Él tiene las llaves
Débora: Si tienes las llaves de tu casa, tienes la autoridad para dejar entrar a las personas. Nancy DeMoss Wolgemuth dice que lo mismo es cierto en el reino de Dios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios le ha dado a Cristo, el Santo, el Verdadero, toda autoridad en el cielo y en la tierra. Él tiene las llaves.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 20 de junio de 2023.
Si alguien te da las llaves de su casa o su auto, te está dando autoridad y responsabilidad. Este es un concepto importante del reino de Dios, Nancy nos explicará más a continuación. En las semanas pasadas ella nos ha estado llevando a lo largo de varias series sobre las cartas a las iglesias de Apocalipsis. El día de hoy ella comienza una nueva serie sobre la iglesia en …
Débora: Si tienes las llaves de tu casa, tienes la autoridad para dejar entrar a las personas. Nancy DeMoss Wolgemuth dice que lo mismo es cierto en el reino de Dios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios le ha dado a Cristo, el Santo, el Verdadero, toda autoridad en el cielo y en la tierra. Él tiene las llaves.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 20 de junio de 2023.
Si alguien te da las llaves de su casa o su auto, te está dando autoridad y responsabilidad. Este es un concepto importante del reino de Dios, Nancy nos explicará más a continuación. En las semanas pasadas ella nos ha estado llevando a lo largo de varias series sobre las cartas a las iglesias de Apocalipsis. El día de hoy ella comienza una nueva serie sobre la iglesia en Filadelfia titulada, Aliento para perseverar.
Con nosotras, Nancy.
Nancy: Hemos llegado hoy a la sexta de las siete cartas a las iglesias en el libro de Apocalipsis. Y he estado esperando esta. Es la carta a la iglesia en Filadelfia. Y siendo yo una chica de Filadelfia, estoy interesada en esta de manera en particular.
Si piensas en la ciudad de Filadelfia en los Estados Unidos, tal vez piensas en William Penn, piensas en la Campana de la Libertad o en el Salón de la Independencia, y tal vez, si eres una fanática de los deportes, piensas en los Filis o los Eagles o los 76ers.
Pienso en esos filetes cubiertos de queso de Philly y estaba pensando que debimos haber tenido de esos para el almuerzo de hoy. Esa habría sido una buena manera de pensar en la ciudad de Filadelfia.
La Filadelfia que vamos a estar viendo hoy y en los próximos días no es la Filadelfia de los Estados Unidos, sino la ciudad de Filadelfia, en Asia Menor, en la actual Turquía, donde están establecidas todas estas ciudades que recibieron estas cartas de parte de Jesús en la última parte del primer siglo.
Ahora, para aquellas de ustedes que se están uniendo recientemente en esta serie, déjenme volver un momento y recordarles que en esta parte de lo que hoy es Turquía había siete territorios o distritos postales. Cada una de esas ciudades importantes en estos distritos tenía una iglesia. No sabemos mucho sobre el trasfondo de la mayoría de estas iglesias. Creemos que la mayoría de ellas fue plantada probablemente como resultado del ministerio del apóstol Pablo en la ciudad de Éfeso. Él tuvo un ministerio grande y fructífero en Éfeso, y lo más probable es que la gente salió de allí y plantaron estas iglesias.
Éfeso es la primera carta. Estudiamos esa carta en el capítulo 2. El orden de las ciudades, si miras un mapa… Si tienes una sección al final de tu Biblia de mapas, puedes ir y disfrutar y simplemente buscar estas ciudades. Están en una ruta circular en la que un cartero iría si fuera de una ciudad a otra.
Así que hoy llegamos a la ciudad de Filadelfia. Y quiero que tengamos en cuenta que estas iglesias en el primer siglo representan siete tipos de iglesias que se encuentran a lo largo de la historia de la iglesia. Estas fueron cartas dadas por Jesús al apóstol Juan, quien como ustedes recordarán, estaba en el exilio en la isla de Patmos. Y él las envió a través de mensajeros.
Eran cartas reales para gente real en iglesias reales en lugares reales. Eran personas que tenían verdaderos problemas en sus comunidades, en sus iglesias y en sus vidas. Tenían problemas doctrinales, como hemos visto. Ellos tuvieron que hacer frente a los problemas espirituales de la mundanalidad la carnalidad, y también tenían problemas de persecución de parte de los romanos y la oposición de algunos judíos que estaban preocupados por los judíos que estaban convirtiéndose al cristianismo.
