
Adelantado al tiempo: la preexistencia de Cristo
Débora: Jesús ha existido desde la eternidad pasada. Te has llegado a preguntar ¿qué estaba haciendo antes de venir a la tierra como un bebé? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cristo no solo se deleitaba en Su Padre y disfrutaba de Su compañía, sino que también estuvo en la eternidad pasada deleitándose en nosotros.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 7 de marzo de 2025.
¿Cuándo comenzó Jesús a existir? Quizás sea un poco difícil entenderlo, ¿verdad? Pero es una pregunta importante que debes comprender para mantener una teología correcta. Cuando lo entiendas, impactará tu adoración.
Nancy aborda este tema en su serie titulada «Incomparable». Si te perdiste alguno de los primeros dos episodios, puedes escucharlos en AvivaNuestrosCorazones.com o en la aplicación Aviva Nuestros Corazones. Aquí ella está …
Débora: Jesús ha existido desde la eternidad pasada. Te has llegado a preguntar ¿qué estaba haciendo antes de venir a la tierra como un bebé? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cristo no solo se deleitaba en Su Padre y disfrutaba de Su compañía, sino que también estuvo en la eternidad pasada deleitándose en nosotros.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 7 de marzo de 2025.
¿Cuándo comenzó Jesús a existir? Quizás sea un poco difícil entenderlo, ¿verdad? Pero es una pregunta importante que debes comprender para mantener una teología correcta. Cuando lo entiendas, impactará tu adoración.
Nancy aborda este tema en su serie titulada «Incomparable». Si te perdiste alguno de los primeros dos episodios, puedes escucharlos en AvivaNuestrosCorazones.com o en la aplicación Aviva Nuestros Corazones. Aquí ella está hablando ante un grupo de mujeres.
Nancy: Desde que era una niña he sido una gran fanática de las biografías. Me encanta leer biografías. Tengo una gran colección de ellas y he leído muchas a lo largo de los años. Una cosa que he aprendido es que la mayoría de las biografías comienzan con la época o con las circunstancias en las que nació la persona. La mayoría de las biografías comienzan alrededor del nacimiento de la persona de la que trata el libro.
Hay fundadores de religiones y otras personas que podrían tener biografías escritas sobre ellos, si estamos hablando de cualquier persona a la que se le haya escrito una biografía, su existencia comenzó cuando nació, pero no es así con Cristo.
Jesucristo no comenzó a existir cuando nació de María en Belén. No sé si has pensado en esto, pero Él existía mucho antes de esa noche que celebramos en Navidad, mucho antes de Su encarnación y de Su vida aquí en esta tierra. En el principio del tiempo, Él ya era.
Ahora, vamos a hablar hoy y a lo largo de esta serie sobre algunas cosas que son realmente difíciles de entender, cosas que realmente no puedes entender, pero las crees por fe porque estamos tratando con realidades sobrenaturales, cosas que nuestras mentes racionales no pueden comprender. Pero cuando comenzó el tiempo, Jesús ya estaba allí. Él ya era. En el principio Él era. Él siempre existió.
Hay algunas sectas y religiones falsas que niegan Su existencia eterna y afirman que Él fue un ser creado. Esa es una de las maneras en que puedes saber si la religión que estás estudiando es coherente con las Escrituras. ¿Creen que Cristo siempre existió?
Ahora, ninguna otra biografía comienza con un capítulo sobre la preexistencia de esa persona, porque no existía antes de nacer. Pero Cristo siempre existió. Él existió eternamente, en el pasado y también existirá por toda la eternidad. Este es el testimonio de los profetas del Antiguo Testamento. Hablaron del hecho de que Cristo existía antes de que todo comenzara, antes de que naciera en Belén como un bebé.
Por ejemplo, en Miqueas capítulo 5, versículo 2, un versículo que escuchas citado con frecuencia en Navidad, dice:
«Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel [¿Y de quién está hablando? ¡Está hablando de Cristo!], y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad».
