
Cristo absorbió la ira de Dios
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que no importa cuánto te esfuerces, la relación con Dios no se puede ganar.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Nuestra comunión con Dios no depende de lo que hayamos hecho bien o de algún tipo de penitencia. Si crees que, debido a que pecaste ayer, hoy debes leer dos capítulos más de la Biblia o ser mejor, ¡morirás en el intento!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de mayo de 2025.
Durante esta semana, nuestra invitada Carrie Gaul nos ha estado ayudando a descubrir la libertad de la condenación en una serie titulada «Aprobada». Antes de cerrar el episodio de hoy, escucharemos a Nancy DeMoss Wolgemuth.
Por ahora continuaremos donde nos quedamos ayer. Una voluntaria de la audiencia pasó al frente para ponerse una túnica negra que representaba el pecado y la condenación. Luego, …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que no importa cuánto te esfuerces, la relación con Dios no se puede ganar.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Nuestra comunión con Dios no depende de lo que hayamos hecho bien o de algún tipo de penitencia. Si crees que, debido a que pecaste ayer, hoy debes leer dos capítulos más de la Biblia o ser mejor, ¡morirás en el intento!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de mayo de 2025.
Durante esta semana, nuestra invitada Carrie Gaul nos ha estado ayudando a descubrir la libertad de la condenación en una serie titulada «Aprobada». Antes de cerrar el episodio de hoy, escucharemos a Nancy DeMoss Wolgemuth.
Por ahora continuaremos donde nos quedamos ayer. Una voluntaria de la audiencia pasó al frente para ponerse una túnica negra que representaba el pecado y la condenación. Luego, Carrie le quitó esa túnica y la reemplazó con una túnica brillante y resplandeciente para mostrar la justicia de Cristo.
Aquí está Carrie hablando sobre la túnica de la justicia.
Carrie Gaul: Cristo pagó el precio por nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Él recibió sobre Sí mismo la plenitud de la ira de Dios para que nosotras pudiéramos llegar a ser la justicia de Dios.
Y cuando tú y yo, cargamos con esta túnica negra, pesada, llena de pecado y oscura a la que hemos estado haciendo referencia, sucede lo que le está sucediendo a Paula en este momento mientras usa esta túnica: su cabeza está cabizbaja por la vergüenza y la culpa. Algunas de ustedes pueden recordar bien esa realidad.
Cuando reconocemos nuestro pecado, eso es realmente lo que somos, es el centro de lo que somos, la esencia misma de quiénes somos: somos pecadoras. Esa túnica es tu corazón.
No se trata de si has sido bautizada o si has estado en la iglesia toda tu vida. No se trata de asistir a un estudio bíblico tres veces a la semana. No se trata de si tus padres, u otras personas de generaciones anteriores, han estado involucrados en el ministerio de la iglesia toda su vida. Ni siquiera se trata de si estás involucrada en el ministerio de la iglesia en este momento.
Escúchame bien: No se trata de que te llames cristiana o digas que crees en Cristo. Santiago capítulo 2 dice que incluso los demonios creen en Jesús y tiemblan.
La pregunta es: ¿Crees en la esencia de lo que eres (vestida con esta túnica negra), de que no hay nada que puedas hacer para ser aceptable ante Dios ni tienes cómo limpiar esa túnica?
¿Estás reconociendo y diciéndole al Señor: «Sí, Señor, sí, soy una pecadora. Sí, lo reconozco. Sí, lo entiendo y necesito desesperadamente un Salvador. Hoy escojo poner mi fe en Cristo, en Su vida sin pecado, Su sacrificio y Su gloriosa resurrección»?
Y cuando lo hacemos, amigas mías, cuando eso sucede, sin importar la edad que tengas, lo que sucede es que entramos en una relación de pacto con Jesucristo. Una parte del simbolismo del pacto fue el intercambio de túnicas.
Si quieres estudiar algo que hará que tu vida cobre sentido, estudia el pacto en el Antiguo Testamento, y luego ve al Nuevo Testamento, conéctalos y verás que tendrá sentido para ti.
En las tradiciones del pacto había un intercambio de túnicas. Cuando pones tu fe en Jesucristo, hay un intercambio de túnicas. Jesús te quita esa vestimenta oscura y pecaminosa, como yo se la estoy quitando a Paula ahora, que es la túnica que Cristo usó en la cruz. Y así como yo me la puse sobre mis hombros, representando a Jesucristo, Él tomó ese manto pecaminoso y lo intercambió contigo.
En su lugar, Él nos da Su manto de justicia. Así que ahora le pondremos a Paula este manto dorado, reluciente y largo de Cristo, que representa Su justicia.
