Annamarie Sauter: ¿Qué estás haciendo cómo parte de la iglesia de Cristo?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Estás ayudando a Dios a construir un hermoso templo. Se llama la Iglesia—la Iglesia de Jesucristo, para la alabanza de Su gloria.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Marcos capítulos 10 y 11.
Hoy Nancy nos dará una visión gloriosa de la Iglesia como conclusión de la serie, «¿Quién necesita la iglesia?»
Nancy: Hay una universidad llamada Concordia que se encuentra en Moorhead, Minnesota, una región muy fría. Esta universidad tiene un coro fabuloso que organiza un concierto de Navidad todos los años, y que atrae a unas 20,000 personas cada año a diferentes presentaciones de ese concierto.
Una de las características únicas de esos conciertos navideños anuales, es …
Annamarie Sauter: ¿Qué estás haciendo cómo parte de la iglesia de Cristo?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Estás ayudando a Dios a construir un hermoso templo. Se llama la Iglesia—la Iglesia de Jesucristo, para la alabanza de Su gloria.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Marcos capítulos 10 y 11.
Hoy Nancy nos dará una visión gloriosa de la Iglesia como conclusión de la serie, «¿Quién necesita la iglesia?»
Nancy: Hay una universidad llamada Concordia que se encuentra en Moorhead, Minnesota, una región muy fría. Esta universidad tiene un coro fabuloso que organiza un concierto de Navidad todos los años, y que atrae a unas 20,000 personas cada año a diferentes presentaciones de ese concierto.
Una de las características únicas de esos conciertos navideños anuales, es la producción de un mural pintado de seis metros de alto por unos 18 metros de ancho, que refleja el tema del concierto de Navidad de ese año. El artista es un hombre llamado David Hetland. Él diseña el escenario para ese concierto, y luego supervisa a más de cien voluntarios que comienzan a pintar el mural a mediados de octubre.
Ahora, no es necesario que los voluntarios tengan alguna experiencia en arte o habilidad para ser parte de este esfuerzo, porque es un mural de pintura por número. David dibuja todas estas piezas y las enumera. También la pintura va con el número. Luego, estos cientos de voluntarios o más trabajan durante dos meses para pintar este hermoso mural.
Cuando está terminado tiene la impresión de un hermoso vitral, de una hermosa pieza de cristales de colores. El artista, el diseñador, David Hetland, supervisa todo el trabajo y le da los toques finales. Luego lo colocan detrás del coro y se ve este hermoso vitral detrás del coro.
Entonces, cada año durante el otoño en Moorhead, Minnesota, decenas y decenas de personas desconocidas, comunes y corrientes, pintan secciones pequeñas e insignificantes de este gran lienzo. Semanas o meses después, el resultado es una obra maestra espectacular y hermosa.
Mientras leía sobre el mural en Moorhead, Minnesota, pensé: ¿No es esa una gran imagen de la iglesia, del cuerpo de Cristo? Tenemos todas estas personas pequeñas, desconocidas, promedio… Somos nosotras pintando estas pequeñas piezas que parecen tan insignificantes sin saber realmente dónde encaja nuestra pieza. «¿Estoy pintando la pata de un camello? ¿Estoy pintando una estrella? ¿Estoy pintando una parte del cielo? Es posible que no sepan lo que están pintando o qué parte tienen en el todo, hasta el momento en que esté terminado.
Pero son parte de una obra, una labor mucho más grande, una empresa, un esfuerzo que es más grande que ellos mismos. Cuando todo está dicho y hecho, nadie sabe ni se preocupa realmente por los nombres de esos voluntarios. Ellos saben quién es el artista. Saben quién es el diseñador. Ven esta hermosa obra maestra y es realmente secundario y sin importancia quiénes fueron todos los contribuyentes.
Pienso en la iglesia de Jesucristo como un gran, gran mural, una obra maestra que Dios ha diseñado, y de la cual, en su pintura, Dios nos ha permitido ser parte a través de todas las edades. El apóstol Pablo pintó una parte de ella. Pedro pintó otra parte de ella. Santiago pintó una parte de ella. Lidia en el Nuevo Testamento pintó otra parte de ella.
