
Puedes dejar de intentar ser buena
Débora: Carrie Gaul dice que estar bien con Dios se trata más que simplemente intentar ser buena.
Carrie Gaul: Tu buen comportamiento en tus propias fuerzas es ofensivo para Dios. Incluso nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia a Sus ojos sin la sangre de Cristo. El evangelio no se trata de «límpiate y cambia para estar bien con Cristo para que Dios pueda perdonarte». Ese no es el evangelio. Eso es moralismo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 7 de mayo de 2025.
Hemos estado escuchando a Carrie Gaul en esta serie titulada «Aprobada». Hoy escucharemos a Carrie describir dos tipos de vestimentas. Ella las usará como una poderosa ilustración. Aquí está Nancy para iniciar la conversación.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es un placer tener con nosotras esta semana a nuestra invitada aquí en Aviva Nuestros …
Débora: Carrie Gaul dice que estar bien con Dios se trata más que simplemente intentar ser buena.
Carrie Gaul: Tu buen comportamiento en tus propias fuerzas es ofensivo para Dios. Incluso nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia a Sus ojos sin la sangre de Cristo. El evangelio no se trata de «límpiate y cambia para estar bien con Cristo para que Dios pueda perdonarte». Ese no es el evangelio. Eso es moralismo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 7 de mayo de 2025.
Hemos estado escuchando a Carrie Gaul en esta serie titulada «Aprobada». Hoy escucharemos a Carrie describir dos tipos de vestimentas. Ella las usará como una poderosa ilustración. Aquí está Nancy para iniciar la conversación.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es un placer tener con nosotras esta semana a nuestra invitada aquí en Aviva Nuestros Corazones. Si has estado con nosotras los últimos días, sé que has sido bendecida a través del ministerio de Carrie Gaul. Carrie, bienvenida de nuevo a Aviva Nuestros Corazones y gracias por acompañarnos.
Carrie: Muchas gracias Nancy. Es bueno estar aquí.
Nancy: Y es un gozo conocerte desde hace tantos años. Recuerdo la primera vez que conversamos; tú aún no formabas parte del equipo de Aviva Nuestros Corazones, pero te acercaste y me dijiste: «Me encantaría ministrar a las mujeres, y me encantaría hacerlo aquí en Aviva Nuestros Corazones». Y has sido parte de Revive Our Hearts, nuestro ministerio en inglés, por más de 28 años aproximadamente.
Carrie trabaja en nuestro departamento de correspondencia bíblica. Ella responde a las personas que nos escriben con preguntas, cargas, inquietudes o testimonios. Intentamos responder a cada una de ellas lo mejor que podemos, ya que en el año recibimos aproximadamente entre 5,000 a 6,000 preguntas. Llevamos a las personas a la Palabra, las animamos, oramos por cada una de ellas y Carrie es parte de ese equipo.
Y Carrie ha enseñado la Palabra durante muchos años, y también ha impartido estudios bíblicos a nuestra comunidad en el suroeste de Michigan, donde Revive Our Hearts, tiene su sede. Así que es un gozo que ella esté aquí compartiendo con nosotras esta semana algunas verdades bíblicas fundamentales sobre lo que significa ser aprobadas en Cristo, y la diferencia que eso hace en cada aspecto de nuestras vidas.
Así que, Carrie, enséñanos la Palabra. Y Señor, abre nuestros oídos y nuestros corazones para recibir todo lo que tienes para nosotras hoy. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
Carrie: En el día de hoy y mañana estaremos aprendiendo verdades muy profundas que han cambiado mi vida. Mientras avanzamos, pidámosle al Señor nos dé claridad en estas verdades.
El Salmo 19:14 dice: «Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, roca mía y Redentor mío» (v. 14).
Estas palabras han adquirido un nuevo significado en mi vida durante las últimas semanas, no simplemente porque agradan a Dios, sino porque he reflexionado sobre la verdad de que nuestros pensamientos también pueden agradar a Dios; los pensamientos que por un momento pasan por mi mente o la tuya.