Ya no eres esa persona vestida con la pecaminosidad de tu viejo yo. Esa ya no eres tú, sino que esto es lo que eres ahora: estás revestida con la justicia de Cristo.
Entonces, amigas mías, en este momento: o estás viva en Cristo o estás muerta en tus pecados. O estás vestida con esta túnica negra de pecado, depravación y maldad, en la que naciste, o estás vestida con la justicia de Cristo, representada por esa túnica dorada y brillante que lleva Paula. Es una cosa o la otra.
Y puede que me digas: «Carrie, ¿cómo puedo saberlo? No sé cuál túnica llevo puesta».
Bueno, ¿dónde has puesto tu fe? ¿Está tu fe en tus propias obras, representada por esta túnica negra? ¿Estás confiando en tu propia «justicia»? No es justicia; es injusticia. ¿Estás confiando en tus obras o lo que puedes hacer? ¿O has puesto tu fe en la obra de lo que Cristo ya hizo a tu favor? Es una cosa o la otra. ¿Has llegado a poner tu fe en la obra de Cristo?
Si hoy tu fe y confianza están puestas en tu propia justicia, no tienes esperanza. Estás muerta en tus pecados. No hay nada que puedas hacer para limpiar esa túnica negra. Estás condenada por el Dios que te ama más de lo que jamás puedes imaginar y ha hecho todo lo posible para que puedas venir a Él para tener una relación de pacto a través de Jesucristo.
Si hoy cargas esa túnica negra de pecaminosidad, no tienes que quedarte allí. Arrepiéntete, ¡esa es la palabra más hermosa de todas las Escrituras! Significa que tu fe estaba en esta túnica negra. Y si tu fe sigue ahí, entonces quítala. Tú eliges. Puedes escoger decir: «Soy una pecadora. Necesito un Salvador», y luego pon tu fe en la justicia de Cristo.
Y si nos estás escuchando hoy y ya has puesto tu fe en Jesucristo, entonces estás revestida de Su justicia ahora mismo. Así te ve Dios. Así es como Él piensa de ti. Así te responde Él.
Por eso Sofonías 3, versículo 14 dice: «Canta, jubilosa, hija de Sión. Lanza gritos de alegría, Israel. Alégrate y regocíjate de todo corazón, Hija de Jerusalén. El Señor ha retirado Sus juicios contra ti, ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti; ya no temerás mal alguno».
La realidad de quiénes somos en Jesucristo, la verdad de cómo Dios te ve hoy, revestida de la perfecta justicia de Su Hijo, cambia todo. Amigas mías, hemos sido aprobadas. ¡Hemos sido aprobadas!
¿Qué túnica llevas puesta? ¿Estás vestida hoy con la túnica con la que naciste, negra, pesada, oscura y llena de pecado? ¿Estás vestida con esa túnica? ¿O has hecho el gran intercambio y has recibido sobre ti la túnica de la justicia de Cristo?
¿Has puesto tu fe solo en Jesús para la salvación de tu alma? ¿O todavía estás tratando desesperadamente de limpiarte, de hacerte aceptable ante Dios por las obras de tus propias manos?
Si nunca has reconocido que no hay nada más que la sangre de Cristo que te haga aceptable a Dios, que fue tu pecado el que puso a Cristo en la cruz, si nunca has venido a Dios a través de la sangre derramada de Jesucristo, hoy, ¡hoy, dice la Escritura, es el día de la salvación! Escoge poner tu fe en Él hoy. Reconoce tu pecado, tu desesperada necesidad de un Salvador y recibe la justicia de Cristo.
Y hoy, amigas mías, si son halladas en Su justicia, ¿te alegrarías conmigo? Eres gloriosamente aprobada por Dios por la sangre derramada de Jesús y Su justicia.
Nancy: ¡Amén! ¡Qué gloriosa verdad!
Carrie, creo que sería bueno que nos tomáramos un momento y le diéramos a nuestras oyentes la oportunidad de responder a lo que has estado compartiendo, porque este es el corazón del evangelio.
Y en algunos corazones que escuchan ahora mismo, el Espíritu está obrando y les está trayendo claridad acerca de lo que Carrie nos ha hablado hoy. Dios está abriendo quizás tus ojos y te está dando fe para que te vuelvas a Cristo, para que creas en Él y seas salva.
O tal vez eso ya te ha sucedido, pero aún estás aprendiendo las palabras que acompañan esa asombrosa realidad. Aún estás creciendo en tu comprensión sobre todo esto, como todas nosotras.
