
Punto final: la palabra de triunfo
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth recuerda haber leído sobre un ejecutivo de negocios y político influyente del siglo diecinueve, un hombre con una impresionante serie de logros en su haber.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Se dice que mientras agonizaba, gritó: «¡Es tan poco lo que se ha hecho, cuando hay tanto por hacer!».
Es algo que suelo decir al final del día. ¿Alguna vez te has preguntado si esa es la forma en que te sentirás al final de tu vida? «¡Es tan poco lo que he hecho, cuando hay tanto por hacer!».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia Saladín. Hoy, 15 de abril de 2025.
Mientras ella continúa en la serie «Incomparable», Nancy ofrece un contraste con la idea: «No hay tiempo y todavía hay mucho por hacer».
Nancy: En el día de hoy, al …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth recuerda haber leído sobre un ejecutivo de negocios y político influyente del siglo diecinueve, un hombre con una impresionante serie de logros en su haber.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Se dice que mientras agonizaba, gritó: «¡Es tan poco lo que se ha hecho, cuando hay tanto por hacer!».
Es algo que suelo decir al final del día. ¿Alguna vez te has preguntado si esa es la forma en que te sentirás al final de tu vida? «¡Es tan poco lo que he hecho, cuando hay tanto por hacer!».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia Saladín. Hoy, 15 de abril de 2025.
Mientras ella continúa en la serie «Incomparable», Nancy ofrece un contraste con la idea: «No hay tiempo y todavía hay mucho por hacer».
Nancy: En el día de hoy, al considerar la sexta de las siete palabras que Cristo pronunció desde la cruz, veremos un final muy diferente para la vida y el ministerio terrenal de Jesús que el de muchos otros que llegan al final de sus vidas, lamentándose por dejar asuntos inconclusos.
Y para recapitular un poco, si no has estado con nosotras en las últimas sesiones de esta serie sobre las siete palabras de Cristo, las primeras tres palabras que Jesús pronunció desde la cruz fueron palabras de cuidado hacia otros. Él hizo una oración para que sus enemigos fueran perdonados. Luego, pronunció una palabra de seguridad al ladrón quebrantado y arrepentido. Y luego pronunció una palabra de cuidado y preocupación por su madre viuda.
Allí en la cruz se enfocó en quienes lo rodeaban y en cómo podía ministrar a sus vidas. Es maravilloso pensar en Jesús haciendo esto mientras está siendo torturado y crucificado por pecados que no cometió. Pero ese es el corazón de nuestro incomparable Salvador.
Vimos también el cuarto clamor, que fue uno de angustia espiritual: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», mientras Jesús entraba en la parte más profunda y oscura, y en el misterio de Su sufrimiento en la cruz, Él fue abandonado, desamparado por Su Padre.
Luego, en la última sesión, analizamos el quinto clamor, que fue uno de angustia física, «Tengo sed» y que mostraba cómo Jesús, en Su humanidad, experimentó toda la profundidad de nuestra debilidad y necesidad humana. Pero también vimos cómo en Su sed Él hizo posible que nosotras no tuviéramos sed y pudiéramos tener el agua viva de la vida.
La siguiente palabra que Cristo pronunció desde la cruz, la sexta, puede ser la palabra más maravillosa jamás pronunciada en la historia de la humanidad.
Hoy estamos viendo Juan, capítulo 19. Para darte un poco de contexto para esta palabra, comencemos en el versículo 28:
«Después de esto, sabiendo Jesús que todo ya se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”. Había allí una vasija llena de vinagre. Colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y se la acercaron a la boca. Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: “¡Consumado es!”. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (vv. 28-30).
«¡Consumado es!». Dos palabras en español, pero una sola palabra en griego, la palabra, la cual he escuchado pronunciada de diferentes maneras, pero la voy a pronunciar de la manera que lo he escuchado más a menudo, y es tetelestai.
Tetelestai es una palabra que significa «cumplido, realizado, completado». No es solo que termines algo, como si ya no lo hicieras, sino que significa llevarlo a la perfección, llevarlo a la meta deseada. Está logrado. Lo que te propusiste hacer se ha cumplido, tetelestai.
Ahora, este clamor de Cristo en la cruz no fue uno de derrota o desesperación. Podría sonar de diferentes maneras, dependiendo de cómo lo leas y de cómo interpretes lo que estaba sucediendo allí. Podrías decir: «¡Uf! ¡Se acabó!», como un simple alivio de que todo haya terminado. O podrías tener este grito desesperado: «¡Se acabó! Pero estoy tan destrozado por todo esto». Podrías tener un grito de derrota o desesperación, como: «¡Me han derrotado!».