Los temas, los problemas con los que ellos trataron (y vamos a ver estas situaciones que enfrentó la iglesia en Filadelfia) fueron problemas que trascienden las situaciones locales. Y tienen aplicación para nosotras hoy en nuestras iglesias también, en nuestras vidas y en nuestras situaciones particulares.
Realmente creo que estas cartas son extremadamente importantes. Estamos tomándonos el tiempo para decir: «Y ¿cuál es el mensaje para nosotras hoy?» Hemos estado viendo cuál fue el mensaje para los creyentes de ese tiempo, pero también queremos llevar a casa lo que el mensaje es para nosotras hoy. Estas cartas representan el corazón de Jesús para Su iglesia. Si Jesús fuera a hablar, a escribir una carta, a dar un mensaje para la iglesia en nuestros días, creo que estos son los tipos de asuntos que Él abordaría.
Ahora, la iglesia en Filadelfia, y déjame hablar un momento sobre el trasfondo de la ciudad de Filadelfia, ya que estas cartas fueron escritas para personas reales con circunstancias de la vida real. Cuando conoces algo sobre la historia y la geografía y el trasfondo de estas ciudades, eso ayuda a hacer que estas cartas cobren vida.
La ciudad de Filadelfia estaba a unos 48 Kilómetros al sureste de Sardis, que fue la última carta que estudiamos. Filadelfia, a diferencia de algunas de estas otras ciudades, todavía existe al día de hoy como un pueblo turco. Se conoce por un nombre diferente, pero es una ciudad a la que todavía puedes ir a visitar hoy. Es la más joven de las siete ciudades. Fue fundada aproximadamente en el año 140 A.C, y fue nombrada en honor a su fundador.
El fundador de esta ciudad fue un hombre llamado Atalo II, que en un tiempo fue el rey de Pérgamo (vimos a Pérgamo anteriormente en esta serie). Este rey fue apodado Filadelfo, que significa «amante de un hermano». Debido a que él era muy apegado y muy leal a su hermano, así que fue apodado Filadelfo. Y él llamó a esta ciudad en honor a su hermano. Amante de un hermano, Filadelfia, la ciudad del amor fraternal, es de ahí de donde viene su nombre.
Filadelfia fue en un tiempo uno de los lugares más estratégicos del mundo. Era una ciudad fronteriza, donde se unían tres países. Estaba ubicada en una importante ruta comercial. Era la puerta de entrada al Oriente, era donde un continente entraba al otro. Así que Filadelfia fue fundada, en realidad, para ser en cierto sentido, una ciudad misionera. Ahora, cuando digo misionera no me refiero en el sentido cristiano, sino que fue fundada para llevar la cultura griega y la lengua griega a las regiones desoladas más allá.
Y eso va a ser importante a medida que Jesús habla a la iglesia en Filadelfia. Él va a tomar este concepto, y va a decirles: «Ustedes no solo son una ciudad fundada para ser una ciudad para evangelizar a la civilización griega, sino que ustedes son una iglesia que he llamado para ser una iglesia misionera. Les he dado una puerta abierta para las regiones más allá donde no conocen acerca de Cristo».
Era además una ciudad próspera. Estaba en el borde de una región que es altamente volcánica, y el suelo volcánico es muy fértil. Es ideal para los viñedos. Esa zona y la ciudad eran famosas por el cultivo de uvas, y por lo tanto, famosa por su vino. También era rica en aguas termales. Los que estaban enfermos venían de distancias lejanas para bañarse en las aguas medicinales. Venían en busca de salud y sanidad, y vamos a ver cómo algo de esto sale a relucir en la carta a la iglesia en Filadelfia.
Ahora, a pesar de ser una ciudad próspera, Filadelfia era un lugar peligroso para vivir. Estaba ubicada en una falla geológica, y era propensa a los terremotos. De hecho, en el año 17 D.C, no muchas décadas antes de que esta carta se hubiera escrito, a finales del primer siglo, hubo un terremoto masivo en toda la región. Y este terremoto devastó la ciudad de Sardis, la que ya hemos visto, y otras diez ciudades de la región, y demolió casi por completo la ciudad de Filadelfia.
