
Un sacerdocio inmutable: la obra continua de Cristo
Débora: Jesús está intercediendo por ti hoy. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Quiero que esto te cautive: Él no es un Salvador en tiempo pasado, y no es simplemente que está vivo y nosotras estamos aquí esperando hasta que podamos ser rescatadas de este caos y llevadas al cielo. ¡No! ¡En este momento, Él está trabajando a nuestro favor!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El Cielo Gobierna» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de abril de 2025.
Al comienzo del tiempo de Cuaresma, Nancy comenzó una serie llamada «Incomparable». Esta serie sigue los temas de su nuevo libro del mismo título. Ella está concluyendo esta semana, reflexionando sobre lo que Jesús está haciendo en este momento.
Nancy: Estoy muy agradecida por la forma en que el Señor ha estado usando esta serie en las vidas …
Débora: Jesús está intercediendo por ti hoy. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Quiero que esto te cautive: Él no es un Salvador en tiempo pasado, y no es simplemente que está vivo y nosotras estamos aquí esperando hasta que podamos ser rescatadas de este caos y llevadas al cielo. ¡No! ¡En este momento, Él está trabajando a nuestro favor!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El Cielo Gobierna» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de abril de 2025.
Al comienzo del tiempo de Cuaresma, Nancy comenzó una serie llamada «Incomparable». Esta serie sigue los temas de su nuevo libro del mismo título. Ella está concluyendo esta semana, reflexionando sobre lo que Jesús está haciendo en este momento.
Nancy: Estoy muy agradecida por la forma en que el Señor ha estado usando esta serie en las vidas de nuestras oyentes. Permíteme leerte lo que escribió una mujer y que fue muy alentador para mí. Ella dijo:
«Después de veinticinco años de intentar cambiarme con libros de autoayuda para ser una mejor esposa, una mejor persona, una mejor madre, etc., creo que finalmente lo entendí. ¡Todo lo que realmente necesito hacer es concentrarme en Cristo! Siento que hoy me han quitado una carga enorme».
Bueno, Cristo sí levanta las cargas. Él levantará tu carga y Él levanta mi carga. Cuando miramos a Cristo, nuestras cargas son levantadas.
Hemos visto que Jesús murió, resucitó de la tumba, ascendió al cielo y prometió que un día regresará para llevarnos a estar con Él. Pero hoy quiero hacer esta pregunta: ¿Qué está haciendo Él mientras tanto? Ahora mismo, ¿qué está haciendo Jesús?
Sabemos algunas cosas acerca de lo que Él está haciendo. Sabemos que Él está preparando un lugar para nosotros (ver Juan 14:3), y que Él vendrá y nos llevará a ese lugar un día no muy lejano.
Sabemos que Él disfruta de la comunión íntima y gozosa que tuvo con el Padre desde antes de que existiera el mundo. Él está disfrutando de esa comunión. Y, ¡maravilla de maravillas!, Él nos ha traído a ese círculo eterno, a la comunión, a la unión y comunión de la Trinidad. Eso no nos hace parte de la Trinidad, pero Ellos nos han traído a Su comunión.
Colosenses capítulo 3 lo dice de esta manera:
«Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios... Porque ustedes han muerto [con Cristo], y su vida está escondida con Cristo en Dios» (vv. 1, 3).
No se puede estar más cerca de ahí del trono de Dios: elevadas, sentadas con Cristo en los lugares celestiales, como leemos en el libro de Efesios. Y ahora Colosenses nos dice que nuestra vida está «escondida con Cristo en Dios», disfrutando de esa comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Sabemos que Jesús es hoy la cabeza de Su Cuerpo, que es la Iglesia. Apocalipsis capítulos 2 y 3 nos dicen que Él está «caminando en medio de los siete candeleros de oro» (es decir, de las iglesias locales). ¿Y qué está haciendo?
- Él está reinando.
- Él está observando.
- Él está guiando.
- Él está supliendo.
- Él está protegiendo.
- Él está proveyendo.
Hoy, Él tiene un ministerio muy activo en beneficio de Su iglesia. Él no es solo un gobernante distante que simplemente mira las cosas que suceden aquí en la tierra, y que tiene una vida totalmente diferente en el cielo. Él está activamente comprometido con nosotras mediante Su Espíritu aquí en la tierra como Cabeza de Su Iglesia.