Él vendrá, pero siempre ha estado. Él es desde los tiempos antiguos: la eterna preexistencia de Cristo.
Luego llegamos a Isaías 6. Este es un pasaje que nos resulta familiar a muchas de nosotras. El profeta dice:
«En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de Su manto llenaba el templo. Por encima de Él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: “Santo, Santo, Santo es el Señor [Jehová] de los ejércitos, llena está toda la tierra de Su gloria» (vv. 1-3).
Ahora, esto fue cientos de años antes de que Cristo naciera, e Isaías vio la gloria de Dios, Jehová, pero a medida que llegamos al Nuevo Testamento, está claro que Isaías estaba viendo a Cristo. Estaba viendo al Mesías sentado en ese trono.
En el capítulo doce del Evangelio de Juan, tienes que seguir esta lógica aquí, Juan cita este pasaje de Isaías 6, el mismo capítulo que acabo de leer, y lo aplica a Cristo.
Él dice: «Estoy hablando de Cristo». Y luego dice, ahí mismo, en el Evangelio de Juan 12:41: «Esto dijo Isaías porque vio Su gloria …». ¿La gloria de quién? La gloria de Jesús, de Cristo. Él «vio Su gloria y habló de Él». Isaías vio a Jesús sentado en ese trono. Fue la gloria de Cristo. Fue la gloria de Dios. Era la gloria de Cristo, que es uno con el Padre.
Así que Cristo existió cientos de años, miles de años, de hecho, durante toda la eternidad, antes de venir a esta tierra como un hombre.
Y no solo los profetas del Antiguo Testamento dieron testimonio de la preexistencia de Cristo, sino que, al llegar al Nuevo Testamento, Juan el Bautista dio testimonio de la preexistencia de Cristo.
En el Evangelio de Juan, otra vez, en el capítulo 1, versículo 15, dice: «Juan dio* testimonio de Él [testimonio acerca de Cristo] y clamó: “Este era del que yo decía: ‘Él que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo’”».
Ahora, eso suena un poco complicado. «El que viene después de mí fue antes de mí». Bueno, Juan nació seis meses antes que Jesús, y en Su naturaleza humana, Jesús vino después de Juan. Juan estuvo antes que Jesús. Pero como Hijo eterno de Dios, Jesús existió eternamente antes que Juan. Entonces Juan dice: «El que vino después de mí, el que nació después de mí, era antes que yo. Él era preexistente en la eternidad pasada».
No fue solo el testimonio de Juan el Bautista acerca de Cristo, sino que fue el testimonio de Cristo acerca de Sí mismo en numerosas ocasiones. En Juan 3:13, Cristo dijo: «Nadie ha subido al cielo, sino Aquel que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo». Y lo que Cristo estaba diciendo es: «Estoy aquí en esta tierra; pero bajé del cielo; Yo vine del cielo».
A veces decimos que las niñas y los niños vienen del cielo, pero no vienen del cielo. Dios los crea, pero no existían en el cielo antes de venir a la tierra. Jesús existió en el cielo antes de venir a esta tierra.
En Juan 6:33, Jesús dice: «Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo». Luego continúa diciendo: «Yo soy el pan de vida que descendió del cielo». Es como si Jesús dijera: «Yo estaba en un lugar antes de estar aquí. Vengo de algún lugar antes de venir aquí. ¿De dónde vengo? Yo vine del cielo». También: «Yo estaba por ahí. Yo existía antes de venir a esta tierra. Vine del cielo».
Y en Juan 8 hay otro pasaje, que nuevamente es un poco confuso, pero veamos si podemos entenderlo. A partir del versículo 56, Jesús dijo: «Abraham, el padre de ustedes, se regocijó esperando ver Mi día». Ahora, Abraham había vivido miles de años antes. Él esperaba, anticipaba el día en que Cristo vendría a la tierra. Lo vio por fe y se alegró.
«Por esto le dijeron los judíos: “Aún no tienes cincuenta años”». Jesús, de hecho, todavía tenía poco más de treinta años. «Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham quien vivió miles de años antes?» (v. 57).
