«Famosas últimas palabras». Probablemente hayas pronunciado alguna vez esta frase, pero ¿has pensado hasta qué punto son importantes las «últimas palabras»? Se dice que el compositor de la época romántica Gustav Mahler murió en la cama mientras dirigía una orquesta en su mente. ¿Su última palabra? «¡Mozart!»; la pionera del ferrocarril subterráneo y devota creyente Harriet Tubman cantó con su familia al morir: «Swing low, sweet chariot» (refiriéndose a un dulce carruaje); Emily Dickinson se puso poética: «Debo entrar, la niebla se está levantando», y el fundador de Apple, Steve Jobs, dijo simplemente: «Oh wow. Oh wow. Oh wow!».
Al morir, las mentes de estos iconos culturales estaban encantadas con las mismas cosas en las que se habían centrado mientras vivían: la música, la libertad, el misterio, la maravilla de la próxima novedad. Durante estos días, nos hemos centrado en las últimas palabras de nuestro Salvador, cuyas palabras de despedida reflejaron con majestuosa brillantez Sus acciones terrenales y Sus afectos celestiales.
Hoy, llegamos a la última de las siete palabras de Cristo, las palabras finales que llevarían a un mundo sin aliento de una era de la historia a otra, al igual que lo hizo Su nacimiento unos treinta y tres años antes.
Exhaló Su último suspiro
Aunque no estuvo presente en la crucifixión, el autor del Evangelio, Lucas, médico griego de profesión, registró meticulosamente su relato bajo la inspiración del Espíritu Santo. Este Evangelio es el único que incluye la declaración que se encuentra en Lucas 23:46 . . . pero solo después de que él prepara la escena con la precisión de un registro médico detallado:
«Era ya como la hora sexta, cuando descendieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena, al eclipsarse el sol. El velo del templo se rasgó en dos». -Lucas 23:44-45
Aunque debería haber sido el momento en que el sol brillaba con más intensidad, aquel día no había luz y un manto de oscuridad cubrió la tierra. Simultáneamente, en el templo, se rasgó el velo que separaba al hombre del Lugar Santísimo de forma espectacular.
«Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu”. Habiendo dicho esto, expiró» (v. 46).
Sin duda, famosísimas últimas palabras.
Cuatro cosas que Jesús dijo con Su último aliento
Durante Su vida perfecta, cada palabra de Jesús fue verdadera, correcta y con propósito. En la cruz, no fue diferente. Como Nancy DeMoss Wolgemuth señaló, las palabras de Jesús incluyeron:
- Ni una palabra de amargura o ira.
- Ni una queja o murmuración.
- Ni una palabra soez.
- Ni una palabra cruel.
- Ni una palabra innecesaria.1
El Hijo de Dios, habiendo sufrido la angustia más profunda conocida por el hombre, reunió las fuerzas que le quedaban, llenó de aire Sus débiles pulmones y pronunció solo siete palabras: «Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu». Esas palabras lo dijeron todo.
Más allá de las simples palabras que leemos, ¿qué dijo verdaderamente Jesús con Su último aliento?
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No dejó de ser poderoso
Lucas registró que Jesús clamó a gran voz. Las consecuencias físicas de la crucifixión habrían hecho que hablar en voz alta fuera insoportablemente doloroso, si no es que imposible; pero las últimas palabras del Salvador irrumpieron claramente a través del murmullo de la multitud reunida. ¿Puedes oírlas? «Clamando a gran voz» (megas phoneo en griego), Sus palabras de despedida fueron pronunciadas como a través de un megáfono, una estruendosa proclamación de fe, aunque frágil por Su cuerpo humano.
2. La relación con Su Padre había sido restaurada
Mientras Jesús se había dirigido a Él como «Dios mío» (Mt. 27:46; Mc. 15:34), con Su último aliento, Jesús vuelve a llamar a Su «Padre». En Juan 19:30 Jesús ya había dicho: «Consumado es», había soportado toda la copa de la ira de Dios reservada para ti y para mí, y ahora podía volver el rostro hacia su Abba Padre una vez más. Gracias a Su sacrificio, podemos volver nuestro rostro hacia Él sin avergonzarnos.
