
Hemos sido aprobadas
Débora: Carrie Gaul se esforzaba arduamente para mantener la aprobación de Dios. Luego ella llegó a un punto de quiebre.
Carrie Gaul: Todo este tema de la vida cristiana… ¡No puedo hacerlo! ¡No funciona para mí! Tal vez funciona para ti y puedo ver que funciona para otras personas, pero no funciona para mí. ¡Estoy cansada de intentarlo, ya no puedo más!
Débora: Hoy Carrie nos hablará de cómo descubrió la libertad.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 8 de mayo de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Ha sido una gran bendición tener con nosotras a Carrie Gaul esta semana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Carrie, ha sido un gozo escucharte y ver tu sensibilidad hacia la verdad y tu amor por el evangelio y cómo aún te sigue conmoviendo. Una de las cosas que quiero en mi vida es …
Débora: Carrie Gaul se esforzaba arduamente para mantener la aprobación de Dios. Luego ella llegó a un punto de quiebre.
Carrie Gaul: Todo este tema de la vida cristiana… ¡No puedo hacerlo! ¡No funciona para mí! Tal vez funciona para ti y puedo ver que funciona para otras personas, pero no funciona para mí. ¡Estoy cansada de intentarlo, ya no puedo más!
Débora: Hoy Carrie nos hablará de cómo descubrió la libertad.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 8 de mayo de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Ha sido una gran bendición tener con nosotras a Carrie Gaul esta semana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Carrie, ha sido un gozo escucharte y ver tu sensibilidad hacia la verdad y tu amor por el evangelio y cómo aún te sigue conmoviendo. Una de las cosas que quiero en mi vida es nunca dejar de maravillarme de estas verdades que escuchamos tan a menudo.
Así que Carrie, gracias por mantener estas verdades frescas en ti y ayudarnos a mantenerlas frescas en nosotras.
Y bueno, el día de ayer Carrie compartió una ilustración de dos túnicas y nos describió el significado de cada una de ellas. Y antes de que escuchemos la continuación del mensaje de Carrie, permítanme orar.
Señor, al comenzar este programa hoy, queremos agradecerte nuevamente por la maravilla del evangelio, la maravilla de lo que has hecho por nosotras en Cristo. Oro una vez más para que abras nuestros ojos, abras nuestros oídos, y abras nuestros corazones para recibir todo lo que tienes para nosotras en el día hoy, mientras consideramos la maravilla de que pagaste por nuestro pecado, para que nosotras podamos llegar a ser la justicia de Dios en Cristo.
Que esa verdad esté fresca, real y sea maravillosa para nuestros corazones hoy. Oro en el nombre de Jesús, Amén. Ahora escuchemos a Carrie.
Carrie: Hemos visto en los últimos días cómo aquellas que hemos puesto nuestra fe en Jesucristo hemos sido declaradas justas, sin culpa. Hemos sido aprobadas, ya no somos condenadas por nuestro pecado, sino aceptadas en el Amado, pero no por las cosas que hemos hecho, sino por lo que Cristo hizo a través de Su vida, Su muerte y Su resurrección.
Estuvimos viendo 1.ª Tesalonicenses 2, versículo 4, que dice: «Sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones».
Hablamos de que no solo hemos sido aprobadas por Dios, sino que se nos ha confiado ese mensaje del evangelio, esas noticias increíblemente buenas que han invadido nuestras vidas y han puesto nuestro mundo de cabeza.
Entonces, se nos ha encomendado compartir primero con nosotras mismas (diariamente, regularmente) y luego con los demás, las increíbles buenas nuevas del evangelio. Si eres seguidora de Jesucristo, sin duda recordarás el momento en que respondiste a Cristo por primera vez; el momento en que los ojos de tu corazón se abrieron para comprender y ver de una manera muy real el amor del Salvador por ti y el hecho de que Él quería tener una relación personal contigo.
Mi amiga Jaclyn está aquí con nosotras hoy. Durante los últimos tres años, Jaclyn me ha cortado el cabello con regularidad. Ella nos acompaña hoy y estoy agradecida de que haya podido hacerlo. Es una joven que recientemente encontró el amor de Cristo en su vida.