Ahora imaginen cómo les debe haber impactado esto al escucharlo. «Jesús les dijo: En verdad les digo, que antes que Abraham naciera, Yo soy» (v. 58). Ahora deben haberse estado rascando la cabeza y pensando «¿Pero está loco este hombre?».
¡No, no está loco! Él es el Cristo incomparable. Él vino a la tierra. Él nació en lo que marcó la bisagra de todo el calendario humano: antes de Cristo y después de Cristo; nacido alrededor del marcador que conocemos como a.C. y d.C., pero Él existió antes de eso. Antes de que Abraham existiera, miles de años atrás, Jesús dice: «YO SOY».
Él no dice: «Yo era». Él dice: «YO SOY». Él es el YO SOY eternamente existente. Él siempre fue YO SOY. Él es YO SOY. Él siempre será YO SOY. Siempre fue, siempre es el Cristo eternamente existente. Nunca hubo un momento en el que Él no existiera en toda Su plenitud.
Ahora, habiendo establecido eso, lo que me intriga es considerar ¿qué sabemos sobre la vida de Cristo antes de que viniera a esta tierra? Bueno, quiero que vayamos a Juan capítulo 1, versículo 1. Este es un pasaje que veremos numerosas veces durante esta serie, pero Juan dice: «En el principio era el Verbo». Sabemos que la Palabra se refiere a Cristo, la expresión de Dios; Cristo la Palabra Viva de Dios.
«En el principio ya existía el Verbo», ya era el Verbo, no «el Verbo comenzó», sino que el Verbo ya estaba allí; Cristo ya estaba allí, «y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios».
Entonces, ¿qué sabemos acerca de la vida de Jesús antes de venir a esta tierra? Bueno, primero que nada sabemos que Él estaba con Dios. Tenía una comunión y compañerismo cercano, íntimo y personal con Dios. Él estaba con Dios.
Y Juan continúa diciendo, ahí en Juan 1, en el versículo 18: «Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer». ¿De quién habla ahí? Jesucristo, el único Dios. Él es Dios, pero también está al lado del Padre. Él nos ha dado a conocer a Dios.
En algunas traducciones dice que Cristo está en el seno del Padre. Él está al lado del Padre. La Nueva Versión Internacional dice que: «vive en unión íntima con el Padre». Él está al lado del Padre. Él está con el Padre, y durante toda la eternidad pasada, Cristo ha estado cerca de Dios. Ha estado con Dios. Ellos tienen una comunión íntima. Eso será importante a medida que nos demos cuenta de por qué Cristo vino a esta tierra.
Pero no solo estaba con Dios, sino que era Dios. Ha sido eternamente uno con el Padre y al mismo tiempo diferente, distinto. Él es una Persona distinta: Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres Personas distintas y, sin embargo, una. Ahora, no vamos a profundizar en la totalidad de la Trinidad, perderíamos la cabeza si intentáramos entender esto, pero sabemos que Él es eternamente uno con el Padre.
Él siempre existió en forma de Dios, como nos recuerda Filipenses, capítulo 2: es igual a Dios. Él es Dios.
Hebreos 1 nos dice «Él es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza» (v. 3).
Ahora, seré la primera en decir que aquí estamos ahondando en el misterio. No hay manera de que podamos comprender esto. Estamos metiendo los pies en las profundidades de estas aguas, pero Él siempre ha estado con Dios y siempre ha sido Dios. Él es la huella de la naturaleza de Dios. Él es el resplandor de la gloria de Dios.
Así que Él estaba con Dios. Él era Dios antes de venir a esta tierra. Pero, ¿qué estaba Él haciendo? Bueno, al estudiar las Escrituras, aprendemos que Él siempre ha estado activo. Siempre ha estado obrando, trabajando. No solo cuando vino a esta tierra hizo grandes obras, sino que siempre estuvo obrando durante la eternidad pasada. Él estaba trabajando creando el mundo, porque Él es el Creador no creado.
