Yo antes de ti | Una invitación a la eutanasia

Es oportuno escribir sobre esta película, ya que detrás de una historia muy emotiva y conmovedora, presenta una ideología muy clara, que intenta moldear toda una generación. Abre el camino a muchas otras películas, implantando este mensaje poco a poco en la sociedad, hasta que la mayoría lo acepte, como ya han hecho con muchas ideologías autodestructivas.

¿Cuál es esa ideología?

La película no solo presenta el típico mensaje a favor de la eutanasia de “Cada quien puede decidir qué hacer con su vida”, sino que muestra toda una ideología, cuyo valor más alto es “vivir la vida al máximo” o más específicamente, “obtener el máximo placer en la vida”.

Para que esto haga sentido, por supuesto, hay que aceptar como verdad que no hay una vida eterna, ni un Dios al que daremos cuentas, que simplemente existiremos por el tiempo que dura esta vida.

 

Dando como un hecho este argumento, la película plantea las siguientes ideas:

  1. No tiene sentido vivir si no se puede disfrutar a plenitud de las cosas que este mundo ofrece.

  2. Una vida de servicio a los necesitados es un desperdicio, pues nos ata a ellos, impidiéndonos “vivir al máximo”.

  3. Actúo más “amorosamente” si evito ser un obstáculo para que otros “vivan a plenitud”.

Esta película busca implantar la siguiente ideología en las personas que sufren de algún impedimento en sus vidas, y en sus familiares:

  1. Tu vida ya no tiene el mismo valor que las personas “normales”, pues no puedes disfrutarla como los demás.

  2. Además, es un estorbo para que la gente que amas viva al “máximo”.

  3. Lo mejor que puedes hacer por ti y por ellos es quitarte del medio, serás un héroe al “sacrificarte” y decidir morir por “amor” a ellos.

A la luz del Evangelio ¿Cómo podemos evaluar esta ideología?

Esta ideología sólo cobra sentido si creyéramos que no existe un Dios ni una eternidad. Si así fuera y dado que sólo existimos por 40, 60 u 80 años, vale la pena “sacarle todo el jugo” que podamos a la vida en la tierra, pero si hemos descubierto la verdad de que hay un Dios justo y amoroso, nuestra vida en la tierra tiene un objetivo muy diferente.

  1. Dios puso eternidad en el corazón del hombre (Ec. 3:11). El ser humano durante toda su historia, ha tenido el conocimiento intuitivo de que fue hecho para vivir más allá de su vida terrenal. El tema del libro de Eclesiastés, es precisamente que Salomón (su autor), experimentó con todos los placeres de esta vida, encontrándolos vanos (huecos o vacíos). Ninguno pudo darle una felicidad prolongada. Este vivir la vida al “máximo”, es una utopía, no trae felicidad duradera al corazón. Personas que se han dado a este tipo de vida, han comprobado que no satisface el alma, otros aun teniendo mucha “abundancia” se han suicidado o terminado adictos a drogas o conducta autodestructiva. Rechacemos esta ideología y abracemos la conclusión de Salomón al final de explorar todo placer en la vida terrenal: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.” Ec. 3:13.

  2. Si decides vivir tu vida para Dios, aun sea una vida de sufrimiento y limitaciones, tiene un gran valor. Tu valor no lo define tu capacidad de disfrutar esta vida o de “ayudar” a los demás a que lo hagan. Tu vida tendrá más valor y será más plena, no sólo ahora sino por la eternidad, si la dedicas a conocer a Dios y darlo a conocer a los demás. “Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco — declara el Señor” Jer. 9:23-24. Tenemos muchos ejemplos de personas cuadripléjicas, ciegas y otras múltiples limitaciones que, a pesar del gran dolor, han llevado una vida plena al conocer a Dios, ayudando y siendo un ejemplo y ánimo para quienes sufren o no cosas similares.