Cuando fui a su salón de belleza hace unas semanas, me di cuenta, casi de inmediato, que había algo diferente en ella. Ella me dijo: «Estaba muy ansiosa de que llegaras hoy. Tengo algunas cosas que decirte».
Y pensé: ¡Bueno, esto es interesante! Luego me puso la capa mientras nos mirábamos por el espejo.
Ella me dijo: «He estado asistiendo a la iglesia».
Y le dije: «¿En serio? Cuéntame sobre eso». Comenzó a contarme muy emocionada todas las cosas que estaba aprendiendo en esta iglesia que predica fielmente la Palabra de Dios cada domingo. Ella estaba escuchando algunas de esas verdades y realmente estaban teniendo un impacto en su vida.
Y mientras me cortaba el cabello, con una alegría casi incontenible, Jaclyn me dijo: «Carrie…», y por momentos se inclinaba, me miraba y decía: «¡Carrie, todo es diferente! ¡Nada es igual, todo es distinto!». Ella seguía hablando de Jesús y de su nueva Biblia de estudio. Hoy ella está sentada aquí, mirándome, brillando como un pequeño rayo de sol.
Ese día me contó sobre su Biblia de estudio y de cómo la está leyendo, y cuán ansiosa está de profundizar en ella. Estábamos en un salón de belleza lleno de mujeres, algunas de las cuales supongo que ya conocen el amor de Cristo
Y bueno, Jaclyn siguió hablando libremente con voz bastante alta y al final se volvió hacia mí y me dijo: «¡Carrie, no me avergüenzo!».
Y le dije: «Jaclyn, puedo ver en tu rostro que no te avergüenzas de las verdades que estás abrazando». ¿Lo ves? Ella ha encontrado al Salvador viviente y no puede evitar hablar de ello. ¡Se lo está contando a todo el mundo!
No le preocupa la aprobación o la aceptación de los demás. Piensa en el gozo, solo piensa en el gozo que le brinda a nuestro Padre Celestial cuando hablamos de Él, cuando hablamos de Su Hijo, cuando pensamos en las verdades de quién es Él y lo que ha hecho por nosotras. ¡Piensa en el deleite en el rostro del Padre!
No sé cuándo encontraste por primera vez a Cristo y Su amor por ti. En mi caso, yo tenía quince años. Estaba en un grupo muy grande de adolescentes. Era rebelde y buscaba amor en los lugares equivocados. Yo había crecido en la iglesia toda mi vida, incluso pertenecía a un grupo que competía en preguntas bíblicas. Las que han participado en ese tipo de competencia saben lo que significa.
En una ocasión estábamos en una reunión de preguntas y teníamos un orador, un predicador misionero escocés que se llama Jack Murray, que era de Europa. Él y su esposa, Martha, estaban sirviendo en Europa en ese momento. De hecho, si no me equivoco, hoy Jack (que ya tiene más de ochenta años) nos está escuchando.
Ese día, él compartió el evangelio de Jesucristo de una manera que nunca había escuchado, a pesar de haber estado escuchando en la iglesia toda mi vida. Cuando comenzó el mensaje esa noche, pensé que alguien le había dado los detalles de mi vida, como si estuviera leyendo los pecados con los que yo estaba luchando. Él sabía demasiado sobre mi vida y me sentí incómoda. ¡¿Quién le habría contado?!
Pero nadie se lo había dicho. Él estaba describiendo lo que vivimos cada una de nosotras, y entró en gran detalle cuando habló de nuestra realidad, de nuestra depravación desesperada y absoluta, vestidas con esa túnica que describíamos ayer.
Y lo recuerdo, como si fuera ayer, que Jack cambió el tema y comenzó a hablar del amor de un Salvador.
Comenzó a hablar de un Salvador que me amaba lo suficiente en mi pecado como para morir por mí. Habló de un Salvador que quería redimirme de las tinieblas y llevarme al reino de la luz. Yo intenté esconderme en mi asiento muy lentamente, esperando que nadie me viera, hasta que él comenzó a hablar sobre el amor del Salvador.