Hemos visto lo que pasó en la Semana de la Pasión y el Viernes Santo. Creo que la mayoría de nosotras estamos conscientes de la obra, en tiempo pasado, de Cristo en la cruz por nosotras. Pero a medida que he estado trabajando en esta serie, he llegado a creer que muchas de nosotras vivimos sin un reconocimiento consciente o dependencia de un Salvador que está vivo y que está activo.
¿Con qué frecuencia pensamos en la cruz como deberíamos hacerlo? Probablemente con más frecuencia de lo que lo hacemos. Cuando contemplamos la maravillosa cruz, pensamos en Él, el que murió por nuestros pecados; eso está en tiempo pasado. Pero, ¿qué pasaría si empezáramos a pensar en Él, no solo como el Salvador crucificado, sino como el que está vivo y activo a nuestro favor hoy, ahora mismo, hoy, el Salvador que nos sirve hoy?
Nos estamos perdiendo de un recurso increíble si no pensamos de esa manera. Necesitamos que se nos recuerde que Él no es solo el Salvador crucificado, sino que ascendió al cielo. Él está sentado en el cielo y hoy, por Su Espíritu, está presente con nosotras mientras nos reunimos en Su presencia, mientras estamos solas en comunión con Él en Su presencia. Él está activo a nuestro favor. Y no es solo que Él nos salvó (tiempo pasado) en la cruz, sino que también, y es gloriosamente maravilloso, que Él nos sostiene y nos ministra diariamente como nuestro Sumo Sacerdote vivo y activo.
En eso queremos concentrarnos hoy mientras estamos llegando al final de esta serie sobre «El Cristo Incomparable». Queremos hablar sobre el ministerio sacerdotal de Cristo a nuestro favor en el cielo.
Este es el enfoque de gran parte del libro de Hebreos. Algún día tal vez hagamos un estudio completo sobre esto, porque hay tanto de lo que habla el libro de Hebreos que podríamos incluir aquí, pero en esta sesión, solo voy a explicarles algunas de las Escrituras que hablan de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo: de cómo Cristo es nuestro Sumo Sacerdote.
El libro de Hebreos nos recuerda que el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio del Antiguo Testamento. El sacerdocio del Antiguo Testamento era solo una sombra, solo un presagio, solo un vistazo del cual Cristo, como nuestro Sumo Sacerdote, es el cumplimiento.
También aprendemos en Hebreos que, a diferencia de los sacerdotes del Antiguo Testamento, Jesús no tenía pecados propios que expiar. Cuando los sumos sacerdotes ofrecían sacrificios, primero tenían que ofrecer sacrificios por sus propios pecados. Pero Jesús no tenía pecados que expiar (ver 7:26-28).
Aprendemos también en Hebreos que el sacerdocio de Jesús es permanente (a diferencia del de los sacerdotes del Antiguo Testamento), el de Él es para siempre. Los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento solo eran sumos sacerdotes mientras vivían. Cuando morían, entonces había un nuevo sumo sacerdote. Pero aprendemos que el sacerdocio de Jesús dura para siempre debido a Su resurrección y su vida eterna. Hebreos capítulo 7 nos dice eso.
Hebreos también nos dice que Jesús tuvo que volverse completamente humano en todos los aspectos (excepto en el pecado) para representarnos como nuestro Sumo Sacerdote. Por eso, es tan importante que comprendamos no solo la deidad de Cristo (el hecho de que Él es Dios), sino también la humanidad de Cristo (que Él se vistió de nuestra humanidad y tiene una encarnación permanente, un cuerpo humano permanente). Él es permanentemente miembro de nuestra raza humana para poder servir como nuestro Sumo Sacerdote (ver 2:17).
También aprendemos en Hebreos que debido a que Jesús fue tentado como nosotros, aunque nunca pecó; Él dijo «no» a la tentación cada vez, pero el hecho de que Él fue tentado y que tuvo que luchar con la tentación, lo convierte, para nosotras, en un Sumo Sacerdote misericordioso (ver 4:15).
Vimos en la última sesión que Jesús está sentado hoy en el cielo. Permíteme leer un par de versículos del libro de Hebreos. Ahora bien, el punto de lo que estamos diciendo es este: tenemos tal Sumo Sacerdote, uno que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en el cielo. Cuando Cristo hubo ofrecido para siempre un solo sacrificio por los pecados, se sentó a la diestra de Dios (ver 8:1; 10:12).