Luego, George Whitfield y Jonathan y Sarah Edwards y otros santos a lo largo de la historia pintaron parte de ella. Mi padre tuvo que pintar una parte de ella, y ahora está en el cielo, donde es testigo del resto de nosotros pintando aquí en la tierra, pintando nuestra pequeña parte. Y aquellos que nos seguirán, si el Señor se demora, están pintando su pequeña parte. Y Dios está haciendo este gran, gran mural para mostrar Su gloria en el universo.
La iglesia existe para la alabanza suprema de la gloria de Dios. Comenzamos esta serie en el libro de Efesios, un libro que habla sobre el esplendor y la maravilla de la Iglesia, con «I» mayúscula, tal como Dios la diseñó. Efesios 1 nos dice que en la eternidad pasada Dios nos eligió como Su pueblo. Él nos adoptó, nos selló con el Espíritu Santo y nos puso en la iglesia.
¿Por qué? Para que seamos para alabanza de Su gloria. Tres veces en el capítulo 1 de Efesios ves una frase similar, «para alabanza de Su gloria». Me imagino los «oooh y aaah» en ese gran auditorio en el recinto de la Universidad Concordia cuando se presenta el mural, un nuevo mural que ha estado en proceso durante meses y ahora la gente lo ve, y es espectacular.
Pero ¿te imaginas los «oooh y aaah» resonando en todo el universo cuando el mural de Dios de la iglesia esté completo? Los santos y los ángeles, los ciudadanos del cielo y esas criaturas en el cielo miran y ven: «wow, la gloria de Dios, el esplendor de Dios que se muestra en Su Iglesia».
De hecho, el libro de Apocalipsis nos describe cómo será el resultado final. Y permítanme leerles de los últimos capítulos de Apocalipsis algo de esa descripción porque quiero que les dé una idea de lo que está por venir, y por qué trabajamos hoy pintando nuestro pequeño e insignificante lugar en el mural, llenando nuestro pequeño e insignificante papel.
¿Por qué eso importa? Porque esto es lo que viene, Apocalipsis 19: 6:
«Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, que decían: ¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina. Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y Su esposa se ha reparado. Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino» (vv. 6-8).
Entonces, Apocalipsis 21, versículo 1, dice:
«Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron… y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres. Él habitará entre ellos, y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos.
Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas» (vv. 1-5).
«Y vino uno de los siete ángeles…y habló conmigo, diciendo: Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo de Dios, y tenía la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra muy preciosa, como una piedra de jaspe cristalino» (vv. 9-11).
«Y no vi en ella templo alguno, porque su templo es el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera…Sus puertas nunca se cerrarán de día pues allí no habrá noche» (vv. 22, 23, 25).
«Y ya no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará allí, y sus siervos le servirán. Ellos verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos» (Apoc. 22: 3–5).
Eso es lo que tenemos que esperar, esa gran imagen, ese gran mural. Apenas podemos imaginarlo ahora. Acabamos de ver nuestra pequeña parte en ella. Pero estamos en un proceso. Dios está construyendo algo, diseñando algo, haciendo algo para Su gloria, para mostrar el esplendor de Su gloria.
Sir Christopher Wren, un famoso arquitecto británico del siglo XVII, que diseñó y construyó la Catedral de San Pablo en Londres –quizás has estado allí y la has visto. Esa catedral tardó una década en diseñarse y casi cuarenta años en construirse.
La historia cuenta que un día Sir Christopher Wren estaba haciendo un recorrido por el sitio de construcción y le preguntó a uno de los albañiles: «¿Qué está haciendo?» El hombre respondió: «Estoy cortando piedras por diez chelines al día». Entonces Sir Christopher le preguntó a un segundo trabajador: «¿Qué está haciendo usted?» Él respondió: «Estoy cargando piedras para construir un muro».
Finalmente, Wren le preguntó a un tercer hombre: «¿Y usted, qué está haciendo?» El hombre dejó de hacer lo que estaba haciendo, levantó la vista y le dijo: «Estoy ayudando a sir Christopher Wren a construir una hermosa catedral». Uno de estos tres hombres tuvo una visión del producto terminado, una visión del conjunto. Vio cómo su pequeña parte encajaba en el todo.
