Fidelidad durante la hambruna
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que no existe la «casualidad».
Nancy DeMoss Wolgemuth: No hay casualidades. Como digo frecuentemente «me encanta vivir bajo la providencia de Dios» porque puedes confiar en que Dios está orquestando las piezas, y Dios está tejiendo la historia, que Él está guiando y dirigiendo nuestras vidas a través de Su Palabra, a través de líderes espirituales, como lo hizo cuando envió a Eliseo a decirle a esta mujer que dejara su pueblo por siete años, y a través de la orquestación providencial de las circunstancias.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 18 de julio de 2024.
A lo largo de los últimos episodios hemos estado viendo la historia bíblica de una mujer que atravesó una montaña rusa de experiencias en su vida. Ella tuvo un hijo de forma milagrosa, …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que no existe la «casualidad».
Nancy DeMoss Wolgemuth: No hay casualidades. Como digo frecuentemente «me encanta vivir bajo la providencia de Dios» porque puedes confiar en que Dios está orquestando las piezas, y Dios está tejiendo la historia, que Él está guiando y dirigiendo nuestras vidas a través de Su Palabra, a través de líderes espirituales, como lo hizo cuando envió a Eliseo a decirle a esta mujer que dejara su pueblo por siete años, y a través de la orquestación providencial de las circunstancias.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 18 de julio de 2024.
A lo largo de los últimos episodios hemos estado viendo la historia bíblica de una mujer que atravesó una montaña rusa de experiencias en su vida. Ella tuvo un hijo de forma milagrosa, perdió a ese hijo, luego él fue vuelto a la vida y le fue regresado; pero después, a raíz de una tragedia, esta mujer perdió su casa.
¿Has sentido que tu vida luce así? Hoy Nancy te ayudará a manejar los altibajos de la vida, como conclusión de la serie titulada, «Un nuevo aliento de vida».
Nancy: A medida que he ido preparando esta serie de la mujer sunamita, he conversado con una serie de mujeres que se encuentran en una etapa de sus vidas que no esperaban, que tal vez las han tomado desprevenidas y en muchos casos son situaciones realmente difíciles.
Estaba en una tienda el otro día, hablando con una señora detrás del mostrador y otra mujer que estaba en la tienda. Estábamos hablando y teniendo una gran conversación. Entonces una de las señoras se fue y la mujer detrás del mostrador me dijo: «Esa mujer está atravesando un tiempo bien difícil. Su esposo tiene la enfermedad de Lou Gehrig».
Como ella lo describió, parece que está en las etapas finales de esa enfermedad. Nunca me hubiera enterado por la conversación que tuve con esta mujer. Ella parecía tan alegre, tan gozosa. No parecía que llevaba una carga tan pesada sobre sus hombros, pero resulta ser, que sí la está llevando. Ella está en una etapa difícil de su vida. Tenía en mi carro una copia de The Quiet Place, El lugar de quietud. Le pregunté a esta mujer en el mostrador: «¿Crees que estaría bien dedicarle uno de estos libros y que le hiciera saber que estoy orando por ella?». Ella me contestó: «Eso significaría mucho para ella». Fue solo una oportunidad, pero pude ministrar a su vida en una situación realmente difícil.
Y como hemos estado viendo en la vida de la sunamita, vemos una mujer que experimentó muchas etapas diferentes en su vida. Algunas fueron etapas grandiosas. Tuvo grandes bendiciones en su vida. Pero también tuvo algunas cosas duras. Tuvo que vivir muchas dificultades. Ella era una mujer rica, leímos eso en el inicio de 2 Reyes capítulo 4, pero ella no podía tener hijos. Eso era como una nube oscura en su cielo. Luego Dios los bendice con un hijo, pero el hijo se muere.
Otra vez, como dijimos antes, es como una montaña rusa, una montaña rusa emocional en la que esta mujer estuvo. Ahora al llegar al capítulo 8 de 2 Reyes, esta mujer entra en otra etapa, una que no se pudo haber imaginado poco tiempo antes.
