Día 192 | Eclesiastés 1 – 4

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Hoy iniciamos el libro de Eclesiastés. ¿Ya lo has leído? No sé cuántas veces lo hayas leído, pero estoy contenta de leerlo juntas. Oro que el Señor nos ilumine con Su Espíritu las verdades que nuestros corazones necesitan para correr a Él. 

Un dato interesante es que el libro de Eclesiastés era leído anualmente en la fiesta de los tabernáculos. 

Dios quiso que un libro lleno de paradojas, perplejidades, desilusión, hastío y pesimismo estuviera en Su Palabra, la fuente de esperanza, pues ella es la única que puede dar las respuestas a todas las cosas antes expuestas.

Se cree que Salomón lo escribió en su vejez, poco antes de morir. Salomón fue hijo de David y fue el rey más sabio de Israel, tuvo una vida intensa y llena de experiencias; una vida de esplendor, pero con muchas insensateces. 

Salomón inicia su discurso refiriéndose a sí mismo como «el Predicador» que llama a una «Asamblea», en hebreo Qohelet. De esta palabra se deriva la palabra griega Ekklesia designada para «Iglesia». 

En el segundo versículo leemos:

«Vanidad de vanidades, dice el Predicador, todo es vanidad». –1:2

La palabra «vanidad» aparece 37 veces en este libro. Su significado es: vaciedad, algo transitorio, insatisfactorio, inconsecuente, vacío. Otra expresión que se repite 29 veces es: «bajo el sol», que significa, «en el mundo o tierra». Estas dos frases transmiten la idea de que: «la vida en este mundo es transitoria, inconsecuente e insatisfactoria». ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo caído.

Salomón procuró hallar sentido y satisfacción en la naturaleza, el saber, la música, los diferentes placeres, sus edificaciones y sus riquezas. Con espíritu fatalista observa los tiempos de la experiencia humana, la cual es común a toda generación y las injusticias que suceden continuamente producto del egoísmo, codicia y rivalidad del hombre.

Sin embargo, reconoce que la vida presente va más allá, pues Dios hace todo perpetuo y a Su obra nadie puede añadirle o quitarle. 

Dios también ha puesto eternidad en nuestros corazones, como leemos en el capítulo 3. Todas tenemos un vacío tan grande que solo un Dios grande puede llenar por completo. A causa del pecado, tendemos a llenarlo con otras cosas, que al final son perecederas y nunca logran satisfacernos del todo. ¿Con qué llenas tú los vacíos de tu alma, querida hermana?

Todo ser humano, creyente o no, sabe que hay Alguien y algo que lo trasciende, por eso, procura hallar significado al porqué de su existencia. Lastimosamente, por el pecado no corre a Él, sino que huye, se esconde; a menos que Dios lo encuentre. En medio de las injusticias de la vida son como un megáfono para conducirlo a la realidad de su necesidad de Dios. 

Tú y yo, por pura gracia, fuimos conducidas a una relación con Dios Padre, gracias a la obra de Cristo. Por eso, podemos afirmar que Él existe y verdaderamente nos satisface, y lucharemos con todos los enemigos de nuestra alma, porque, al final, sabemos que en Cristo hay victoria.

¿Qué ilustraciones y temas llamaron tu atención en estos capítulos? ¿Por qué? 

¿Conoces el por qué de tu vida? ¿Vives a la luz del mismo? ¿Es lo eterno lo que consume tu vida y corazón? Corre a Cristo.

Resume con tus palabras lo que aprendiste y eleva una oración al Señor.

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«También ha puesto eternidad en sus corazones, sin embargo el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin». -Eclesiastés 3:12

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