Día 196 | Cantar de los Cantares 5 – 8
Ya leímos este corto libro de la Biblia en dos días, pero mi consejo es leerlo completo una y otra vez, y al leerlo, descubras las tantas facetas que tiene sobre el verdadero amor.
Me llama poderosamente la atención el sentido de pertenencia que tienen estos esposos. «Yo soy de mi amado y mi amado es mío», y otra vez se repite: «Yo soy de mi amado, y Y para mí es todo su deseo…». Y una vez más vemos cómo este concepto es el ideal en una relación matrimonial de acuerdo al diseño de Dios donde la Escritura dice que dos personas que se unen en matrimonio no son ya dos sino uno.
El Señor nos deja la interpretación de esta verdad del matrimonio con el concepto de que, al unirnos en matrimonio, nuestros cuerpos pasan a ser de nuestros cónyuges como un regalo de amor: «La …
Ya leímos este corto libro de la Biblia en dos días, pero mi consejo es leerlo completo una y otra vez, y al leerlo, descubras las tantas facetas que tiene sobre el verdadero amor.
Me llama poderosamente la atención el sentido de pertenencia que tienen estos esposos. «Yo soy de mi amado y mi amado es mío», y otra vez se repite: «Yo soy de mi amado, y Y para mí es todo su deseo…». Y una vez más vemos cómo este concepto es el ideal en una relación matrimonial de acuerdo al diseño de Dios donde la Escritura dice que dos personas que se unen en matrimonio no son ya dos sino uno.
El Señor nos deja la interpretación de esta verdad del matrimonio con el concepto de que, al unirnos en matrimonio, nuestros cuerpos pasan a ser de nuestros cónyuges como un regalo de amor: «La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y así mismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer», dice 1 Corintios 7:4. Y la versión NTV dice así: «…la esposa le da la autoridad sobre su cuerpo a su marido, y el esposo le da la autoridad sobre su cuerpo a su esposa». Lo que implica una entrega voluntaria y deleitosa.
Pero esta verdad ilustra una realidad espiritual mucho más elevada, y es que el cristiano ya no se pertenece, sino que le pertenece a Cristo:
«Pero el que se une al Señor, es un espíritu con Él… ¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios». –1 Corintios 6:17, 19-20
Muchas veces queremos independencia y vivir siguiendo los deseos de nuestro corazón, haciendo nuestra voluntad; pero debemos recordar que Dios quiso dejarnos bajo autoridad y para eso el Señor pagó un alto precio:
«Ustedes saben que no fueron redimidos de su vana manera de vivir heredada de sus padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha: la sangre de Cristo». –1 Pedro 1:18-19
Así que, debemos rendir nuestras vidas a nuestro Amado y decir como Él: no se haga mi voluntad sino la tuya, porque además Su voluntad es buena, agradable y perfecta (Mt. 26:42; Ro. 12:2b).
No puedo dejar de mencionar otra cosa que resalta para mí en este libro y es el mutuo encanto que ambos, novio y novia, manifiestan poéticamente. El lenguaje es hermosísimo, puede llegar aún a hacernos sonrojar, y también en cierto sentido a veces me pregunto: ¿de verdad hay tanta perfección física en estas dos personas?
Lee conmigo algunas de estas declaraciones:
«¿Qué clase de amado es tu amado, oh la más hermosa de las mujeres?». –5:9
Mira la respuesta de esta mujer sobre su amado:
«Mi amado es resplandeciente y sonrosado, distinguido entre diez mil». –v.10
Leamos ahora la descripción de ella:
«¿Quién es esta que se asoma como el alba, hermosa como la luna llena, refulgente como el sol». –6:10
El novio, también la llama: «Oh mujer la más hermosa de las mujeres», se refiere a ella como: mi perfecta. Y estas descripciones las encuentras en todo el libro. Lo que me hace repetir la pregunta: ¿de verdad hay tanta perfección física?
Como mencionaba ayer, creo que Dios le dio a Salomón la sabiduría para meditar en la perfección que se dio en el huerto del Edén y en la relación que se dio entre Adán y Eva, cuando no había pecado en el mundo. Porque honestamente, puede ser que nos deleitemos viendo a nuestros esposos y ellos a nosotras, pero sabemos que no somos perfectas ni ellos tampoco; ni física ni espiritualmente.
Ahora, ¿qué belleza deberíamos perseguir? La que dice 1 Pedro 3:3-4, versión NTV:
«No se interesen tanto por la belleza externa: los peinados extravagantes, las joyas costosas o la ropa elegante. En cambio, vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno, que es tan precioso a los ojos de Dios».
Esa belleza va en aumento a pesar de que nuestros cuerpos físicos se van desgastando con el paso de los años. Pero esta hermosura perfecta nos apunta a la hermosura de Cristo:
«Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios». –Salmo 145:2
Como dice este antiguo himno:
Precioso Salvador,
Creador de todo,
Hijo de Dios y Hombre a ti loor
A Ti solo honraré, te reverenciaré de mi alma vida, sol y amor.
Qué lindos campos hay en la primavera
Cuya belleza nos da placer
Más bello es el Señor
Más puro el Salvador
Que imparte gozo al triste ser.
Brilla con bella luz
El sol y la luna
La luz de estrellas no tiene igual;
Jesús es superior
Brilla con más fulgor que luz o ser angelical.
Mi punto aquí se confirma con el hecho de que Cristo es precioso, sin embargo, la Escritura lo describe en Isaías 53:2 como que no había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto, nada que nos atrajera hacia Él; más bien, fue rechazado y despreciado. Entonces la verdadera belleza está más allá de lo que nuestros ojos ven. Recuerda que Dios no ve como ve el hombre; «el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón» (1 Sam. 16:7).
Es mi oración poder contemplar con los ojos de la fe la belleza de Cristo para poder amarlo con un amor apasionado, anhelar ese día de las bodas del Cordero, que sea como dice Cantares, el día más feliz de nuestras vidas (3:11b) cuando contemplemos cara a cara a quien ama nuestras almas.
Tómate un tiempo para hacer esta oración:
Señor, muéstrame Tu amor... Ayúdame a recibirlo y a vivirlo de una mejor manera, enséñame a amarte y amar a otros.
¿Cómo este libro te invita a amar a Cristo como el Amado de tu alma?
¿De qué manera las ilustraciones de este libro te invitan a ver a tu esposo con los ojos de Cristo?
Transforma lo que aprendiste hoy en una oración.
«Mi amado es resplandeciente y sonrosado, distinguido entre diez mil». –Cantares 5:10
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