del Devocional Clásico basado en la Santa Bibia, revisado y actualizado por Alistair Begg (Wheaton, IL: Crossway, 2003), febrero 12.

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