Algunos comentaristas dicen que este relato, esta historia de 2 Reyes capítulo 8, tuvo lugar poco tiempo después de que su hijo fue levantado de los muertos. Vamos a leer el pasaje y vamos a comentarlo. Estamos en 2 Reyes capítulo 8, en el versículo 1.
Y por cierto, si estás leyendo 2 Reyes, esta es una sección en la que las historias probablemente no están en orden cronológico. El escritor está tratando de mostrarnos algunos temas, y los está arreglando en un orden temático, así que las cosas que ocurren entre estos capítulos, no están necesariamente en orden cronológico. Vamos al versículo 1 del capítulo 8:
«Y Eliseo habló a la mujer, a cuyo hijo él había devuelto a la vida, diciendo: Levántate y vete, tú y tu casa, y reside donde puedas residir, porque el Señor ha llamado al hambre que vendrá sobre la tierra por siete años».
Dios envió esta hambruna, y es un recordatorio de que Dios es soberano aun sobre los desastres naturales. En un mundo caído y lleno de pecado, Él ha ordenado que este tipo de consecuencias sean recordatorios para todas nosotras de un juicio eterno si no nos arrepentimos. Eso no quiere decir que hay una relación de 1:1 entre los desastres naturales y el pecado humano, pero quiere decir que vivimos en un mundo pródigo, y hay consecuencias por eso.
Dios trae esta hambruna. Vamos a ver que fue una hambruna localizada, solo en Israel, lo que sugiere que esto fue la mano de Dios castigando a su pueblo, tratando de llamar su atención, tratando de llamarlos al arrepentimiento.
Cuando tú disciplinas a tus hijos, los disciplinas por su bien, para que ellos no se vuelvan temibles. Cuando se rebelan, los disciplinas, no porque los odias, no porque estás molesta con ellos, sino porque quieres verlos experimentar las bendiciones de una relación correcta con Dios.
Eso era lo que pasaba al Dios enviar esta hambruna a su pueblo. La hambruna duraría 7 años, y esta mujer aparentemente ya era viuda en este punto. No estamos seguros de eso, pero parece ser de esa forma. Cuando leemos sobre ella en el capítulo 4, se nos dice que su esposo era «viejo» entonces, y luego no hay ninguna mención de él en el capítulo 8. Así que creo que es una suposición correcta, que ella ya era viuda en este punto. Así que aquí está ella en otra etapa de su vida.
Ella había sido una mujer rica con un esposo y luego un hijo, pero cómo cambian las cosas. Así que no te aferres muy fuerte a ninguna etapa de tu vida, sino reconoce que Dios está escribiendo toda la historia. Y Él es quien tiene la imagen completa, y Él la está tejiendo para traer gloria a Sí mismo.
Dios usa al profeta Eliseo para dejarle saber a esta mujer, a la sunamita, sobre esta hambruna, y para animarla a mudarse para que su vida pudiera ser preservada. Qué hermosa imagen de cómo Dios cuida de los suyos. Ella era parte del remanente ese día. De los pocos que estaban buscando a Dios, que estaban escuchando a Dios, que les importaba Dios realmente. El resto de la nación era apóstata, idólatra, paganos, siguiendo las prácticas de las naciones circundantes.
Dios no avisó a los demás. Él no les dio una forma de salirse de la hambruna. Pero Dios vino a esta mujer, a esta pequeña mujer de la que ni siquiera conocemos su nombre, pero Dios sí conoce su nombre. Dios conoce su casa. Dios sabe dónde vive. Dios conoce su historia.
Dios tiene un corazón especial, déjame agregar, hacia las viudas. Lo podemos ver a lo largo de toda la Biblia. Sé que hay algunas viudas que escuchan este programa. Quiero decirles: Dios sabe dónde vives. Dios conoce tu historia. Él conoce tus necesidades. Y Él va a hacer lo que sea necesario para asegurarse, a medida que tu corazón lo sigue, que tus necesidades sean cubiertas.
«Entonces la mujer se levantó e hizo conforme a la palabra del hombre de Dios, y se fue ella con los de su casa y residió en la tierra de los filisteos siete años» (v. 2).
