“…pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás… prosigo hacia la meta… supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Filipenses 4:13b-14
Hay días que nos perdemos en el camino; otras veces, durante semanas o meses...y así recapacitamos, elevando un clamor “Oh mi Señor ten piedad de mí cuando las cosas de este mundo me distraen”; ayúdame a recordar que Tú estás delante de mí, guiándome; ten misericordia si en lugar de mirarte para seguir Tu hermosa senda, de repente hasta el ruido que provoca el viento al arrastrar una hoja me hace mover mis ojos y enfocarme en todo lo que se mueve a mi alrededor atrayendo cada vez más mi atención como si mirara fijo el lente de una cámara fotográfica.
Estoy convencida de que todo aquello que me atraiga que no seas Tú, mi Señor, me hará extraviarme tomando el camino equivocado; si no llego a perderme, es por Tu Gracia mi Amado Dios; pero tan pronto las distracciones me sacan del camino empieza el temor a lo desconocido, sudan mis manos de ansiedad, mi corazón se acelera; y termino preguntándome a mí misma una y otra vez ¿Qué he hecho? ¿Dónde estoy? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuándo perdí el rumbo? ¿Fue acaso el ruido que me confundió?
Y algo dentro de mí, me recuerda “no busques culpables afuera... Has sido tú, eres tú y sólo tú…alimentando tu carnalidad…”
Y continúa amonestándome, el susurro en mi interior “Te fuiste distrayendo poco a poco, envolviéndote en la nebulosa de la vida llamada mundo, dejándote atrapar de sus innumerables tentaciones; muchas veces tan sutiles que ni cuenta te diste”.
Volviendo en mí, respondo “Sí, eso fue, todo sucedió poco a poco; un poquito hoy; otro, mañana y de repente me di de golpe con la realidad; otras veces, es más triste cuando aquellos que me rodean, a quienes estoy llamada a modelar un correcto caminar, son los mismos que me tienen que amonestar”.
Ellos me preguntan ¿Qué te pasa? ¿Por qué esa reacción? ¿Acaso se dañó la brújula y te extraviaste en el camino, perdiendo el sendero a seguir?
Y lágrimas de dolor corren por mis mejillas, opresión intima en mi corazón adolorido y todo como resultado de la distracción. En mis adentros, hay un solo clamor “¡Oh Señor! ¿Por qué no aprendo si ya conozco este dolor? ¿Si entiendo lo que cuesta recuperar el trecho perdido? Una sola cosa me queda y me consuela una y otra vez: olvidar lo que queda atrás y empezar nuevamente con Su perdón. Sigo esforzándome por alcanzar lo que está delante para llegar a la meta y ganar el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús.
En tu caso ¿cuáles son aquellas cosas que te distraen y te sacan del camino?
Únete a la conversación