¿Cómo cumplo mi rol de dadora de vida si no soy mamá?

Escrito por Karen Garza

Desde el huerto del Edén vemos que Dios dio a las mujeres el hermoso llamado de ser dadoras de vida. Aun en nuestros cuerpos podemos ver la sabiduría de Dios al diseñarnos con tanto detalle y perfección para cumplir con este llamado. Cuando escuchamos que somos llamadas a ser dadoras de vida, inmediatamente pensamos en la maternidad, pero ¿qué si aún no estamos en la edad para tener hijos? ¿O qué si por alguna razón nunca podremos tener hijos? ¿Cómo cumplir nuestro rol de dadoras de vida si no somos mamás? 

Debemos comprender que el llamado que Dios nos dio no es un llamado frágil, es un llamado que aplica en todas nuestras circunstancias, etapas y situaciones; porque este llamado, más que biológico, es un llamado espiritual. 

En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres. La Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Vino al mundo unhombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. Este vino como testigo para testificar de la Luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. No era élla Luz, sino que vino para dar testimonio de la Luz.

Existíala Luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. Él estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no lo conoció. A lo Suyo vino, y los Suyos no lo recibieron.Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, que no nacieronde sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. -Juan 1:1-13

Jesús, el Dios eterno y Autor de todo lo que existe, es en quien se encuentra la vida. Sin duda, Juan enseña que Cristo es el autor de la vida física, pues Él es quien crea y da aliento de vida a todo ser humano; sin embargo, también nos enseña que Cristo es la fuente de vida eterna. Debido al pecado, toda la humanidad está en tinieblas, pero gracias a la obra perfecta y completa de Su vida, muerte, resurrección y ascensión, Cristo es el único que puede alumbrar y dar vida eterna a los hombres. 

Quizá podamos creer lo que acabamos de leer, pero ¿realmente estamos actuando conforme a ello? Es sumamente importante meditar en esto, pues es imposible cumplir el llamado que Dios nos ha dado sin comprender que en Jesús está la vida, no en nosotras. Hermanas, el que seamos llamadas a ser dadoras de vida no quiere decir que seamos la Luz Verdadera, ni tampoco que tengamos en nosotras mismas el poder de dar vida eterna. Lo que sí quiere decir es que, así como Juan el bautista y los discípulos, nosotras también sembramos semillas de vida cuando testificamos de Cristo. 1 Juan 5:11 dice: «Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo». Cumplimos con nuestro rol de dadoras de vida cuando dirigimos a las personas al único que tiene el poder de dar vida: Jesús. 

Pero, ¿cómo dirigir a las personas hacia Cristo? ¿Qué podemos hacer para testificar de Cristo a nuestro prójimo? 

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna». -Juan 3:16

«…porque: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. ¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡Cuán hermosos son los piesde los que anuncian el evangelio del bien!”». -Romanos 10:13-15

¡Nuestra tarea como dadoras de vida es anunciar el evangelio! Dios nos ha confiado el único mensaje por el cual Él forma a Su familia: el mensaje de salvación. Estamos siendo fieles administradoras cuando impartimos el evangelio de Jesús con nuestra boca y lo adornamos con nuestra vida. Esto es crucial pues nuestro mensaje no solo consiste en las buenas noticias que nuestras bocas anuncian, sino también en las buenas noticias que nuestras vidas comprueban. Esto quiere decir que, nuestro carácter, nuestros actos y nuestras palabras, pueden adornar el evangelio o pueden ensuciarlo delante de los demás. 

Por esta razón, diariamente necesitamos meditar en el amor y la gracia que hemos recibido en Cristo, pues esta gracia no solamente nos salva, sino que también nos va transformando cada día más y más en semejanza a Jesús. Esta misma gracia que nos transforma es la misma gracia que hace que nuestra vida expida el aroma de Cristo, adornando el evangelio. 

Por último, a modo de reflexión, te invito a contestar de manera honesta las siguientes preguntas:

  • ¿Mis palabras reflejan queja, amargura e incredulidad, o reflejan el contentamiento, la paz y el gozo que se encuentran en Cristo?
  • ¿Cómo reacciono ante los incrédulos? ¿Siento dolor y compasión por la persona que me lleva a la oración y al evangelismo o me siento superior a ellos?
  • ¿Cómo reacciono ante las ofensas de los demás? ¿Otorgo de la gracia y paciencia que he recibido de Dios perdonando la ofensa o guardo rencor contra la persona?
  • ¿Sirvo a los demás como expresión del servicio y amor que Dios me ha dado o lo hago buscando algún beneficio propio?
  • ¿Mis hechos respaldan la fe que profeso o la niegan? ¿Mi carácter, actos y palabras embellecen la semilla de vida (evangelio) o por el contrario la ensucian?

En caso de haberte dado cuenta de no estar cumpliendo el llamado de ser dadora de vida, quiero decirte que hay perdón y esperanza en Jesús. Jesús vino a esta tierra a vivir la vida perfecta que tú y yo no podemos vivir. Únicamente Él puede cambiar nuestra condición de muerte a una condición de vida. Él llama al sediento diciendo: «…pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna» (Juan 4:14). Así como Jesús se acercó a esta mujer samaritana cambiando su muerte en vida, y haciendo que no solamente ella recibiera vida eterna, sino que también fuera participante en testificar a otros de la Vida, así también puede hacer contigo hoy si tan solo te arrepientes de tus pecados y depositas tu fe en Él. 

Gracias a Dios que no tenemos que esperar a ser mamás para poder cumplir con este hermoso rol que Dios nos ha dado pues podemos entregar nuestra vida en devoción a Cristo y con Su ayuda participar de Su obra cada día. Podemos testificar de Cristo a nuestros sobrinos, amigos, padres, hermanos y a todo quien esté a nuestro alrededor. El dador de vida por excelencia es Jesús, y Él imparte esta vida mediante la fe en Él dando el derecho de ser hechos hijos de Dios a todos los que le reciben. Tú y yo podemos colaborar en llamar a muchos a Cristo para que sean constituidos hijos de Dios y hermanos nuestros. ¡Qué privilegio tenemos de ser dadoras de vida y participar en la reunión de la familia de Dios! 

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