  3. La Biblia nos llama a seguir el ejemplo de Jesús, al tener una vida sacrificial sirviendo a los demás, a quienes sufren, o tienen necesidad, no estimando una vida cómoda o de placeres como algo a qué aferrarnos. Si alguien tenía una vida placentera a Su disposición era Él, pero se despojó de ella para ser un siervo humilde y sufrir la muerte a nuestro favor. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Flp. 2:5-8. Una vida para servir a nuestro prójimo no es una vida desperdiciada; dedicarla a buscar el placer personal, sí lo es.

La perspectiva cristiana y la humanista son totalmente opuestas. Si no hay un Dios “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Pero si existe, entonces vivamos dedicadas a conocerle a Él y a prepararnos para la eternidad, vivamos sirviendo a los débiles, a quienes sufren y a los indefensos. Que aquellos que no conocen a Cristo no puedan comprender nuestra vida.  “Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima”.  1 Co. 15:19

¿Cuál es el objetivo de esta ideología?

Muestra una descarada invitación al que sufre a sacrificarse y terminar con su vida, en pos de quienes aún pueden “disfrutarla”. En lugar de que los fuertes “se sacrifiquen” por los débiles, en actos de amor y servicio (que de hecho no deberían ser vistos como sacrificio alguno, sino como una extensión del amor y la misericordia divina), con mucha creatividad y sensibilidad, se le pide al débil que se sacrifique por el fuerte y desaparezca.

Este concepto no es nada nuevo. A nombre de “disfrutar la vida o autorrealizarse”, las mujeres han sido convencidas de despreciar su rol de esposas y madres, cambiando el servicio sacrificial por la “realización”, sacrificando así la vida o el futuro de los más pequeños e indefensos. Hemos sido convencidos como sociedad de sacrificar a los no nacidos en pos de nuestra comodidad. Y ahora es natural que sigan las matanzas de los que no se pueden valer por sí mismos.

Ya se ha convencido a la sociedad a no tener hijos y a matar a los que “accidentalmente” conciban. En múltiples países ahora se tienen más muertes que nacimientos, su población va a la baja. El problema será que en unos años habrá muchos ancianos que mantener por parte de pocos jóvenes que serán económicamente activos, es por esto que la eutanasia se presenta como “solución” y se quiere implantar como algo heroico.

Es triste que quienes deben actuar como héroes, nos pidan ser sus héroes. En lugar de luchar por el débil, le piden al débil que simplemente se sacrifique por el fuerte, por quien puede “vivir al máximo”.

¿Qué podemos hacer como cristianos?

Hacer una lucha política en contra de la eutanasia será de poco valor. Quien cree que sólo existimos durante esta vida no entenderá nuestros motivos. Quien tiene como máximo valor el “disfrutar al máximo de la vida” no entenderá nuestros argumentos.

Apelemos a lo absurdo de este máximo valor como lo hizo Salomón en Eclesiastés. Confrontemos esos pensamientos con la luz del Evangelio, despertemos la conciencia de que hay un Dios, que intuitivamente lo sabemos, que vivir para este mundo nunca ha satisfecho el alma de nadie. Presentemos el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, Su muerte en la cruz como la respuesta a una vida vacía y sin propósito.

Vivamos vidas radicales en servicio sacrificial que ellos no puedan entender. Encarguémonos de los niños, los desvalidos, los ancianos, a quienes, aquellos que siguen la corriente de este mundo no van a amar y mucho menos encargarse. Mostremos el amor radical de nuestro Señor, amando a quienes el mundo considera estorbo. Quizás muchos en nuestra sociedad sean impactados y convencidos a llevar una vida que fuera de la existencia de Dios, no tiene sentido.

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Sobre el autor

Lucy Reyna Orozco Meraz

Lucy Reyna Orozco Meraz

 

Reyna es esposa de Raúl Orozco, radica en Chihuahua, Chih., México. Juntos pastorean y educan a
 
su hijo (JR) e hija (RG) en casa, siendo su deseo formarlos e instruirlos para la gloria de Dios.
 
Ambos son Ing. Industriales y … leer más …

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