El rey David, el salmista, expresó su deseo de tener una mente llena de lo que es aceptable a Dios. En el idioma original, la palabra significa «aquello que trae placer o deleite». Significa que tú y yo como seguidoras de Jesucristo tenemos la capacidad de traer placer y deleite al corazón del Dios del universo. Los pensamientos que pasan por tu mente en este momento tienen el potencial de traer alegría al Rey de gloria.
Y mientras intentas lidiar con la magnitud de esta realidad, considera esto: ¡los investigadores han determinado que la persona promedio tiene entre 45,000 y 51,000 (algunos hasta 70,000) pensamientos al día! Setenta mil pensamientos: setenta mil oportunidades para que lleves gozo y deleite al corazón del Salvador. ¡Piénsalo!
Esto resalta las verdades que hablamos en el programa anterior en 1.ª Pedro, capítulo 4. La verdad de la importancia de que pensemos con una mente sana, una mente que ha sido saturada con las verdades de la Palabra de Dios. Una mente que supera a las realidades cotidianas de nuestra vida. Esto es verdad para aquellas que han puesto su fe en Jesús, y han creído que Su vida sin pecado ha sido depositada a nuestra cuenta. Debido a que Él murió en nuestro lugar, nuestros pecados pasados, presentes y futuros han sido perdonados.
Algunas de nosotras estamos aquí hoy, pero nuestras mentes aún viven en el pasado, en los pecados de nuestro pasado. Pero si hemos venido a Cristo, esos pecados ya han sido perdonados. Cuando regresas a Él una y otra vez, Él te mira y te dice: «¿Cuál pecado?».
Cristo murió en nuestro lugar. Y ese mismo poder que resucitó a Jesús de entre los muertos ahora vive en ti y en mí, si has puesto tu fe en Jesucristo. Y ese poder que resucitó a Cristo de entre los muertos es el mismo poder que puede liberarnos a ti y a mí de los pecados que nos enredan. Amigas, nuestro pasado ya no nos define.
Para poder pensar correctamente sobre el desorden en nuestras vidas, de nuestras circunstancias, y todo lo que tenemos, algunas de ustedes están sentadas aquí hoy pensando: «Si supieran la realidad en la que estoy viviendo, sabrían que esto no es verdad para mí». ¡No!
¡Eso no es cierto! Debemos poner la verdad de la Palabra de Dios por encima del desorden de nuestras vidas, cualquiera que sea. El Salmo 19 nos dice que cuando hacemos esto, en medio de lo cotidiano de nuestros días, estamos trayendo deleite al corazón de nuestro Dios.
«Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de Ti, oh SEÑOR, roca mía y Redentor mío» (v. 14).
¿Podrías hacer eco junto conmigo sobre la verdad de que no hay nadie como nuestro gran Dios? No hay nadie como nuestro Dios que se deleita incluso en los pensamientos de nuestras mentes, de aquellas que han sido redimidas y han puesto su fe en Cristo Jesús; aquellas que, según 1.ª Tesalonicenses 2:4, han sido aprobadas por Dios.
Si has puesto tu fe en Jesús, ya no necesitas preguntarte cuál es tu posición frente a un Dios santo y justo. No tienes por qué cuestionarte cómo te ve Dios. No tienes que dudar. Las Escrituras dicen que has sido aceptada por el Amado, aceptada en el Amado. Gracias a Cristo, el Hijo amado de Dios, has sido aceptada por un Dios santo y justo.
Se te ha confiado el evangelio, las gloriosas nuevas del evangelio, para compartirlas con otros en cualquier etapa de tu vida. Algunas de ustedes tienen el nido vacío. Otras de ustedes son estudiantes universitarias que están llenas de exámenes y proyectos en este momento. Algunas de ustedes son madres jóvenes que están sumergidas en pequeñas personitas y pañales, y se preguntan si algo puede cambiar en sus vidas.