Yo tenía cuatro años cuando se produjo ese Gran Intercambio en mi vida. No conocía todos estos términos teológicos ni todos esos versículos. Pero me encanta el hecho de que ahora, más de cincuenta años después, Dios todavía me muestra más de lo que esto significa y ¡qué regalo tan precioso es que Él me dé Su justicia!
Así que, inclinemos nuestros corazones en oración ante el Señor. Y ahí tú estás diciendo: «Acabo de entenderlo», ahora mismo puedes poner tu fe en Cristo. Di: «Gracias, Señor, por tomar mi pecado sobre Ti para que yo no tuviera que vivir en condenación y culpa, ni que tuviera que usar esa túnica yo misma, esa túnica de mi pecaminosidad, y no tener que soportar Tu ira por mi pecado».
Dale gracias a Dios porque Cristo se puso esa túnica y se hizo pecado por nosotras. Y agradécele que no terminó ahí, sino que Él ha estado dispuesto a darte la túnica de Su justicia.
Así que ahora mismo, dile a Dios por fe: «Lo recibo. Soy una pecadora. No puedo salvarme. Pero Tú has muerto para tomar mi pecado y declararme justa».
Agradece a Cristo porque Él absorbió toda la ira de Dios que tú merecías, que merecías por tu pecado, y dile: «Oh Señor, lo creo y lo recibo». Al hacerlo, las Escrituras dicen que te convertirás en una nueva criatura, enuna nueva persona.
Es más, incluso si estás viviendo en tu mente, en tus pensamientos, incluso en tu estilo de vida, como si todavía llevaras esa túnica negra de esa pecaminosidad, entonces, confiésale a Dios: «Señor, soy cristiana y sé que Tú me salvaste, pero he estado viviendo como si no tuviera Tu justicia. He estado viviendo como si tuviera que seguir cargando y vistiendo esa túnica de pecado».
Agradécele porque no se trata de cómo puedes actuar para que Él te acepte o de lo que puedes hacer para agradarle, sino de que has sido aprobada. Cuando Dios te mira, no ve tu pecaminosidad, sino que Él ve la justicia de Cristo, Su vida sin pecado, Su muerte perfecta, Su gloriosa resurrección y Su vida como el Hijo encarnado de Dios resucitado en el cielo para nuestra salvación y justificación.
Oh Señor, esas son palabras mayores, pero son tan hermosas, tan ricas. Oro para que las hagas más preciosas en nuestros corazones; para que podamos regocijarnos en la vida que nos has dado en Cristo; para que podamos caminar en esa novedad de vida y para que podamos estar día a día involucradas en compartir con los demás y hablar sobre cómo hemos sido aprobadas por Dios. Te damos gracias, en el nombre de Jesús, amén.
Bueno, mientras Carrie compartía, no pude evitar pensar en un hermoso himno que cantábamos cuando yo era niña. Fue escrito en la década de 1730 por Charles Wesley, quien «captó» el evangelio en sus letras. Él lo entendió. Estas palabras son pintorescas porque no son exactamente la forma en que hablamos hoy, pero permíteme leerte algunas de estas estrofas, y creo que resumen muy bellamente lo que hemos estado hablando durante estos últimos días:
¿Cómo en su sangre pudo haber tanta ventura para mí?
Si yo Sus penas agravé, y de Su muerte causa fui.
¿Ay maravilla cual Su amor? ¡Morir por mí con tal dolor!
Nada retiene al descender sino Su amor y Su deidad;
Todo lo entrega: gloria, prez, corona, trono, majestad.
Ver redimidos es Su afán, los tristes hijos de Adán.
Mi alma, atada en la prisión, anhela redención y paz.
De pronto vierte sobre mí la luz radiante de Su faz.
Cayeron mis cadenas, vi. Mi libertad y te seguí.
Jesús es mío, vivo en Él, no temo ya condenación.
Él es mi todo: paz, salud, Justicia, luz y redención.
Me guarda el trono eternal, Por Él corona celestial.
(¿Cómo en su sangre pudo haber?, por Charles Wesley)
¿Cómo podríamos acercarnos al santo trono de Dios con valentía si no fuera por el hecho de que Cristo nos ha dado Su justicia? ¿No hace que tu corazón cante? ¿No te alegra?
Muy brevemente quiero que escuchemos el testimonio de algunas de las mujeres que escucharon este programa. Valerie, ¿hace cuántos años fue que viniste al estudio bíblico en mi casa?
Valerie: En el año 1995.
Nancy: Valerie vino a un estudio bíblico en mi casa y estábamos contando la muy, muy antigua historia de Cristo y Su amor. Y, Valerie, sé que recuerdas la película de la pasión de Cristo.
