A menudo, me sorprende la vulnerabilidad de Maia, mi bebé. Ella depende de nosotros completamente; no sólo para que la alimentemos y cambiemos su pañal sino que depende de nosotros en todo. Recuerdo cuando tenía pocas semanas de vida, y su bobito se cayó justo debajo de su barbilla, ella no sabía cómo ponerlo de nuevo en su boca; me necesitaba aún para eso. Es precisamente con esta lección que quiero terminar esta serie de artículos sobre lo que Maia me está enseñando acerca de nuestro Padre: somos completamente inútiles pero nuestro Dios es completamente suficiente.
Así como Maia no podía ponerse su bobito sin mi ayuda, nosotras también necesitamos a Dios desesperadamente. Somos pecadoras y débiles. Precisamos un Salvador que nos rescate y enseñe a morir a nosotras mismas, una y otra vez. Nuestra inhabilidad es tal que nosotras no podemos proveer para nuestros hijos a menos que Dios provea primero.
He descubierto que el día que Maia nació, Dios me puso un “corazón de mamá”, el cual es sumamente vulnerable. Aun cuando mi transición a la maternidad fue relativamente fácil, me he percatado de lo débil que es mi fe. Nunca había recibido un regalo como Maia; es un tesoro precioso que me necesita completamente. Mientras más pienso en cuan pequeña e indefensa es, aumenta el temor en mi corazón porque veo lo diminuta y desvalida que soy. Cada día me enamoro más de ella, y percibo lo poco que la confío a Dios. La maternidad es un llamado a ser vulnerables. Mientras más amamos, más exponemos nuestro corazón. Pero es en nuestra debilidad que Dios revela la belleza de Jesús a nuestros corazones. Por eso, Isaías 40: 11 me consuela tanto:
“Como pastor apacentará su rebaño, en su brazo recogerá los corderos, y en su seno los llevará; guiará con cuidado a las recién paridas.”
Él es tierno y nos guía con cuidado mientras aprendemos a ser mamás en nuestra debilidad y vulnerabilidad. El contexto de este versículo es maravilloso. ¿Quién es el Dios que guía con cuidado a las recién paridas? El profeta Isaías procede en los próximos versículos a describirlo: “Él es el que está sentado sobre la redondez de la tierra, cuyos habitantes son como langostas; Él es el que extiende los cielos como una cortina y los despliega como una tienda para morar” (v. 22). Pero aún más, en el Nuevo Testamento aprendemos que Jesús es nuestro Pastor; por lo tanto, El mismo nos apacienta como mamás. Jesús sabe lo débil que son Sus ovejas y cuánto necesitan un pastor; no se avergüenza de nuestra debilidad. Por el contrario, Él fue hecho semejante a nosotras, en todo. Por eso es un Fiel y Misericordioso Sumo Sacerdote. El ora por nosotras delante de Dios con misericordia y debido a que Él fue tentado, es Poderoso para socorrernos cuando somos tentadas (Heb. 2:17-18). Ese Jesús, poderoso, suficiente y tierno, es el que nos apacienta con cuidado en esta labor tan preciosa y vulnerable que es criar.
Para reflexionar:
Lee Isaías 40. ¿Cómo describe Isaías a Dios? Escribe una oración usando las frases que describen a Dios. Adórale por quien Él es según vemos en este capítulo. Confiésale las áreas en que te sientes cansada y te resulta difícil esperar en El.
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