Tienes una misión. Tienes una vocación. Tienes un propósito que ha sido asignado a tu vida, y ese propósito es que cada día, dondequiera que estés, puedas declarar la muy, muy antigua historia de Cristo y Su amor. Puedes declarar las verdades de lo que Jesús ha hecho. Puedes demostrarlo a través de tu vida y de tus palabras.
Puedes contarle a la gente cómo Él te ha hecho una nueva creación y cómo tus pecados han sido perdonados, cómo tu pasado ya no te define, cómo has sido liberada por Su amor y cómo Él, con ternura y compasión, está moldeando y dando forma a tu vida a la imagen de tu Salvador.
Y puede que estés diciendo: «Carrie, eso es genial. Solo hay un problema: esa no es mi realidad. No es como vivo. Han pasado años desde que conocí ese tipo de libertad y alegría. Han pasado años desde que fui libre del pecado y de la duda que me enreda, que me cautiva, que me mantiene en esclavitud. De hecho, ni siquiera estoy segura de cómo se supone que la vida de Jesús y su muerte me impactarán aquí y ahora. Ni siquiera estoy segura de qué fue lo que pasó cuando puse mi fe y mi confianza en Jesús».
Oh, me alegra mucho que lo hayas pensado. Me alegra porque en el tiempo que nos queda hoy quiero ilustrar desde las Escrituras, y también verbalmente, lo que sucede cuando entramos en una relación de pacto con nuestro Dios a través de Jesucristo.
Los puritanos lo llamaron el Gran Intercambio. Hoy vamos a ilustrar ese Gran Intercambio con dos vestimentas. Tenemos una túnica negra, pesada y oscura que representa nuestra absoluta pecaminosidad, y una túnica larga, fluida, dorada y brillante que representa la justicia de Cristo.
Durante los últimos quince años, Dios me ha dado el increíble privilegio de utilizar esta ilustración en tres continentes diferentes. Ha sido asombroso escuchar las historias de vidas que se han visto tan profundamente impactadas con solo mirar cómo ilustramos lo que sucede cuando entramos en una relación con Jesucristo, a través de estas dos túnicas.
Una preciosa mujer, que ahora está con el Señor, pasó por algo de esto conmigo. Ella tenía setenta años en ese momento y lloró mucho mientras hablábamos de ello. Al final, mientras usábamos esta ilustración de la túnica, ella dijo llorando: «Carrie, he sido creyente durante cincuenta años, pero esto pasó de mi cabeza a mi corazón». Ella entendió el concepto de lo que sucede cuando entramos a la relación del pacto.
Así que, amigas mías, oro para que estas túnicas nos ayuden a cada una de nosotras a experimentar esta verdad de una manera nueva y fresca. Para algunas de ustedes, puede que sea la primera vez, y no se me ocurre mayor honor que abrir la Palabra de Dios y decirles lo que sucede cuando pones tu fe en Jesucristo, y hablarles de las insondables riquezas de Cristo Jesús.
Entonces, tenemos estas dos túnicas para ilustrar nuestra pecaminosidad y la justicia de Cristo. Imagínense conmigo, por un momento, los tribunales celestiales y majestuosos, llenos de la gloria del Anciano de Días y del Rey de reyes y Señor de señores.
Imagina la plenitud de gozo que existía en la Divinidad antes de que el universo fuera creado.
Imagina el deleite inexpresable de la unidad sin obstáculos y la maravilla de la intimidad perfecta y sin restricciones entre Yahvé Dios, el Padre Eterno, y Dios el Hijo, el precioso Cordero de Dios.
Y luego imagina conmigo a Cristo, la Palabra Viva de Dios, inmolada en la mente de Dios, por ti y por mí.
«En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él [Jesús] estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres. La Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron» (Juan 1:1-5).
«Existía la Luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. Él estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no lo conoció… Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios… que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne… sino de la voluntad de Dios.
El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad» (Juan 1:9-14).
«Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo [el Cordero de Dios perfecto, sin mancha y sin pecado] nacido de mujer, nacido bajo la ley» (Gálatas 4:4).
Él se hizo carne y vivió entre nosotros. Él fue hecho como uno de nosotros, se hizo hombre y, sin embargo, era completamente Dios. No tenía pecado. La Palabra viva se humilló bajo el designio eterno y redentor de Su Dios y Padre, y habiendo nacido para morir, se hizo obediente hasta la muerte de cruz, para que nosotras, que nacimos en pecado, llegáramos a ser justicia de Dios.
Hoy le pregunté a Paula si podría ponerse esta túnica. Acabo de ponerle esta túnica negra, pesada y oscura que representa nuestra absoluta pecaminosidad en la que cada una de nosotras nace. Estamos abrumadas por la absoluta depravación de nuestro pecado, encadenadas por él, pesadamente, con culpa y vergüenza, mereciendo legítimamente la plenitud de la ira de Dios.
Esta es nuestra realidad mientras vestimos esta túnica:
- Somos cadáveres espirituales.
- Somos muertas vivientes.
- Estamos desprovistas de la vida de Dios.
- Estamos consumidas por los deseos egoístas de nuestra carne.
Creyéndonos sabias, nos volvimos necias, y complaciendo servilmente los deseos de nuestros propios pensamientos, hicimos lo que era correcto ante nuestros propios ojos. Pensábamos que éramos libres, pero todo el tiempo estábamos esclavizadas, bajo el control del maligno, con nuestras almas devastadas por las ataduras del pecado.
¿Pueden verlo amigas mías? El pecado no es solo algo que hacemos. El pecado es lo que somos separadas de Cristo. Esto es lo que somos. Es por eso que tú y yo nunca podremos tener una relación correcta con Dios. Un estilo de vida moralista no es lo que Dios desea de ti. Eso no es lo que agrada a un Dios santo y justo.
Hoy la mayoría de nosotras temblamos porque sabemos que nuestro mal comportamiento es ofensivo para Dios y no queremos desagradarle. Pero hermanas, escúchenme: sin Cristo tu buen comportamiento es ofensivo para Dios. Incluso nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia a sus ojos sin la sangre de Cristo.
El evangelio no se trata de «límpiate y cambia para estar bien con Cristo para que Dios pueda perdonarte». Ese no es el evangelio. ¡Eso es moralismo!
Pero frecuentemente ese es el cristianismo que predicamos. Eso es lo que nuestros hijos escuchan mientras los criamos y les decimos: «Sé bueno. Di “por favor y gracias”. Involúcrate en la iglesia. Cuida a los necesitados. No tengas relaciones sexuales antes de casarte».
Ahora, la mayoría de nosotras no queremos decir que eso es lo que nos salvará o que eso es lo que nos hará justos ante un Dios santo y justo. Pero, amigas, eso es lo que nuestros hijos escuchan. Y me atrevería a suponer que eso es lo que tus vecinos escuchan cuando piensan que estás compartiendo la verdad de la Palabra de Dios.
¡El moralismo no es el evangelio! La persona moralista más educada, respetuosa de la ley, que asiste a la iglesia, que canta en el coro y que viste modestamente, sigue muerta en sus transgresiones y pecados separada de Jesucristo.
Tú y yo nunca podremos alcanzar la rectitud por nuestro propio comportamiento. Para tener una relación con Dios necesitamos ser justificadas. Y esa, amigas mías, es la preciosa verdad del evangelio. Por eso la gracia es tan increíble.
El evangelio dice que tú y yo, en el centro de nuestra esencia, somos más pecadoras e injustas de lo que jamás nos atreveríamos a imaginar. Cada una de ustedes, yo y Nancy, somos más pecadoras e injustas de lo que jamás nos atreveríamos a imaginar, y nuestros corazones son, sobre todas las cosas, engañosos. Pero Dios… ¡Pero Dios!