Valerie: Por supuesto. Empezamos el estudio bíblico en tu casa en enero de ese año. Y una semana antes de la Pascua nos pusiste la película y tuviste que salir a una conferencia. Recuerdo que vi la película la noche de Pascua y acepté a Cristo sola en la sala de mi casa.
Nancy: Porque viste lo que Cristo hizo por ti, aunque tú creciste en la iglesia y habías escuchado mucho acerca de este tema.
Valerie: Así es. Yo asistía a la iglesia, tomaba la Santa Cena, pedía perdón, pero cuando Carrie hizo esta demostración hace unos siete años en una conferencia de mujeres, ella me pidió que me pusiera esas túnicas. Y si no te has puesto esas túnicas, debes ir a tu casa y ponerte la túnica negra.
Aunque yo había aceptado a Cristo, aun así regresaba al lugar de mi pecado, a quien soy realmente.
Y como dijo Carrie, puedes ser cristiana, puedes ir a la iglesia, puedes involucrarte en la iglesia, pero cuando te pones esa túnica, y estás sola y te miras en el espejo, te das cuenta de lo que Cristo hizo por ti. ¡No puedo dejar de pensar en ello!
Todavía soy una pecadora y todavía tengo que orar todos los días. Me levanto por la mañana y todavía le pido a Dios que esté conmigo todos los días. Nunca olvidas esa túnica negra. ¡Pero, por Cristo, llevo puesta la túnica dorada!
Nancy: ¡Amén! ¡Eso es maravilloso!
Y bueno, me gustaría tomarme solo unos minutos para escuchar a otras mujeres que escucharon este mensaje antes y cuyas vidas fueron tocadas de la misma manera que la de Valerie. ¿Algunas de ustedes pudieran compartir esta verdad y lo que ha significado en sus vidas? O tal vez lo hayan escuchado hoy por primera vez. Realmente me gustaría escucharlo de varias personas. ¿A quién le gustaría compartir lo que esta verdad significa de manera personal?
Hannah Kurtz: Carrie, eso fue algo que el Señor realmente me enseñó hace ya algunos años. Yo era una niña que creció en la iglesia, en una iglesia que predicaba el evangelio. Sabía que mis obras no me salvaban, pero creía la mentira de que tenía que hacer muchas cosas para agradar a Dios.
Entonces, en mi primer año en la universidad, esta verdad finalmente me hizo libre y me di cuenta de que no se trata de lo que haga, sino de lo que Cristo ya hizo por mí. No le sirvo porque tengo que hacerlo, no le sirvo porque esté obligada, pero cuando realmente entiendes lo que pasó allí, ese Gran Intercambio, solo puedes decir: «No puedo hacer nada más que servirle». Así que alabo al Señor y le agradezco por recordármelo hoy.
Jessica: Yo crecí en un hogar cristiano y era una buena cristiana. Nunca había salido con nadie. Cuando comencé a salir con quien hoy es mi esposo, dejamos que nuestra relación se volviera físicamente íntima y tuvimos relaciones sexuales antes de casarnos. En ese momento ya no podía aceptarme a mí misma. Pensé que ya no era digna de acercarme a Dios y dejé que la distancia me apartara de Él.
Estas verdades de las que hablaste hoy Carrie fueron ahogadas incluso y surgió la mentira de que, incluso antes de cometer aquel pecado, tampoco era digna de venir a Cristo. Sin embargo, yo sabía que aunque pensara que era buena, seguía siendo una pecadora.
No soy digna ahora, y no lo era entonces. Solo en Cristo soy hecha digna, y esa es una verdad liberadora.
Nancy: Amén, amén. En nuestra generación hay mucho énfasis en ayudar a las personas a elevar su autoestima, y muchos han crecido pensando que el problema es que tienen sentimientos de inferioridad y que no se dan cuenta de cuánta autoestima tienen. Pienso que hemos estado talando el árbol equivocado.
Se ha levantado una generación de jóvenes que ahora son adultos y que piensan que son maravillosos. Y luego, cuando el mundo los golpea, piensan: ¡No merezco esto! ¡Merezco algo mejor!
Y entonces estas personas vienen a nosotros porque están luchando en su matrimonio o luchando con la culpa o la vergüenza, y dicen: «Siento que no valgo nada». Pero lo que muchas personas con buenas intenciones harán es simplemente decirle: «¡Tú vales mucho!».