No pude responder a esa verdad lo suficientemente rápido. No entendí lo suficientemente rápido esa clase de amor y a esa clase de Salvador, es decir, Aquel que perdonaría mis pecados, quien yo era y lo que había hecho. No podía entender esa verdad de un Salvador que me amaría y, por lo tanto, comenzaría a moldear y dar forma a mi vida.
En las semanas y meses siguientes, tuve hambre insaciable de la Palabra de Dios. En ese momento tenía quince años y era de esas jóvenes adolescentes que tenía que viajar en el autobús escolar todos los días. Recuerdo vívidamente que deseaba llegar a casa por la noche, bajarme del autobús y entrar a mi habitación para abrir la Biblia y leerla. ¡No podía parar de leerla!
Tenía hambre de la Palabra. Era como si nunca antes hubiera escuchado esas verdades. Y todavía tengo esa Biblia. De vez en cuando la tomo y leo algunas de las cosas que escribí en ella para recordar ese primer amor.
Pero con el tiempo, algunos de esos viejos hábitos pecaminosos comenzaron a reaparecer.
La pasión que tenía empezó a menguar un poco; luché con sentimientos de culpa, condenación y vergüenza. ¿Cómo podría siquiera pensar que tenía derecho a tener una relación con Dios, cuando conocía mi propia pecaminosidad, cuando sabía la absoluta depravación de mi propio corazón?
Me sentía como esa fea, oscura y negra túnica pesada llena de pecado de la que hablábamos ayer; sentía como si tuviera puesta esa túnica otra vez. De hecho, con el tiempo comencé a alejarme del Salvador, no porque no lo amaba, sino porque estaba avergonzada, porque ¿cómo podría usar esta fea túnica negra de pecado y aun así venir a Su presencia?
Así que, como resultado, comencé a desviarme ya distanciarme en cierto sentido, porque temía que Él ya no me aceptara. Temía que debido a mi pecado ya no sería aprobada por un Dios santo y justo. ¿Cómo podría Él, un Dios santo y justo, aceptarme cuando luchaba tanto con el pecado que sabía que no le agradaba?
Yo sabía que era salva, ¡lo sabía! No lo dudaba. Pero pensé que tenía que cambiar a mi manera, que tenía que limpiarme y ordenar mi vida para volver a Su presencia para entonces ser agradable a Él. Me esforcé arduamente. Soy primogénita en mi familia. ¡Puedo hacerlo!
Así que me involucré más en la iglesia, luego me involucré en el liderazgo de la iglesia, y luego me involucré más profundamente en el servicio, ¡y me encantó! Me encantó hacerlo cada vez más y más.
Y ahora que miro hacia atrás, en mi mente mi objetivo secreto (aunque en esa época no podría haberles dicho esto), mi objetivo secreto en mi mente cada mañana, cuando despertaba, era ser una mejor esposa, una mejor madre, una mejor hija, una mejor amiga, una mejor sierva de Dios. ¡Solo ve! ¡Hazlo! ¡Sé mejor!, porque entonces, y solo entonces, Dios me aprobaría, me aceptaría y estaría complacido conmigo.
El problema fue que nunca era suficiente. Siempre me quedaba corta porque siempre supe la realidad de mi propia pecaminosidad en mi propio corazón pecaminoso.
Lo intenté durante diez o doce años, pero después de ese tiempo, me sentí cansada. Estaba tan frustrada por intentar ser una buena cristiana que tuve que ir con una consejera bíblica. ¡Y gracias a Dios por las consejeras bíblicas! Gracias a Dios por los consejeros que nos llevan a la Palabra de Dios, a la verdad de la Palabra de Dios y no solo tratan de hacer que te sientas mejor.
No necesitamos sentirnos mejor. Necesitamos volver a pensar en la verdad de la Palabra de Dios, y eso es lo que Sue Ann hizo conmigo.
Ese día me senté en su oficina y le dije: «Todo este tema de la vida cristiana… ¡No puedo hacerlo! ¡No funciona para mí! Tal vez funciona para ti y puedo ver que funciona para otras personas, pero no funciona para mí. ¡Estoy cansada de intentarlo, ya no puedo más!».
