
Abraza a Dios como Padre, día 3
Annamarie Sauter: ¿Alguna vez has pensado que en la relación de pacto con Su pueblo Dios se puede dar por vencido? Con nosotras Mary Kassian.
Mary Kassian: Nuestro Padre celestial no se da por vencido con nosotras. Él viene y nos busca cuando nadie más lo hace, cuando todo el mundo se ha dado por vencido.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: «¡Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos». Ese versículo increíble nos viene de 1 Juan 3:1.
Hemos estado escuchando esta semana un mensaje de Mary Kassian. Yo no sé tú, pero me he encontrado este mensaje tan alentador, ya que se nos ha recordado que Dios quiere relacionarse con nosotras como Padre.
Annamarie: Así es Nancy. Esta enseñanza se titula Abraza a …
Annamarie Sauter: ¿Alguna vez has pensado que en la relación de pacto con Su pueblo Dios se puede dar por vencido? Con nosotras Mary Kassian.
Mary Kassian: Nuestro Padre celestial no se da por vencido con nosotras. Él viene y nos busca cuando nadie más lo hace, cuando todo el mundo se ha dado por vencido.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: «¡Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos». Ese versículo increíble nos viene de 1 Juan 3:1.
Hemos estado escuchando esta semana un mensaje de Mary Kassian. Yo no sé tú, pero me he encontrado este mensaje tan alentador, ya que se nos ha recordado que Dios quiere relacionarse con nosotras como Padre.
Annamarie: Así es Nancy. Esta enseñanza se titula Abraza a Dios como Padre. Y si nos escuchas hoy y te perdiste alguno de los episodios anteriores, encuéntralo en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com.
Y a medida que abrazamos a Dios como Padre, algo que no podemos olvidar es que Dios promete bendecirnos cuando honramos a nuestros padres terrenales, independientemente del ejemplo que hayan sido para nosotras. Por eso hoy Mary inicia nuestro tiempo juntas con unas palabras de aprecio por su padre.
Mary: Cuando pienso en mi padre, pienso en sus manos. Mi padre tiene las manos enormes, enormes. Él era carpintero, y luego empezó a trabajar en la construcción como superintendente, un trabajador muy fuerte.
Pero esas manos…esas manos podían hacer cualquier cosa. Podían arreglar cualquier cosa que se hubiera roto, y si algo estaba doblado él podía enderezarlo con sus manos. Todavía recuerdo estar sentada en el banco de trabajo de mi padre, y hasta hoy, cuando huelo el olor a madera recién cortada, acabo respirando y diciendo: «Oh, ese es el olor de mi padre» –ese olor de la construcción, de la edificación y la fabricación de algo.
A pesar de ser una adulta, siempre que nos quedábamos atrapados…siempre que había algo que Brent y yo no podíamos reparar en nuestra casa, llamábamos por teléfono a mi papá y mi papá venía en un instante y lo arreglaba.
Él podía arreglar cualquier cosa…podía componer lo que estuviera descompuesto y que no funcionara, no importaba lo que fuera –electricidad, plomería– mi padre podía hacerlo. Me encanta eso, porque realmente me enseñó mucho sobre el corazón de Dios Padre.
Realmente me demostró cómo es Dios, no solo en el plano físico, sino también en el ámbito espiritual. Mi papá era muy parecido, si algo se había roto y se lo llevaba a él, se podía arreglar, y si algo estaba doblado, él me ayudaría a enderezarlo.
Cuando pienso en mi papá y su constancia, es como un fundamento de roca sólida, es como un ancla. El barco no va ser arrastrado muy lejos, a la deriva, cuando papá está ahí, porque él es el ancla, y eso es solo una imagen del corazón de padre que tiene Dios: Su cuidado y sacrificio, Su amor por Su familia, Su fidelidad, Su constancia.
Dios está siempre trabajando para ti. Dios siempre tiene un corazón así para ti y es tan, tan digno de confianza. Así que le agradezco a mi papá eso, y cuando pienso en las manos de Dios y cómo deben ser, pienso en las manos de mi padre.
Yo pienso: «Papá, hiciste muy bien, me guiaste al trono de Dios y me mostraste todas las buenas cosas de cómo luce el corazón de un padre, y de cómo Dios nuestro Padre luce».