Pero no había nada de eso en este clamor. De hecho, no se puede apreciar en este relato de Juan cuando, él dijo: «¡Consumado es!» Pero si vas a los relatos paralelos en Mateo y Marcos, puedes ver un poco más acerca de cómo dijo: «Tetelestai: Consumado es».
El Evangelio de Mateo nos dice en Mateo capítulo 27: «Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu» (v. 50). Ahora, lo que Él dijo con esa voz fuerte, cuando unes todos estos relatos, fue: «¡Tetelestai! ¡Consumado es!». Lejos de ser un grito de derrota o desesperación, fue un clamor de triunfo, un clamor de júbilo. ¡Este fue el clamor de un Vencedor!
Como dijo Charles Spurgeon acerca de esta palabra de Cristo en la cruz: «Se necesitarían todas las otras palabras que alguna vez se dijeron, o que alguna vez se puedan decir, para explicar esta palabra. Es profunda; no puedo comprenderla».1
Ahora, si Charles Spurgeon dijo que no había lenguaje para explicar esta palabra, y que era demasiado profunda para que él la desentrañara, solo puedo decirles que en los próximos veinte minutos no voy a desentrañar esta palabra, ni en la próxima vida, así que solo voy a hacer lo mejor que pueda para darles algunos frutos de mi propio estudio y meditación para darnos algunos atisbos de un poco de lo que Cristo quiso decir cuando dijo: «Consumado es».
La forma en que me gustaría hacerlo es haciendo la siguiente pregunta: ¿Qué fue lo que se terminó en ese momento? ¿Qué fue lo que se completó? «Consumado es». ¿Qué fue? ¿Qué se terminó? Quiero sugerir varias cosas que ya estaban terminadas y a las que Cristo quizás se refería cuando dijo: «Tetelestai ¡Consumado es!».
En primer lugar, cada profecía del Antiguo Testamento sobre la vida y el ministerio terrenal de Jesús se cumplió, se completó, se llevó a cabo. Todas esas profecías mesiánicas (en Isaías 53, en el Salmo 22, en el Salmo 69), cientos de ellas sobre el nacimiento, la vida, el ministerio y la muerte de Jesús, se completaron, se llevaron a cabo. Se cumplieron en Cristo. «¡Tetelestai! ¡Consumado es!»
Luego vemos que Jesús había terminado la obra que Dios le envió a hacer aquí en esta tierra.
Las primeras palabras registradas que tenemos de Jesús (¿las recuerdas? Hablamos de ellas anteriormente en esta serie) fueron en el templo cuando Él tenía doce años. ¿Recuerdas lo que dijo Jesús? Él les dijo a sus padres que lo habían estado buscando desesperadamente: «¿Acaso no sabían que me era necesario estar en la casa de Mi Padre?» (Lc. 2:49). Otra versión dice: «¿No sabían que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?».
Ahora, Él no estaba hablando allí de Su padre, el carpintero. Probablemente estaba involucrado en ese negocio, pero Él estaba hablando de Su Padre: «Mi Padre celestial. Debo estar en los negocios de Mi Padre».
Bueno, ya habían pasado más de veinte años, Jesús tenía treinta y tres años, y ahora en la cruz estaba declarando que había completado cada tarea que Dios le había asignado. Él había sanado a cada persona que debía sanar. Él había entregado cada mensaje que debía entregar. Había cumplido todas las profecías en relación con Su ministerio terrenal. La obra de su vida en la tierra había terminado. Él no estaba muriendo como un fracasado con una larga lista de cosas por hacer que no había podido terminar. Había logrado todo el propósito por el cual había venido a la tierra.
Por eso fue capaz de decir hacia el final de Su vida en Juan 17, apenas dos capítulos antes: «Yo te glorifiqué en la tierra, habiendo terminado la obra que me diste que hiciera» (v. 4). «Tetelestai, ¡Consumado es!».
Por cierto, a menudo pienso que ese versículo, Juan 17:4 sería mi meta en la vida, y es poder decir al final de mi vida: «Te he glorificado en la tierra. He terminado la obra que me has encomendado que hiciera». Sé que nunca podré terminar todo el trabajo que los demás tienen para mí. Nunca podré terminar todas las cosas de mi lista de tareas pendientes. Pero me gustaría poder decir que, por la gracia de Dios, he terminado la obra que Él me dio que hiciera.
