
Una cuestión de vida o muerte: la palabra de confianza
Débora: Las colaboradoras mensuales están marcando la diferencia en todo el mundo. Aquí está nuestra especialista en colaboradoras, Portia Collins.
Portia Collins: Somos afortunadas de tener nuestras Biblias a la mano. Puedo ir a la tienda y comprar una Biblia. Puedo encender la radio y escuchar programación cristiana. Hay lugares en el mundo donde eso no está sucediendo.
Pero a través del ministerio Aviva Nuestros Corazones, Dios está abriendo puertas y Dios está usando nuestros alcances en América Latina. Pienso en cómo recientemente algunas de las mujeres rusas y ucranianas han sido también impactadas por las enseñanzas de Aviva Nuestros Corazones.
Sé que el poder proporcionar recursos, iniciar o traducir programación en otros idiomas y brindar recursos está sucediendo gracias a lo que están haciendo las colaboradoras de Aviva Nuestros Corazones, gracias a quienes apoyan financieramente el ministerio. Lo hacen con la intención de que el evangelio llegue a todos …
Débora: Las colaboradoras mensuales están marcando la diferencia en todo el mundo. Aquí está nuestra especialista en colaboradoras, Portia Collins.
Portia Collins: Somos afortunadas de tener nuestras Biblias a la mano. Puedo ir a la tienda y comprar una Biblia. Puedo encender la radio y escuchar programación cristiana. Hay lugares en el mundo donde eso no está sucediendo.
Pero a través del ministerio Aviva Nuestros Corazones, Dios está abriendo puertas y Dios está usando nuestros alcances en América Latina. Pienso en cómo recientemente algunas de las mujeres rusas y ucranianas han sido también impactadas por las enseñanzas de Aviva Nuestros Corazones.
Sé que el poder proporcionar recursos, iniciar o traducir programación en otros idiomas y brindar recursos está sucediendo gracias a lo que están haciendo las colaboradoras de Aviva Nuestros Corazones, gracias a quienes apoyan financieramente el ministerio. Lo hacen con la intención de que el evangelio llegue a todos los países.
Para mí es un gran estímulo y una bendición saber que ni siquiera es necesario saber quién recibe esto. Decir: «Voy a comprometerme y voy a dar, porque sé que Dios puede usar mi pequeño regalo para alcanzar a alguien que se encuentra muy lejos, tal vez hasta el otro lado del mundo y atraerlo hacia Él».
Débora: ¿Esto suena como algo de lo que quisieras formar parte? Las mujeres de todo el mundo buscan desesperadamente la verdad. Cuando te unes a nuestro equipo como una colaboradora mensual, estás brindando enseñanza bíblica, esperanza y recursos confiables a mujeres, tanto cerca de ti como al otro lado del mundo.
Con tu compromiso de 20 dólares o más cada mes, tu donación se multiplica mientras juntas ayudamos a mujeres de todo el mundo a florecer en Cristo.
Nancy DeMoss Wolgemuth inicia el programa dándonos un poderoso recordatorio.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Muy a menudo nos encontramos irritadas por causas secundarias. ¿Sabes a qué me refiero con eso? Esa persona, una circunstancia, un acontecimiento que destrozó mi vida, es lo que pensamos. Pero si tu vida está en las manos de Dios, al final estarás a salvo, estarás segura y serás bendecida.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, coautora de «En Busca de Dios», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 16 de abril de 2025.
Nos hemos centrado en las últimas siete palabras de Jesús en la serie en la que estamos actualmente, titulada «Incomparable». Aquí está Nancy para continuar con el episodio de hoy.
Nancy: Durante estas últimas semanas, mientras he estado meditando sobre las siete palabras de Cristo en la cruz, me ha conmovido no solo lo que Él dijo, sino también pensar en lo que no dijo. ¿Alguna vez has pensado en eso? Hemos estado viendo las palabras que dijo, pero piensa en lo que no hemos visto.
- No hubo una palabra de amargura o ira
- Quejas ni murmuración
- Ni una mala palabra
- Ni una palabra desagradable
- Ni una palabra innecesaria
Las palabras de Cristo en la cruz fueron pocas, y cada una de ellas fue dirigida por Dios, significativa, con propósito e importante, cada una de esas palabras nos muestra un aspecto del evangelio y tiene una implicación para nuestras vidas.
Hay un libro de Trevin Wax titulado Counterfeit Gospels (que en español sería como: Evangelios Falsificados). En ese libro, él expone las implicaciones de estas palabras. Déjame leerte lo que dice:
«Porque Jesús se llenó de horror y clamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Nosotros nos llenamos de asombro y clamamos: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has aceptado?”.
Porque Jesús clamó: “¡Padre, perdónalos!”, las burlas que le lanzamos en la cruz se transforman en alabanza por Su generosa misericordia.
Porque Jesús dijo: “Tengo sed”, podemos beber de la fuente de agua viva y nunca más tener sed.
Porque Jesús dijo: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”, y sintió el dolor de la separación de Su familia terrenal, podemos experimentar la bendición de estar unidos a una familia celestial.
Porque Jesús clamó: “¡Consumado es!”, nuestra nueva vida puede comenzar.
Porque Jesús entregó Su espíritu en las manos del Padre, Dios entrega Su Espíritu en nuestros corazones».
Cada una de estas palabras tiene implicaciones, no solo para la obra redentora de Cristo en la cruz en ese momento, sino para la continua obra del evangelio y la cruz de Cristo en nuestras vidas, como aquellos que hemos llegado a la fe en Cristo.
Así que hoy llegamos al final de las siete palabras. Estoy leyendo del Evangelio de Lucas, capítulo 23. Si tienes tu Biblia, quisiera que miraras ese pasaje conmigo. Quiero comenzar en el versículo 44.
«Era ya como la hora sexta, [¿Y qué hora era esa?, eran las 12 del mediodía] cuando descendieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena, al eclipsarse el sol. El velo del templo se rasgó en dos. Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Habiendo dicho esto, expiró. Al ver el centurión lo que había sucedido, glorificaba a Dios, diciendo: “Ciertamente, este hombre era inocente”» (vv. 44-47).
Permíteme leerte el relato paralelo de este versículo en el evangelio de Marcos (pero mantén allí el dedo en Lucas), pero la versión de Marcos dice:
«Viendo el centurión que estaba frente a Él, la manera en que expiró, dijo: “En verdad este hombre era Hijo de Dios”» (Mc.15:39).
Él vio Su inocencia, pero también vio que era el Hijo de Dios. Su afirmación de Su deidad fue reivindicada.
La forma en que Jesús sufrió y murió allí en la cruz causó una respuesta en el centurión. Eso me recuerda que el mundo está observando a aquellos que dicen ser hijos de Dios. Observan cómo vivimos y observan cómo morimos. La forma en que caminamos por esos valles, por el valle de sombra de muerte, por los valles en nuestras vidas, que validan o desacreditan nuestras afirmaciones de fe.
Como resultado de la forma en que murió Jesús, este soldado romano endurecido, que probablemente había visto miles de ejecuciones, tal vez participó en muchas, él quedó tan impresionado, tan conmovido, tan asombrado, que supo que este Hombre era incomparable; no había nadie como Él. Él realmente era quien decía ser.
Eso me hace preguntarme si en los momentos difíciles, la manera en que respondo a la presión y a las dificultades, lleva a aquellos que me están mirando a decir: «La forma en que ella está respondiendo en esa circunstancia difícil está validando su afirmación de ser una seguidora de Cristo».
Bueno, el versículo 48 dice, de Lucas capítulo 23:
«Todas las multitudes que se habían reunido para presenciar este espectáculo, al observar lo que había acontecido, se volvieron golpeándose el pecho».
Una señal de luto, una señal de pena. Esa es una descripción realmente muy diferente de la que tenemos de la turba sedienta de sangre que siguió a Jesús al Calvario seis horas antes, ¿no es así? Hubo un cambio. Escucha: la cruz lo cambia todo. El sufrimiento y la muerte de Cristo en la cruz lo cambia todo.
Versículo 49: «Pero todos los conocidos de Jesús y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, estaban a cierta distancia viendo estas cosas».
Ahora, permíteme volver al versículo 46 y ver nuevamente esta última de las siete palabras que Jesús dijo desde la cruz. Versículo 46:
«Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Habiendo dicho esto, expiró».
En ese momento, Jesús había estado en la cruz ya durante seis horas, y las últimas tres de esas horas habían estado cubiertas por una oscuridad total, no solo físicamente sino espiritualmente, ya que había estado separado de la comunión con Su Padre. Durante esas tres horas, había soportado una eternidad de sufrimiento.
A medida que esas horas llegaban a su fin, Él había orado: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Ahora, al llegar a sus últimos momentos de vida en esta tierra, Jesús no ora diciendo: «Dios mío», sino «Padre». La nube que había eclipsado Su comunión con Su Padre estaba comenzando a disiparse y la comunión estaba siendo restaurada. Él ora: «Padre mío», como lo hizo al comienzo de la experiencia de la cruz. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
Un escritor dice acerca de este momento:
«En el momento de total abandono, de total rechazo, aun así entregó Su espíritu al Padre en cuyo amor confiaba, aunque no podía sentirlo».1
¿Has estado allí alguna vez? ¿Alguna vez tuviste que confiar en el amor de Dios cuando no podías sentirlo? Fue entonces cuando Jesús clamó, después de haber dicho: «¿Por qué me has abandonado?», Él ahora clama: «Padre mío». Él confía en el amor de Dios que no puede ver ni sentir. Él ora: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Él encomienda Su espíritu en las manos de Dios.
Ahora, piensa en lo que Jesús les había dicho a sus discípulos la noche anterior, justo después de terminar de orar en el huerto de Getsemaní. En Mateo capítulo 26, versículo 45, Él les dijo: «Vean, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores».
«Traicionado en manos de pecadores», Jesús voluntariamente permitió ser puesto en manos de pecadores, aquellos que lo torturarían, lo perseguirían, lo ejecutarían y lo matarían. Pero Él sabía que estar en manos de los pecadores era temporal, que en última instancia, Su vida no estaba en manos de los pecadores, sino en las manos de Dios.
¡Qué recordatorio de que, en última instancia, nuestras vidas no están en manos de personas, ni siquiera de personas pecadoras o malvadas! Nuestras vidas no están en manos de las circunstancias, ni siquiera las dolorosas o difíciles. Y nuestras vidas tampoco están en manos del destino ni del azar. Nuestras vidas están en las manos de Dios. Si somos hijas de Dios, entonces nuestras vidas están en Sus manos, y no hay lugar más seguro para estar en toda la creación, que en las manos de Dios.
¿Recuerdas lo que dijo Jesús en Juan capítulo 10?«Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano»(v. 28). Si estás en Cristo, Cristo está en Dios; estás en las manos de Cristo; estás en las manos de Dios, y nadie podrá arrebatarte jamás de ese lugar, de ese refugio fuerte, seguro y protegido.
Entonces Jesús sabía que, en última instancia, su vida no estaba en las manos de los pecadores, sino en las manos de Dios. ¿Sabes eso sobre tu vida? Muy a menudo nos encontramos irritadas por causas secundarias. ¿Sabes a qué me refiero con eso? Esa persona, una circunstancia, un acontecimiento, que te destrozó la vida, eso es lo que pensamos.
Y entonces nos volvemos amargadas y resentidas porque pensamos: Mi vida está en manos de esta persona. Esta persona destrozó mi vida, este padre, esta pareja, este jefe, este empleado, este hijo o esta hija; esta persona. No. Esa persona no puede arruinarte la vida. Esa persona puede hacerte la vida realmente miserable por un tiempo aquí en la tierra, pero si tu vida está en las manos de Dios, al final estarás a salvo, segura y serás bendecida.
Tenemos que levantar los ojos por encima de las personas y las circunstancias y recordar que nuestras vidas están encomendadas en Sus manos.
Él dijo: «En tus manos encomiendo mi espíritu». Esa palabra «encomendar» significa «depositar, comprometerse a guardar algo». Estaba entregando Su espíritu a aquel en cuya presencia Él estaría pronto. Entonces, cuando se trata de la muerte, no hay ningún miedo paralizante, ningún terror ante la idea de enfrentar la muerte.
Eclesiastés capítulo 12 nos dice que en el momento de nuestra muerte: «Entonces el polvo volverá a la tierra como lo que era, Y el espíritu volverá a Dios que lo dio» (v. 7). Eso es lo que sucede en el momento en que tomamos nuestro último aliento si pertenecemos a Cristo.
F.B. Meyer ha escrito un libro llamado Amor al Máximo. Déjame leerte lo que él dice acerca de estas palabras, «En tus manos encomiendo mi espíritu». Él dijo:
«Si las palabras “Consumado es” se toman como la despedida de nuestro Señor al mundo que estaba dejando, estas palabras son seguramente Su saludo de bienvenida a ese [mundo] en cuyos confines se encontraba. [El mundo al que Él iba, este fue su saludo a ese mundo.]
Parece como si el espíritu de Cristo estuviera preparándose antes de partir hacia el Padre, y no vio ante [Él] ningún abismo sombrío, ningún abismo de oscuridad, ningún caos, sino, las manos, las manos del Padre, y en esas manos Él se encomendó a Sí mismo».
¿No es una imagen hermosa? «En tus manos: ¡Ya voy! ¡Ya voy! En Tus manos encomiendo Mi espíritu. Él lo depositó allí para ser guardado, y sé que Tú lo guardarás».
La oración de Jesús en este momento en la cruz es en realidad una cita de los salmos del Antiguo Testamento. Recuerda que Jesús murió como vivió: orando, perdonando, amando, sacrificando, confiando, meditando y citando las Escrituras.
Me ha hecho preguntarme, mientras hacía este estudio: si muero como he vivido, ¿cómo moriré? No podemos esperar tener a nuestra disposición estos recursos, la oración y la Palabra de Dios, cuando llegue el momento de morir, si no hemos estado utilizando fielmente esos recursos a lo largo de nuestra vida.
Como dije, esta oración es una cita de los salmos del Antiguo Testamento, para ser precisos, el Salmo 31. En el contexto inmediato, este es un salmo de David, quien está en grandes problemas, pero él pone su confianza en Dios. Al leer algunos versículos seleccionados del Salmo 31, creo que verás que esto es ver más allá del Rey David hacia el David mayor: Cristo Jesús y Su muerte en la cruz. Vamos a leer el Salmo 31, comenzando en el versículo 1:
«En Ti, oh Señor, me refugio;
Jamás sea yo avergonzado;
líbrame en Tu justicia.
Inclina a mí Tu oído, rescátame pronto;
Sé para mí roca fuerte,
fortaleza para salvarme.
Porque Tú eres mi roca y mi fortaleza,
y por amor de Tu nombre me conducirás y me guiarás.
Me sacarás de la red que en secreto me han tendido;
porque Tú eres mi refugio.
En Tu mano encomiendo mi espíritu:
Tú me has redimido, oh Señor, Dios de verdad.
Aborrezco a los que confían en ídolos vanos;
pero yo confío en el Señor.
Me gozaré y me alegraré en Tu misericordia,
porque Tú has visto mi aflicción;
Has conocido las angustias de mi alma
y no me has entregado en manos del enemigo;
Tú has puesto mis pies en lugar espacioso.
Porque he oído la calumnia de muchos,
el terror está por todas partes;
mientras traman juntos contra mí,
planean quitarme la vida.
Pero yo, oh Señor, en Ti confío;
digo: “Tú eres mi Dios”.
En tu mano están mis años;
líbrame de la mano de mis enemigos,
Y de los que me persiguen»(vv. 1-8, 13-15)
Bueno, en Lucas 23, versículo 46, continúa diciendo que:
«Habiendo dicho estas cosas [Padre, en Tus manos encomiendo mi espíritu, habiendo dicho esto] expiró».
En el relato paralelo del capítulo 19 de Juan, nos da un pequeño detalle que no se encuentra en los otros evangelios. Dice: «E inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (v. 30).
Jesús no murió como un mártir. La muerte de Jesús no fue un accidente. Él despidió Su espíritu. Él inclinó Su cabeza y entregó Su espíritu. «[Él] exhaló el espíritu», dice Mateo 27:50. Jesús dijo: «Nadie me quita [mi vida], sino que yo la doy de Mi propia voluntad»(Jn 10:18).
Él murió como un acto voluntario y deliberado de Su voluntad, en obediencia a la voluntad del Padre. Colocó su vida en el altar, voluntaria y conscientemente la entregó como sacrificio.
Hebreos capítulo 9 nos dice que: «Él mismo se ofreció sin mancha a Dios» (v. 14). Él se entregó.
La vida de Jesús no se fue desvaneciendo gradualmente. De hecho, sabemos que las víctimas de crucifixiones normalmente tardaban mucho más en morir. Pero Su vida no se fue desvaneciendo gradualmente. Como siempre, Él tenía el control. Él no fue vencido por la muerte. Por Su muerte, Él conquistó a la muerte. ¡Es una gran diferencia!
Las palabras de los primeros himnos cristianos lo dicen de esta manera: «No fue la Muerte la que se acercó a Cristo, sino Cristo a la Muerte: murió sin muerte». Miró a la muerte a la cara y se acercó a ella.
Aunque Su muerte, Su proceso de agonía, fue violento y tortuoso, al final hubo paz. ¿Por qué? Fue por lo que leímos en el Salmo 31:«Pero yo, oh SEÑOR, en Ti confío; Digo: “Tú eres mi Dios”. En Tu mano están mis años» (vv. 14-15).
Él murió confiándose a Él mismo y a Su futuro, a Dios y a Su cuidado. Sabía que su vida estaba a salvo y segura en las manos del Padre. Él sabía que la muerte física no era el final. Sabía que Su espíritu iba a Dios, y creía que sería vindicado. Anticipó con estas palabras la resurrección, ese sello final de que Su muerte había sido aceptada como un sacrificio aceptable para la redención de la humanidad.
La forma en que Jesús murió impacta la forma en que nosotras, como Sus seguidoras, pensamos acerca de la muerte.
Salmo 31, ahí en el versículo 15, dice: «En Tu mano están mis años».
El Salmo 139:16 nos dice que«… en Tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos».
Cuando yo tenía veintidós años, no pensaba mucho en la muerte. Hay algo en reflexionar sobre la muerte a medida que envejeces, que te hace pensar en la tuya propia.
Pensar que cada día de mi vida aquí en esta tierra fue escrito en el libro de Dios antes de que viviera ni siquiera uno de ellos. «En Tu mano están mis años». Cada uno de los días de esos años. Él sabe el día en que mi espíritu irá a estar con Él.
Muchos creyentes desde aquel día en que Jesús dijo: «Padre, en Tus manos encomiendo mi espíritu», muchos, muchos a lo largo del tiempo han muerto con esas mismas o palabras similares en sus labios. De hecho, no muchas semanas después murió Esteban, el primer mártir. Hechos capítulo 7 nos cuenta la historia. Y dice:
«Y mientras lo apedreaban, Esteban, invocaba al Señor y decía: «Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Cayendo de rodillas, clamó en alta voz: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Habiendo dicho esto, durmió» (vv. 59–60).
¿No se te parece a la forma en que murió Jesús? Muchos, Juan Hus, el gran reformador checo, murió con estas mismas palabras en los labios. Martín Lutero murió con estas palabras también en los labios. Algo así como estas palabras: «Padre, en Tus manos encomiendo mi espíritu».
Podemos confiar nuestro espíritu a Su cuidado. Cuando este cuerpo mortal esté a seis pies bajo tierra, podemos estar seguras de que nuestros espíritus irán a estar con Dios, por lo que Jesús hizo allí en el Calvario.
Escucha, no necesito decirte que la muerte es segura, absolutamente segura. La única pregunta es cuándo y cómo, pero no hay duda de que sucederá. La muerte es segura, la muerte física. Un día habrá otras personas en mi funeral, no yo en los funerales de otras personas. Mi cuerpo estará en una de esas cajas algún día. El tuyo también.
Y si nunca te has arrepentido de tu pecado y has puesto tu fe en Cristo, quien murió como sustituto en tu lugar, entonces no puedes tener confianza en lo que sucederá después de la muerte, no tienes paz; solo puedes sentir miedo a medida que te acercas al día de tu muerte. Si tu vida no ha sido entregada en las manos de Dios para su cuidado, un día serás entregada en Sus manos para juicio.
Será una mano de salvación o una mano de juicio. No hay otra opción, ninguna otra opción.
Para aquellos que mueren separados de Cristo, como dice Hebreos capítulo 10: «¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!» (v. 31).
Pero es algo gozoso y de paz tener nuestros corazones y vidas entregadas en las manos de Dios, diciendo que confiamos en Cristo como nuestro Salvador.
Podemos decir con el apóstol Pablo Si hemos confiado en Cristo:«Porque yo sé en quién he creído, y estoy convencido de que Él es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día» (2.ª Tim. 1:12). Encomendadas a Él para su cuidado.
Podemos cantar:
«Desde el nacer, hasta el morir
Sea el poder de Cristo en mí
No temeré, seguro estoy
Mi vida yo a Él le doy».
No se nos promete que nuestra muerte será fácil o sin dolor. El cuerpo de Jesús fue destrozado; fue devastado por el dolor en la cruz. Pero Sus últimas palabras nos aseguran que nuestro espíritu llegará seguro a la presencia de Dios. Su resurrección, apenas tres días después, nos asegura que un día nuestros cuerpos terrenales serán resucitados y transformados en un nuevo cuerpo glorificado como el Suyo, y así estaremos para siempre con el Señor.
Gracias Señor por tan grandes y preciosas promesas. Gracias por la seguridad que tenemos como Tus hijas de que nuestras vidas, nuestros días, nuestros tiempos están en Tus manos. Ayúdanos a vivir hoy como si realmente nos hubiéramos confiado nosotras mismas y todas nuestras preocupaciones, nuestro pasado, nuestro presente, nuestro futuro, todo en Tus manos sabias, amorosas y llenas de gracia. Te damos gracias, en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado recordando la confianza que puedes tener. Cuando mueras, podrás saber con seguridad cuál será tu destino final.
Este mensaje forma parte de la serie llamada «Incomparable». Nos hemos centrado en Jesús durante la temporada de Cuaresma y continuaremos hasta finales de abril. Las oyentes han expresado mucho aprecio por esta serie y por Aviva Nuestros Corazones en general.
Aquí está Nancy para compartirnos sobre una de esas oyentes.
Nancy: Nos emocionó recibir, no hace mucho, un correo electrónico de una oyente de Nueva Zelanda. Amanda escucha allí el pódcast de Aviva Nuestros Corazones y escribió para decir: «Me animó mucho el episodio sobre cómo proteger nuestro tiempo con el Señor». Ella concluyó diciendo: «Muchas gracias por sus mensajes desafiantes».
Esos mensajes y muchos otros están disponibles para Amanda en Nueva Zelanda y para muchas otras mujeres en tu vecindario gracias a los oyentes que creen lo suficiente en este ministerio como para apoyarlo financieramente.
Débora: Al comienzo del episodio de hoy, nos escuchaste hablar sobre cómo puedes unirte a nuestro equipo de colaboradoras. Visita AvivaNuestrosCorazones.com para obtener más información o registrarte. O si deseas hacer una donación única, puedes hacerlo ahora mismo en nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com. Estamos muy agradecidas por cada donación que nos ayuda a alcanzar a mujeres con la esperanza de Cristo.
Hubo cuatro milagros que rodearon la muerte de Cristo. Descubramos juntas cuáles eran, el día de mañana junto a Nancy. ¡Te esperamos para un episodio más de Aviva Nuestros Corazones!
Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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