Annamarie:Te animamos a que tú también tomes un tiempo para expresarle tu aprecio a tu padre terrenal. Puede ser un texto, una llamada, lo que creas conveniente y apropiado. Mary dice que esto puede ayudarnos a experimentar más profundamente nuestra relación con Dios.
Bien, aquí está ella con la parte final de su mensaje.
Mary: Vivo en la ciudad de Edmonton, Alberta, Canadá. Si piensas en el oeste de Estados Unidos, Montana, y vas hacia el norte, ahí es donde vivo. Cuando me fui todavía había unos dos pies y medio de nieve.
Edmonton es una ciudad hermosa, tiene el sistema más largo de avenidas en América del Norte. Puedes montarte en una bicicleta y pasear por millas, millas y millas, y a menudo de hecho lo hacemos como familia, montamos juntos bicicleta.
Hay un río que corre a través de Edmonton, un río enorme, y en este río corren una serie de pequeños riachuelos, arroyos y afluentes, por toda la ciudad. De hecho, me crié justo al otro lado de la calle de uno de estos arroyos. Lo que pasa con el hielo y los lugares fríos es que se aprende a vivir en el frío, y se aprende a entender el hielo.
Ahora, estoy segura que ninguna de ustedes tiene la menor idea de lo que estoy hablando, así que voy a darles una «lección de hielo». Nuestro río se congela en el invierno, a una profundidad de unos cuatro o cinco pies, a veces en algunos lugares hasta tres metros de profundidad. Los arroyos también se congelan y todos nos ponemos nuestros patines y vamos a patinar (en el invierno).
Pero lo que pasa es que el hielo se congela de arriba hacia abajo, por lo que es una superficie que se forma en la parte superior primero, luego se hace más, más y más profunda, y luego se derrite desde abajo hacia arriba. Así que no se sabe qué tan grueso es el hielo en realidad solo mirando la superficie.
Esto es muy peligroso. Los padres siempre advierten a sus hijos durante el verano, justo en esta época del año, «ya no puedes ir a patinar sobre el hielo porque podrías caer». Podría ser de cuatro metros o de dos pulgadas de espesor.
Varios años atrás, en la misma zona en la que crecí, había tres chicos que iban a jugar en el barranco, Hosiah, Marcos, y el hermano pequeño de Marcos –dos muchachos de once años de edad y un niño de seis años.
Y, horror de los horrores, el hielo se agrietó. Habían sido advertidos de no ir allí, pero se fueron a jugar de todos modos. Y uno de los niños de once años, y el niño de seis años se cayeron y empezaron a ser llevados por la corriente.
El chico, Marcos, logró extender la mano y tirar de su hermano de seis años, pero Hosiah desapareció y cayó bajo el hielo hacia el río. Los otros dos chicos estaban tan aterrorizados que corrieron a su casa y no dijeron ni una palabra.
Así que la madre Hosiah esperó y esperó, y Hosiah no regresó a casa para la cena. Ella llamó a su padre por teléfono –se habían divorciado– y trató de averiguar si Hosiah estaba allí, y no estaba. Entonces llamaron a la policía, pero no hubo pánico inmediato, porque Hosiah se había escapado de la casa anteriormente.
A la mañana siguiente la búsqueda se tornó más seria. Fueron a la escuela y comenzaron a cuestionar a sus compañeros de clase, para ese momento su amigo, Marcos, se quebró y contó toda la historia. Se dirigieron hacia la corriente y empezaron a buscar, pero en realidad todos sus esfuerzos fueron inútiles.
Abrieron un agujero, a través del hielo y buscaron con espejos, pero hay como dos millas de arroyo entre el lugar donde se había caído en el río. Así que la policía después de un día de búsqueda, dijo: «¿Saben qué?, no podemos buscar más. Esto es inútil. Su cuerpo será arrastrado a la ribera del río en tres semanas más o menos cuando el hielo se derrita, y entonces lo encontraremos».
Pero eso no fue suficiente para el padre de Hosiah. El padre de Hosiah se fue y alquiló el equipo necesario para poder encontrarlo. Consiguió una barrena, espejos y se dirigió a la orilla del río y empezó a buscar a su hijo.