Aquí nuevamente tenemos a un Cristo incomparable que es infinitamente superior a los sacerdotes del Antiguo Testamento porque ellos no tenían tiempo para sentarse. Ellos continuamente estaban ocupados ofreciendo sacrificios, pero el sacrificio de Jesús fue suficiente para todos los tiempos. Así que ya no se necesita más sacrificio, ¡jamás! No hay condenación ni culpa por el pecado. Ha sido expiado una vez para siempre por el sacrificio de Cristo en la cruz. Por eso Él pudo sentarse: ¡porque la obra redentora del amor ya estaba hecha! ¡Está terminada!
Ayer comentamos que el hecho de que esté sentado no significa que no haga nada o que esté sedentario. Él está activo. Él está presente. Él está obrando incluso cuando no podemos verlo ni sentir su presencia. En este momento en el cielo y aquí en esta tierra, a través de Su Espíritu Santo, Él está obrando desempeñando un ministerio sacerdotal a nuestro favor.
Ahora, hablemos de esa obra. Nuevamente, volvamos a los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento. Ellos llevaban un pectoral en el que estaban inscritos los nombres de las tribus de Israel; doce en total.
Un día cada año, el Día de la Expiación (leímos sobre esto en Levítico 16), el sumo sacerdote, y solo el sumo sacerdote, y solo ese día, entraba en el Lugar Santísimo, el santuario interior del tabernáculo o del templo. Nadie más podía entrar jamás a ese lugar porque ese era el lugar donde Dios estaba. La gloria de Dios habitaba allí, la presencia de Dios, y los pecadores no podían acercarse a esa santa presencia de Dios.
Ese Lugar Santísimo, estaba apartado del resto del templo por una cortina gruesa y pesada. La humanidad separada de Dios. Esa era la imagen que pretendía comunicar. Entonces, una vez al año (esta era una provisión que Dios había hecho en el Antiguo Testamento anticipando el sacrificio supremo de Cristo por nuestros pecados), una vez al año, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo, representando al pueblo ante Dios.
Cuando entraba al Lugar Santísimo, llevaba la sangre de un macho cabrío, y derramaba esa sangre sobre la cubierta del Arca del pacto, que se llamaba propiciatorio. Al hacerlo, al poner la sangre derramada de ese macho cabrío inocente, al esparcir esa sangre delante de Dios, él estaba intercediendo por el pueblo.
Estaba confesando sus pecados. Estaba clamando la misericordia de Dios, basándose en Sus promesas. Entonces representaba al pueblo ante Dios, llevando la ofrenda de sangre.
Cuando el sumo sacerdote salía de allí, entonces representaba a Dios ante el pueblo. Él bendecía al pueblo. Dios aceptaba el sacrificio, preparándose para el único sacrificio que sería completamente aceptable, y ese es el sacrificio del propio Hijo de Dios en la cruz. Así que, él representaba al pueblo ante Dios llevando la sangre, y luego, cuando salía, representaba a Dios ante el pueblo, dándole perdón, paz, y bendición.
Bueno, en la cruz, Jesús sirvió de ambas formas, como sacerdote para ofrecer el sacrificio y como el sacrificio mismo, al dar Su vida para la expiación del pecado.
En Su ascensión, Jesús llevó Su ofrenda al Lugar Santísimo en el cielo. El Lugar Santísimo en el templo aquí en la tierra era solo una imagen de ese templo celestial. Jesús llevó la ofrenda de Su vida, Su sangre derramada, al Lugar Santísimo en el cielo cuando ascendió a la diestra del Padre, y ofreció Su vida de perfecta obediencia y Su sacrificio por el pecado a nuestro favor.
Ahora, no puedo decirlo tan bien como lo dicen las Escrituras, así que permíteme leer del libro de Hebreos, capítulo 9, solo varios versículos que nos muestran esto:
«Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto. Pero en el segundo [el Lugar Santísimo], solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia.
Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna.
… Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros» (vv. 6-7, 11-12, 24).
Así que no solo murió en la cruz por nosotros, sino que cuando ascendió al cielo, tomó la ofrenda de Su vida perfecta, obediente y sin pecado, y Su muerte como sacrificio en la cruz, Él tomó esa ofrenda y la ofreció a Dios en la misma presencia de Dios a nuestro favor como nuestro Gran Sumo Sacerdote.
Eso significa varias cosas que tienen una importancia increíble para nuestras vidas aquí en esta tierra. Permíteme mencionar solo algunas de ellas.
Primero, Él sirve hoy en el cielo como nuestro mediador con el Padre.