Juan 1:3 nos dice: «Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho». Él es el Creador. Esto se ve a lo largo de todo el Nuevo Testamento.
Colosenses capítulo 1 dice: «Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él» (v. 16). Él estaba ocupado creando todas las cosas.
Hebreos capítulo 1 dice que «[Dios] en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo» (v. 2). Cristo participó activamente con el Padre en la creación del mundo, pero no solo en la creación del mundo. Él participa activamente sosteniendo este mundo.
Colosenses capítulo 1 nos dice que «Y Él es antes de todas las cosas [la preexistencia de Cristo] y en Él todas las cosas permanecen» (v. 17). Él es como el pegamento de este universo. Si no fuera porque Cristo mantiene unido este universo, las cosas se saldrían de control.
Él no es un Dios que simplemente creó el mundo, lo arrojó al universo y luego se quedó pasivamente dejándolo continuar. No. Él participa activamente en mantener unido nuestro mundo.
Hebreos 1:3 nos dice que «[Él] sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder». Así que Él participa activamente sosteniendo Su creación.
Permítanme pedirles que vayan unos minutos a Proverbios capítulo 8. Este es un pasaje del Antiguo Testamento que creo que nos da una idea muy clara de lo que Cristo estaba haciendo antes de venir a esta tierra.
Este capítulo es una personificación de la sabiduría. En este capítulo se considera que la sabiduría es una persona. Todo el capítulo habla de que la sabiduría hace esto; la sabiduría hace lo otro. Pero muchos comentaristas creen que todo esto se refiere a Cristo, quien es la Sabiduría de Dios. Entonces, dondequiera que leas la palabra «sabiduría» en este capítulo, puedes pensar en Cristo. Al leer varios de estos versículos, creo que estarás de acuerdo en que esta es una imagen de Él.
Vayamos a la mitad del pasaje, comenzando en el versículo 27. Está hablando de la creación. La sabiduría dice:
«Cuando estableció los cielos, allí estaba yo; cuando trazó un círculo sobre la superficie del abismo [Jesús está hablando de estar allí en el momento de la creación]; cuando estableció los cielos, allí estaba yo; cuando trazó un círculo sobre la superficie del abismo, cuando arriba afirmó los cielos, cuando las fuentes del abismo se afianzaron, cuando al mar puso sus límites Para que las aguas no transgredieran Su mandato, cuando señaló los cimientos de la tierra, Yo estaba entonces junto a Él, como arquitecto; Yo era Su delicia de día en día, regocijándome en todo tiempo en Su presencia» (vv. 27-30).
Y lo que Cristo está diciendo es: «En la creación, yo estaba allí. Yo estaba al lado de Mi Padre, como un maestro, como un artesano». Algunas traducciones dirán: «Como un arquitecto». En realidad, la palabra en la versión griega del Antiguo Testamento dice: «Estaba arreglando, organizando. Yo estaba a Su lado; estaba haciendo los arreglos». Estuvo activamente involucrado con Su Padre como un maestro hábil, arreglando las piezas del universo.
Así que cuando Dios creó el mundo, Cristo estaba con el Padre, a Su lado, no como un espectador pasivo, sino trabajando activamente con Su Padre. Y es lo mismo cuando Dios ideó el plan de salvación en la eternidad pasada. Cristo estaba allí con Él ideando ese plan con Él.
Luego vemos, a medida que avanzamos en Proverbios 8, que durante toda la eternidad, Cristo estuvo gozoso, el Dios gozoso. Dice:
«Yo estaba entonces junto a Él, como arquitecto; Yo era Su delicia de día en día, Regocijándome en todo tiempo en Su presencia, Regocijándome en el mundo, en Su tierra, Y teniendo mis delicias con los hijos de los hombres» (vv. 30-31).
«Yo era cada día Su deleite, regocijándome delante de Él siempre». Jesús nunca fue otra cosa que gozoso: diariamente, siempre gozoso. Esa palabra «deleite» significa «gozo o placer».