Buscó, buscó y buscó. Él no se rendiría. Llegó la noche –no se rendiría. ¿Sabes lo que es trabajar con alimentos congelados? Tus manos se hacen ásperas y frías. Pero él no se rindió, y esto despertó la compasión de una ciudad completa.
Allí hubo voluntarios que vinieron y empezaron a ayudarle en su búsqueda. Pasaron días tras días. El padre de Hosiah no dejaba de buscar hasta que al octavo día vieron una chaqueta y descubrieron el cuerpo del niño. Nunca supo lo mucho que su padre lo amaba…nunca lo supo.
¿No ocurre lo mismo con nosotros? Muy a menudo vamos donde no debemos ir, jugamos donde no se supone que juguemos. Caemos en el hielo y de repente nos encontramos en aguas peligrosas, incluso hasta el punto en que somos barridos y arrastrados por la corriente…incluso hasta el punto de sentir que no hay más vida.
Nuestro Padre celestial, nuestro perfecto Padre celestial, incluso más que el padre de Hosiah, no se da por vencido con nosotros. Él viene y nos busca cuando todos los demás nos han abandonado, cuando todo el mundo ha perdido la esperanza desde hace mucho tiempo.
Él rasga hasta que Sus manos hayan sangrado…y en cierto sentido lo hicieron, ¿o no? A través de Su propio Hijo, Cristo. Él rasga hasta encontrarnos, y luego, cuando Él nos encuentra, nos toma y nos envuelve y nos abraza. Pero, a diferencia de Hosiah, Él se inclina y da nueva vida a nuestro espíritu y nos dice: «Te amo. No huyas de Mí».
Ese es el mensaje del evangelio y el mensaje de esperanza que tenemos que estar llevando a una generación de mujeres que están quebrantadas. Ellas han roto sus relaciones con sus maridos, han sido decepcionadas por los hombres en sus vidas, sus padres las han abandonado.
Pero este es un mensaje de vida, es un mensaje de esperanza, y es un mensaje que ellas desesperadamente, desesperadamente necesitan oír. Creo que incluso a veces podemos ser insensibles, frías y congeladas en nuestro espíritu.
Una vez se me congelaron los pies. En realidad se puede tomar una pesa y colocarla en los pies cuando están congelados, y no sentir nada. Muchas de nosotras en la iglesia somos así. Estamos adormecidas, moribundas y frías al amor del Padre. Él quiere volver a infundir aliento de vida a nuestras relaciones, en nuestros corazones, para que podamos ser sal, vida y esperanza, para que podamos decir a las mujeres: «Ven conmigo…quiero que conozcas a mi papá».
Padre celestial, estoy orando por tus hijas aquí presentes. Sé que muchas de ellas han tenido problemas en sus relaciones con sus padres terrenales. Sé que hay mujeres aquí que no se sienten amadas, que no se sienten dignas, que no se sienten merecedoras, que sienten que tal vez Tú amas a todas los demás y no a ellas.
Señor, hay mujeres aquí a quienes estás atrayendo cerca de Tú corazón, y quieres que sean capaces de perdonar a sus propios padres terrenales para que puedan disfrutar de una relación más profunda contigo. Espíritu Santo, estoy orando para que Tú vengas y nos des la convicción a cada una de nosotras para que hagamos lo que debemos hacer para acercarnos más a Ti. En el nombre de Jesús, amén.
Nancy: Esta es Mary Kassian recordándonos que el mensaje del evangelio es un mensaje de esperanza, una esperanza que necesitamos llevar al mundo de hoy, un mensaje que dice: «Ven conmigo a la casa de mi Padre».
Cuando Mary habló acerca de convertirse en insensibles y frías al amor de nuestro Padre celestial, puede haber cruzado por tu mente el pensamiento: «No sé si alguna vez he conocido el amor de mi Padre celestial».
Hoy puedo decir que Dios quiere ser tu Padre celestial, pero contrario a lo que algunos puedan decir hoy, Dios no es el Padre de todos. Las Escrituras nos dicen que nadie viene a la casa del Padre excepto a través de Jesucristo. Como hemos venido escuchando durante toda la semana, es por eso que Dios envió a Su Hijo Jesús, para mostrarnos el corazón del Padre y para proporcionar un camino a través del cual podamos llegar al Padre.