Hebreos capítulo 12 dice: «Y a Jesús, el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel»(v. 24).
1.ª Timoteo capítulo 2 dice: «Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre». ¿Recuerdas que dijimos que Su humanidad era importante? Esa traducción podría ser: Cristo Jesús, Él mismo, hombre, es mediador entre Dios y los hombres. El mediador entre Dios y los hombres tenía que ser tanto Dios como hombre. Solo Jesús, el Cristo incomparable, llena esa descripción. Él es el mediador entre Dios y el hombre, el hombre Cristo Jesús,«quien se dió a Sí mismo en rescate por todos» (vv. 5-6).
Un mediador es aquel que interviene entre dos partes en conflicto. Solo Jesús, el Dios/hombre, puede unir a un Dios santo y a un hombre pecador, y restaurarlos a la comunión y a una relación correcta. No hay ningún ser humano en esta tierra, no importa cuántos títulos de seminario tenga, que pueda hacer eso por nosotros. Solo Jesús, el Dios/hombre, es el mediador entre Dios y el hombre.
Eso significa que podemos acercarnos personalmente al trono de Dios, a Su santa presencia. No tenemos que ir a través de ningún ser humano. No tenemos que pasar por nadie más. Lo hacemos a través de Cristo, que es nuestro mediador. Nos lleva a la presencia de Dios. Podemos acercarnos sin temor, sin vergüenza, revestidas únicamente de la justicia de Cristo, y con valentía para presentarnos ante el trono del Dios Santo. EntoncesÉl es nuestro mediador.
Y luego vemos que Él, como nuestro Sumo Sacerdote, es nuestro abogado ante el Padre. Él aboga a nuestro favor, por nosotras.
Jesús es nuestro abogado ante el Padre.
Primera de Juan 2 lo dice de esta manera:«Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguien peca…». ¿Alguien quiere levantar la mano aquí? Él dice: «Estoy escribiendo esto para que no pequen».
Y quizás digas: «Bueno, pero ¿y qué tal conmigo? ¿Y qué tal yo?».
«Bueno, si alguno peca…».
«Ah bueno, esto es para mí. Yo he pecado. Ajá, sí, ¿y qué tengo?».
«Tenemos abogado para con el Padre, a Jesucristo el justo»(v. 1).
¿Ves?, Satanás actúa como un fiscal implacable acusándonos. Apocalipsis 12 nos dice que «él es el acusador de los hermanos»(v. 10). Pero Jesús sirve, en cierto sentido, como nuestro abogado defensor. Él es quien defiende nuestro caso y garantiza que seremos absueltas por Su muerte en la cruz en nuestro lugar.
Como dice Oswald Sanders: «Él aparece como nuestro abogado, no para pedir clemencia, sino para reclamar justicia para nosotros, para reclamar lo que nos corresponde en virtud de Su sacrificio en el Calvario».
Satanás dice: «¡Ella debería morir!», y eso sería cierto si no fuera por Jesús.
Pero Jesús dice: «¡No! Yo morí en su lugar».
Satanás dice: «Ella merece sufrir culpa, dolor, consecuencias y condenación por ese pecado».
Y mi propia carne me dice lo mismo, que merezco vivir con esta culpa, estar bajo ese peso, vivir bajo condenación por un tiempo. Diciendo: «¡Oh, no puedo creer que haya vuelto a hacer eso otra vez!».
Pero Jesús dice: «¡No! Yo he pagado el precio. He pagado la pena. Yo pagué la vergüenza. Llevé la culpa. Ya no hay más culpa. Se acabó. Estás libre, tienes acceso». Él reclama justicia para nosotros aquí en la tierra. Él reclama para nosotras lo que nos corresponde en virtud de Su sacrificio en el Calvario. ¡Así que gracias, gracias, Señor! Él es nuestro Abogado ante el Padre.
Y luego, Él intercede ante el Padre por nosotros. Esto es parte de Su ministerio sacerdotal activo y continuo por nosotras hoy en el cielo. Quiero que eso te cautive: que Él no es un Salvador en tiempo pasado. Él no es un Salvador en tiempo pasado, y no es simplemente que está vivo y nosotras estamos aquí esperando hasta que podamos ser rescatadas de este caos y llevadas al cielo. ¡No! Él está trabajando a nuestro favor en este momento.