3. Su mensaje era para que todos lo escucharan
Jesús se dirigió a Su Padre, pero con Su último aliento también predicó un sermón que resonaría en los oídos de todos los presentes (desde el centurión romano hasta la multitud que se había reunido, pasando por las mujeres que le amaban y le siguieron durante años). Porque quedó registrado para nosotras en las páginas de las Escrituras, lo seguimos escuchando hoy, llamándonos de nuevo a la cruz.
4. Se entregó en las manos del Padre
«… en Tus manos encomiendo Mi espíritu», dijo Jesús. La palabra griega «paratithem» significa: «poner al lado, cerca o delante», «depositar», «confiar», «encomendar».2 Con Su último aliento, Jesús proclamó al mundo que Su Padre es digno de confianza.
Jesús no solo confió en Su Padre en general, sino que confió específicamente en las manos de Su Padre. El Pastor John Piper dice que Jesús encomendó Su espíritu: «No a la tumba, al vacío o a la desconocida oscuridad, sino en las manos de Dios». Este es el mismo Dios cuya palabra es recta y cuya obra es digna de confianza, que ama la rectitud y la justicia, que hizo los cielos con Su palabra y las estrellas con el aliento de Su boca (Sal. 33:4-6). Él es quien (¡todavía!) hace bien todas las cosas.
Jesús pronunció esas palabras con el último aliento de Su cuerpo terrenal, y con ellas, entregó Su vida voluntaria y tranquilamente. «Cuando terminó de soportar la ira de Dios», dijo el Pastor John MacArthur, «simplemente entregó Su vida, y así, Cristo, calmada y majestuosamente, desplegó Su total soberanía hasta el final».4
La última palabra
Las palabras de Jesús en la cruz contenían momentos íntimos entre el ladrón y su Salvador, Jesús y Su madre, el Hijo y el Padre. Son un registro de la historia, una ventana de seis horas que cambiaron el curso del mundo, pero también predican un poderoso sermón, un sermón que exige una respuesta.
Tras un sufrimiento incomprensible, Jesús puso Su vida; Su mismo espíritu, en las manos de Su Padre. ¿Qué te pide Él que pongas en Sus manos mientras caminas este fin de semana recordando Su sufrimiento y celebrando Su victoria sobre la muerte? ¿Qué necesitas confiar hoy a Dios?
Podría ser . . .
- Problemas de salud
- Riesgos financieros
- Familiares no salvos
- Iglesia herida
- Inquietud política
- Consecuencias del pecado
- Nuestros hijos
- Nuestros trabajos
- Nuestros hogares
- Nuestro cuerpo
- Nuestro corazón
Oh amiga, Dios no quiere nada más que te entregues plenamente a Sus manos amorosas y capaces, buenas y soberanas. Que esta Semana Santa, y hasta nuestro último aliento, podamos decir como el Salvador: «Padre, en tus manos confío mi espíritu, mi vida, mi todo».
Te invitamos a ver la película El cielo, cómo llegué aquí: La historia del ladrón en la cruz, del ministerio Abre la Biblia, del pastor Collin Smith.
1 Nancy DeMoss Wolgemuth, “The Word of Confidence,” Revive Our Hearts, April 1, 2015, https://www.reviveourhearts.com/podcast/revive-our-hearts/word-confidence/.
2 G3908 - Paratithēmi - Strong's Greek Lexicon (CSB),” Blue Letter Bible, accessed April 1, 2023, https://www.blueletterbible.org/lexicon/g3908/csb/mgnt/0-1/.
3 John Piper, “Into Thy Hands I Commit My Spirit,” Desiring God, February 7, 2023, https://www.desiringgod.org/messages/into-thy-hands-i-commit-my-spirit.
4 “When Jesus Preached from the Cross,” Grace to You, April 18, 2003, https://www.gty.org/library/sermons-library/80-273/when-jesus-preached-from-the-cross.
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