El emperador en esa época, el emperador Tiberio, dio una gran cantidad de ayuda para reconstruir la ciudad. Pero las réplicas eran muy frecuentes en los años siguientes, por lo que la gente a menudo tuvo que evacuar la ciudad. Ahora, vamos a volver a ese pensamiento más adelante en la serie cuando veamos que Jesús dice: «Si tú eres mi seguidor, tú vas a tener un lugar permanente. No vas a tener que tener miedo de correr de adentro y hacia fuera de la ciudad o ser expulsado de tu casa o ser evacuado». Así que guarda eso en mente a medida que estudiamos esta carta.
A la ciudad se le llamaba a veces «la pequeña Atenas» por sus numerosos templos y festivales. Así que la iglesia, en esta pequeña Atenas, la ciudad de Filadelfia, tuvo que lidiar, al igual que todas las iglesias en esa zona, con un entorno pagano, con un ambiente idólatra y con una colonia de judíos hostiles. Así que estaban atrapados entre dos mundos seculares.
Ahora, no sabemos nada acerca de la iglesia en Filadelfia a excepción de lo que se nos dice en esta carta. Sabemos que fue una de dos iglesias de las siete, a la que Jesús no le habla ni una sola palabra de reproche, no hace ninguna crítica, y en un sentido hace que sea una carta refrescante de leer. En la siguiente carta que vamos a ver, la carta a la iglesia de Laodicea, vamos a ver una crítica severa, pero en esta carta, no hay reproches.
Ahora, eso no quiere decir que era una iglesia perfecta –no hay tal cosa como una iglesia perfecta. Si estás buscando una, puedes darte por vencida, porque de este lado del cielo no habrá una. Pero esta era una iglesia que era agradable al Señor. Era una iglesia fiel, aun en medio de la oposición y de los desafíos. Para esta iglesia, Jesús no tuvo nada más que palabras de aliento, promesas y recompensas.
Al igual que con las otras cartas, hay un modelo, un formato que Jesús usa en estas cartas. Y eso lo veremos a medida que caminamos a través de ella. Hoy vamos a empezar con la identificación que Jesús dice de Sí mismo. Él les dice quién es el que está escribiendo esta carta, y eso lo vamos a ver. Entonces Él les da un elogio, y les da consejo. El hecho de que son una iglesia fiel no significa que no hay ningún consejo para ellos, si lo hay. Entonces Él habla con ellos acerca de las recompensas por la fidelidad, y las recompensas por haber vencido.
Así que permíteme leer, comenzando en Apocalipsis, capítulo 3, versículo 7. Voy a leer a través de toda la carta, y luego durante estos próximos días, vamos a ir frase por frase, una frase a la vez. Jesús dice:
«Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia:
“El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto: ‘Yo conozco tus obras. Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque tienes un poco de poder, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. ‘He aquí, yo entregaré a aquellos de la sinagoga de Satanás que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y sepan que yo te he amado. ‘Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra. ‘Vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona. ‘Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”» (Apoc. 3: 7-13).
Ahora, en cada una de las otras cartas, la descripción de Jesús de Sí mismo al comienzo de la carta se obtiene de la visión que se le dio a Juan en el capítulo 1, la visión de Jesús. Él tomaría una parte de esa, «el que tiene ojos como llama de fuego, cuyos pies son semejantes al bronce bruñido», por ejemplo. En esta carta, su descripción no se extrae directamente de la visión en el capítulo 1. Tenemos tres frases: «El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David». Tres frases que Cristo utiliza para describirse a Sí mismo, y cada una de ellas resalta a Jesús como el verdadero Mesías.
Así que echemos un vistazo a estas frases y veamos quién es el que está escribiendo estas palabras a la iglesia.
En primer lugar, «el Santo». Si estás familiarizada con el Antiguo Testamento, sabes que es un título para Dios. A lo largo del Antiguo Testamento, muchas veces puedes ver que se hace referencia a Dios como el Santo.
Isaías capítulo 40, el versículo 25, dice por ejemplo: «¿A quién entonces se me compara, para que yo sea como él? Dice el Santo».