Cuando peco, Él está ahí ofreciéndose a sí mismo y Su sacrificio de sangre y Su vida sin pecado al Padre. Cuando fracaso, cuando dudo, cuando lo olvido, Él sigue ahí sirviendo como mi Sumo Sacerdote, intercediendo ante el Padre por mí.
Romanos capítulo 8 dice: «¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros (v.34). Hebreos capítulo 7 dice: «Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos».
Eso es lo que está haciendo: intercediendo por nosotros.
Me encanta lo que dice Oswald Sanders en este punto de su libro, El Cristo incomparable. Él dice:
«Nuestro Sumo Sacerdote es capaz de salvarnos por completo. No hay ningún problema personal para el cual Él no tenga solución, ningún enemigo del que no pueda rescatarnos, ningún pecado del que no pueda liberarnos, porque Él siempre vive para interceder por nosotros… No podríamos vivir la vida cristiana ni siquiera por un día si no fuera porque Él vive para interceder por nosotros».
A lo que agregaría este pensamiento: y debido a que Él vive para interceder por nosotros, ¡no hay día que no podamos resistir y seguir adelante! Jesús está orando por nosotros sobre la base de Su sangre derramada, el sacrificio de Su vida sin pecado (que es un sacrificio aceptable) y, debido a que Él intercede por nosotros, podemos seguir adelante y soportar.
Me encanta esa cita de Robert Murray M’Cheyne donde dice:
«Si pudiera escuchar a Cristo orando por mí en la habitación de al lado, no temería a un millón de enemigos. Sin embargo, la distancia no hace ninguna diferencia. Él está orando por mí».
Es algo asombroso que Él sea nuestro Sumo Sacerdote. Así es como Hebreos 4 habla de nuestra respuesta a eso:
«Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por lo tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna»(vv. 14-16).
Porque Él asumió nuestra humanidad y fue tentado como nosotros, se compadece de nosotros cuando somos débiles y tentadas. Y como Él nunca pecó, puede ayudarnos cuando somos tentadas. Necesitamos desesperadamente la gracia de Dios.
Al pensar en Jesús como nuestro mediador, nuestro abogado, nuestro intercesor, nuestro Sumo Sacerdote celestial, hazte esta pregunta: «Cuando soy tentada, o estoy asustada, sola, enojada, luchando, deprimida, ¿qué diferencia haría si estuviera consciente de lo que Él está haciendo activamente a mi favor en ese momento?».
«Ante el trono celestial, Él intercede hoy por mí,
Gran Sacerdote es Jesús, quien por siempre vivirá.
Y en Sus manos, por Su amor, mi nombre ya grabado está,
Y mientras en Su trono esté, nadie de Él me apartará,
Nadie de Él me apartará.
Cuando he caído en tentación y al sentir condenación,
Al ver al cielo encontraré al inocente quien murió.
Y por Su muerte, el Salvador, ya mi pecado perdonó,
Pues Dios el Justo aceptó Su sacrificio hecho por mí.
He aquí el Cordero redentor, quien al morir resucitó,
El Inmutable Gran Yo Soy, el Rey de gloria y majestad.
Unido a Él no moriré, pues con Su sangre me compró.
Mi vida escondida está en Cristo Dios, mi Salvador.
Ante el trono celestial, Él intercede hoy por mí,
Gran Sacerdote es Jesús, quien por siempre vivirá».
Débora: Después de ascender al cielo, ¿qué empezó a hacer Jesús? ¡Mucho! Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado abriendo nuestros ojos a todo lo que Jesús está haciendo por nosotras hoy. Nancy volverá enseguida.
Mientras nos acercamos al final de esta serie «Incomparable», si aún no has obtenido «Incomparable», el nuevo libro de Nancy, puedes obtenerlo visitando avivanuestroscorazones.com.
Y ¿sabes?, no importa lo que estés enfrentando, no hay mayor fuente de esperanza que el próximo regreso de Cristo. Mañana en Aviva Nuestros Corazones, Nancy explorará Su promesa de regresar a la tierra.
Ahora, oremos. Aquí está Nancy.
Nancy: Gracias Señor, porque en este momento en el cielo tenemos un Abogado. Tenemos un Mediador, y tenemos a alguien que vive para interceder por nosotras, un Sumo Sacerdote grande, santo, sin pecado, humano, misericordioso, lleno de gracia, asombroso e incomparable. Gracias porque hoy, en este momento, Él está activo y vivo, trabajando a favor nuestro. Te amamos, Señor Jesús, amén.
Débora: Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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