Así que si tú nunca has entrado en una relación personal con Dios a través de Su Hijo Jesucristo, te animo –estés donde estés, hagas lo que hagas en este momento– a hacer una pausa y decir: «Oh, Dios, yo quiero que Tú seas mi Padre celestial. Confío en Jesucristo como mi Salvador. Quiero que vengas a mi vida para salvarme, para cambiarme y para hacerme Tu hija».
Puedes haber tenido una relación con Dios como tu Padre celestial tal vez por años, pero a lo mejor te has dado cuenta ahora que has escuchado el mensaje de Mary, que tu corazón se ha vuelto insensible y frío al amor de tu Padre celestial.
No es demasiado tarde para regresar a Él. Tal vez necesites hacer lo que he tenido que hacer de vez en cuando a través de los años, y decir: «Oh, Señor, me he alejado tanto de Ti. He vagado sobre el hielo. Me he deslizado, me he caído y descarriado. Necesito que vengas y me restaures. Necesito que vengas e infundas nueva vida espiritual dentro de mí».
Y a medida que le pidas eso, comienza a entrar en Su Palabra. Encontrarás que tu vida espiritual empezará a revivir.
Solo un último recordatorio que me quedó del mensaje de Mary, y es la importancia que damos a aquellos que no tienen una relación con Dios como su Padre. Esa es una de las razones por las que Dios nos ha dejado aquí en esta tierra…no solo para que podamos disfrutar de nuestra propia relación con Dios como nuestro Padre, sino también para que podamos llegar a los demás, tomarlos de la mano y decir: «Ven conmigo, te presento a tu Padre celestial».
Annamarie: Es increíble que pecadoras como nosotras seamos adoptadas por Dios, y que podamos compartir acerca de esto con los que nos rodean. La forma de hacerlo puede variar según tu etapa de vida.
En una ocasión recibimos un testimonio de una esposa misionera que tuvo dificultades para tener hijos. En medio de la aflicción y la depresión, Dios le mostró un camino mejor. Escucha su historia.
Mujer 1: Hola, mi nombre es Paola García. Soy mexicana y junto con mi esposo y mi hijo tenemos 7 años de estar en Zambia, África. Decidimos que íbamos a esperar un año para poder tener familia. El año pasó y comenzamos a intentar, y fue cuando entendimos que probablemente tendríamos que esperar más.
En nuestro segundo año de matrimonio decidimos ir y buscar ayuda porque veíamos que no estaba pasando absolutamente nada. Por una u otra cosa nos decían que teníamos que seguir esperando. Nos movimos a África y muchas personas me decían, «no lo hagas porque va a ser mucho más difícil, y probablemente las enfermedades y todo lo que existe en aquel lado del mundo no te va a permitir ser madre».
Poco sabía yo que el Señor ya tenía algo mucho mejor preparado para nosotros. Nuestro cuarto año de estar casados y nuestro segundo año de vivir en África decidimos regresar para que yo me pudiera operar y en esa operación me dieron la promesa de que yo iba a poder quedar embarazada a los 3 meses de la operación.
Han pasado casi 5 años de esa operación y hasta la fecha me ha mostrado que solamente Dios es el único que da la respuesta. Cuando yo me di cuenta –después de la operación– que nada iba a pasar, comencé a argumentar en contra de Dios y a preguntar por qué. No entendía, no sabía por qué estaba sucediendo esto. Yo le estaba sirviendo al Señor y estaba envuelta en la obra misionera junto con mi esposo. Comíamos saludable y la verdad es que no entendíamos por qué estaba sucediendo esto.
Tengo que confesar que tuve un poco de depresión por cerca de 2 años, pero el Señor utilizó eso. Lo primero que pasó fue que yo dejé de tener comunión con Él y fue el error más grande que pude haber hecho; pero gracias a Dios que Él ponía gente y puso en especial a mi esposo quién constantemente me estaba recordando Su verdad y era en lo que yo meditaba mientras no estaba en Su verdad. No estaba realmente en la Palabra, la escuchaba a través de él.