La palabra «regocijarse» significa «jugar, reír, divertirse». Cristo dice que durante toda la eternidad pasada: «Yo estaba celebrando con mi Padre. Estábamos celebrando mientras creamos el mundo. Nos regocijábamos; nos deleitábamos el uno en el otro. Nos deleitábamos en lo que hacíamos. Estábamos celebrando como estábamos ideando el plan de salvación. Lo estábamos pasando muy bien». Deleitándonos. Regocijándonos.
Es una imagen, si puedo decirlo sin ser en ningún sentido trivial o irrespetuosa, de un Dios feliz, de un Salvador gozoso. El Padre y el Hijo se deleitaban mucho el uno en el otro. El Padre estaba encantado con el Hijo, estaba complacido con Su obra. «Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido» (Mateo 3:17). ¿Recuerdas eso?
«Yo era diariamente su deleite». Y el Hijo se regocijaba en el Padre y se regocijaba en Su obra. «Encantado de hacer Su voluntad». Este disfrute mutuo, este Dios lleno de gozo.
Y luego vemos en este pasaje un Dios relacional. Se disfrutaron el uno al otro. Disfrutaban estar juntos. Tenían compañerismo y comunión diarios; sin obstáculos ni interrupciones, entre ambos. Pero Cristo…y esto es lo que te dejará boquiabierta si te detienes a pensar en ello: Cristo no solo se deleitaba en Su Padre y disfrutaba de la compañía de Su Padre, sino que también estuvo en la eternidad pasada deleitándose en nosotros, deleitándose en la humanidad.
Dice el versículo 31: «Regocijándome en el mundo, en Su tierra, y teniendo mis delicias con los hijos de los hombres». Se regocijaban y se deleitaban en la compañía el uno del otro, pero también se deleitaban en nosotros, se regocijaban en nosotros. Puedes ver que Jesús amó a Su Padre, amó estar con Su Padre, por eso también amó a los seres humanos que fueron hechos a imagen de Su Padre y se deleitaban en nosotros.
Esta es una imagen completamente diferente de lo que algunas personas nos quieren hacer pensar acerca de Dios. Pensamos que Dios es severo, imposible de agradar, que no se deleita en nosotros en absoluto, sino que mira cómo puede hacernos la vida más difícil.
Hay aspectos del carácter de Dios y del corazón de Cristo que son difíciles, especialmente cuando pecamos. Cuando somos orgullosas, Él humilla a los orgullosos. Pero si das un paso atrás te das cuenta de que Dios comienza siendo un Dios que se deleita en nosotras, un Dios gozoso, que Jesucristo, durante toda la eternidad pasada, durante todos esos miles de años antes de venir a esta tierra, estuvo atento a nosotras, Él se deleitaba en nosotras. Se regocijaba en el mundo creado y habitado por Dios.
Y Cristo quiere que estemos con Él y con Su Padre, que vivamos al lado del Padre con Él, y que nos regocijemos en Él, que nos deleitemos en Él, y que nos deleitemos en servir y bendecir a los demás. Él quiere que podamos disfrutar del mismo tipo de relación con el Padre que Él ha disfrutado por toda la eternidad. Él quiere que compartamos el gozo que ellos experimentan como Padre e Hijo.
Eso es lo que Jesús dice en Juan capítulo 15: «Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto». Eso es lo que Dios quiere para ti. Eso es lo que Cristo quiere para ti. Él quiere que tengamos esa plenitud de gozo y relación que Él tiene con Su Padre celestial.
Ahora permítanme mencionar otra cosa: sabemos que antes de que Jesús viniera a esta tierra, era rico. Él era glorioso. Tuvo gloria con el Padre. Vivió en este maravilloso ambiente libre de pecado porque Cristo ora en Juan 17, al final de Su vida terrenal: «Y ahora, glorifícame Tú, Padre, junto a Ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera» (v. 5).