Déjame preguntarte: ¿Qué estás haciendo? ¿Trabajando con el cuidado de los niños? Enseñando una clase de escuela dominical? ¿Cantando en un grupo de alabanza? ¿Cocinando para un desayuno de la iglesia? ¿Llenando vasos para la cena del Señor? ¿Dando apoyo a los misioneros enviados por tu iglesia? ¿Sirviendo refrescos para el grupo de jóvenes? ¿Visitando a alguien que no puede asistir a la iglesia? ¿Orando por tu pastor? ¿Aconsejando a una madre joven?
¿Qué estás haciendo? ¿Participando de la cena del Señor? ¿Presenciando un servicio de bautismo? ¿Hablando acerca del sermón del pastor después de la iglesia con tus hijos? ¿Ayudando con la limpieza y organizando la iglesia para el domingo? ¿Orando con una madre soltera que está luchando en medio de la crianza de sus adolescentes? ¿Qué estás haciendo? ¿Cantando himnos y coros con el resto de la congregación—tal vez con tu voz desafinada?
¿Qué estás haciendo? Puede que digas: «¿Y cuál es el punto con todo esto?»
Te diré cuál es el punto: estás ayudando a Dios a construir un hermoso templo. Se llama la Iglesia—la Iglesia de Jesucristo, para la alabanza de Su gloria.
¿Sabes? Cuando Christopher Wren murió, en realidad fue enterrado debajo de la catedral que había construido. Pero servimos a un Señor vivo. El arquitecto y diseñador de este templo nunca morirá. Estamos construyendo un templo, el tabernáculo de Dios entre los hombres donde Él habitará y seremos Su pueblo para siempre. Dios mismo estará entre nosotros. Un día viviremos con Él allí por siempre y para siempre. Por eso tú necesitas la iglesia. Por eso yo necesito la iglesia. Por eso necesitamos la iglesia. Se trata de Él. Se trata de la alabanza de Su gloria.
Annamarie: ¡Qué recordatorio tan alentador el que nos ha dado Nancy DeMoss Wolgemuth! Y tú, ¿has visto cómo tu pequeña parte encaja en el gran mural de Dios? ¿Sirves y oras con una gran visión de la iglesia de Cristo en tu mente y corazón?
Esta serie ha sido de mucha bendición para mi vida y espero que para la tuya también. Tenemos disponibles para ti cada uno de los programas en AvivaNuestrosCorazones.com. Allí también los podrás compartir fácilmente.
Mientras grabábamos esta serie de programas de Nancy, pensamos en la relevancia que tiene este tema en un tiempo como el que hemos estado viviendo. ¿Cómo podemos ser iglesia en tiempos donde estamos separados los unos de los otros, donde tenemos limitaciones para congregarnos? En la siguiente sección de este programa escucharás una reflexión que Patricia de Saladín nos trae al respecto. Aquí está ella con nosotras.
Patricia de Saladín: Esta serie, «¿Quién necesita la iglesia?», fue grabada por Nancy años atrás. En la providencia de Dios, en febrero de este año salió al aire nuevamente en Revive Our Hearts, y ha sido para mí impresionante ver cómo una vez más Dios trajo un tema para compartir con nuestras oyentes que iba a tener tanta relevancia en los meses subsiguientes. En marzo de este año con la llegada de la pandemia una de las cosas más afectadas con toda esta situación ha sido la iglesia.
Pero la iglesia no es cualquier organización, la iglesia es la casa de Dios, la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad. Cristo es la Cabeza de la iglesia, la ama y dio Su vida por ella.
Nancy fue motivada a hacer la serie por el deterioro que se podía percibir en la vida de iglesia de muchos creyentes, y cómo existía una situación creciente de que las personas piensan que pueden ser cristianas sin congregarse en una iglesia local. Todo esto antes de la pandemia.
Luego del aislamiento, el distanciamiento, el toque de queda, la cuarentena, y los protocolos, las iglesias han sufrido aún más, una situación que es muy distinta a la que plantea el Nuevo Testamento sobre la iglesia. El reunirnos, el amarnos, el llevar los unos las cargas de los otros, el celebrar juntos nuestra adoración Dios como pueblo, compartir la cena del Señor y todos los unos a otros de la Biblia, se han reducido a reuniones por Zoom, y gracias a Dios por la tecnología, sin ella no sabríamos que habría sido de las iglesias locales.