Hubo un punto en donde el Señor me llamó y me dijo, «hasta aquí; tienes que regresar». Y creo que fue el Espíritu que me redarguyó y me dijo, «tienes que detenerte y mirar quién soy Yo. Yo soy Dios». Siempre recuerdo este versículo, lo recuerdo mucho en inglés: «Be still, and know that I am God», porque me recuerda que en ese momento era lo que yo debía hacer, detenerme y mirar quién era Él.
Mi Dios era lo único que yo necesitaba. Mi identidad yo la quería en todo lo que mis amigas estaban haciendo. Todas mis amigas estaban siendo madres a excepción de mí. Yo quería ser eso pero Dios me mostró en Su Palabra que mi identidad no está en eso sino en Él, en ser su hija. Yo era una heredera y no estaba comportándome como tal.
El Señor también me enseñó que mi contentamiento estaba en Él. Pero en ese momento yo escuchaba las mentiras del diablo que me decía, «tu contentamiento está en tu hijo, cuando tengas un bebé vas a estar feliz». Pero realmente mi contentamiento estaba en el Señor. Y recordaba mucho las palabras de Pablo que decía, «ya sea que esté en necesidad o esté en riqueza, con todo esto yo voy a estar contento».
También el Señor me mostraba que mi satisfacción no estaba en Él, y por mucho tiempo batallé porque mi satisfacción era en lo que yo quería y yo quería un hijo. No estaba satisfecha con los resultados de los doctores que me decían que probablemente jamás iba a tener hijos y yo no podía creerlo y decía, «no, no es cierto. Esto no puede ser».
Pero yo veía cómo mi satisfacción estaba en otras cosas y no en el Señor. El Señor comenzó a usar una cosa tras otra y comenzó a traer verdad a mi vida, y comenzó a retirar todas esas mentiras que el diablo me había dicho por cerca de 2 años. Mi esposo, a quien amo y respeto mucho, comenzó a decirme que por qué no iba yo a los orfanatos y comenzaba a ayudar. En África, especialmente en Zambia, el 10 por ciento de la población es huérfana. Eso quiere decir que 1.5 de millones de habitantes son huérfanos.
Comencé a tomarme el tiempo de poder ir y disfrutar a los huérfanos, y la verdad es que me enamoraría de eso. Vi cómo el Señor me dio un amor…y es que yo no podía dar aquello que yo no tenía. Y es que no podemos dar amor cuando no lo tenemos. Oraba al Señor y cada vez le decía, «dame más amor porque estos niños necesitan eso». Él Señor comenzó a trabajar en mí en cuanto la adopción y comencé a comprender aún mi propia adopción. Yo veía cómo la adopción terrenal existía y existe porque Dios quiere darnos una pequeña demostración de Su gran amor y de Su adopción –de nosotros los creyentes hacia Su familia divina.
Cuando compartí esto con mi esposo y le decía que mi deseo era adoptar, él –como cualquier persona– me dijo que no, que teníamos que orar, y estuve por 6 meses orando por su corazón y por el mío, porque si Dios no permitía que hiciéramos esto juntos no lo íbamos a hacer porque éramos y somos una carne. Por 6 meses estuve orando y al sexto mes decidí y le dije, «acompáñame, vamos juntos, vamos a ver cómo se puede ser padre de estos huérfanos».Y es que es increíble, cuando llegas al orfanato los niños te tratan como mamá o te tratan como papá.
Entonces cuando llegamos y fuimos los dos, él vio ese amor y se dio cuenta que sí se puede amar a alguien que no es parte de ti porque Dios hizo eso con nosotros. Al poco tiempo comenzamos a meter la papelería para poder adoptar, y poco sabíamos que el Señor iba a hacer la obra que nosotros nunca habíamos podido hacer, incluso por el gobierno.
Nuestra adopción duró 9 meses –que para mí es un embarazo. Cada trimestre para mí es el trimestre de un embarazo de una mujer. Entonces en el primer trimestre de una mujer usualmente no se siente al bebé y eso era lo que yo sentía con mi hijo. No teníamos una relación porque no había aprendido a estar con papás y nosotros no habíamos aprendido a estar con un bebé.
En el segundo trimestre, que fue cuando nosotros ya aplicamos para la adopción, nosotros ya sentíamos, él nos llamaba mamá, nos llamaba papá. Ya sabíamos que este pequeño bebé era de nosotros. Pero todavía no era totalmente porque no teníamos la adopción completa; y yo creo que eso es lo que una mujer al sexto mes siente. Su estómago ya está abultado y sabe que está ahí y está esperando con ansias ese momento para que el bebé salga, pero ella sabe que tiene que esperar.