Aquí tenemos a una mujer que escucha el consejo del profeta, y ella hace lo que él le dice. Ahora, eso suena simple hasta que piensas que esta mujer tenía una casa bonita. Era una casa con un anexo en ella, gracias a Eliseo. Y ella era una mujer rica, así que se presume que era una de las mejores casas del vecindario. Ella probablemente había estado ahí por muchos años. Ella había echado raíces en ese lugar. Tenía amigos, vecinos, tenía una familia extendida.
Y no sé tú, pero mientras más envejezco, menos me agrada la idea de mudarme por alguna razón. Y aun así, aquí vemos una mujer que aparentemente no cuestiona, no se retracta. Ella considera que Dios le está enviando un curso de acción para su vida diciéndole, «esta es la provisión de Dios, y yo voy a tomarla».
Ella tenía una relación a largo plazo con el profeta. Ella había visto que era un hombre de Dios, que él conocía a Dios, y sabía que su consejo era confiable. Lo que me lleva a preguntarte: ¿A quién tienes en tu vida que pueda darte consejo sabio y piadoso? ¿Te relacionas con personas que conocen a Dios y que pueden hablarte para ser de ayuda y brindar discernimiento y buen consejo en tiempos difíciles?
Proverbios capítulo 12 dice: «El que escucha consejos es sabio» (v.15). ¿Eres de ese tipo de personas? O simplemente tú haces tus planes. Hoy día somos tan independientes. Puedo ver a esta mujer diciendo, «bueno soy una mujer adulta. Puedo manejar esto sola. Tal vez no sean siete años. Tal vez no sea tan malo. Mi papá puede cuidarme, mi hijo puede cuidarme». No vemos nada de eso. Solo vemos a una mujer que sabiamente escucha el consejo.
Mi papá siempre nos enfatizaba eso mucho a medida que crecíamos, que la gente sabia es enseñable, escucha el consejo. No puedo ni siquiera contar cuán frecuentemente en asuntos prácticos y de otra índole en la vida, estoy pidiendo consejo de personas que saben más sobre muchas cosas que yo. Y aun cuando creo que sé más, encuentro que hay una protección tan grande al tener a mi alrededor gente madura y piadosa, parejas, mujeres, amigos, pastores, líderes espirituales, que pueden brindarme su opinión en la vida. Hay mucha bendición que viene cuando estamos dispuestas a escuchar y a seguir el consejo.
Esta mujer abandona lo que es familiar, lo que es cómodo, su ciudad, su casa, la propiedad familiar, su herencia, las relaciones. Eso requirió fe, y hemos visto fe en la vida de esta mujer todo el tiempo. Ella debía creer que en la tierra de los filisteos sus necesidades iban a ser satisfechas de mejor manera que si se quedaba en lo que era familiar y cómodo. Aparentemente, sus necesidades fueron llenadas al entrar a la tierra de los filisteos a través de esos años, aunque no hay detalles sobre lo que pasó en el transcurso de ese tiempo.
Pero el versículo 3 nos dice:
«Y aconteció que al cabo de los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos; salió a implorar al rey por su casa y por su campo».
Así que ella sobrevive siete años en la tierra de los filisteos mientras sucede esta hambruna en Israel. Luego ella regresa a Israel y se percata de que lo ha perdido todo. Aparentemente, su propiedad había sido confiscada, tal vez por el rey. No sabemos lo que ocurrió, pero ya no era de ella. En la cultura judía, tener propiedades que uno pudiera pasar de una generación a otra era la forma de vida. Era inmensamente importante.
Ella va al rey para apelar que él restaure su casa y su tierra. Este es el rey del cual Eliseo le había dicho antes, «¿quieres un favor del rey?»
Y ella le había dicho, «no necesito favores».
Bueno, ahora ella sí necesita un favor, así que se dirige al rey. Esta es la casa en la que su esposo y ella habían provisto para el profeta, y ahora no está. Así que ella va y solicita que le regresen lo que había sido suyo todo ese tiempo.