Ahora, ya sea que yo pueda decir eso o no, Jesús sí podía decirlo: Él terminó la obra que Dios le había encomendado. ¡Tetelestai!
Entonces vemos también que Su sufrimiento terminó. El Padre le había dado a beber a Jesús una copa llena de sufrimiento. Desde el momento en que dejó la gloria del cielo para venir a esta tierra, había estado bebiendo de esa copa.
- Nació en un establo, parte de la copa del sufrimiento, cuando consideras de dónde vino y dónde había vivido en esos palacios de marfil en el cielo.
- Fue perseguido por Herodes. Su familia se vio obligada a huir a Egipto cuando Él era aún un niño pequeño.
- Había experimentado lo que era estar cansado, solo y hambriento.
- Había sido rechazado, marginado y ridiculizado. Todo eso era parte de la copa del sufrimiento que Su Padre le había dado a beber.
- Había sido traicionado y abandonado por sus seguidores más cercanos.
- Había sido juzgado injustamente, golpeado cruelmente, clavado en una cruz, separado de Su Padre, castigado, abatido por Su Padre por nuestro pecado.
Dios había vaciado, escurrido toda la copa del sufrimiento y ahora no quedaba ni una gota. Él lo había terminado todo: «¡Tetelestai! ¡Consumado es!».
Eso debería ser un consuelo para nosotras cuando pensamos que porque Él bebió esa copa y tomó el sufrimiento eterno que merecíamos por nuestro pecado, tenemos la seguridad de que un día todo nuestro sufrimiento terrenal terminará: físico, emocional y relacional, todo ese sufrimiento.
Un día podremos decir: «Consumado es». No más llanto. No más pena. No más dolor. No más muerte. Nada de eso. ¡Está terminado! Y ese sufrimiento se acabará para nosotras, porque Jesús fue a la cruz y bebió esa copa llena de sufrimiento que el Padre le dio a beber por nuestro pecado.
¿Pero qué más es lo que se terminó? Bueno, algo más: la deuda del pecado había sido pagada en su totalidad; la deuda del pecado había sido saldada en su totalidad.
Los arqueólogos han desenterrado antiguos recibos de impuestos y facturas de venta que datan de la época de Jesús. A menudo llevan escrito en ellos esta palabra tetelestai, que significa «pagado en su totalidad». La deuda está pagada. No hay deuda pendiente. El que había sido deudor ahora es libre, queda limpio y no debe nada, pagado en su totalidad.
Romanos capítulo 6 dice: «La paga del pecado es muerte» (v. 23), pero en la cruz, Cristo lo pagó todo. ¡Él lo pagó todo!
Hebreos 9 nos dice que «Él apareció una vez y por todas, al fin de los tiempos, para quitar el pecado mediante el sacrificio de Sí mismo».
Dios quedó completamente satisfecho con el precio de la sangre de Jesús. Así que ahora ya no se requería más pago ni más sacrificio por el pecado.
Martín Lutero lo dijo de esta manera:
«Mis lágrimas de penitente no me justifican. Solo Cristo ha quitado mis pecados. Los arrojó al mar del olvido. Esta es mi defensa, una defensa que se basa en: “¡Consumado es!”».
¡Tetelestai! La deuda del pecado ha sido pagada en su totalidad.
Entonces, la tormenta de la ira de Dios había pasado. Había pasado porque todo había sido derramado sobre Cristo cuando Él se hizo pecado por nosotros. ¿Sabes lo que eso significa? Que no queda más ira que derramar sobre nosotras. «Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús» (Rom. 8:1). «¡Tetelestai! ¡Consumado es!».
Y entonces ahora el plan eterno de redención estaba completo. Con Su muerte, el precio de la redención había sido pagado. Cada demanda de la justa ley de Dios había sido cumplida. Se había hecho expiación por nuestros pecados. La justicia de Dios había quedado plenamente satisfecha. Se había abierto la puerta del Paraíso, y podíamos ser reconciliadas, restauradas a una relación correcta con Dios.
No habría obstáculos ni barreras para tener comunión con Dios. No quedaba nada más por hacer, no había buenas obras que pudiéramos hacer, no se podía añadir nada más. La obra de redención fue perfecta, completa, consumada.