En la mayoría de los casos las reuniones los domingos se han reiniciado, pero se han reducido a un tercio o un cuarto de la asistencia normal, por el tema del distanciamiento, los protocolos y las personas de riesgo por su rango de edad.
El punto que queremos traer es que debemos tener oídos para oír y debemos pedirle a Dios discernimiento porque debemos ser vigilantes con nuestros propios corazones y no dejar que nos enfriemos y perdamos de vista la relevancia de la iglesia como Dios la diseñó. De ahí la importancia de llevar nuestros pensamientos cautivos a toda la verdad y a la obediencia a Cristo, que es precisamente lo que Nancy hace con las enseñanzas de esta serie.
Como siempre decimos en Aviva Nuestros Corazones, debemos hablar verdad a nuestros corazones, debemos traernos la verdad en medio de esta pandemia porque somos la iglesia de Cristo aún en medio de la pandemia. No dejamos de ser quienes somos ni de ser parte de ese cuerpo que es la iglesia. Continuamos siendo un organismo vivo, no una organización.
Necesitamos seguir practicando todas las cosas que nuestro Señor ha dejado para ser una iglesia saludable, aunque tengamos que hacer uso de la tecnología, como las plataformas que tenemos hoy en día. Quizás no sea lo más cómodo para ti. No digas: «ya estoy cansada de tantas reuniones por Zoom».
Sabes que los pastores y los líderes han usado estas plataformas precisamente para que este organismo mantenga la vitalidad. Si eres joven, quizás encuentras que eres feliz navegando en ella. Quizás, si estás en tu casa, eres de las que está feliz mirando la predicación por Zoom. Pero el punto es que debemos dar gracias por los medios tecnológicos.
Pero esa no es la manera en que Dios quiere que vivamos la iglesia, no existe –siempre lo decimos– el cristiano llanero solitario, la vida de fe se construye en relaciones, crecemos en base a las relaciones. Es la intención de Dios que los miembros de la familia de Dios, del cuerpo de Cristo, nos relacionemos unos a otros de todas las maneras en que hemos visto en la serie de cómo practicar «los unos a los otros».
Sí, existe el distanciamiento social; sí, existe la precaución, pero debemos recordar que no vivimos aisladas. Debemos ser muy intencionales en buscar la voluntad de Dios para nuestras vidas como creyentes individuales, y como miembros de una iglesia local.
Seamos intencionales en mantener vivas nuestras relaciones con nuestros hermanos y permanecer unidos buscando maneras distintas a las que estábamos acostumbradas pero aun así hacer realidad el mandato de nuestro Señor de funcionar como un cuerpo, como una familia, como un edificio.
Los preceptos de Dios son los mismos. Debemos ser obedientes y sabias en cómo llevar a cabo todo lo que Dios quiere que hagamos. Entonces, debemos preguntarnos y pedirle al Señor: «¿Cómo podría poner en práctica «los unos a los otros» en medio de este tiempo? ¿Cómo puedo ser de bendición para otros? Recuerda que veíamos que los dones espirituales son para ser puestos en operación en el cuerpo de Cristo. Debemos ser un poco más creativas que cuando estamos reunidas las unas con las otras.
«¿A quién puedo acercarme esta semana –ya sea por teléfono o por los medios de comunicación que están hoy disponibles? ¿Por quiénes voy a orar? ¿A quién voy a contactar?» ¿Estás orando por la iglesia, por tus pastores y líderes para que Dios les dé la sabiduría y les muestre las formas en que Él, el Señor de la iglesia, la Cabeza de la iglesia, quiere que llevemos a cabo los unos a los otros?
Gracias a Dios por los pastores y líderes fieles que están buscando la mente de Dios y continúan fielmente pastoreando nuestras almas. Aunque congregarnos ahora mismo no sea fácil, Dios quiere que no nos dejemos endurecer por el engaño del pecado. ¿Cómo puedes en este tiempo participar no solamente de tu grupo pequeño, sino que tu grupo pequeño se convierta en ese primer círculo donde oras, estás pendiente, estás llamando, estás motivada a interesarte aún más por las vidas de aquellas personas que Dios ha puesto cerca de ti?
Todas estas son sugerencias y quizás tú tienes las tuyas; y qué bueno es que nos alentemos, que nos exhortemos unos a otros al amor y a las buenas obras. Busquemos cómo podemos practicar ese amor unas por otras, cómo podemos estimularnos a esas buenas obras y no cesemos de orar los unos por los otros y por que Dios sea glorificado en Su iglesia durante el tiempo de pandemia como en todos los siglos hasta ese glorioso día donde esa novia va a ser presentada hermosa delante del Señor.
Recuerda que podemos hermosear la novia de Cristo porque el lino fino con el que está vestida son las buenas obras de los santos. Esas buenas obras que vamos a estar practicando en este tiempo hermosean la novia de Cristo. Que al final todo redunde para gloria y alabanza de nuestro Dios y nuestro Rey soberano quien es la Cabeza de la iglesia, nuestro Señor Jesucristo.
Bueno, y para concluir este programa y a la luz de la invitación que te hemos hecho para de manera particular orar durante este mes de octubre, me gustaría que oráramos junto al pastor Sugel Michelén por la Iglesia de Cristo. Él es un hombre que ama la Iglesia y que ha pastoreado fielmente su iglesia local por muchos años. Oremos.
Sugel Michelén: Soberano Señor que moras en las alturas de los cielos, en este día nos acercamos a Ti en el precioso nombre y por los méritos de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo quien es la Cabeza de la iglesia, nuestro Amo, nuestro Dueño, nuestro Señor, para suplicarte por tus iglesias locales en América Latina.
Sabemos que has prometido escuchar la voz de tus hijos cuando claman a Ti, y que no hay nada que sea demasiado difícil para el Todopoderoso. Es con esa confianza que ahora nos acercamos al trono de la gracia para suplicarte que nos concedas amor por Tu iglesia; que grabes en nuestros corazones la realidad de que la iglesia es el cuerpo de Cristo, la esposa del Cordero; que Él derramó Su bendita sangre para rescatarnos y santificarnos de modo que podamos ser presentados delante de Él en su venida como una esposa que no tenga mancha, ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Por eso te rogamos Señor, que levantes un ejército de hombres fieles que prediquen Tu Palabra a tiempo y fuera de tiempo, hombres que con pasión y con denuedo proclamen el glorioso evangelio de Cristo que sigue siendo poderoso para salvar y santificar. Pero de la misma manera te rogamos que tus hijas y tus hijos tengan un oído atento y un corazón preparado para recibir Tu Palabra, de modo que podamos fructificar a ciento, a sesenta y a ciento por uno.
Oh, Dios de toda gracia, levanta un ejército de mujeres que clamen a Ti, que no desmayen al interceder por Tu pueblo, al interceder por aquellos que Te sirven en medio de muchas dificultades. Señor Tú nos animas a que clamemos a Ti y prometes que responderás cuando nuestra voluntad esté sintonizada con la tuya. Sabemos que es conforme a Tu voluntad que en Tus iglesias se avive el fuego de la pasión por Ti.
Es conforme a Tu voluntad que los creyentes se amen entre sí, se preocupen los unos por los otros, que hablemos la verdad en amor de manera que todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente según la actividad propia de cada miembro, el cuerpo reciba su crecimiento para ir edificándose en amor.
Escúchanos desde Tu trono, oh Dios, a fin de que por Tu propia sabiduría sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las regiones celestes. Confiamos en que Tú eres poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos según el poder que obra en nosotros para que seas glorificado en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones por los siglos de los siglos. Te lo rogamos oh bendito Rey, en el precioso nombre de nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo. Amén y amén.
Annamarie: Jesús dijo: «Mi Casa será llamada casa de oración para todas las naciones» (Mr. 11:17). ¿Qué significa esto para nosotras en el siglo XIX? En nuestro próximo programa el pastor Jim Cymbala nos ayudará a profundizar en esto. Asegúrate de acompañarnos.
Unidas en un clamor por la iglesia, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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