Solo un recordatorio, mujeres, de la naturaleza temporal de las cosas materiales—la naturaleza temporal de las riquezas. Podemos verlo en todas las Escrituras:
Proverbios capítulo 27 versículo 24 dice: «Las riquezas no son eternas».
Cuando leemos sobre esta mujer en 2 Reyes capítulo 4, ella era una mujer rica. Ese no es el final de esa historia. Ella era una mujer rica; pero ya no. «Las riquezas no son eternas».
El Salmo 62 versículo 10 dice: «Si las riquezas aumentan, no pongáis el corazón en ellas». No está mal que aumenten, pero no pongas tu confianza en eso.
Proverbios capítulo 23 los versículos 4-5: «No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas. Cuando pones tus ojos en ella, ya no está. Porque la riqueza ciertamente se hace alas, como águila que vuela hacia los cielos».
Puede irse tan fácilmente…un día en el mercado de valores…una casa quemada hasta sus fundamentos. Son cosas. Es temporal. No es para siempre. No pongas tu esperanza en ellas, y date cuenta de que te pueden ser quitadas.
Ahora, en el versículo 4, ella se dirige al rey, y el rey «por casualidad» (si crees en la suerte, cosa que nosotros no hacemos)… Esto fue providencial.
El rey estaba hablando con Giezi (¿lo recuerdas?) el siervo del hombre de Dios que le decía, «cuéntame las grandes cosas que Eliseo ha hecho». Y mientras él le contaba al rey cómo Eliseo había vuelto a la vida al hijo muerto de esta mujer, mira la mujer a quien le había sido restablecido su hijo, apelaba al rey por su casa y por su tierra.
¿Quién podría escribir un guión como ese? ¿Quién podría haber pautado el tiempo de esa forma? Me recuerda a Ester y la forma en que la secuencia de los eventos, fueron tan providencialmente ordenados.
«Y Giezi dijo: Oh rey señor mío, esta es la mujer y este es su hijo, al que Eliseo volvió a la vida» (vv.4-5).
Una fracción de segundo. ¿Cómo Dios hace eso? ¡Es increíble! ¡Es tan Dios! Giezi estaba «coincidencialmente» hablando con el rey en ese mismo momento.
Qué gran recordatorio de que nuestras vidas no las vivimos al azar. No hay casualidades. Como digo frecuentemente «me encanta vivir bajo la providencia de Dios» porque puedes confiar en que Dios está orquestando las piezas, y Dios está tejiendo la historia, que Él está guiando y dirigiendo nuestras vidas a través de Su Palabra, a través de líderes espirituales, como lo hizo cuando envió a Eliseo a decirle a esta mujer que dejara su pueblo por siete años, y a través de la orquestación providencial de las circunstancias.
Versículo 6:
«Cuando el rey preguntó a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey le asignó un oficial, diciendo: Restáurale todo lo que era suyo y todo el fruto del campo desde el día que dejó el país hasta ahora».
Te digo que cuando Dios restaura y redime, no redime en parte. Él restaura totalmente, abundantemente, con todo el fruto de esos años pasados. Así que aquí, en un momento la mujer fue desde, según ella entendía, estar destituida, a un lugar de abundancia. Es todo Dios. Dios es un Dios que restaura.
Así que al llegar a la conclusión de la vida de esta mujer, como hemos visto su historia en 2 Reyes 4 y en 2 Reyes 8, solo quiero traerte algunas enseñanzas.
Número uno: Recuerda que Dios cuida y se ocupa de los suyos. Dios cuida de los suyos. «Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Pedro 5:7). Puedes ver en la historia la dirección de Dios, la provisión de Dios, la providencia de Dios, la protección de Dios, el cuidado increíble de Dios por su pueblo.
Hay muchas cosas duras y difíciles pasando en este mundo, y los creyentes atravesamos muchas de ellas. Nos sentamos en nuestra relativamente cómoda y fácil vida, lamentándonos de lo que le pasa a nuestra economía, pero hay gente viviendo en partes del mundo completamente destruidas por la guerra, que se alegrarían de tener nuestros problemas económicos. ¿No crees?