Y nosotros sabíamos que para que esa adopción terminara, teníamos que esperar. En el noveno mes nos hablan y nos dicen que tenemos la cita para el día siguiente. Nosotros pensábamos que nos iban a llamar e íbamos a tardar un poco más, pero no, nos llamaron y nos dijeron, «prepárense porque hay un espacio para el día siguiente y tienen que traer al niño y venir con todos sus documentos preparados».
Al llegar a dónde estaba el juez, el juez nos ve a nosotros, ve a nuestro hijo. El niño voltea a mí y me dice, «mami». Entonces el juez sonríe y dice, «por el poder que el estado me otorga, les doy la patria potestad», y pronuncia el nombre de mi hijo, «Asheb García García», que son los apellidos de mi esposo y el mío. Para mí fue el momento en que mi hijo nació y yo creo que ese es el momento, el noveno mes donde el doctor saca al bebé y lo presenta a los padres.
Para mí ese era el momento. Estaba muy emocionada porque tenía aquello que tanto había añorado. Yo oraba al Señor y yo me sentía como Ana. Sentía que había orado por tanto tiempo, pero así como Ana oró y le dijo al Señor, «si Tú me das un hijo yo lo entrego a ti». Y esa era mi oración, «Señor, si Tú me das un hijo no permitas que él se convierta en un ídolo para mí. Que yo lo entregue a Ti porque a Ti te pertenece.
Es increíble porque ninguna adopción en Zambia dura menos de 9 meses. Hemos sido los primeros y ha durado 9 meses, y eso solamente confirma que la adopción de nuestro hijo era lo que Dios quería. Para mí, la adopción –como ya lo comenté antes– la adopción terrenal existe porque Dios quería mostrar de una manera muy pequeña lo que es la adopción como creyentes en la familia real. Yo sé que es algo muy pequeño, no se puede comparar, pero para ponerlo en estándares humanos, Dios lo hizo de esa manera. Como creyentes también creo que nosotros debemos ser los primeros en la línea de la adopción porque nosotros entendemos mejor que nadie la adopción celestial.
También creo que el Señor nos permitió pasar por todo eso para que fuéramos de consejo y de ánimo a parejas que están luchando con la infertilidad, para decirles que la esperanza no está en un hijo, no está en la adopción, nuestra esperanza está en Cristo porque esa es nuestra identidad. Nosotros tuvimos que pasar por casi tres años de tantas pruebas para que el Señor nos pudiera mostrar y pudiéramos entender que esa es nuestra identidad y es nuestra satisfacción.
Nuestro hijo vino a nosotros el 12 de mayo de 2015. En México se celebra el día de las madres el 10 de mayo, y yo me sentía muy mal porque no iba a celebrar el día de la madre. Mi esposo, justo después de que a nuestro hijo lo pronunciaran como nuestro hijo, organizó una fiesta para que yo pudiera celebrar este día que tanto añoraba.
Gracias a Dios, el Señor –si está en Su gracia– tenemos planes de seguir adoptando porque creemos que nosotros como creyentes debemos ser los primeros y creemos y oramos, oro mucho porque mi hijo entienda su adopción. Y que él vea que la adopción que nosotros hicimos hacia él la pueda ver de la misma manera que yo estoy viendo mi adopción celestial, que es algo especial y creo que pocos son adoptados dos veces y para mí eso es muy especial.
Annamarie: Le damos gracias a nuestro Padre por cada uno de los testimonios que recibimos diariamente y que nos animan al ver cómo Él está obrando en las vidas de tantas mujeres. Anímate tú también, allí donde Dios te ha puesto, a ser un reflejo de Su amor a los que te rodean.
Y asegúrate de acompañarnos el lunes para una próxima conversación Mujer Verdadera 365 en la que estaremos hablando sobre el libro de Hebreos. Si no conoces acerca del Reto Mujer Verdadera 365, conoce los detalles en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com. Y recuerda que nuestra lectura bíblica para hoy es Hebreos capítulos 1 al 4.
Abrazando a Dios como Padre juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación