La rendición en las manos abiertas de una madre

“El SEÑOR es …mi copa; tú sustentas mi suerte.” (Sal 16:5)

Cuando mi hija Lindsay tenía dos años, mi tía Joy le dio un juego de té de porcelana blanca con dos pequeñas rosas. A Lindsay la cautivó profundamente y con regularidad hacía fiestas de té consigo misma. Un día la tía Joy pasó a visitarnos mientras Lindsay estaba “tomando el té,” y le dijo, “¡Ah! ¡Qué hermoso! ¿podrías servirme una taza?”

Pero Lindsay fulminó con la mirada a la tía Joy y rápidamente comenzó a acercarse todas las tazas, haciendo, con sus regordetes antebrazos, una valla alrededor de su “fiesta de té.” Fingiendo dramáticamente tener mucha sed, tía Joy le dijo, “¡Ah! ¿Por favor? ¿Me puedes dar un poco?” Pero Lindsay, ansiosamente comenzó a sorber el agua de sus tazas del tamaño de un dedal, al tiempo que decía, “No. (sorbido) poque todash (sorbido) shon míash (sorbido, sorbido, sorbido).

Como mamás, en ocasiones podemos conducirnos como pequeñitas egoístas de dos años, planeando fiestas de té para nosotras mismas. Al igual que con ese precioso juego de tazas de té, atraemos a nuestros hijos hacia nosotras. Más que servir a Dios con nuestra familia y ofrecerle lo que Él nos dio primero, de manera defensiva hacemos una valla, y decimos, “No. Todos ellos son míos.”

Una mamá sedienta

En mi nuevo libro Chica Controladora: Lecciones de siete mujeres de la Biblia, acerca de cómo rendir tu afán de control” estudié la historia de mujeres que vivieron hace miles de años, quienes, sin embargo, al igual que yo, batallaron con el afán de control. Estas mujeres estaban profundamente comprometidas con su familia y tenían la convicción que de ellas dependía que todo resultara bien. Por eso trataban de tomar el control. Y, al controlar, destrozaron a cada uno de los miembros de su familia –incluidas ellas mismas.

La “Chica Controladora” de la Biblia que más me sorprendió fue Raquel. Raquel fue la joven hermana de Lea, y la hermosa chica preferida, por quien Jacob trabajó catorce años, para poder tenerla. Ella se casó con alguien de la familia escogida de Dios, y por tanto estaba destinada para cosas grandiosas. A mí me parece que Raquel tenía una vida encantadora. Sin embargo, la historia de Raquel no resultó tan agradable.

Siempre que es mencionada en las Escrituras, Raquel aparece como merecedora, exigente y controladora. Con fijación en una sola cosa: hijos. Tantos como fuese posible.

En los tiempos de Raquel, los hijos eran como una mercancía. El valor y el honor de una mujer se basaba en cuántos hijos había tenido. Y al parecer Raquel no podía tener ninguno. Me imagino a Raquel con sus manos alrededor del cuello de Jacob mientras le dice, “Dame hijos, o si no, me muero.” (Gn. 30:1). Pero Jacob le respondió diciendo, “¿Estoy yo en lugar de Dios?” y tenía razón. Dios da los hijos, no los maridos.

Después de años de infertilidad, Dios sí le dio un bebé a Raquel, a quien ella nombró José, que significa “Él me añade.” Y dijo: “Que el SEÑOR me añada otro hijo.” (Gn. 30:24).

¿Alcanzas a oír la sed en las palabras de Raquel? ¡Finalmente ella había tenido un hijo! Pero después de mirar en su dulce carita, ella voltea a ver a Dios, y dice, “Sí, otro más, por favor.” Me recuerda una pequeña de dos años, sorbiendo lo que Dios le dio y buscando aún más, siempre sedienta de más.

El deseo por el control nunca nos da la satisfacción y paz que imaginamos. Solo causa que nuestros corazones se irriten contra Aquel que verdaderamente está en control: Dios.

Dios le dio a Raquel otro bebé, pero ella murió mientras daba a luz a Benjamín. Su vida de constante sed fue inesperadamente corta. No puedo evitar preguntarme si de haber sabido que sus días estaban contados, Raquel habría vivido diferente. ¿Se habría preocupado menos por desarrollar su propio sentido de importancia y seguridad basados en sus hijos? Me pregunto lo mismo acerca de mí.

Dios nunca diseñó que la maternidad fuera como una fiesta de té privada de autoservicio. Él nos dio nuestro “juego de té” no para que pudiéramos ser servidas, sino para servir al mundo con nuestros hijos. Llenamos a nuestros hijos con amor, educación y guía, y luego los entregamos con gracia de manera que la sed de otros pueda ser saciada. Eventualmente cedemos a nuestros hijos por completo.

Es como regalar un hermoso juego de té, pieza por pieza. Esto puede ser terriblemente doloroso; sin embargo, hay libertad en rendirle nuestros hijos a Dios.

Una mamá rendida

Piensa en Ana, la madre de Samuel, cuya historia es sorprendentemente similar a la de Raquel. Ana también fue la esposa preferida que batalló con la infertilidad mientras la otra esposa tenía un bebé tras otro. Sin embargo, cuando Ana eventualmente miró a la dulce carita de su hijo recién nacido, ella no demandó sedienta por más. De hecho, hizo lo opuesto. Rindió su hijo a Dios, diciendo, “todos los días de su vida estará dedicado al Señor.”(1 S. 1:28)

Como mamá, batallo para vivir de esta manera. Quiero levantar una valla alrededor de mis hijos y mantenerlos cerca, en lugar de rendírselos a Dios. Quiero controlar los zapatos que llevan puestos a la iglesia, la persona con quien algún día se casarán, y todo lo demás que sucederá en medio de esos eventos. Pero, aunque me he lanzado tras el control en cientos de maneras y ocasiones, nunca he podido salvar a mis hijos de alguna aflicción. Irónicamente, al reprimir a aquellos a quienes amo, provoco tensión y estrés –en lugar de la paz y seguridad que imaginaba.

También he notado que lo opuesto es verdad. Cuando rindo a mis hijos a Dios, cuando suelto todo, desde el estilo de peinado de mi hijo hasta la profesión que escoja, es entonces que encuentro la seguridad y gozo que anhelo.

Amiga, no podemos controlar el futuro. Podríamos pasarnos el resto de nuestra vida construyendo cercas alrededor de lo que es “nuestro,” sorbiendo todo lo que cae en nuestras manos, y aun así morir como lo hizo Raquel –una Chica Controladora sedienta. Pero cuando rendimos a nuestros amados a Dios, diciendo “El SEÑOR es …mi copa; tú sustentas mi suerte.” (Sal. 16:5) encontramos consuelo, libertad, y paz.

¿Por cuáles cosas te mantienes constantemente sedienta? ¿Qué deseas controlar? En lugar de levantar una muralla alrededor de lo que es “tuyo,” ¿de qué manera puedes ceder el control de una situación o de alguna persona que amas?

Esta publicación es una adaptación del nuevo libro de Shannon, Chica Controladora, disponible en inglés en Amazon.

 


 

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Sobre el autor

Shannon Popkin

Shannon Popkin

Shannon Popkin es una conferencista y escritora de Grand Rapids, Michigan, quien disfruta combiner su amor por el humor y el contar historias con la pasión por la Palabra de Dios.

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