Hay creyentes en esos lugares, y es una realidad para ellos, y es verdad para nosotros también. Es verdad para lo que sea que estés atravesando ahora mismo: Dios nunca olvida ni abandona a los suyos. Si le perteneces a Cristo, si estás en Cristo, Cristo está en Dios, eres sostenida en la palma de Su mano, y nada ni nadie puede sacarte de allí. Estás segura. Puede que estés en un terreno de batalla pero estás eternamente segura. Tus necesidades serán satisfechas.
En el Antiguo Testamento, al leer en un contexto más amplio, vemos a un Dios involucrado con naciones, con reyes, con los asirios. Él está moviendo las naciones. Él hace que sucedan todo tipo de situaciones cósmicas. Pero tenemos también a un Dios que está cuidando a las mujeres, a mujeres individuales, mujeres de las cuales no sabemos el nombre, viudas, madres desconsoladas, y un Dios que no es demasiado grande para no ocuparse de ellas, un Dios que viene en su ayuda.
Puede ser que sientas que tus circunstancias están fuera del ojo supervisor de Dios. ¡Pero ni siquiera por un momento! Sí, Dios está preocupado por lo que está ocurriendo en las Naciones Unidas, y lo que sucede en el Medio Oriente, y lo que pasa en la economía mundial y las guerras que suceden en el mundo. Él está involucrado en todas esas cosas; pero a Dios le importa lo que sucede en las cuatro paredes de tu casa, en tu matrimonio, con tus hijos, en tu cubículo de trabajo, en tus relaciones y en tu vida. ¡A Él le importa! ¡Tú le importas!
Eso quiere decir que como hijas de Dios podemos vivir libres de temor, libres de ansiedad, libres de querer tener el control y manipular nuestras circunstancias, somos libres de tener que arreglar todo por nuestra cuenta. Puede haber libertad cuando nos damos cuenta de que le importamos a Dios.
Y recuerda, al ver la historia de esta mujer, que tú no puedes sobrepasar a Dios. Tú no puedes dar más que Dios.
Vimos a esta mujer que era rica, y ella usó la riqueza que tenía para servir y bendecir a otros, y ahora se devuelve hacia ella. Dios provee para asegurarse de que sus necesidades sean satisfechas en su tiempo de necesidad, así como ella había sido un instrumento de bendición al dar en la vida de otros.
De hecho, si vas a 2 Corintios—esos dos grandes capítulos sobre el dar y sobre la generosidad, 2 Corintios capítulos 8 y 9—escucha lo que Pablo dice acerca de todo este asunto de la generosidad. Él dice:
«Esto no es para holgura de otros y para aflicción vuestra, sino para que haya igualdad; en el momento actual vuestra abundancia suple la necesidad de ellos, para que también la abundancia de ellos supla vuestra necesidad, de modo que haya igualdad». Cuando tengas mucho deja que Dios te use para suplir las necesidades de los que tienen poco.
Y cuando estés en necesidad, Dios usará a otros para traer abundancia a tu vida.
Al principio ella no necesitó del rey cuando sus necesidades estaban cubiertas, pero más adelante, como ella había dado a los demás, Dios usó al rey como un medio para traer la restauración de su propiedad y de su tierra. Así que Dios no es un Dios al que puedas sobrepasar.
Y luego, recuerda que tu vida, como hemos dicho antes, es parte de una historia más grande que Dios está escribiendo. Y esa historia, contrario a lo que pudieras pensar, no se trata de ti, y no se trata de mí. Tu situación extrema, tus circunstancias adversas, tus dificultades en la vida, son una plataforma para Dios mostrar Su poder al mundo alrededor de ti.
Vemos a la sunamita y a su esposo y a Eliseo el profeta, quienes son una pequeñísima minoría en una nación que se ha volcado a la idolatría y al libertinaje, una nación que está acercándose al juicio de Dios, una nación que está casi lista para ir al exilio. Pero tienes estos tres, y algunos otros en el camino, quienes, en medio de todo, viven vidas santas, apartadas, que conocen a Dios, que confían en Dios, que le sirven y creen que en medio de todo, «todo está bien… todo estará bien».