Y nunca olvidaré a Sue Ann inclinándose tiernamente hacia mí sobre su escritorio, diciéndome: «Carrie, ¿por qué no dejas de intentarlo?». Podría haberle dado una lista larga de por qué no podía dejar de intentarlo. De hecho, si soy honesta, creo que de alguna manera estaba orgullosa de intentarlo, del esfuerzo, del trabajo arduo que estaba haciendo para lograrlo.
Incluso podía compararme con las demás y decir: «Bueno, lo estoy haciendo mejor en este aspecto». Pero Dios usó esa pregunta: «¿Por qué no dejas de intentarlo?», como un empujón para los siguientes veinticinco años de mi vida, para enseñar las verdades que hemos estado ilustrando en los últimos 3 días acerca de estas dos túnicas: la túnica negra, pesada y oscura de pecado, y la túnica dorada, reluciente y liviana que representa la justicia de Cristo.
Mi oración ha sido que estas verdades hayan impactado tan radicalmente mi vida y mi comprensión de lo que significa tener un pacto con el Dios vivo que tú también, a través de esta ilustración, tengas una nueva perspectiva de lo que ha sucedido en tu propia vida.
El Gran Intercambio, como lo llamaron los puritanos, es el hecho de que Cristo, que no conoció pecado, se hizo pecado por nosotras. El amado Hijo de Dios, tomó nuestro lugar para recibir el castigo que legítimamente merecíamos, ¡para que pudiéramos llegar a ser la justicia de Cristo!
En su libro Gratitud Radical, Ellen Vaughn relata una historia que se desarrolló en 1941 en Auschwitz, un campo de concentración nazi, donde cada veinticuatro horas ocho mil judíos eran despojados de sus posesiones, asesinados con gas y luego incinerados. Los nazis estaban muy orgullosos, no solo de su eficiencia, sino del hecho de que muy pocos escaparon de las horribles realidades de Auschwitz.
Cuando alguien escapaba, otros morían por su culpa. Una noche en particular, el aire se llenó de ladridos de perros, soldados maldiciendo y motocicletas. Mientras el comandante del campo gritaba de furia, las venas de su grueso cuello se hincharon de rabia.
Un fugitivo del cuartel 14 no había sido encontrado y por su crimen diez hombres pagarían con su vida. Morirían, pero no en las cámaras de gas, ni a balazos, ni siquiera en la horca, sino que morirían de hambre en un búnker, donde al cabo de unos días sin comida ni agua, los ya demacrados prisioneros se volverían locos y el comportamiento de estos hambrientos hombres a menudo asustaba incluso a los guardias.
Eligieron a diez hombres que gemían, lloraban y sudaban de miedo. Un hombre gritó: «Mi pobre esposa e hijos. ¿Qué será de ellos?». Y cuando los diez hombres comenzaron a caminar hacia el lugar de su muerte definitiva, se produjo una conmoción en las largas filas.
Un prisionero había roto filas, lo cual era motivo de ejecución inmediata. El comandante del campo, con su pistola en mano, observó cómo Colby, un hombre de oración, un hombre que había compartido su última migaja de pan con otros prisioneros, que los había consolado, y que les había dado la Palabra de Dios, un hombre que había nutrido tiernamente las almas de los que estaban en prisión con él, dio un paso adelante.
Y Colby dijo: «Moriré en lugar de ese hombre condenado». ¿Te imaginas semejante sacrificio? ¿Te imaginas el desinterés al tomar el lugar de un condenado a muerte? Eso es exactamente lo que hizo nuestro Salvador.
Le he pedido a Paula nuevamente que pase hoy, le pondremos esta túnica negra, pesada y oscura de la que hemos estado hablando durante los últimos dos días, que representa nuestra absoluta depravación y pecado.
Esta túnica negra que se está poniendo Paula representa cómo nacemos todas. Nacimos vistiendo esta túnica negra, fea y llena de pecado. Estábamos en el camino de la muerte espiritual. Estábamos destinadas a una eternidad separadas del amor y las misericordias de Dios. Una eternidad de castigo en los tormentos del infierno se cierne sobre nuestra vida con esta túnica.
