Sierva de Cristo, líder de ministerio…madre de un hijo pródigo. Parte II

Mientras luchaba por reconciliar dos llamados simultáneos en mi vida –servir en el ministerio de mujeres y ser madre de un hijo desesperadamente errante-  me di cuenta de lo intensamente que el Señor estaba impactando mi propio andar con Él.  Sin embargo, luché un poco, con la forma en que esta prueba afectaría mi ministerio a las mujeres.

Lo que aprendí fue que no podemos separar el ministerio de la vida, ni debemos hacerlo.  Están entrelazados, y Dios tenía planeado que así fuese.  Nuestro ministerio impacta nuestra vida, y las circunstancias de nuestra vida es seguro que impactan nuestro ministerio.  El camino de amar a un pródigo es una plataforma que el Señor nos ha dado para vivir las verdades que enseñamos y proclamar el Evangelio que creemos.

Existen dos aspectos claves:

  • Debemos estar dispuestas a ser auténticas

Si somos honestas, sabemos que esto puede ser un gran reto.  Somos líderes sirviendo a Jesús y deseamos que cada parte de nuestra vida refleje nuestro amor por Él –incluyendo a nuestros hijos.  Por tanto, nuestra tendencia puede ser esconder o suavizar la realidad de la vida de nuestro hijo, y lo que estamos atravesando como madre de un pródigo. ¡No lo hagas!

El Evangelio nunca es expuesto con más hermosura que en el quebrantamiento. Esto no significa que compartas cada detalle, pero sí que seas abierta y real acerca de tu lucha.  Si no lo eres, impedirás que otras conozcan la poderosa gracia sustentadora de Dios mientras atraviesas un valle de dolor profundo (Is. 43:1-3). ¡Se perderían el milagro de restauración y redención que puede edificar su fe, en la medida en que el Señor toma a ese ser amado, lo saca del lodo cenagoso y pone sus pies sobre la roca (Salmo 40:2)!

Al abrir tu vida delante de aquellas a quienes ministras, ellas buscarán en tu cara la evidencia de lo que controla tu corazón.  ¿Es temor o paz?  ¿Estás devastada por la angustia o firme en la esperanza? Debemos confiar intensamente en la soberanía de Dios y en Sus propósitos para “ser reales” mediante una confianza apacible y firme. Esto no significa que no temamos o que no sintamos dolor.  Sino que continuamente rendimos nuestro temor en las manos de nuestro Salvador y dependemos de que Él sea nuestra fortaleza y que ayude nuestra incredulidad.  Mientras continuamos dando pasos de fe, y nos aferramos a Sus promesas, mostramos nuestra convicción en la confiabilidad de Dios.  Vives Romanos 4:20 desde una posición que puede tocar el corazón de toda madre.

No titubearé en incredulidad de las promesas de Dios, sino que me fortaleceré en fe, dando gloria a Dios, estando plenamente convencida de que Dios es poderoso para cumplir lo que ha prometido.

Además, necesitas tus “Aarones y Hures” (Ex. 17:12).  Tus hermanas no pueden “sostener tus brazos” si no saben que estás enfrentando una batalla por la vida de tu hijo.  Al enemigo le encantará mantenerte sola, luchando sola.  De esa manera, eres más proclive a sentirte desanimada.  Permite que tus hermanas en Cristo se levanten junto a ti, luchen por ti, y ministren a tu corazón quebrantado.

  • Debemos perseverar y no darnos por vencidas

Él ha prometido hacer que todas las cosas “cooperen para bien” (Ro. 8:28), y Él lo cumplirá.  Con frecuencia resulta muy difícil verlo así, cuando tratamos de encontrar lo bueno en este lugar de aflicción. Y es entonces cuando Proverbios 3:5 se convierte en nuestro clamor de guerra: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento.” Si hoy estás luchando con la preocupación y el temor, acurrúcate en Su gracia y sumérgete otra vez en Sus promesas.  Permite que Él sea “un escudo en derredor [tuyo] y el que levanta [tu] cabeza.” (Sal. 3:3)

Habrá días en que te sientas tan débil y desanimada que quizás te preguntarás si debas continuar en el ministerio. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado” (Heb. 4:15). Recuerda, Él sabe de qué estás hecha, entiende tu corazón agotado, y ve los ataques del enemigo para desanimarte. Nehemías 6:9 es poderoso para estos momentos:

Porque todos ellos querían amedrentarnos, pensando: Ellos se desanimarán con la obra y no será hecha. Pero ahora, oh Dios, fortalece mis manos.

Clama con esas palabras, y pide al Señor que provee, el Dios que nos suple, que te ayude a permanecer firme en tu labor.  Recuerdo bien haber considerado salir del ministerio porque no quería deshonrar a Dios a través de mi situación familiar.  Él me mostró que debía permanecer en el ministerio y permitirle ayudarme a honrarlo en medio de mi lucha. ¡oh!, amigas y hermanas, el Señor puede hablar a través de sus vidas, en esta travesía pródiga, más poderosamente de lo que jamás ha hablado por medio de sus palabras.

Nosotras vemos lo que se ha roto… Dios ve todo lo que Él está haciendo.  Nosotras vemos las cenizas… Dios ve la belleza.  No tenemos que entenderlo todo para honrarlo en medio de la aflicción.  Solo tenemos que permanecer rendidas delante de Él en obediencia, en fe firme y confianza inalterable.  Él está profundizando tu fe, expandiendo tu ministerio, y haciendo todo “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. (Ef. 3:20)

¡A Dios sea la gloria!

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. (2 Co. 1:3-4)

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Sobre el autor

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Katty Davis

Kathy Davis ha estado liderando mujeres por más de 20 años a través del ministerio “Bible Study Fellowship and Community Bible Study”. En 2011, Dios la llamó a ministrar a aquellos con un amor prodigo a través de su propia … leer más …


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