Entonces Jesús dejó todo eso, se despojó de toda esa gloria que tenía en el cielo, para bajar a esta tierra. Eligió dejarlo todo atrás. ¿Por qué renunciaría a todo eso: a esa comunión, a ese compañerismo, a ese gozo, a esa celebración, ese regocijo y ese deleite? ¿Por qué renunciaría a todo eso y bajaría a este planeta arruinado y pródigo?
Bueno, lo hizo en obediencia a la voluntad de Su Padre. «Me deleito en hacer Tu voluntad». Pero lo hizo por Su gran amor por nosotros.
Un antiguo autor de himnos lo dijo de esta manera:
Glorias magníficas Él dejó,
Para buscarme a mí;
Solo Su incomparable amor
Le hizo venir aquí.
(«Ropaje espléndido», Henry Barraclough)
Fue Su amor por ti; fue Su amor por mí, fue Su deleite en nosotras lo que le hizo querer venir a esta tierra. Él fue enviado a la tierra por el Padre en una misión divina. El Hijo eterno, eternamente preexistente, Aquel que siempre fue, irrumpió en el tiempo, vino a este planeta. Hablaremos de eso en nuestra próxima sesión.
¿Y por qué lo hizo? Él vino para hacer posible que experimentáramos la comunión, el gozo y la unidad con el Padre que Él había disfrutado por toda la eternidad, y para que pudiéramos ser llevadas a Dios, para que pudiéramos tener esa comunión y que pudiéramos tener esa alegría. ¿No te alegra que haya venido?
Gracias Señor Jesús. Te adoramos, el Dios eternamente preexistente. Gracias por darnos solo un vistazo de lo que estuviste haciendo durante toda la eternidad pasada. Gracias por romper esa barrera del tiempo y la eternidad y venir a esta tierra para que podamos tener con el Padre lo que Tú has disfrutado con Él por toda la eternidad. Oro en el nombre de Jesús, el nombre de Cristo, el incomparable, amén.
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth explorando una pregunta profunda: ¿Qué estaba haciendo Jesús en la eternidad pasada?
Ella comenzó una serie esta semana llamada «Incomparable» que nos llevará durante la temporada de Cuaresma hasta la semana siguiente al Domingo de Resurrección. Nancy publicó recientemente un nuevo libro con el mismo título que lleva esta serie, Incomparable, es un gran recurso para complementar esta serie y preparar tu corazón para la Pascua. El subtítulo es: 50 Días con Jesús. A través de cincuenta lecturas, explorarás la asombrosa y única historia de Cristo.
Si aún no has adquirido «Incomparable», el nuevo libro de Nancy, puedes obtenerlo visitando avivanuestroscorazones.com. Cuando haces una donación a Aviva Nuestros Corazones, puedes estar segura de que estás desempeñando un papel importante en el llamado que hacemos a las mujeres a la libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Si incluso deseas involucrarte de una manera más activa, quiero invitarte a unirte a nuestro equipo de colaboradoras mensuales.
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«Quiero compartir lo impactada y lo bendecida que he sido por este ministerio de Aviva Nuestros Corazones: no tengo mucho tiempo de conocer el ministerio, pero la verdad es que han provocado un avivamiento en mí. Soy estudiante de Psicología, y hace un año, Dios me permitió crear un blog para hablarle a las jóvenes y a mis amistades de Su Palabra. Amo a Dios, y mi deseo es poder llevar Su palabra y compartir las grandezas que él ha hecho en mi vida.
Desde hace un tiempo, he estado pensando como puedo formar parte de este poderoso ministerio y ser una embajadora del reino. El motivo de este mensaje es precisamente eso: quiero ser una colaboradora aquí, en España. Sé que Dios da testimonio de que somos Sus hijos, y me siento bendecida y agradecida con Dios, por usar este medio para traer avivamiento a las vidas».
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El lunes, Nancy volverá en esta serie «Incomparable» enfocándose en la encarnación. ¿Qué significa que Dios se hizo carne? Sigamos aprendiendo juntas aquí Aviva Nuestros Corazones.
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