Efesios, capítulo 2, versículo 4, dice que: «Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó…», Su amor implacable, exuberante, extravagante y persistente con el que nos amó. Y aquí está el golpe mortal al moralismo: «aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos…» (vv. 4-5).
En nuestra mente pensamos lo contrario, pensamos que Dios nos ama porque estamos comportándonos correctamente. Dios te amó lo suficiente mientras estabas muerta en tus pecados como para enviar a Su Hijo a morir en tu lugar. Él demostró la inmensurable profundidad de Su amor al entregar Su vida por nosotras, mientras nosotras aún estábamos muertas en nuestros pecados.
Nadie le quitó la vida a Cristo, ni Pilato, ni Herodes, ni los soldados romanos, ni los judíos; nadie. Él voluntariamente, por Su propia voluntad, entregó Su vida por ti y por mí, para cumplir los propósitos redentores eternos de Su Padre que fueron establecidos desde antes de la fundación del mundo. ¡¿No es eso asombroso?!
Tú estabas en el corazón de Dios desde antes de que nacieras. Él te conocía y quería sacarte de la oscuridad a la luz gloriosa a través de Jesús desde antes de que la tierra fuera creada. Él estuvo dispuesto a sacrificar a Su Hijo para hacerlo.
El plan predeterminado de Dios de que se levantaría un Salvador, un Mesías, que sería herido por nuestras transgresiones, aplastado por nuestras iniquidades, tomando sobre Sí mismo el mismo castigo que nos traería paz con Dios, se desarrolló a lo largo de los siglos.
El pecado nunca estuvo en Cristo, el pecado estuvo sobre Cristo: mi pecado y tu pecado. Él se sometió a la peor muerte en aquella época, una forma de ejecución conocida en el mundo antiguo para traidores y criminales. El Mesías santo y justo se sometió a eso. El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotras. Él se identificó tanto contigo y conmigo que tomó la vileza, tomó cada motivo egoísta, cada pensamiento desagradable sobre Sí mismo.
Algunas de nosotras pensamos que el pecado es solo la lista de los diez mandamientos principales (cualquiera que te venga a la mente) y, por lo general, es cualquier cosa con la que no estás luchando. Jesús tomó cada pensamiento y acto pecaminoso, egoísta y malo, cada impureza y acto lujurioso, cualquier deseo, lo tomó sobre Sí mismo y, a los ojos de Dios, se volvió detestable, debido a mi pecado y el tuyo.
Él recibió la plenitud del justo castigo por nuestro pecado. La ira de Dios se derramó sobre Jesús en Su muerte. Él se convirtió en nuestra propiciación. Para eso nació Cristo. Nació para morir. La razón de la cruz fue nuestro pecado.
Él se hizo pecado para que pudiéramos cambiar esta túnica con la que estamos revestidas por algo muy, muy diferente: una túnica de justicia, una túnica perfecta. No nuestra túnica, no nuestras acciones, sino las de Cristo.
Hablaremos sobre la túnica de justicia en nuestro próximo programa.
Nancy: Sé que este pensamiento es nuevo para algunas, y puede que te estés preguntando: «¿Qué significa todo esto?». Y algunas, que han estado escuchando esto durante décadas, solo necesitan ser avivadas a la maravilla de esto.
Carrie citó algunos pasajes hoy, y son verdades reales de las Escrituras. Las referencias están en la transcripción del episodio de hoy, así que puedes ir allí y buscar esos pasajes, y meditar en ellos hasta que ellos se conviertan en una causa de gran gozo y libertad en tu corazón.
Bueno, te esperamos mañana en Aviva Nuestros Corazones para conocer el resto de la historia.
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth comentando sobre la enseñanza de nuestra invitada de hoy, Carrie Gaul.
Carrie Gaul buscaba arduamente mantener la aprobación de Dios. Luego llegó a un punto de quiebre. Ella nos contará su historia mañana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Ayudándote a contemplar la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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