¡Pero Cristo tomó nuestro lugar! En la sala del trono, Él dio un paso al frente entre el Juez, Dios Todopoderoso, y el pecador culpable y convicto: tú y yo. Jesús dio un paso adelante y dijo: «Yo tomaré su lugar y moriré en su lugar».
Él dijo: «Tomaré esta túnica negra, fea y llena de pecado», como se la estoy quitando a Paula ahora. Cristo tomó ese manto negro y «se vistió con él», a tal grado que las Escrituras dicen que Él se hizo pecado (y me pongo esta túnica sobre mis propios hombros para representar la forma en que Jesús tomó nuestro pecado sobre Sí mismo).
Sin embargo, el pecado nunca estuvo en Él. Él era el Cordero de Dios perfecto, sin mancha y sin culpa; Él cargó nuestro pecado sobre Sí mismo hasta la cruz. Cristo entró en la sala del tribunal, por así decirlo, y dijo: «Cumpliré su sentencia». Se volvió vil y detestable a los ojos de Dios, y Dios derramó sobre Él la plenitud de la medida de Su ira, hasta que esa ira se agotó por completo.
Primera de Juan 4:10 dice: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados». Ese es un versículo que escuchamos con frecuencia, pero a veces no siempre sabemos lo que significan esas palabras.
Déjame explicarlo de una manera simple. Una vez le dije a un pastor amigo mío: «¿Puedes explicarme qué significa propiciación?», y él me dijo: «¡Por supuesto, Carrie! La propiciación simplemente significa que Jesús se convirtió en el receptor de la ira que nosotros merecíamos».
Tengo aquí un recipiente de vidrio que representa el vaso de la ira de Dios: la plenitud de Su ira, y también tengo una copa de vidrio llena de un líquido rojo, que representa la ira de Dios que debía ser derramada legítimamente sobre nosotros por nuestro pecado. Eso es lo que dicen las Escrituras, y eso es lo que merecen tu pecado y el mío: la plenitud de la ira de Dios.
Cuando Jesús se ofreció y dijo: «Yo ocuparé su lugar», Dios tomó nuestro pecado y lo puso sobre Él. Dios derramó Su ira, como yo estoy derramando ahora mismo la copa de sangre en este recipiente de vidrio, Él derramó la plenitud de Su ira sobre Jesús.
Ahora vamos a representar la muerte de Cristo por nosotras con esta esponja que tengo en la mano. Cristo absorbió la ira de Dios por nosotras, así como esta esponja absorbe el líquido que está en el recipiente de vidrio.
Cuando Jesús murió, la ira de Dios se derramó sobre Él, pero en Su muerte absorbió toda la ira de Dios hacia ti. Estoy sosteniendo ese recipiente de vidrio ahora mismo y lo estoy volteando, porque ya no hay más ira para ti. ¡La ira de Dios ha sido propiciada! Ha sido absorbida en Jesucristo.
¡Ya no hay más ira! Amigas mías, Dios no está enojado con ustedes. Dios no está enojado contigo. Él no está esperando que cometas un error una vez más para poder dejar caer el mazo de Su ira sobre ti. Sí, eso es lo que merece tu pecado. Sí, eso es lo que merece mi pecado, ¡pero Él derramó Su ira sobre Jesús! ¿Ahora entiendes por qué el Salvador es tan precioso?
¡Tú y yo ya no recibimos lo que merecemos porque Dios lo derramó sobre el Salvador!
Débora: Carrie Gaul nos ha mostrado una poderosa ilustración del evangelio: Cristo absorbió la ira de Dios para que tú pudieras quedar libre de la condenación. ¿No es esto glorioso? ¡Qué gracia tan grande!
El día de mañana escucharemos la última parte de este mensaje de Carrie. ¿Qué significa revestirse de la justicia de Cristo? Carrie continuará mañana en Aviva Nuestros Corazones. ¡Te esperamos!
Ayudándote a contemplar la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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