En su pequeño y maravilloso libro sobre Los siete dichos del Salvador en la Cruz, A. W. Pink dice:
«Este no fue el último suspiro de una vida desgastada. [“Ah, Consumado es».] No, más bien fue la declaración por parte del divino Redentor de que todo aquello para lo cual vino del cielo a la tierra ya estaba hecho; que se había logrado todo lo que se necesitaba para revelar el carácter pleno de Dios; que todo lo que exigía la ley antes de que los pecadores pudieran ser salvos ya se había cumplido; que el precio total de nuestra redención ya estaba pagado».
«¡Tetelestai! ¡Consumado es!».
Aquí hay algo más que se cumplió, y todo esto está unido: el antiguo pacto se cumplió. El antiguo pacto consistía, como ya sabes, en todo tipo de sacrificios, sombras, símbolos; tal vez algún día hagamos otra serie completa sobre eso. Permíteme leerte solo algunos extractos del capítulo 9 de Hebreos, que habla de ese antiguo pacto y lo que pasó con eso cuando vino Cristo:
«Ahora bien…aun el primer pacto [el Antiguo Testamento, el antiguo pacto] tenía ordenanzas para el culto y el santuario terrenal [el templo, el tabernáculo]...los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto…según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto, ya que tienen que ver solo con comidas y bebidas, y diversos lavamientos, ordenanzas para el cuerpo impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.
Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros…entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna»(extractos vv. 1-12).
En Cristo, todos esos tipos, imágenes, sombras y símbolos del Antiguo Testamento se habían cumplido:
- Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
- Él es el sacrificio aceptable.
- Él es nuestro gran Sumo Sacerdote.
- Él es la puerta, el camino, la verdad, la vida.
Él cumple todo lo que eran apenas sombras en el Antiguo Testamento. Entonces, todos esos años de ofrecer sacrificios, de matar animales, derramar sangre…«Tetelestai, ¡Consumado es!».
Y terminó con algo más: la batalla contra Satanás y el pecado había sido ganada. En la cruz Satanás fue derrotado. Fue despojado de su poder. La cruz fue el momento en el que Satanás pensó que había obtenido su mayor victoria. «¡Hemos matado al Hijo del dueño de la Viña!». Puedes imaginar que allá en el infierno se desató una fiesta con todos los secuaces y diablillos de Satanás celebrando que habían matado al Hijo de Dios.
Pero lo que Satanás pensó que era su mayor victoria resultó ser su derrota definitiva. El que tenía el poder de la muerte fue derrotado por Aquel que lo despojó de todo su poder al morir.
Lees esto en Hebreos capítulo 2:
«Para anular [Cristo] mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida» (vv. 14-15).
La muerte de Cristo en la cruz fue el cumplimiento de esa primera narración del evangelio, esa promesa del evangelio en Génesis capítulo 3, versículo 15, donde Dios le dijo a la serpiente, y voy a parafrasearlo: «Herirás el calcañar de la simiente de la mujer [le dijo eso a Satanás], pero Él te herirá en la cabeza. [¡Él te infligirá una herida fatal, mortal, y todo terminará con tu poder!]».
Sí, en la cruz, Satanás hirió el calcañar de la simiente de la mujer: ese es Cristo. Pero también en la cruz Cristo hirió y causó una herida mortal en la cabeza del enemigo.
Colosenses capítulo 2 nos dice: «Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él» (v. 15). Dios desarmó a Satanás de todos sus poderes, de toda autoridad, lo puso en abierta vergüenza y triunfó sobre Satanás y sus seguidores, sus secuaces, mediante la muerte de Cristo Jesús en la cruz.
El versículo justo antes, en Colosenses capítulo 2, dice: «habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz» (v. 14).
Así que, no solo ganó la batalla contra Satanás, sino que también ganó la batalla contra el pecado. Esta proclamación está al lado de cada pecado que tú o yo hayamos cometido o cometeremos alguna vez; esta proclamación firme y segura está al lado de cada pecado que yo he cometido, que tú has cometido, que alguna vez cometeremos: «¡Está terminado! Pagado en su totalidad. La deuda ha sido pagada».
Para quienes intentamos sumar algo de nuestro propio esfuerzo, para pagar nuestra propia deuda, ¡es absurdo! Es como si pagas la hipoteca de tu casa y luego vas al banco todos los meses, el día quince de cada mes, y dices: «Necesito hacer otro pago. Te debo esto». ¡NO! Cuando rompes el pagaré de la hipoteca, está pagado en su totalidad; está terminado. Ya no hay más pagos por hacer. La casa está pagada en su totalidad.