Ahora, ¿cómo podemos mirar todo lo que está pasando en el mundo alrededor de ellos o del nuestro y decir, «todo está bien»? Es porque sabes que Dios es Dios, y Dios es bueno, y Dios es sabio, Dios está escribiendo el guión, Él tiene una historia que está escribiendo. Y tú eres una pequeñísima parte en eso, y yo soy una pequeñísima parte en eso.
Debemos pensar más allá de nosotras mismas y decir, «Señor, soy prescindible. Si necesitas que esté fuera del guión para poder glorificarte, o necesitas sacudir a mi familia, o necesitas sacudir mi mundo, o si yo necesito experimentar no solo tiempos de abundancia sino también tiempos de escasez—sea lo que sea, Señor… si me das un esposo o no me lo das, si me das hijos o no me los das; si tú quitas lo que tú das, bendito sea el nombre del Señor, porque al final, todo estará bien. Y todo está bien en el cielo, y es ahí donde está mi corazón. Ese es mi hogar. Ahí se encuentra mi eternidad y eso es bueno. Todo estará bien».
En todas las temporadas de la vida, Dios es fiel… Dios es fiel.
Como hemos dicho, la sunamita atravesó muchas temporadas distintas en su vida, tiempos de abundancia y bendición, toda una gama de circunstancias dolorosas, incluyendo la infertilidad, la muerte de un hijo, probablemente la viudez. Tuvo que mudarse a un país diferente (hoy en día eso no es una gran cosa, pero en aquel tiempo seguro que fue algo muy importante) por siete años debido a una hambruna en su tierra de origen. Ella regresa a casa para percatarse que su casa y su tierra habían sido confiscadas. Y en cada temporada, para bien y para mal, ella experimenta el cuidado y la restauración providencial de Dios.
Las circunstancias cambian. Las temporadas cambian. Hay tiempos buenos y hay tiempos difíciles. Hay montañas y valles en la vida. Pero la promesa de Dios es que Él cargará a los suyos al atravesar cada temporada de sus vidas.
Nuestra tendencia es vivir en el pasado, los buenos recuerdos, o en el futuro—lo que espero que cambie o que sea diferente—en vez de vivir ahora mismo en la fidelidad de Dios. Tantas mujeres viven con pesar, con descontento, con anhelos, temores, ¿y si pasa esto y si pasa aquello...? Y como resultado se pierden de los propósitos y de la provisión de Dios para ahora mismo. Vive cada momento con Él.
Una de mis citas favoritas es de Francisco de Sales que vivió en los 1500-1600. Él dijo:
«No mires a los cambios y situaciones de esta vida con temor; más bien míralos con plena esperanza de que, al levantarse, Dios, a quien perteneces, te librará de ellos. Él te ha guardado hasta este punto. Solo sostente firme de su tierna mano y Él te guiará segura a través de todas las cosas; y cuando no puedas ponerte en pie, Él te llevará en sus brazos.
El mismo Padre eterno que se ocupa hoy de ti, te cuidará mañana, y cada día. Sea que te guarde del sufrimiento, o que te dé fuerzas que no desmayen para soportarlo. Puedes estar en paz, y poner a un lado todas las imaginaciones y pensamientos ansiosos».
Esa es una buena palabra. Es una palabra para nuestros corazones hoy.
Débora: Así es. Y tú, ¿vives consciente de la fidelidad de Dios, o vives en duda y en temor? Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando la fuente de verdadera paz. Sea que Dios responda nuestras oraciones como queremos o no, sabemos que Él cuida de nosotras.
Con este episodio concluimos la serie titulada, «Un nuevo aliento de vida». Así como Dios escribió la historia de la mujer sunamita, Él está escribiendo la historia de tu vida.
Bueno, se supone que no debemos lamentarnos, ¿cierto? ¿No es eso algo malo? ¿No se supone que debemos estar alegres todo el tiempo? El pastor Mark Vroegop responderá estas preguntas y te ayudará a entender el lenguaje del lamento bíblico.
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