Y puedes mirar catálogos donde verás ropa que puedes usar y espejos en los que puedes mirarte, y frases que puedes poner en tu casa que dicen: «Soy maravillosa». Pero eso realmente no ayuda al corazón humano, porque el hecho es que, como acaba de decir Jessica, «no somos dignas».
No éramos dignas antes de que Él nos salvara; no somos dignas de Su amor ahora. Somos seres caídos, somos pecadoras y hemos pecado contra un Dios santo.
La única razón por la que podemos acercarnos a Su trono con confianza, la única razón por la que podemos levantar la cabeza en lugar de bajarla por la vergüenza y la culpa, no es porque seamos dignas, no es porque seamos especiales, sino ¿por qué? ¡Porque Él es digno, y Él ha tomado nuestra pecaminosidad y nos ha dado Su justicia, Su dignidad! ¡Ese es ese el Gran Intercambio! Para que hoy podamos decir, no con orgullo, sino con un espíritu de humildad, adoración y gratitud: «Señor, te amo, te serviré y te entrego mi vida, no porque tenga alguna obligación de hacerlo. No porque esté tratando de obtener Tu favor, sino porque te amo. Estoy agradecida por lo que has hecho por mí».
Esa perspectiva lo cambia todo, ¿cierto? Gracias por compartir eso, Jessica. Me encantó cuando dijiste que te sentías muy culpable y avergonzada después de cometer ese pecado y que sabías incluso antes de hacerlo que no eras digna.
Las Escrituras dicen que nuestras justicias son como trapos de inmundicia a los ojos de Dios, pero Cristo es quien nos hace dignas y eso puede darte una perspectiva completamente diferente sobre tu pasado, sobre los pecados que te asedian incluso ahora, esos pecados que te acosan y que te siguen deprimiendo y que sigues confesando una y otra vez.
No estoy diciendo que no debemos confesar nuestros pecados, pues así es como se mantiene la comunión con Dios. Nuestra comunión con Dios no depende de lo que hayamos hecho bien o de algún tipo de penitencia. Si piensas que porque ayer pecaste, hoy tienes que leer dos capítulos más de tu Biblia o ser más buena, ¡morirás en el intento!
Y Carrie, eso fue lo que experimentaste durante esos doce años cuando dijiste: «Estoy cansada de intentarlo», y fue entonces cuando tu consejera te dijo: «¿Por qué no dejas de intentarlo? Cristo hizo lo necesario. ¿Por qué no descansas por fe en lo que Él ha hecho por ti?».
Espero que en esta serie de esta semana, tal vez esta ilustración de estas dos túnicas, sea algo que no solo haya ministrado y alentado a tu propio corazón y profundice tu propia comprensión del evangelio, sino que sea algo que puedas compartir con otros durante los próximos días.
Y quiero animar a cada persona que nos escucha, a que continúe meditando en estas verdades, porque tendemos a olvidar las cosas muy rápido.
No basta con escuchar una sola vez. Necesitamos vivir en estas verdades porque mientras vivamos en este mundo continuaremos siendo tentadas a regresar a esta mentalidad de que podemos ganar el favor y la aprobación de Dios por nuestros propios méritos, diciendo: «Tengo que hacer algo. Tengo que hacer algo para ser aprobada», pero la Palabra de Dios dice: «¡No! Tú ya has sido aprobada en Cristo».
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth concluyendo la serie «Aprobada» con Carrie Gaul. Ahora, vamos a cerrar en oración.
Nancy: Oh Señor, gracias por las buenas nuevas de que pusiste sobre Ti la túnica de nuestro pecado, y absorbiste todo el peso de la ira del Padre contra el pecado. Y luego nos diste a cambio la túnica de Tu justicia. Has puesto fe en nuestros corazones y nos has extendido Tu gracia a nosotras y a algunas, que quizás por primera vez, escuchan esta serie.
Oro para que esas raíces, esas semillas de fe, penetren profundamente, se arraiguen y produzcan mucho fruto en el futuro.
Gracias, Señor, porque no caminamos por vista, sino por fe, apoyándonos firmemente en Ti y dependiendo de Ti para poder vivir esta vida en y a través de Ti, pues nunca podríamos vivirla por nuestra cuenta.
Y Señor, las palabras se quedan cortas, pero Carrie ha hecho un buen trabajo esta semana al ayudarnos a comprender mejor la maravilla de esta verdad, y oro para que sea cada vez más significativa y poderosa en cada una de nuestras vidas.
Te damos gracias por Cristo, por Tu asombrosa gracia y por el hecho de que somos aceptadas y aprobadas en Él. Y es en ese precioso nombre que oramos, amén.
Débora: Ayudándote a contemplar la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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