Intentar agregar algo a la obra de Cristo en la cruz, Su obra consumada y terminada, es como ir a una obra maestra de arte en un museo de arte famoso y tomar una paleta de colores, de pintura, y tu pequeño pincel y decir: «Creo que Simplemente agregaré algo a esta gran obra maestra». ¡NO! ¡Está terminada! ¡Agregarle algo la arruinaría!
O leer una novela clásica y decir: «Creo que agregaré otro capítulo a esta novela». ¡NO! ¡Está terminada!
Esas son ilustraciones débiles e insignificantes de esta gran verdad de que Cristo pagó por completo. Ganó la batalla contra el pecado. Está terminado. ¡En la cruz se ganó la batalla contra Satanás y el pecado! «Tetelestai ¡Consumado es!»
En muchas de nuestras iglesias, el próximo domingo, el Domingo de Resurrección cantaremos ese gran himno de Charles Wesley:
«El que al polvo se humilló, ¡Aleluya!
Vencedor se levantó. ¡Aleluya!».2
Durante esta Semana Santa, semana de la Pasión, en algunos de nuestros servicios religiosos, podremos cantar este himno de Phillip Bliss:
«El llevó la cruenta cruz
para darnos vida y luz;
Ya mi cuenta él pagó,
¡Aleluya! ¡Es mi Cristo!».³
¡Aleluya!
Permítanme cerrar con este párrafo de un libro de Krummacher que he citado varias veces en esta serie. Permítanme leer un párrafo donde resume las implicaciones de estas palabras. Él dijo:
«Estas son las palabras más grandes y trascendentales que jamás se hayan pronunciado sobre la tierra desde el principio del mundo…Es un grito de triunfo, que anuncia al reino de las tinieblas su completo derrocamiento y al reino de los cielos sobre la tierra su eterno establecimiento…Al oír estas palabras, se oyen romper las cadenas y caer los muros de la prisión; barreras tan altas como el cielo son derribadas, y puertas que habían estado cerradas durante miles de años vuelven a moverse sobre sus bisagras».
¿Podrías decir conmigo: «¡Aleluya!»? Amén. ¡Tetelestai! ¡Consumado es! Amén.
Débora: Las palabras que Cristo pronunció en la cruz son profundamente importantes para cada persona. Nancy DeMoss Wolgemuth nos lo ha estado demostrando hoy en la serie «Incomparable».
Comenzamos esta serie al comienzo de la temporada de Cuaresma. Espero que continúes escuchando todos los días durante esta semana y la próxima. Si te perdiste alguno de los episodios anteriores, puedes escucharlos en AvivaNuestrosCorazones.com o en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones.
¿Has aprendido cosas sobre Jesús que no sabías antes? Nuestras oyentes nos han hecho saber cuánto aprecian la serie «Incomparable». Por ejemplo, una oyente que escuchó uno de los mensajes de la serie nos escribió:
«¡Creo que finalmente lo entiendo! Después de veinticinco años de intentar cambiarme a mí misma con libros de autoayuda para ser una mejor persona, esposa, madre, etc., me doy cuenta: lo que realmente necesito hacer es centrarme en Cristo. Siento que hoy me han quitado una carga enorme».
Es alentador escuchar cómo Dios está usando Aviva Nuestros Corazones en las vidas de las mujeres que nos escuchan. El hecho de que como ministerio podamos seguir adelante es posible gracias a personas que donan y que creen en el mensaje de libertad, plenitud y abundancia en Cristo que este ministerio proclama y desean que continúe. ¿Considerarías preguntarle a Dios en oración qué papel quisiera que desempeñaras para hacer posible este ministerio?
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La muerte ha causado un gran temor durante generaciones, pero hay una manera segura de escapar del miedo a la muerte. Lo descubrirás cuando estudies la forma en que Cristo murió.
Nancy: Y podemos confiar nuestro espíritu a Su custodia. Después de que este cuerpo mortal esté a seis pies bajo tierra, podremos saber que nuestros espíritus se han ido para estar con Dios debido a lo que Jesús hizo allí en el Calvario.
Para aquellos que mueren separados de Cristo, como dice Hebreos 10: «Espantoso es caer en manos del Dios vivo». Pero es algo gozoso y nos llena de paz tener nuestros corazones y nuestras vidas entregados en las manos de Dios diciendo que confiamos en Cristo como nuestro Salvador.
Débora: Escucha más sobre este tema el día de mañana aquí, en Aviva Nuestros Corazones. ¡Te esperamos!
Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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