Así que cuando Jesús se llama a Sí mismo el Santo, ¿qué está Él reclamando? Él está reclamando ser Dios.
Ahora, el Santo también se usa en el Nuevo Testamento como un título mesiánico de Cristo. Él es el Santo, el que fue prometido, el enviado, el Mesías, el que los judíos habían estado esperando durante todos esos años. Y esto va a ser importante en esta carta porque los judíos en esta ciudad que no habían creído en Cristo, afirmaban ser judíos, decían que estos cristianos habían desertado de la fe. Y Jesús está diciendo: «No, yo soy el Mesías, el que ellos han estado esperando; el que ellos han estado buscando». Este es un título mesiánico de Cristo.
Por ejemplo, en Lucas capítulo 1, cuando el ángel vino a María y le dijo que ella iba a tener un hijo, el ángel le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios», el Santo, el Mesías prometido (v. 35).
En Marcos capítulo 1, vemos que hasta los demonios reconocen que Jesús es el Santo, el enviado de Dios. «En la sinagoga había un hombre con un espíritu inmundo», nos dice Marcos capitulo 1, «y él gritó: ¿Qué tienes tú que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios» (vv. 23-24). También los demonios reconocen que Él es el Enviado, el Mesías, el Santo.
Entonces Jesús dijo: No solo es el Santo, Él es también «el Verdadero». Hay dos palabras en la lengua griega que se pueden traducir como verdad, verdadero. La primera palabra significa «verdadero como opuesto a falso». Pero esa no es la palabra que se usa aquí. La palabra que se usa aquí significa «verdadero como opuesto a imitación o falsificación». Esto significa que Él es el real; el genuino; el auténtico.
Y esta es una palabra que Juan usa muchas veces en su evangelio. Juan, a quien se le está dando esta carta ahora para enviarla a la iglesia en Filadelfia, pero en su evangelio Juan capítulo 1, versículo 9, el apóstol Juan llama a Jesús «la luz verdadera» –esa luz genuina, auténtica, real.
Y en Juan capítulo 6 el llama a Jesús «el verdadero pan» (v. 32); y en Juan capítulo 15, Jesús se identifica a sí mismo como «la vid verdadera» (v. 1).
Así que vemos este concepto de que Jesús es el Verdadero.
Y una vez más, esto va a ser importante en esta carta porque hay quienes dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten. Ellos no son verdaderos judíos, y vamos a ver más de esto en este pasaje, pero Jesús es el Verdadero. Y no hay nada falso acerca de Él. Él es real. Él es auténtico.
Él es genuino a diferencia de los falsos dioses que eran adorados por los paganos, por los gentiles en esa área. Tenían templos y dioses en abundancia, pero aquellos eran dioses falsos, y Jesús dice: «Yo soy el Verdadero, el Santo».
Y entonces, dice: «el que tiene la llave de David». Y he llegado a amar esta frase a medida que la he estudiado, y creo que tú también lo harás.
El concepto de una llave: una llave representa autoridad. Representa control.
En Apocalipsis capítulo 1, en el versículo 18, se nos dice que Jesús tiene las llaves de la muerte y del Hades. Él tiene el control sobre la tumba y la muerte. Él cierra y abre la puerta de la muerte. Pero aquí estamos hablando de una llave diferente en Apocalipsis capítulo 3, la llave de David. Y esta es una referencia a Isaías capítulo 22, un pasaje fascinante en el que los judíos que conocían su Antiguo Testamento habrían pensado cuando Jesús dijo: «Yo tengo la llave de David».
En Isaías capítulo 22 hay una profecía. Ahora, espera aquí un minuto porque voy a darte una pequeña lección de historia. Puede que no sea familiar para ti, así como tampoco lo era para mí hasta que llegué a este pasaje. Hay una profecía sobre un hombre llamado Sebna. Él era un mayordomo en el palacio del rey Ezequías, un administrador de la Casa Real –equivalente a lo que sería el primer ministro o el secretario de Estado. Tenía una posición de mucha responsabilidad, pero este hombre Sebna se corrompió y utilizó su poder para beneficio personal, y como resultado fue destituido de su cargo.
En ese mismo capítulo en el versículo 19, la profecía dice: «Y te arrojaré de tu lugar, y de tu puesto te empujaré». Tú vas a ser removido. Y luego se profetizó que sería nombrada otra persona en su lugar.
El versículo 20, de Isaías 22: «En aquel día llamaré a mi siervo Eliaquim, hijo de Hilcías, lo vestiré de tus vestiduras, y lo ceñiré de tu talabarte, y entregaré en sus manos tu potestad».
Versículo 22: «Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro». Esa es la frase que estamos viendo aquí en Apocalipsis capítulo 3. Entonces, ¿qué sucedió? Eliaquim era un hombre de Dios; él era un siervo fiel, y fue nombrado como mayordomo, como administrador sobre la casa del rey para reemplazar al hombre que le había sido infiel. El rey le da a Eliaquim una llave de la puerta del palacio, una llave de la casa de David.
Aquí estamos hablando de la línea real de David. Ezequías, como los otros reyes de Judá, eran descendientes de la línea real de David, que llevaría hasta el final al Rey Jesús. Por lo que se llamaba «la casa de David». El rey le dio a este siervo fiel Eliaquim, la llave del palacio, y con esa llave le fue delegada la autoridad para controlar y usar la llave. El poseer la llave de la casa de David, significó que Eliaquim tenía el control. Él tenía autoridad sobre la casa de David.
Ahora, ¿qué significaba eso? Bueno, tres cosas al menos vienen a mi mente. Y estas tres cosas que verás, son verdad de Cristo que tiene la llave de la casa de David.
En primer lugar, Eliaquim determinaba quién podía ser admitido en el palacio y a la presencia del rey y quién debía ser mantenido fuera.
En segundo lugar, él tenía el control sobre los tesoros reales porque tenía esta llave. Él podía abrir la puerta y distribuir el tesoro a las personas, o podía cerrarla y evitar que la gente tuviera acceso.
Y en tercer lugar, él determinaba, como fiel servidor con la llave, quiénes podrían servir al rey. Así que la llave de David es un símbolo de la autoridad soberana. La casa de David era un tipo de la casa de Dios.
Eliaquim, en el Antiguo Testamento, estaba sobre la casa de David en el reino terrenal. Cristo está sobre la casa de David en el reino espiritual. Dios le ha dado a Jesús, el Santo, el Verdadero, toda autoridad en el cielo y en la tierra. Él tiene las llaves.
En Apocalipsis capítulo 3, hablando a la iglesia en Filadelfia, Jesús está reclamando el control de la casa de Dios, el control de la iglesia, como un Siervo fiel, Siervo con «S», mayúscula y cabeza sobre la casa de Dios. Jesús controla quién es admitido en el reino de Dios y quién es excluido.
Los cristianos judíos en Filadelfia habían sido excluidos de la sinagoga por aquellos que alegaban que no eran verdaderos judíos. Habían sido expulsados de la sinagoga. Pero Jesús quería que supieran que Él era el que tenía la llave. Él era el que gobernaba con justicia la casa de David, y Él estaba reconociendo que le pertenecían a Él y que eran bienvenidos en su casa.
Él les estaba diciendo que Él tiene un acceso completo a las bendiciones del tesoro de Dios. Que Él dispensa dones, y Él los retiene. Él es la única persona que es capaz de darnos acceso a la presencia y a las riquezas de Dios.
Y Jesús les estaba diciendo que el mundo podía oponérseles, el mundo podía ponerles restricciones a la libertad de proclamar el evangelio, pero es Jesús quien determina cuáles son las oportunidades que tenemos para servirle. Él es el que decide quién puede servir a Su Padre celestial. Él tiene la llave y cuando Él abre la puerta, nada ni nadie puede detenerlo o resistirlo.
Gracias, Señor Jesús, porque Tú eres el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David. Te adoramos, amén.
Débora: Llevamos llaves con nosotras todo el tiempo. Una llave es una herramienta bastante común, pero Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha explicado cómo esta sencilla herramienta nos dice algo profundo acerca del Salvador que adoramos.
¿Quién lleva las llaves de tu iglesia? ¿El pastor? ¿El cuidador? ¿Es la persona que llega temprano para hacer el café? Esta pregunta, «¿quién tiene las llaves de tu iglesia?», es una pregunta muy importante que Nancy abordará en el próximo episodio, aquí en Aviva Nuestros Corazones. ¡Te esperamos!
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